Capítulo 36
El travieso destino
Ver llorar a Sasuke, escuchar su desgarradores sollozos y percibir su desesperación pudieron más que el propósito de mantenerme distante.
Me impulse un poco para llevar mis brazos sobre sus hombros y atraerlo hacia mi para acunarlo. Sasuke se quebró todavia más y enternecedores gemidos de tristeza salieron de su pecho, lo sentí temblar entre mis brazos.
—Todos estos días y noches viendo su deterioro, siempre consciente de que no despertará más, mis padres tienen esperanzas, pero yo sé que Ryu ya no está allí, su cuerpo es solo un caparazón vacío...—No supe que decir, solo atiné a mecerlo mientras acariciaba sus cabellos, y no pude detener mis propias lágrimas de tristeza.
Fueron largos minutos que no me importó la incómoda posición en que me encontraba, con la emergencia de mano clavándose en uno de mis muslos, lo único importante era consolarlo. Poco a poco la intensidad de los sollozos de Sasuke fueron disminuyendo, así como sus gemidos.
—Disculpame por no tener mente para nada más...¡oh Dios Alejandro, no sabes como quedó Ryu!, su cráneo prácticamente está destrozado, su rostro hinchado...—Sasuke se separó de mi y nuestras cansadas y tristes miradas se entrelazaron.
—Lo siento mucho, Sasuke, lo lamento, no sabes cuanto lo lamento —atiné a decir, al tiempo que él llevaba uno de sus dedos sobre mis labios.
—Lo sé...—
Sasuke peinó sus desordenados mechones de cabello hacia atrás, cerró sus finos párpados un instante, mientras dejaba escapar un suspiro.
—No sabes la falta que me has hecho, pero pedirte que vinieras no era justo, no cuando teníamos que mantenernos lejos y vernos a escondidas. Te llamé, pregúntale a Andy, lo hice, pero él mismo me dijo que habías viajado hasta acá, luego Suzume me dijo que habló contigo y me atreví a llamar a tu casa, pero tu madre siempre era la que contestaba. La primera y última vez que pregunté por ti me exigió que no volviera a llamarte, me dijo que yo era un demonio pervertido al que lo único que le interesaba era llevarte a la perdición...
Sasuke dejó escapar toda aquella diatriba sin tomar un respiro hasta que la falta de aire lo obligo a inhalar y exhalar. Lo último que dijo me dejó sin palabras una vez más y, encendió el enojo en mi interior.
El atrevimiento de mi madre me pareció imperdonable, más sabiendo que Ryu se había accidentado.
—Tranquilo Alejandro, no es un secreto para ninguno de los dos que nuestras familias desprecian nuestra relación —
Me acomodé mejor en el asiento antes de secarme la humedad en mis mejillas.
—Algún día tendrán que aceptarlo —mencioné con dureza y no le dije, pero un pensamiento aleatorio cruzo por mi mente;
«Si permanecemos juntos»
—¿En qué piensas? —Con el ceño fruncido bajé la vista hasta una de las manos de Sasuke que reposaba sobre la mía. Ya no tenía sentido reclamarle más, solo me escucharía como un desconsiderado egoísta.
—Mañana vuelvo a Akron, no puedo continuar aquí, tengo que volver a clases y al trabajo —comenté sin ocultar lo molesto y contrariado que me sentía con todo, conmigo, con él, con la vida y el caprichoso destino.
Sasuke apretó mi mano y se acomodó mejor para mirarme.
—Solo serán unos días más, los médicos tienen planeado hacerle unas pruebas especiales a Ryu para darse cuenta de su actividad cerebral...de eso depende lo que sucederá luego, pero ya le dije a mamá que yo tenía que volver a Akron —
No contesté, pero me dio pavor la simpleza de esa idea, se decía muy fácil, pero sospechaba que en su ejecución no lo sería tanto.
—Voy a volver contigo a Akron, Alejandro —lo oí decir, pero no me atreví a mirarlo—. Sé que no me he comportado a la altura de las circunstancias, como tú te mereces, pero siento que no todo está perdido entre nosotros...al menos eso quiero pensar —Sasuke volvió a apretar mi inmóvil mano, mientras yo bajaba la vista a mi regazo.
—Dime algo, Alejandro, dime que nos daremos una segunda oportunidad —Con sus dedos él acariciaba los míos—. Por favor —
Sasuke levantó su otra mano y la llevó hasta posarla sobre una de mis mejillas, yo cedí a su suave presión y giré el rostro para mirarlo. Mi chico embozaba una leve sonrisa y en sus rasgados ojos oscuros vi un mundo de promesas, o eso quise creer.
La sonrisa sobre mis labios fue su contestación. Esa noche la terminamos lejos de casa, en un motel de carretera, haciendo el amor una y otra vez en ocasiones, casi salvajemente para olvidar, para recordar, para atesorar esos momentos juntos.
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En esos días aún pensaba que luego de superar juntos los obstáculos que la vida insistía en colocarnos en el camino, nuestro destino era estar juntos.
El día en que debía regresar a Akron amanecí con él y después de dejarlo en el hospital donde Ryu seguía hospitalizado me fui a casa de mis padres con intenciones de recoger las pocas pertenencias que tenía.
Sin embargo, cuando llegué por la puerta del patio me encontré a Chari que no me dejó entrar. La expresión facial de mi amiga evidenciaba lo contrariada que estaba y también parecía tener prisa.
—Ve a mi casa Alejandro, espérame allá, yo te llevo tus cosas —dijo apresuradamente ante mi gesto estupefacto.
—¿Por qué haría algo así, Rosario? —inquirí y fruncí el entrecejo.
—¿Podrías dejarme hablar con mi hijo, Rosario? —La inesperada pregunta la hizo mi madre desde su posición, de pie detrás de Chari, lo único que veía de ella era su serio rostro. Su tono de voz era extremadamente tranquilo y me recordó a la paz antes de la tormenta.
Rosario se echó a un lado después de dedicarme una apenada mueca.
—¡Al fin regresas después de tu revolcón con el vecino! —Sus palabras, dichas sin alterarse con un tono de voz que destilaba puro desprecio y asco, fueron como un bofetón.
Mi madre sostenía la puerta abierta con la ayuda de uno de sus hombros.
—Sasuke y yo nos amamos, somos mucho, mucho más que un revolcón —No controle ni el tono de voz, y mucho menos las palabras que salieron por mi boca, mi paciencia había llegado al limite con mamá.
Su desprecio, la rabia que destilaba su voz y todo el drama alrededor de mi vida simplemente por el hecho de ser homosexual rebasaron mis modos, la consideración que les debía a mis padres, y dejaron sin filtro lo que salía por mi boca.
—¡Amo a Sasuke, a un chico igual que yo, soy homosexual mamá y lo único que te pido es un poco de comprensión, porque al fin y al cabo soy tu hijo! —exclamé al tiempo que tuve que dar unos cuantos pasos hacia atrás lejos de la puerta para esquivar una mochila, dentro de ella suponía estaban mis cosas, y ella la lanzó fuera de la casa usando inusitada fuerza.
Giré el rostro para echarle un vistazo al bulto.
—Te desconozco, ya no eres mi hijo. No vuelvas a llamarme madre y mucho menos regreses por esta casa porque no te quiero aquí —Al oírla volví mi atención al frente. No sé que esperaba, y puede ser que lo que sucedió aquel día no estuviese muy lejos de mis temores, aun así escucharla fue como un segundo golpe bajo.
—¿Por qué te cuesta tanto aceptarme? —grité con rabia.
Su mirada y la mía se cruzaron, tibias lágrimas trataban de desbordarse desde mis ojos, en los de ella no brillaba ni una pizca de humedad.
—¡Jamás te aceptaré, al principio pensé que solo eras un enfermo mental que necesitaba cuidados, que necesitaba escuchar la verdad de boca de personas de fe para ser liberado, pero me equivoque. No estas enfermo, es más que eso, solo Dios puede tocarte, liberarte de ese maldito yugo que abrazas como tu verdad —Esta vez sus palabras no salieron en calma, ella igualo o quizas superó mis gritos.
—¡Lárgate y no vuelvas, has de cuenta que no tienes familia! —Un movimiento en el interior de la casa llamó mi atención, era Rosario que me miraba a través de una de las ventanas con una expresión de profunda tristeza. Ese día en la casa solo estaban ella y mi madre, además de la abuela, al pensar en ella esperaba que no estuviese al tanto de lo que pasaba.
Mi madre azotó la puerta y pasó el pestillo, ni ella o yo sabíamos que ese sería nuestro último encuentro, que pasarían años antes de que nos viéramos las caras otra vez.
Volví la mirada nuevamente hacia Rosario e hice un gesto de despedida con la mano, no quise dilatar mi marcha, en parte porque a mi amiga no le hacía nada de bien ser parte de tanto drama y tensión.
Rápidamente recogí la mochila y me apresuré fuera de los predios de la casa de mis padres, hasta el auto estacionado cerca.
Me alejé en las peores condiciones para manejar, pero sería nefasto quedarme allí, continuar dándole vueltas a lo que sucedió con mamá, que después de todo era algo que se venía venir.
Mi madre quería cambiarme, hasta ese día pensaba que con la ayuda de la pastora de su iglesia, y algunos cuidados, el antiguo Alejandro que aun no tenía definidos muchos aspectos de su vida se impondría sobre ese Alejandro que ella no reconocía como su hijo, aquel desviado que gritaba a los cuatro vientos estar enamorado de otro varón.
Con una de las ventanillas abierta para que la fría brisa ayudara a despejar mi mente del torbellino en que se habían convertido mis pensamientos, me marché de Cleveland.
Ansiaba llegar a Akron, y encerrarme en la soledad de mi apartamento, allí, buscaría lamer mis heridas y comenzar a sanar.
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Exactamente cuantro días después de mi regreso a Akron, Rosario me llamó para darme una de las peores noticias que recibí en mi joven vida. El hermano de Sasuke, Ryu, no sobrevivió a sus heridas.
Recuerdo que tuve que sentarme en el suelo frente al teléfono, me deslicé y apoyé la espalda sobre la pared porque sentí las piernas temblar, junto con las manos, apenas podía aguantar la bocina del aparato.
—Hablé con Suzume, su familia está desvastada, Alejandro —No pude hablar, dolorosos sollozos subían por mi garganta. Solo podía pensar en Sasuke, en su dolor, seguramente muchísimo más intenso del que demostró la última vez que lo vi.
La imagen de Ryu llenó mi mente, el Ryu de actitud alivianada, de espíritu libre. Lo recordé cantando con Kimberly en los viajes que hicimos, rememoré la tarde en que nos bañamos en las frías aguas del rio, y la noche frente a la fogata. Ryu jamás tuvo una mala mirada para mi, mucho menos alguna palabra o actitud hostil, y aunque no éramos amigos siempre sentí que me aceptaba, que era feliz al ver feliz a su hermano.
Ahogado entre mocos y lágrimas no pude continuar escuchando a Chari, la bocina se deslizó de mi mano, mientras lo único que podía hacer era dejar salir la presión que sentía en el pecho.
Esa tarde fui a trabajar o por lo menos esa era mi intención, pero en cuanto Andy me vio supo que algo no iba bien. Entre un nuevo ataque de llanto le conté lo que sucedió con Ryu, consternado Andy preparó uno de sus famosos tes de tilo y me llevó a la trastienda de la cafetería para que me sentara y lo bebiera.
—Este té es milagroso, ya veras como te sentirás mejor —mencionó, mientras sonreía y apretaba mi antebrazo con suavidad, en gesto de apoyo.
—Sasuke debe de estar destruido y no tengo manera de comunicarme con él, Andy. No puedo decirle lo mucho que lo siento, y que me gustaría poder darle mi apoyo...
—Estoy seguro que Sasuke lo sabe, Alejandro —Con esa simple frase dicha en su tono suave y armonioso, Andy logró hacerme sentir algo de tranquilidad. Una de las cualidades de Andy era que siempre parecía saber que decir y en que momento, era asertivo, además de que su voz poseía un timbre suave y casi hipnótico que de por si calmaba.
Esa noche Andy y Miguel me llevaron a la casa, eran minutos después de las diez de la noche. Aunque había comido poco, no tenía hambre y después de darme una rápida ducha intente leer algo antes de ir a la cama. En ocasiones, no importaba cuan cansado estaba mi cuerpo, mi mente insistía en sobre pensar impidiedome conciliar el sueño.
Por eso me gustaba de leer un poco antes de acostarme, pero esa noche la concentración necesaria para disfrutar de la lectura también parecía evadirme.
Cansado de pensar una y otra vez en Sasuke y en Ryu, desee otro de los tes de Andy, y a falta de el pensé que un poco de leche tibia podría ser un remplazo. Cuando me dirigía a prepararla, oí el agudo timbre del teléfono y casi pegué un brinco.
Con el corazón casi en la boca, troté la corta distancia entre la estufa y el teléfono, antes de escuchar su voz sabía que era él quién llamaba.
—Sasuke...
Por unos segundos solo lo oí sollozar quedamente, y me mordí los labios intentando mantener la calma, de nada serviría que lo acompañara con llanto.
—Ya no esta, Alejandro. Ryu ya no esta con nosotros...no sabes cuan doloroso es todo esto, no solo para mí, mi madre está destruida...
Dejé escapar un suspiro.
—Este es un duro golpe para mi familia...no sé como sobrellevaremos la situación —Opté por dejarlo que se expresara— .Temo que mamá no pueda soportarlo...—
Lo escuché, eventualmente intercalando uno que otro monosílabo porque entendí que él no buscaba opiniones, solo quería desahogarse, al final terminé diciéndole que lo entendía, y que todo iría bien.
Ahora, en ocasiones pienso que el día en que murió Ryu, mi chico comenzó a distanciarse de mi. Sasuke comenzó a verse como la persona que siempre deseo ser, comenzó a sentirse y a querer proyectarse como ese hermano mayor que acababa de perder.
Y llegó marzo, y con el llegó la carta de aceptación en la universidad de Nueva York, algo que me hacía mucha ilusión y logró levantarme los ánimos que tenía por el piso. Sasuke no había vuelto, se quedo en Cleveland apoyando a su familia, en especial a su madre luego de la partida de Ryu.
Yo continue trabajando y más enfocado que nunca en mis estudios, eso último me ayudaba para mantenerme ocupado y no pensar tanto en el futuro cercano y mi relación con el japonés.
Sobre eso ya no tenía nada claro y no podía evitar sentir miedo a que él y yo nos perdiéramos mutuamente en el camino. Una relación a distancia no era lo que quería y según veía las cosas Sasuke no tenía intenciones de regresar a Akron, y él si parecía conformarse con llamarme de vez en cuando.
Por otro lado estaba Andy y sus nuevos avances románticos. Él y Miguel terminaron su corta relación y lo que al principio me pareció que eran ideas mías, resulto ser cierto, Andy me confesó su interés amoroso por mí.
—Entiendo tu situación con Sasuke, pero necesitaba que lo supieras, Alejandro, porque yo no pierdo las esperanzas de que algún día podamos llegar a ser pareja —
En aquel momento fui claro con él, yo amaba a Sasuke y todavía esperaba por él. Recuerdo que Andy solo sonrio, una sonrisa que me transmitieron dos cosas; primero, que él no creía en un futuro entre Sasuke y yo, segundo, y que por otro lado, tenía mucha confianza en sí mismo y en lograr siempre su propósito.
También recuerdo que no me gusto.
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Para la semana de mi cumpleaños número diecinueve decidí, aun en contra de mis propósitos, volver a Cleveland. No saber realmente como se encontraba Sasuke me tenía casi enfermo de preocupación.
Me excusé solo por tres días, no podía darme el lujo de ausentarme más de la universidad porque estábamos por comenzar la época de exámenes finales. Andy me animó a hacer el viaje, y me hablo claro cuando me dijo sobre su interés en que Sasuke y yo resolviéramos el futuro de nuestra relación.
—De esa manera, si cada quien decide continuar su camino lejos del otro, quizás yo tendría una oportunidad —En esa ocasión no supe que decirle.
Sin embargo, estuve horas incómodo ante la forma en que tenía Andy de percibir mi relación con Sasuke, pues me dio la impresión, no por primera vez, que mi jefe pensaba que solo era cuestión de tiempo para que mi chico y yo termináramos.
Además, también me molestaba que siendo así, asumiera que yo estaría más que dispuesto a iniciar una relación con él.
Al otro día terminé de empacar dos mudas de ropa y antes de las nueve de la mañana me encontraba colocando la mochila en el baúl del carro dispuesto para salir a mi corto viaje.
Encendí el motor del viejo Honda y mientras esperaba a que estuviese en condiciones de arrancar, me dediqué a buscar en el radio alguna estación radial con música suave.
Distraído me acomodé mejor en el asiento y mi atención fue captada por un vehículo, un taxi, que se estacionó detrás del Honda. Segundos después vi a Sasuke salir del taxi, cargando su enorme mochila.
Sin ni siquiera apagar el motor sali del carro, desesperado y con las emociones a flor de piel.
—¡Sasuke! —grité en tanto le daba media vuelta al Honda casi corriendo.
Me detuve a un paso de la acera, con el chico que amaba a solo unos pasos de distancia. Nuestras miradas se encontraron en tanto yo daba un paso sobre la acera, entonces Sasuke dejó caer su mochila y avanzo hasta acunarme en sus brazos, con un fuerte e impaciente abrazo. Yo llevé mis brazos hasta su cuello para atraerlo a mi.
—Alejandro, mi amor...
Sasuke se sacudió entre mis brazos, y supe que lloraba.
—Tranquilo, ya estas aquí, ya estamos juntos —murmuré, aunque no sabía si esas eran las palabras correctas ante una perdida como la que tuvo él— .Lo siento mucho, Sasuke...
Mi chico apretó su abrazo y lo oí sorber la nariz, antes de separarnos. Lo tomé de las manos y busqué su mirada, mi chico había perdido mucho peso, lucia pálido y ojeroso, sin embargo, a mis ojos era el hombre más guapo del mundo.
—Gracias por estar siempre para mi, Alejandro —dijo con un tono lleno de sentimientos.
No perdimos tiempo en volver al apartamento, lo primero que hice fue preparar un buen desayuno, e insistí en que debía comer, pues al principio lo vi un poco reacio. Aun así él solo picoteo los huevos con jamón.
Yo esperaba oírlo hablar más a fondo de lo que sucedió con su hermano, pero me dio la impresión de que Sasuke no quería tocar ese tema, él parecía querer olvidar y no esperó mucho para buscar hacerlo en mis brazos. Ese día me dediqué a amarlo en cuerpo y alma, tomándolo y entregándome. Lo sentí vibrar debajo de mi, gritar mi nombre y en un suspiro decirme «te amo».
Busqué darle algo de consuelo, muy poco tal vez. Sin embargo, desde el fondo de mi alma quería transmitirle todo el amor que sentía por él, y con que entrega se lo brindaba.
Agotado, Sasuke fue el primero en dormirse, lo hizo acunado entre mis brazos, mientras le acariciaba los cabellos.
—Te amo, mi hermoso chico japonés...
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