Capítulo 9
Entre alcohol y dudas
Después de mirarme al espejo, casi corrí a quitarme el ridículo disfraz de hombre de hojalata. Gwendy había insistido hasta el cansancio que aquel era el disfraz apropiado, pues ella a su vez iría disfrazada de Dorothy, la chica del mago de Oz.
Sin embargo, yo no estaba tan convencido, empezando porque llevar ese embudo sobre mi cabeza comenzaba a ser un problema, aunque Brenda Lee lo había acomodado muy bien, fijándole fuerte, con hebillas a mi cabello rizado. Solo lo llevaba puesto unos minutos y ya quería lanzarlo a un lado. No quise imaginar a donde iría a parar cuando me desplazara o si decidía bailar.
Gwendy llegaría a la fiesta con su hermano Tobías, yo le llegaría acompañado por Willy y Chari. Más temprano supe por mi amiga que nuestro vecino no tenia planes de salir y saber ese dato no negaré que fue como un bajón de ánimo para mí. Hasta último momento estuve preguntándome si Sasuke iría a alguna de las fiestas o no.
Recuerdo que en eso pensaba cuando abandoné la casa para reunirme con mis amigos en la acera del frente y no pude evitar echar un rápido vistazo hacia la ventana del ático en la casa vecina, pero allí no había nadie, ni siquiera una luz encendida.
Rosario, disfrazada de vampiresa fatal y William, llevando el disfraz del personaje principal de una famosa película, con sus bromas y risas me hicieron echar a un rincón de mi mente la extraña sensación de que me hacia falta algo, y me fui con ellos a tratar de disfrutar ese sábado en la fiesta de brujas.
Mientras caminaba al lado de mis amigos en aquella noche casi desprovista de estrellas y de temperatura bastante benévola para la época del año, comencé a dudar de poder tener el tan necesario acercamiento con mi novia. Necesario porque según el yo de mil novecientos ochenta y ocho tener intimidad con Gwendolyn era lo que precisaba para dejar de sentir los inquietantes pensamientos hacia mi nuevo compañero de clases.
Así lo veía y estaba dispuesto a apostar todo, aunque ahora pienso que muy en el fondo sabía que no funcionaria. Mis sentimientos por Sasuke Takahashi ya estaban instalados en mi corazón.
Apenas era un poco más de las ocho de la noche, pero la fiesta organizada por Brandom Tyler ya estaba en todo su apogeo. En los predios de la enorme residencia, localizada a dos o tres cuadras de la mía, con un patio frontal inmenso pues la casa hacia esquina, pudimos ver desde fantasmas, brujas, vampiros con sus falsos colmillos de plástico, unos cuantos Beetlejuice, personaje grosero y pícaro de la famosa película que se estreno hacia unos meses y que mi amigo también llevaba, hasta diferentes personajes terroríficos como Frankenstein y los hombres lobos.
Había gente en las escaleras que llevaban al balcón semicircular, en el y, en la entrada a la residencia que lucia ocupada por algunos estudiantes que se arremolinaron allí porque al parecer no se atrevían a unirse al baile y algarabía del interior.
La estruendosa y movida música Pop abandonaba la casa invitando al baile y a pasarla bien aun cuando todavía no nos encontrábamos adentro. Un grupo de eufóricos invitados abandono la fiesta en esos momentos llevándome casi con ellos en su prisa por salir, el chico que me encontré de frente porque casi colisionamos, no ocultó lo divertido o ridículo que encontraba mi disfraz señalándome con el dedo y echándose a reír.
Para mi suerte los que lo acompañaban no me prestaron demasiada atención, aun así desee quitarme todo aquella parafernalia plateada simulando metal que llevaba encima.
Por lo que vi, yo era el único disfrazado del incómodo hombre de hojalata y aquello me provoco una inseguridad tan fuerte que si Gwendy no hubiese salido a buscarme pienso que habría dejado la fiesta en ese momento y por el camino de regreso a casa, tirado el estúpido disfraz.
Con Gwendy a mi lado mi seguridad mejoro bastante y no tardamos en unirnos a los demás en la improvisada pista de baile.
Años después llegué a la conclusión que mi raro bajón de autoestima que asocie con el disfraz plateado se debió en parte a lo confundido que me sentía por aquellos días.
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Gwendy y yo nos convertimos en una de las parejas más aclamadas por el grupo de estudiantes que bailaba a nuestro alrededor. Mi novia sabía mover las caderas y no negaré que lucia hermosa, por ese tiempo se me hincho el pecho de orgullo pues era yo el afortunado a su lado.
Pronto el embudo salió volando con dirección desconocida mientras yo sacudía los brazos y daba los pasos de baile característicos de la juventud en esa época.
Luego de tan descontrolada e intensa demostración de baile, Gwendy y yo nos merecíamos un refrigerio así que nos reunimos en la cocina en busca de algo frío que calmara nuestra sed. Allí había una larga mesa con todo tipo de sodas y jugos, además de piscolabis para saciar el hambre.
Iba a escoger dos latas de soda de limón cuando vi a Gwendy servir en sendos vasos del jugo de frutas que había en un enorme envase, recordé que le llamaban ponche de frutas y que en ocasiones los adultos solían bañarlo con un poco de alcohol. Sin embargo, encontré improbable que hubiesen hecho lo mismo con el que mi novia me ofrecía pues la fiesta era para adolescentes y estaba prohibido la ingesta de alcohol.
Tengo que aceptar que en esa ocasión me equivoqué en mis suposiciones, y lo peor fue que me di cuenta de inmediato, con el primer sorbo, pero no hice nada de lo que se esperaba de mí, quitarle el vaso a mi novia y tirar el contenido de ambos vasos por el desagüe.
Al contrario, me di prisa en terminar la primera porción para servirme más. Vi a Gwendy arrugar la frente y la boca, todo al mismo tiempo, para segundos después echarse una carcajada y extender su vaso vacío en mi dirección.
Los dos sabíamos que no estaba bien beber alcohol y no puedo hablar por ella, pero mi motivación fue dejar la timidez y las dudas atrás para darme valor y lanzarme a por ella pues mis intenciones no habían cambiado.
Entre risas, después de bebernos un segundo vaso de aquel ponche cargadito, cortesía seguramente de algún atrevido, regresamos a la pista de baile, está vez para bailar juntos una balada romántica de George Michael.
Gwendy me había abrazado por el cuello para pegar una de sus mejillas a la mía, su pequeña nariz haciéndome cosquillas en la oreja. Inhalé su agradable perfume a fresas, pero no pude evitar el intrusivo pensamiento de compararlo con el aroma amaderado de Sasuke, y encontré aquel último más agradable.
La chica no dejaba de soltar algunas risitas mientras movía su cuerpo bajo mis manos en su cintura. Cuando Gwendy busco mis labios con los suyos me propuse dejarme llevar y correspondí explorando el interior de su boca con mi lengua, al tiempo que la arrimaba más a mí.
El ambiente en penumbras con algunas luces anaranjadas aquí y allá, la música sinuosa y cadenciosa, unido a la hermosa chica que me ofrecía sus labios y frotaba su torso al mío me parecieron los ingredientes perfectos para un primer encuentro intimo entre nosotros.
Sin embargo, aunque estaba claro en mis intenciones, fue en ese momento también que me di cuenta de lo inoportuno e improbable, además de inapropiado y hasta injusto que sería intentar esa noche tener relaciones sexuales con mi novia. Ni yo y mucho menos Gwendy merecíamos que nuestra primera experiencia sexual fuera a la carrera en un oscuro y polvoso rincón de aquella casa llena de adolescentes.
Mientras Gwendy había ido al baño, yo fui en busca de más ponche de frutas. Peter, Daniel y Rosario junto a un grupo de estudiantes de los cuales no identifique a todos, pululaban alrededor de la mesa de los refrigerios entre risas y relajos.
De mi disfraz no quedaba mucho porque había optado por quitarme de encima la parte superior, solo los jeans azules con papel de aluminio pegados, eran un recordatorio del personaje.
—¡Ven a probar esto, Alejandro! —voceo Peter en cuanto me vio y levantó sobre su cabeza un vaso lleno de la rojiza bebida. Aunque tenia intenciones de volver a tomar cambie de parecer pues justo ahí sentí que mi cabeza no se encontraba demasiado estable sobre mis hombros.
Me desplace hasta alcanzar una lata de soda regular y echarme un puñado de chips a la boca, de pronto recordé las advertencias de mamá sobre beber alcohol ilegalmente. Para esos tiempos la edad oficial era de dieciocho años, y a mi me faltaba casi un año.
Mientras mis amigos montaban tremendo relajo entre sorbos de ponche con la rítmica música de Madonna como fondo, yo volví sobre mis pasos tratando de localizar a Gwendy, la encontré junto a Brandom y otros dos chicos cerca de la escalera hacía el piso superior, mi novia empinaba el codo mientras bebía un líquido dorado de una botella de cristal.
En cuanto me vio Gwendy soltó la botella en manos de Brandom y muy sonriente y casi dando zigzags se acercó. Ya estando frente a mi tomó mi mano para arrastrarme nuevamente a la pista de baile. No supe si Gwendolyn en ese estado, había bebido más alcohol que yo, me daba risa o miedo, lo que si me propuse fue no dejarla sola, debía cuidar de ella hasta que viera a su hermano Tobias pues de seguro él querría llevarla a casa.
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Recuerdo que en la siguiente hora y media sucedieron varias cosas que no me esperaba, pienso que producto de aquel ponche de frutas alterado. Luego de saltar y sacudirse frente a mi al ritmo de una canción de Billy Joel, Gwendy hizo un alto llevándose las manos al vientre. Gracias a mi rápido entendimiento sobre su postura algo inclinada hacia el frente, pude agarrarla del antebrazo y sacarla fuera de la casa, antes de que la pobre chica vomitara cerca de unos arbustos.
Gwendy no dejaba de quejarse, de toser y hacer arqueadas. Yo evitaba tocarla pues el olor que despedía era bastante fuerte, aunque cuando ella se me echo encima para abrazarme no tuve corazón para separarla de mi. Justo en ese momento vi a Tobias, su hermano, que de la mano con una chica al parecer regresaban a la fiesta.
Gwendy no me dio tiempo a llamarlo, ella misma lo hizo y se separo de mi para acercarse a él y rogarle que la llevara a su casa. Tobias se dio cuenta enseguida del estado de su hermana menor y me lanzo una miradita de enojo. Sin darme tiempo a defenderme agarró a Gwendy de una de sus manos y la jaloneo lejos de mí, la chica no opuso resistencia y ni siquiera me echo una mirada.
Decidí que era el momento justo para volver a la casa pero antes volví a la fiesta en busca de Rosario y William, con ellos había ido y quería decirles que planeaba irme.
En la atestada pista pude ver a Willy bailando con una chica disfrazada de hada y localicé a Rosario, ella no bailaba, mi amiga estaba en un rincón apartado abrazada a alguien bastante alto, vestido con algo peludo y marrón. Rosario se movió un poco hacia el frente para acercar su rostro al del chico, atónito identifique a Peter.
Cansado y apestando a vomito, con deseos de darme una ducha y pensando en lo extraño que fue ver a Peter y Chari besándose me fui de la fiesta, ya no tenía caso avisarle a nadie, todos estaban muy ocupados.
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Cuando llegué esa noche a casa no era ni siquiera la medianoche, y luego de agarrar algo para comer del refrigerador, un poco de jamón, queso y algo de pan, subí para darme una buena ducha y sacarme de encima ese desagradable olor producto del vomito de Gwendy.
Al parecer mi hermano Benjamín no estaba en casa, después de bañarme me senté a comer lo que había traído de la cocina y tuve que volver a bajar porque había olvidado subir algo de beber.
No me sentía cansado, el baño parecía haberme renovado, pero a falta de algo más que hacer, planeaba acostarme a leer un poco, con algo de suerte dejaría de darle tantas vueltas en mi mente a las cosas.
Descalzo, me desplace por la cocina para servir un poco de leche en un vaso de cristal cuando oí ruidos que venían del patio trasero, me imaginé a algún animal, un mapache tal vez, entre los cubos de basura tratando de alimentarse. Sin embargo, cuando miré a través de la pequeña ventana sobre el fregadero hacia afuera me parecio ver una fugaz luminicencia, fue como ver la pequeña llama de un fósforo.
Achique mis ojos inclinándome sobre el fregadero con la vista fija hacia afuera seguro de que alguien se encontraba en nuestro patio pero inseguro sobre que hacer, demás esta decir que casi tiro el vaso al suelo cuando pegué un brinco ante la súbdita entrada de Ben a la cocina desde afuera.
—Hermanito...—Evidentemente Ben estaba bastante bebido, mi hermano cargaba en una de sus manos un paquete con cinco cervezas que dejó dentro del refrigerador —¿Qué haces aquí tan temprano? Pensé que esta noche la pasarías muy bien con tu noviecita...que quizás ni volverías...—Luego de su ocurrencia se echo a reír y sin motivo alargo uno de sus brazos para quitarme de la mano el vaso con leche.
—Vamos afuera, acompáñame y escucha mis penas de amor...¿sabes que Tracy terminó conmigo? —Si Ben continuaba voceando despertaría a media casa —Vamos, no te hagas de rogar —Ben me empujo por el hombro hacia la puerta que daba al patio y yo salí de la casa seguido de él luego de calzarme unas chanclas de mamá.
—Estoy bien triste Alejandro, no entiendo porque ella terminó la relación, llevábamos dos años juntos y todo parecía tan bien —No le dije que probablemente Tracy no pensaba lo mismo, por eso le terminó.
Ben se veía tan triste y a la vez molesto, con los hombros hundidos mientras se adelantaba a mi para ir a sentarse en uno de los bancos de madera anexos a una mesa de picnic al fondo del patio.
—Yo la quiero mucho, no sé que voy a hacer ahora sin ella —Esa cara de mi hermano la mostraba porque evidentemente se encontraba bajo los efectos del alcohol, quizás mañana buscaría la manera de hablar con Tracy para arreglar las cosas entre ellos, pero si ella no cedía, yo podía apostar que en un par de semanas la linda Tracy sería parte del pasado de Ben.
Por supuesto que no le dije nada, solo me senté a su lado y escuché sus quejas intercalando monosílabos aquí y allá. Benjamín bebía de su lata de cerveza con lentitud e inhalaba el humo de su cigarrillo para luego dejarlo escapar entre sus labios con parsimonia.
—Acompáñame, solo una, ya pronto serás mayor de edad —Me invito.
Me negué varias veces, pero Ben insistió tanto que terminé cediendo. Esa noche había terminado bebiendo alcohol por primera vez, además de que se me hizo cool acompañar la cerveza con uno de los cigarrillos mentolados de Ben.
Después de un buen rato Ben y yo, tratando de no hacer mucho ruido, compartimos la última cerveza que quedaba, él no dejaba de decir lo mucho que amaba a su exnovia, yo le conté sobre lo mucho que bebió Gwendy y del vomito que terminó nuestra noche.
—Tranquilo hermanito, ella debe de sentirse ahora peor que tú...—
Ante aquel comentario los dos estallamos en carcajadas para seguidamente hacernos señales de silencio mutuamente y volver a reír, está vez tratando de que nuestras risas no se escucharan en la casa.
La casa vecina estaba en silencio y no había luces encendidas por lo menos que se notaran desde mi posición. Luché por mantener la atención lejos de la casa de Sasuke, y sobre mi hermano.
Recuerdo que me pregunté si Sasuke se encontraría en casa, si estaría dormido o en su cuarto leyendo. Me pregunté si en algún momento pensaría en mi como yo lo pensaba, y si como yo, luchaba contra las nuevas emociones.
Sin previo aviso dos de los amigos de Ben aparecieron en el patio, dos tipos bullosos y evidentemente ebrios.
—Benjamin Morell, ¿a dónde carajos te largaste? —grito uno de ellos, ya los había visto antes pero no recordaba sus nombres. Los dos muchachos, uno de ellos hispano, el otro afroamericano caminaron hombro con hombro hasta llegar al fondo del patio donde nos encontrábamos—. Mira a quien tenemos aquí, convertido en todo un hombre...¿no me recuerdas Alejandro? Soy Alfredo, éramos vecinos hace muchos años atrás...tu debías tener cinco o seis años por aquella época.
—Con razón no te recuerda —dijo el otro muchacho pegándole un palmazo al tal Alfredo que sinceramente yo no recordaba.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —Oí preguntar a mi hermano, justo en ese momento percibí que la luz trasera de la casa de Sasuke se encendía , y automáticamente me tense— . Discutí con Tracy y decidí volver a la casa —Los amigos de Ben querían que él saliera con ellos nuevamente, uno de ellos mencionó un lugar cerca donde ponían música y siempre había lindas chicas con las que bailar salsa, la música preferida de mi hermano.
Yo hubiese tratado de convencerlo para quedarse en casa pues ninguno de los tres me parecía en condiciones de volver a salir, pero sinceramente mi atención seguía en la casa vecina, aunque no sabia que esperaba.
Vi a Ben ponerse de pie.
—Esta bien, los acompañaré, pero solo un rato, no estoy de ánimo —Con aquello dicho mi hermano y sus dos amigos se fueron dejándome solo, no negaré que pensé en auto invitarme, pero cambie de idea.
Salir con esos tres no me pareció después de todo tan atractivo, mucho menos a un lugar donde la música que sonaba no era de mis preferidas, mientras Ben amaba la salsa, yo amaba el pop.
Recogí par de latas de cerveza vacías, y la cajetilla de cigarrillos casi completa que mi hermano olvidó, no quería dejar evidencia de nuestra ingesta de alcohol, más por mí, pues Ben ya era mayor de edad. Preparado para irme a dormir, a último segundo cambie de idea, el reloj de mi muñeca marcaba las doce y treinta y tres de la madrugada, y aunque estaba un poco cansado, y algo ebrio, todavía no sentía sueno, así que, aburrido, agarré otro de los cigarrillos mentolados y lo encendí.
En aquellos días me sentía ridículamente poderoso con aquel cilindro lleno de tabaco entre los dedos y realmente disfrutaba la sensación caliente sobre mis labios al inhalarlo, y su humo mentolado bajando por la garganta.
—Definitivamente eres una persona que toma riesgos innecesarios —
La presencia de Sasuke me tomó totalmente desprevenido, no lo vi llegar, ni siquiera acercarse. Asustado, giré el cuerpo hacía el sonido inesperado de su voz, y alce la mirada buscando la suya entre toces y ahogos con el humo.
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