Mi lado de la historia🧡
Capítulo especial; Sasuke Takahashi
Dicen que casi todos los hombres experimentamos la llamada crisis de los cuarenta, sin embargo, en mí caso, la crisis comenzó en el momento en que descubrí mis preferencias sexuales a la edad de trece años.
Fueron años de mucha confusión y negación ante los sentimientos y emociones que fui descubriendo. Tiempos en que no me atreví a hablar con nadie sobre mis pensamientos y las sensaciones que iban de la mano.
Cuando me creí enamorado de Justin, aquel joven albañil que no hizo otra cosa que aprovecharse de mi, y mi padre tuvo conciencia de lo que sucedía conmigo, a aquella época confusa le siguió una peor, repleta de visitas al psicólogo y medicamentos, pues lo que se buscaba era revertir mi manera de pensar, de sentir, de ser.
Sin embargo, demás esta decir que nada funciono, mi naturaleza homosexual era parte de mi, como lo eran mis cabellos oscuros o mis ojos rasgados. No podía cambiar mi esencia, como pretendía mi familia. Ser homosexual no era algo depravado o sucio como muchos pensaban, incluso yo, aunque aquello último me costó comprenderlo, y en el camino perdí tanto.
Perdí tiempo precioso para ser feliz, perdí ilusiones y sobre todo perdí el amor de un hombre maravilloso que siempre estuvo dispuesto a amarme con mis defectos y virtudes, con mi cobardía y dudas.
Un hombre joven que me hacía reír, que me escuchaba y no tenía miedo a demostrar sus sentimientos aún cuando prácticamente tampoco tenía el apoyo familiar.
Nadie lo dijo, porque no hizo falta, pero de los cuatro hijos del matrimonio Takahashi, yo fui la oveja descarriada, por así decirlo. Mi familia jamás me acepto, en especial mi padre. Nunca me sentí verdaderamente apoyado, ni siquiera por mi madre, con la que tenía un fuerte lazo. Siempre sentí que ella nunca llegó a comprenderme a cabalidad.
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Me enamoré de Alejandro Adrián Morell desde que lo vi junto a sus amigos, aquel primer día de clases de mil novecientos ochenta y ocho.
Mi familia y yo recién nos habíamos mudado de Florida y no voy a negar que sentía algo de miedo ante ese nuevo comienzo en Ohio. Recuerdo esa mañana de septiembre cuando las voces y risas jóvenes llamaron mi atención provocando que decidiera atisbar al exterior. En esa época estaba tan falto de amistades y era dolorosamente consciente de lo solo que estaba.
Aquella fue la primera vez que vi a Alejandro, un adolescente alto y algo robusto, nunca en sobrepeso, de cabellos castaños y rizados, que transmitía un aura casi inocente. Él no me vio, pero a mi no me hizo falta para sentir un estallido de adrenalina que me sorprendió y a la misma vez asustó.
Y era que por esos días le había prometido a papá poner todo de mi parte para cambiar, así lo llamaba él, con esa simple palabra. Cambiar significaba para mi padre un nuevo resurgir, reinventarme como una especie de ave Fénix.
Así que por algún corto tiempo envié a un rincón de mi mente el recuerdo de aquel chico, y los deseos de poder conocerlo, pero días después el destino me sorprendió cuando lo vi sentado en el techo de su casa dándome la impresión de que me espiaba, y aunque me hice el ofendido, la realidad fue que internamente estaba eufórico, feliz.
Aún así, al principio me propuse mantenerme lejos de Alejandro, mi vecino y compañero de clases, y el novio de Gwendolyn, una de las chicas más hermosas de la escuela.
Sin embargo, fue en vano y pronto me di cuenta que mis más locas fantasías estaban a punto de hacerse realidad cuando percibí que ese chico amable y simpatico, siempre dispuesto a ayudar, se interesaba en mi de otra manera. Que la atracción física que yo sentía hacia él, era mutua.
Pronto la atracción entre nosotros fue intensa e irresistible , y sin poder evitarlo nos acercamos para comenzar una relación en secreto que al inicio funcionó. Éramos un par de adolescentes enamorados con muchos planes en común.
Aunque el paso del tiempo reveló que mientras Alejandro era soñador y valiente, yo era un cobarde manipulador, eso no quería decir que mi amor por él no fuera verdadero. Yo lo amaba.
Era feliz a su lado, con él podía olvidar mis inseguridades, y me sentía amado. Adoraba tenerlo cerca, y la intimidad entre nosotros era intensa, tan natural y espontánea. Nunca más volví a experimentar con alguien más la entrega que disfrutábamos, la química.
Amaba a Alejandro y deseaba un futuro a su lado, pero después de la muerte de mi hermano Ryu, y el embarazo de su prometida, ese futuro lo vislumbraba diferente, un futuro a mi manera.
Pronto, inicié el camino para mandarlo todo a la mierda, mientras a mis ojos pretendía redimirme ante mis padres. Para mí era muy importante ver la aprobación en los ojos de papá y la tranquilidad en los de mi madre.
En mi mente nada podía salir mal, pero al final, en la vida real, todo terminó desastrosamente, porque en la actualidad ni siquiera llevaba una buena relación con Kenji, mi sobrino y el cual había ayudado a criar.
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El viernes en que el pasado se encontró con el presente no era mi mejor día. Recuerdo que la idea de cancelar la presentación de esa noche rondaba mi mente, pero mi sentido del compromiso, que tanto me había perjudicado en el pasado, pudo más que mis deseos de salir del Midori, e irme a casa.
Aunque la idea de irme «a casa» tampoco presentaba gran atractivo, pues mi hogar era un espacio frío y vacío.
Con mi casi inseparable vaso con cubos de hielo bañados de Whisky escoces añejo frente a mi, sobre el escritorio, terminé de firmar algunos documentos, y los hice a un lado antes de repantigarme sobre el cómodo asiento de piel.
Desde esa mañana no había podido sacarme a Alejandro Morell del pensamiento y aquello era motivo suficiente para mi mal humor. Me llevé el vaso a los labios y tomé un corto sorbo de licor.
Dos toques en la puerta anunciaron a Marcos, mi joven amante. El muchacho de veintinueve años me lanzó una mirada llena de dudas antes de aventurarse al interior de la oficina. Marcos era muy atractivo, un chico de ascendencia latina, de cabellos rizos y ¿para qué negarlo?, con cierto parecido al Alejandro de mi juventud.
Sin embargo, lo que me unía a Marcos no se asemejaba a lo que un día me unió a Morell.
—Has estado escondiéndote de mi toda la tarde —Marcos cerró la puerta a sus espaldas e hizo un puchero luego de quejarse.
—Sabes que no me he sentido bien —
—Y tú sabes que yo puedo tratar de remediar eso...—dijo él embozando una de sus coquetas sonrisas. Marcos era siempre complaciente y en ocasiones demasiado demandante. En más de una ocasión pensé terminar nuestra relación pues a veces me llevaba al límite.
Iniciar un romance con Marcos me pareció lo mejor para de una vez por todas dejar de pensar en Alejandro, en momentos en que el atractivo médico tenía un nuevo amor y parecía muy feliz con él, pero pronto dio indicios de ser una pésima idea, aunque terminar con él se me había hecho muy difícil.
Marcos se aproximó al escritorio y se medio sentó en una de las esquinas, antes de inclinarse en mi dirección. Yo solo me dediqué a mirarlo y volver a sorber del licor.
—¿Cómo va todo allá afuera? —pregunté buscando distraerlo, pues un rápido encuentro sexual sobre el escritorio no me parecía nada atractivo.
—Como casi todos los viernes, bastante animado —No podía quejarme, el negocio era próspero y mi presentación de fin de semana exitosa, además interpretar música era un momento que me disfrutaba.
Marcos continuaba mirándome de esa manera que casi podía llamarse intimidante. Yo no estaba para juegos de seducción y desplacé la mirada por encima de él, a una esquina donde seis pequeñas pantallas mostraban los diferentes espacios del interior local, al menos los más importantes.
De pronto algo, un trio, captó mi total atención y enderecé mi postura sobre la silla al tiempo que me acercaba hacia adelante. Me fijé que Marcos fruncía el entrecejo y echaba un rápido vistazo a sus espaldas.
—¿Quiénes son ellos, los conoces? —La calidad de los videos de vigilancia en tiempo real no era la mejor, pero mientras más miraba al alto hombre que había entrado del brazo de dos hermosas mujeres, más me convencía de que lo conocía, tanto así que sentí claramente como se me aceleraba el pulso.
Me puse de pie acercándome a una de las pantallas, la que se encontraba a la izquierda y que mostraba el área de la entrada al club.
En tiempo real vi al trio, al caminar otra cámara los enfocó, esa vez los podía ver en la pantalla de la derecha. Uno de los meseros se había acercado a ellos y supuse que se disponía a acomodarlos.
—Atiéndelos tu Marcos, quiero que los coloques en una de las mesas cerca de la tarima —dije al tiempo que lo miraba. El chico hizo una mueca de desaprobación con la boca — .Tú eres el mejor y quiero que esas personas seas muy bien atendidas —
Marcos no era tonto y se dio cuenta de mi interés en el varón.
—¿Quién es él? Nunca lo había visto por aquí, de haberlo visto jamás lo olvidaría porque es muy guapo —Aquello último, quizás dicho para despertar algún mezquino sentimiento en mi, lo que hizo fue darme risa y interiormente tuve que darle la razón.
Ese supuesto desconocido era muy atractivo, el paso de los años no había hecho sino exaltar la belleza que ya poseía en su juventud, en el presente Alejandro Morell lucia una seducción atrayente, difícil de ignorar.
A punto estuve de decirle la identidad del recién llegado, pero preferí guardármela para mí.
—Por ahora has lo que te digo, Marcos —El joven mesero coloco una de sus manos en la mía antes de arrimar su rostro al mío buscando una caricia que ya para ese momento yo era incapaz de darle, por lo menos no sinceramente.
Con lentitud giré un poco el rostro, la mirada nuevamente sobre las pantallas que me mostraban parte de lo que sucedía en el negocio. Oí el suspiro desilusionado de Marcos, el abandono de su mano a la mía y sus pasos en dirección a la puerta.
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No tengo muy claro en mi memoria lo que sucedió después, solo ha perdurado en mi la seguridad de que experimenté varios sentimientos al mismo tiempo.
Recuerdo sentirme incapaz de controlarme para no salir a buscar a Alejandro, correr a verlo de frente se convirtió en una gran necesidad, esperar hasta finalizar mi presentación de esa noche me parecía muy improbable, pero terminé sosegándome, evitando salir de la oficina directo a esa mesa que ocupaba él con aquellas dos mujeres.
También experimenté mucha inseguridad, y nervios.
Los veinte minutos previos a mi presentación bebí Whisky de más y cuando me subí a la pequeña tarima hice un gran esfuerzo, no solo contra la tambaleante sensación de mi cabeza, sino contra el fuerte deseo de dejar tirado todo, y acercarme a mi ex novio para llamar su atención, para mirarme en sus hermosos ojos castaños y que viera la caricatura en que me había convertido.
Sin embargo, esa noche mi querido Alejandro volvió a huir de mi, pero está vez yo si confiaba en su pronto regreso.
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