Capítulo 42
Dichosos los ojos
Abandoné el Midori cuando el espectáculo a penas comenzaba. Me disculpe con Gwendy, le mencioné que me habían enviado un mensaje de texto avisándome de una situación urgente, al tiempo que me levantaba de la silla y casi sin mirar atrás enfilaba hacia la salida, antes dejé sobre la mesa cuatro billetes de veinte dólares para pagar mi consumo.
Quizás estaba actuando precipitadamente, pero en ese momento era lo único razonable que podía hacer. No estaba preparado para un encuentro de frente con el hombre del cual huí, veinticuatro años antes.
Porque así pasaron las cosas, y como todo pasado, ya no había manera de remediarlo.
En la seguridad de la casa de mis padres, después de una ducha, subí directo a mi antigua habitación. Una vez allí no pude dejar de darle vueltas al recuerdo más reciente de Sasuke.
Y desee haber tenido el valor de quedarme en el Midori y acercarme a él, saludarlo, como salude a Gwendy, sin rencores, con los buenos recuerdos y los no tan buenos llenando mi mente.
Sin embargo, no confiaba en mi, y le temía a volver a experimentear las sensaciones que Sasuke me provoco en el pasado. A estas alturas sería desastrozo dejarme llevar por el renacer de viejos sentimientos.
Casi me convencí de que salir de allí fue lo mejor que pude hacer, pero me pregunté si de haberme quedado, mi viejo amor hubiese reparado en mi presencia, o si al contrario, ya no reconocería tan fácilmente al Alejandro de su juventud en mi.
Esa noche pude conciliar un agitado sueño casi al amanecer luego de darle vueltas y más vueltas a lo que sucedió más temprano.
Y aunque me había marchado, convencidísimo de que fue lo mejor que pude hacer, y sin darme la oportunidad de ver a Sasuke de frente, durante los últimos minutos de conciencia antes de rendirme al cansancio, la idea de volver por el Midori iba y venía de mi psique.
Desperté y enseguida el recuerdo de lo que sucedió la noche anterior invadió mi mente, enojado salí de la cama y me eche un baño de agua fría para despabilarme.
Estaba cansado y hambriento, también incómodo por no poder dejar de pensar en el japonés, a estas alturas encontraba todo aquello bastante ridículo.
A media mañana recibí una llamada de Gwendy que no conteste, ella me envio un mensaje de texto interesada en saber como me encontraba y si resolví la supuesta urgencia, aquello último me desconcertó algo porque no recordaba que le había dicho exactamente a Gwendy.
Después de devolverle el mensaje con uno tranquilizador, fue evidente que Gwendy no reconoció la presencia de Sasuke, no pude contenerme más y llamé a Tricia.
Necesitaba hablar con alguien sobre mis sentimientos y emociones, y quién mejor que mi sobrina. Mientras preparaba un sándwich con jamón de pavo y queso tenía el celular sobre la superficie del mostrador dispuesto para usar el manos libres o altavoz.
—Querido tío, ¿cómo te fue anoche? —saludo con voz cantarina mi sobrina.
—Bien —No añadí nada más.
—Eso no suena muy bien —comentó ella y esperó por mi. De su lado de la línea escuché algo de música de fondo, seguramente Tricia se encontraba en su taller trabajando en algunos de sus diseños.
—Si estas ocupada no quisiera importunarte —dije, pase por alto que quizás mi sobrina estuviese ocupada.
—Sabes que soy dueña de mi tiempo, tío. Además para ti siempre estoy disponible —
—Lo vi...—verbalice antes de arrepentirme—Anoche vi a Sasuke —Ser tan especifico me costo más, y luego de aceptarlo ante Tricia experimenté el peso de lo que aquello significaba.
Volver a ver a Sasuke cambiaba, aunque no quisiera, mis planes de vida, así de rotundo, así de real, porque en tanto esperaba por lo que Tricia tenía que decir, acepté la idea de que volvería por el Midori esa noche.
Esa vuelta de los acontecimientos no era algo fácil de superar, o pasar de largo, esa parte de mi pasado no podría ser ignorada, no podía engañarme y pensar que volvería a mi vida en Nueva York, muy tranquilo, sin darme la oportunidad de mirarme en aquellos hipnóticos ojos rasgados que antaño provocaron, con su sola mirada, intensas emociones.
—¡Wao! —La corta exclamación de Tricia, muy poco efusiva no me convencio. Sin miedo a equivocarme supe que mi sobrina sabía algo que yo desconocía.
—Me da la impresión de que no estas muy sorprendida con lo que te acabo de decir, de hecho me parece que sabes algo que yo ignoro —mencioné antes de pegarle un buen bocado al sándwich.
Aunque fue leve y suave pude oír su risa.
—Algo...
—¿Y no me dijiste nada? —
—Cuando leí que Sasuke Takahashi era el dueño del Midori...
—¿Qué dices?
Tricia soltó un largo y profundo ssuspiro de resignación.
—Anoche estaba algo aburrida, e hice algo de búsqueda en la web. Cuando encontré la relación entre el atractivo japonés y el Midori pensé en llamarte, pero ya era tarde y no le vi caso, tampoco es como si el dueño del negocio siempre esté presente en el local...
—¿Por que no me dijiste? —La pregunta abandonó mi boca aun cuando Tricia habló sobre la hora y sus motivos para no avisarme. Sin embargo, todavía pienso que mi sobrina se guardo esa información porque sabia que de decírmelo no hubiese ido al Midori, ¿o si?
Esa mañana siendo sincero conmigo tuve que aceptar que tendría el mismo resultado final, las ansias de volverlo a ver, aún cuando la noche anterior me había largado del lugar como alma que lleva el diablo.
—¿Qué paso, tío? Cuéntamelo todo —Tricia obvio la pregunta puesta para escuchar todo lo que le contara, su voz destilaba intriga.
Una amarga y corta risa abandonó mi garganta.
—Siento desilusionarte, pero no hay nada que contar —Aun así la emoción, idéntica a la que sentía cada vez que veía a Sasuke, se fitro en mi voz. Ese sentimiento fuerte, intenso y difícil de disimular que hacia tanto tiempo no experimentaba.
A grandes rasgos le conté a Tricia como fueron las cosas.
—Debiste ir con él, tío. No tienes nada que perder —En eso ella se equivocaba, podía perder mi tranquilidad, de hecho era algo que desde la noche anterior iba perdiendo más a cada segundo.
—¿Y qué haras ahora? ¿Crees que podrás simplemente terminar lo que fuiste a hacer a Cleveland y regresaras a Nueva York como si nada? No creo que puedas, tío —
Tricia tenía razón, no pude, aunque le aseguré a mi sobrina lo contrario.
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Recuerdo que por ese día, sábado, no tuve ánimo para nada más que para lo que ocupaba mi mente, Sasuke Takahashi y mi indecisión.
—Sasuke es un hombre soltero, Alejo —mencionó Tricia antes de finalizar nuestra llamada, pero era un detalle en el cual no quería pensar.
Molesto con el mundo, pero en especial conmigo mismo pase el resto del día sobre pensando toda la situación, o por lo menos la situación que yo mismo me había hecho en la mente porque el que una vez fue la persona más importante en mi vida, ni tan siquiera estaba al tanto de mi regreso a Cleveland.
Además, de estarlo, probablemente sería algo sin importancia, una circunstancia más en su diario vivir, que quizás le trajera algúno que otro recuerdo pasajero y sin nada adicional.
Ese análisis enardeció mi rabia, y llegó un momento en que tuve que salir a caminar y terminé corriendo en busca de depurar mi mente de todo pensamiento.
—No he podido dejar de pensar en ti desde que hablamos esta mañana, tío. ¿Seguro que estás bien? —Lo estaba, por lo menos físicamente. Era un hombre maduro que hasta el pasado viernes tenía muy en claro que deseaba en su vida, y que no. Por muchos años el recuerdo del aquel viejo amor se mantuvo arrumbado en un rincón lejos de mi propio escrutinio, o conciencia.
Nunca pensé que la vida cruzará nuevamente en mi camino al protagonista de mis ilusiones, a la persona que aunque yo lo negara tenía mucho miedo en mirar a los ojos porque temía flaquear y verme, y sentirme otra vez a su merced, vulnerable a sus deseos.
—Estoy mejor que nunca, Tricia —contesté y le agradecí su preocupación asegurándole que pasaría la noche del sábado viendo un nuevo capítulo de una de mis series favoritas, pero cuando terminé la llamada no perdí tiempo en arreglarme y salir para el Midori.
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De camino hacia el lugar, después de dejar el auto estacionado en el mismo estacionamiento privado de la noche anterior, me detuve tres veces e hice amago de volver sobre mis pasos de vuelta al carro.
El vacío en el estómago parecía extenderse a cada paso que daba, tenía las manos sudadas y el pulso acelerado.
Mientras caminaba mi propia imagen reflejada en los vidrios de un negocio aledaño me llamó la atención, tanto, que me acerqué hasta que estuve a pocos centímetros del vidrio, mirando fijamente el reflejo de mi rostro cuarentón, con arrugas alrededor de los ojos y la boca, y de mis abundantes cabellos adornados de algunas canas.
Allí de pie, a solo unos pasos de la entrada al Midori me prometí que esa sería la última vez, que no buscaría retar al destino, un destino que yo mismo labré. Me dije que solo deseaba verlo una vez más, y que luego me iría a casa, a terminar lo que fui a hacer a Ohio, para después volver a mi solo apartamento en Nueva York.
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Enseguida que entré noté que el Midori estaba más concurrido que la noche anterior. Una suave y romántica melodía de Adele ambientaba el interior. En la pista, pude ver varias parejas meciéndose al ritmo de la música, antes de que un mesero, no era el chico hispano, se acercara para guiarme a una pequeña mesa casi oculta en una esquina, lo cual agradecí.
Pedí nuevamente una cerveza artesanal y algo para picar, no deseaba embriagarme. Minutos después me acomodé y disfrute del ambiente, la bebida y de, amparado por la oscuridad que reinaba en aquella parte del negocio, inmunidad para mirar sin ser visto.
Tiempo luego pude ver a Marcos, el chico guapo que me miraba como si yo fuera un insecto de gran interés. En esa ocasión lo miré salir del área de los aseos, un pasillo bastante largo en donde había dos puertas adicionales con destinos inciertos. La noche anterior, antes de ver al guitarrista había ido al aseo de caballeros y fue cuando las noté.
Bebiendo a sorbos la helada bebida y echándome puñados de nueces de vez en cuando a la boca, me vi atraído por el ir y venir del tal Marcos, pero no por ser atractivo, sino por...realmente no supe el porque.
Con mi segunda cerveza frente a mi me preparé para volver a ver, desde mi privilegiado anomnimato, la presentación de Sasuke, que subió a la pequeña tarima. Me di cuenta que está vez Sasuke oteo el área frente a él, algo que no lo vi hacer la noche anterior.
En esa ocasión, quizás porque estaba seguro de que él no me podía ver, o porque el factor sorpresa había pasado, me fijé en que llevaba los cabellos cortados sobre las orejas, un poco más largo en la nuca, y bigote y barba, muy cuidados. También noté el paso de los años al mirar sus rasgados ojos. Sasuke vestía todo de negro, como la noche anterior y de inmediato hizo cantar a la guitarra liberando sus acordes.
Comparado conmigo y mis trabajados bíceps, mi antiguo chico lucia algo delgado.
Por la próxima hora y media disfrute de mi tercera cerveza y un variado repertorio de musical del pasado y del presente. El paso de los años y su talento natural habían convertido a Sasuke en un maestro de la guitarra y su voz en un instrumento privilegiado para transmitir su sentir.
—¿Quién no tiene un viejo amor? En especial esos amores que nacen en la adolescencia y te marcan para siempre...Yo tuve uno, un amor bonito, intenso e inolvidable que no supe cuidar y perdí... para ese amor, donde quiera que se encuentre, esta canción es para ti...
En ese momento estuve casi seguro que mi presencia allí no era ajena al dueño del lugar, y que de esa manera él pretendía comunicarse conmigo, dejándome saber su sentir.
Segundos después, junto a los acordes de su vieja guitarra Sasuke le dio voz a esa melodía que por muchos años fue mi favorita, la canción que yo mismo bautice como nuestra canción, la que me mantuvo muchas veces soñando despierto con un futuro juntos.
Esa melodía que no había podido escuchar, sin que se me estrujara el corazón, hasta esa noche. Y mientras él cantaba mi mente se iba lejos con recuerdos de tiempos pasados, de una época que no volvería.
El final de su presentación fue premiado por los aplausos de casi todos los allí reunidos menos el mio, no porque no se los merecía, sino porque estaba muy ocupado en limpiar la húmedad de mis mejillas antes de ponerme de pie.
Con el reloj de papá marcando casi las once de la noche me decidí a buscarlo, mirarlo a los ojos y quizas darle un abrazo buscando soltar y, sanar esas viejas heridas que, por lo menos en mi, nunca me dejaron avanzar de manera personal.
Siguiendo la dirección por la que vi a Sasuke irse luego de terminar su presentación, el largo pasillo que llevaba a los aseos, pude figurar que una de las puertas al final debía ser una especie de oficina. La oficina Sasuke.
Sin embargo, una vez más me detuve porque la tarea no estaba resultando tan fácil como me la plantee, después de todo no podía estar seguro de su reacción, quizás no sería tan tranquila como sugerían sus palabras anteriores.
Tratando de infundirme valor, pero a la misma vez con más dudas sobre lo correcto de lo que estaba a punto de hacer. Pensando que quizás sería mejor dar media vuelta y salir de allí, me mantuve por unos segundos justo en el medio del pasillo y me llevé una mano a la nuca.
Cuando enderece la postura me encontré mirando a Marcos, quien me daba la espalda, y era iluminado por la luz amarilla que salía del espacio frente a él. El lenguaje corporal del mesero denotaba ira, su espalda recta, los brazos al frente y, parecía estar sascudiendo sus manos, en un gesto de impotencia.
El objeto de su atención era un hombre alto y vestido de negro frente a él, y no tuve que mirarlo dos veces para reconocer a Sasuke y sentir como el alma se me caía a los pies cuando vi a Marcos aferrarse a él llevando sus manos a los hombros del japonés.
Inmóvil, pero a la misma vez queriendo salir corriendo en dirección contraria no pude despejar la mirada de la pareja, mientras el muchacho parecía no querer dejar ir a Sasuke, abrazandolo e interponiéndose entre él y el pasillo, este miró al frente y su mirada se encontró con la mia.
Solo necesité ese contacto visual para girar de inmediato y enfilar mis pasos hacia la salida, el rostro me ardía de vergüenza.
Mi estrepitosa huida me trajo recuerdos de una ocasión años atrás en que también me urgía volver a casa, a la protección del hogar. Mientras me alejaba y encaminado mis pasos hacia el estacionamiento caí en cuenta sobre lo que me llamaba la atención del tal Marcos y, era la manera de comportarse, ese aire de superioridad, dejando en claro que él no era igual a los demás empleados.
Y así era, porque a todas luces Marcos tenía una relación con el dueño del lugar, «menuda distinción»—pensé.
A solo unos pasos de mi auto me di cuenta de que alguien caminaba apresurado tras de mi, sin embargo, no quise darle mayor importancia.
—Doctor Alejandro Adrián Morell, dichosos los ojos que te ven —Me detuve de frente al auto con una de mis manos en el bolsillo frontal del jean que vestía, pero no giré, no podía, no cuando mi corazón parecía querer salirse de mi cuerpo.
Que Sasuke me siguiera fuera del Midori no era algo que esperaba.
—Puedes decirme que me equivoco, que te confundo con ese tal Morell, que de seguro soy un despistado...pero eso jamás podría suceder. He esperado este momento por largos años y al fin llegó, así que ¿cómo podría confundirte con alguien mas? —Bajé la cabeza unos segundos atrapado, continuaba sin palabras. Con deliberada lentitud, pues de pronto fui sobrecogido por una intensa sensación de incertidumbre, giré.
Y allí estaba él frente a mi, Sasuke Takahashi en persona, y a quién dediqué mi mejor mueca de desasociego. Por largos segundos nos miramos directo a los ojos, y yo sentí que no hacían falta palabras.
También experimenté la ridícula urgencia de cruzar los limites y de dos cortas zancadas ir a fundirme en sus brazos, pero como todavía la locura no había hecho cortocircuito en mi cerebro, me controlé e hice de tripas corazón para mantener la compostura, aunque irremediablemente perdido en su rasgada mirada.
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