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Capítulo 35

El lugar que merezco



1990


Por aquellos días en que el tiempo no cooperaba con mi estado de ánimo, triste y ensimismado, iba de la universidad al trabajo y de allí a la casa. Al segundo día después de la partida de Sasuke, lo primero que hice al salir de clases fue comprar un aparato para grabar mensajes de voz pues le tenía pavor a que Sasuke llamara a la casa, mientras yo no estuviese allí para contestar su llamada. Con la grabadora me aseguraba que quedaría su mensaje.

En el trabajo lo primero que hice fue hablar con Andy sobre la situación de Sasuke, él como siempre se mostro comprensivo y aseguró que esperaría unos días para resolver si contrataría a alguien más o no.

Aquel primer día se multiplico por dos y rápidamente se cumplió la primera semana desde que Sasuke se había marchado, de ahí en adelante fueron pasando los días.

Y cuando miré el calendario, caí en cuenta que mi chico llevaba tres semanas lejos y ni siquiera una llamada me dedicó.

La tristeza que experimenté antes, pero que lograba controlar y de esa manera ser funcional en la universidad y el trabajo, comenzó a afectarme severamente, se convirtió en un peso sobre los hombros que deseaba aplastarme contra el piso.

También estaba enojado, e indignado por la manera en que Sasuke paso de mi, ni siquiera pudo dejarme un mensaje de voz diciéndome sobre la salud de su hermano.

Las ocasiones en que hablé con Rosario mi amiga no supo que decirme, ella si sabía que Ryu había tenido un accidente, se lo dijo Suzume, pero mi amiga no había visto a Sasuke. Según Suzume la condición de su hermano mayor era de cuidado, no así Kim que llevaba casco y aunque aún permanecía hospitalizada, su condición era estable. Recuerdo que aquella conversación la tuve con Rosario probablemente una semana después de que Sasuke se marchara.

Después de tres semanas y dos ataques de ansiedad que por poco me imposibilitan de continuar funcional, Andy me sugirió que me tomara unos días y fuera hasta Cleveland.

—Solo te pido que me mantengas informado, tómate una semana, Miguel y yo nos encargamos del negocio —dijo antes de darme un fuerte y reparador abrazo.

Regresé a casa sin previo aviso una tarde noche de principios de febrero, fría y ventosa. Nadie me esperaba, antes de tocar la puerta de mi casa me detuve en la acera y llevé la mirada a la oscura casa vecina.

Mis ojos se elevaron hasta posarse sobre la ventana del ático y tuve la sensación de ser un completo desconocido, un voyerista atisbando la vida de los demás para su propio placer.

—¿Alejo? —Mi atención fue sobre Benjamín que me llamaba desde el balcón, me fijé en la puerta principal abierta a sus espaldas, y en la abultada silueta de Rosario recortada contra luz.

Puedo decir que unos menos, otros más, toda mi familia me recibió feliz, hasta mamá me dio un abrazo y un sonoro beso en la mejilla, aunque luego de unas horas compartiendo la noté algo distante.

Rosario no pudo contener los deseos de contarme sobre el sexo de su bebé, una niña a la que llamaría Tricia, su chachara me mantuvo distraído y pude relajarme un poco después de semanas en constante tensión.

Al otro día Rosario y yo nos reunimos con Suzume en uno de los restaurantes de comida rápida del área, la hermana de Sasuke lucia igual de bonita y delicada que meses antes, y llevaba el cabello más largo.

Suzume y yo nos abrazamos, alegres de vernos. Sin embargo, si la mirabas de cerca notabas la tristeza en los ojos rasgados de la chica.

—Estoy tan contenta de verte, Alejandro —Los dos nos sentamos a compartir unas sodas, Rosario prefirió una batida de chocolate.

La conversación comenzó poniéndonos al día sobre nuestras vidas, hacia casi un año que no nos veíamos.

Entre anécdotas, nos movimos poco a poco hacia el tema que más me interesaba; el accidente de Ryu y el paradero de Sasuke.

—Ryu está en coma, no reacciona y Sasuke ha pasado todas estas semanas a su lado, mi hermano no se ha movido del hospital —Aquello era algo que hubiese preferido saber por boca de Sasuke, entendía su preocupación, el miedo e incertidumbre ante el cuadro clínico de Ryu, pero yo no pedía mucho, solo una llamada para saber lo que sucedía.

Sin embargo, no le dije nada de eso a Suzume. Temía verme como un tipo sin sentimientos, egoísta y con cero empatía por los demás.

Estuve a punto de encargarle a Suzume unas palabras para su hermano cuando lo viera, de seguro sería antes que yo, pero también cambie de idea, si él no me había llamado era porque no le hacía falta, por muy duro que resultase para mi.

Nos despedimos y permanecí en silencio todo el camino a casa.

—¿No vas a ir por el hospital? —preguntó Rosario antes de entrar a la casa, estábamos de pie en la acera frente a la vivienda.

De inmediato no supe a que se refería y le eché una mirada desorientada.

—A visitar a Ryu, y de paso ves a Sasuke —Aquella idea tampoco me convencía, en el fondo estaba cansado de ser yo siempre el que cediera.

—No —No lo dije, pero era más que probable que Ryu estuviese en un área donde solo dejaran pasar a su familia. Además lo menos que quería era encontrarme con los padres de Sasuke.

Y muy en el fondo también temía su reacción al verme, después de todo él no mostraba interés por contactarme.

Mostrándome más que evasivo entré a la casa rápidamente pues no quería continuar hablando sobre el tema, Rosario soltó un bufido de inconformidad y me siguió.

En pocos días debía volver a Akron así que aproveché parte del tiempo libre para sentarme con la abuela a ver sus novelas televisivas y oír sus historias sobre tiempos mejores, cuando el abuelo vivía.

Llevaba tres días en la casa familiar cuando me vi atrapado en una reunión, o culto de la iglesia donde asistía mamá asiduamente.

No hubo manera de escapar y en la tarde de mi tercer día me encontré sentado sobre uno de los sofás de la sala, rodeados de mujeres, entre ellas mi madre y Rosario que tampoco pudo huir. La líder o pastora era una mujer robusta, de cabellos muy largos entrecanos y mirada aparentemente dulce, hasta que tomaba la palabra para predicar sobre castigos y redención. Entonces su mirada se volvía dura e implacable.

No pude estar seguro, pero mientras más acalorada se hacía su prédica, más sentía su intensa y acusadora mirada sobre mi.

El culto hogareño se prolongó por más de dos horas, sentí que para mi madre era de suma importancia mi presencia allí. Percibí que para ella el hecho de que no rechazara su invitación de alguna manera elevaba sus esperanzas de un cambio en mi vida.

*******************

El tiempo en Cleveland se agotaba y yo había perdido las esperanzas de ver a Sasuke. Según Rosario, Ryu continuaba en coma y Sasuke día y, noche a su lado. También supe que la prometida de Ryu había llegado a Cleveland con su familia.

***************

Una tarde Rosario y yo habíamos salido a comprar al supermercado los ingredientes para hacer un pastel de zanahoria, antojo de mi amiga, de regreso, Chari paso por la casa de su abuela y allí se encontró con dos de sus tías que no la dejaron ir por buen rato. Sin embargo, yo consegui despedirme e irme a casa, decisión que en minutos me arrepentí de haber tomado.

A punto estaba de tomar el sendero directo a la puerta trasera de la casa cuando lo vi llegar, a él y a su madre. Con el pulso acelerado y la sensación de vacío en el estómago alcancé a ocultarme antes de ser visto, fue un acto reflejo, sin pensarlo.

Más tarde, sentado sobre el colchón de Brenda Lee, que ahora era mio por los días que me restaban en Cleveland, no podía dejar de pensar en lo cerca que se encontraba Sasuke, pero a la misma vez tan lejos.

Pronto Rosario y yo debatíamos que era mejor hacer, o mejor dicho, que era mejor que yo hiciera. Rosario insistía en que fuera a buscarlo.

—¿Qué vas a hacer, Alejo? ¿Volver a Akron con esa incertidumbre que te cargas, sin saber que va a pasar entre ustedes? Pienso que Sasuke ha sido muy desconsiderado contigo, amigo, y que viene siendo hora de que si quiere formar parte de tu vida, no solo sea en los buenos momentos. Es tiempo que Sasuke te ofrezca el lugar que te mereces, amigo —Aquella fue la primera vez que escuché a Chari decirme aquello.

«Es tiempo que Sasuke te ofrezca el lugar que te mereces, amigo»

Yo entendía muy bien la preocupación de Rosario y su indignación ante la mala atitud que mi chico demostraba conmigo, pero aun así no me animaba a enfrentarlo, y mucho menos ir por su casa a buscarlo.

La mañana siguiente mi padre me sorprendió con lo que él llamó, mi regalo de cumpleaños adelantado. Frente a la casa estacionó un Honda Accord de primera generación, de mil novecientos ochenta y uno, color verde deslavado.

—Es todo tuyo, Alejandro. Así podrás venir a visitarnos cuando quieras sin tener necesidad de hacer el viaje en autobús, también te servirá para tus diligencias allá en Akron —Papá estaba muy emocionado y junto con la llave del carro me dio un largo abrazo.

Recuerdo que Chari, Ben y yo salimos a dar un paseo en el pequeño auto, como yo no tenía mucha práctica manejando, no fueron pocos los sustos que pasamos en el trayecto, sin embargo, aun así pensaba irme manejando hacia Akron dentro de dos días. Ya estando allá, me encargaría de tomar el examen para no conducir sin el debido permiso.

—Entonces no lo enfrentaras...—comentó Chari mientras nos ocupábamos de ese pastel de zanahorias que teníamos pendiente.

—Probablemente este de vuelta en el hospital —dije yo.

—O probablemente este en su casa, muy campante. No es justo, Alejo, tú te desvives por él y, él se comporta como un imbécil —Las intenciones de Chari no eran hacerme enojar, más bien mi amiga lo que deseaba era que dejara un poco la actitud pasiva que le permitía todo a Sasuke y que mostrara un poco de carácter.

—Se va prometiéndote que te llamara para dejarte saber como esta Ryu, pero no lo hace. Entonces tu vienes desde Akron, después de dejar tirada la universidad y el trabajo para saber como esta él, y su hermano, para verlo, pero del jovencito ni las luces. Y no me digas que él no sabe que estás aquí, Suzume seguro se lo dijo el día que la vimos...

Rosario batió con algo de fuerza excesiva los tres huevos dentro del cuenco.

—Sé que lo amas, pero el comportamiento de Sasuke deja mucho que desear —Dejé la barra de mantequilla a un lado y me sostuve del borde del fregadero, bajé la cabeza. Rosario tenía mucha razón, yo no merecía la manera en que Sasuke me trataba, imágenes de lo que sucedió cuando sus primos vinieron de visita desfilaron por mi mente, avivando el enojo que ya perneaba en mi.

—Alejandro...

—Me regreso pasado mañana a Akron y no lo haré sin verle la cara a Sasuke, y de paso, mandarlo muy a la mierda —murmuré antes de levantar la cabeza —Ahora vuelvo —

No sé si mi amiga sonrió o di me miró con azoro, no le di tiempo a decir nada y mucho menos la miré, antes de salir por la puerta trasera.

Caminé en dirección a la puerta principal de la casa de los Takahashi muy rápido, sin darme la oportunidad de pensar bien lo que haría, pues sabía que si lo hacía vendría el arrepentimiento.

No me di esa oportunidad y pronto me encontré frente a la entrada principal de la casa, caminando hacia la puerta y apretando el botón del timbre.

Recuerdo que abrió la puerta el padre de Sasuke y su semblante relajado se crispo en cuanto me vio.

—Buenas tardes, señor Takahashi, podría decirle a Sasuke que estoy aquí —solté rápidamente sin titubeos.

Pensé que el hombre me cerraría la puerta sobre las narices, pero no fue asi, fue peor.

—Eres un atrevido, muchacho. ¿Cómo te atreves a venir a buscar a mi hijo? Eres de lo peor, un tipo que no tiene respeto por el hogar de los demás, un depravado que solo quiere sonsacar a Sasuke, ¿es que no tienes consideración? ¿No respetas nuestro dolor? —

Las cosas se precipitaron, el padre de Sasuke se inclinaba hacia mi mientras se sostenía a la puerta, mostrando en su rostro un rictus de ira.

—¡Es que no es tiempo para calenturas! —añadió y levantó uno de sus puños amenazantemente.

Alcancé a ver en la entrada al recibidor a tres mujeres, una de ellas era la madre de Sasuke, las otras dos se parecían bastante entre si, pero yo no tenía idea de quienes eran. Note sus miradas de curiosidad sobre mi.

Mientras el hombre dio dos pasos hacia mi, la madre de Sasuke se precipito hacia adelante y agarro el antebrazo de su esposo, antes de decirle algo en japonés.

Mi mirada iba del hombre, a la mujer que evidentemente trataba de calmarlo, ella me sostuvo la mirada por unos segundos, y pareció suplicarme que me fuera. Yo solo quería, necesitaba ver a Sasuke, pero en ese momento fue evidente para mi que cometí un gran error al presentarme en esa casa. Además, me pareció que él no se encontraba allí.

—Yo solo quería...yo lo único que deseaba era...—Se me hizo imposible articular una oración completa.

—Vete muchacho...—suplico la madre de Sasuke en un tono suave y cansado, mientras su marido no me sacaba los ojos de encima demostrándome todo su desprecio con la mirada.

—Y no vuelvas nunca más —grito el hombre, sin embargo, pareció hacerle caso a su mujer y no se movió.

Giré sobre mis talones con la mente ofuscada, de pronto no sabía hacia donde caminar, lo único de lo que estaba realmente seguro era de la urgencia de alejarme de esa casa y de esas personas.

—¿Qué está pasando aquí, papá?, ¿por qué tanto grito? —Reconocí su voz y una parte de mi quiso detenerse para volver sobre sus pasos y poder mirarlo a la cara, pero me obligué a continuar avanzando, sin mirar atrás, con pasos acelerados.

Recuerdo que casi terminé corriendo por la acera sin rumbo, y pasé de largo la casa. No quería ver a Rosario, y no deseaba las miradas curiosas de la familia sobre mi.

Mientras caminaba tantee uno de los bolsillos del jean que llevaba para asegurarme de que tenía la llave del vehículo que papá me obsequio y, dirigí los pasos hacia el, pensé que un paseo lejos de aquel lugar me serviría para despejar mi mente y poder pensar con claridad.

Abrí el carro y me acomodé sobre el asiento del conductor, y pensé que después de todo Sasuke si se encontraba en su casa.

Aturdido abracé el manubrio del carro y posicione la cabeza sobre mis manos. Cerré los ojos y busqué regular mis respiraciones, el enojo que sentí ya no estaba allí, fue remplazado por un sentimiento de humillación intenso, y una tristeza profunda.

Poco a poco sentí que iba mejorando, más tranquilo me dispuse a largarme de allí, la idea de un paseo seguía pareciendo perfecta.

Unos toquecitos sobre el vidrio de la puerta del pasajero llamaron mi atención.

Sasuke atrapó mi mirada con la suya a través del vidrio. El japonés embozó una media sonrisa e hizo gestos indicándome que le abriera la puerta. La idea de encender el motor e irme me pareció super atractiva y tentadora.

Le sostuve la mirada unos segundos mientras él juntaba las palmas de sus manos y las llevaba a la altura de su pecho, en gesto suplicante.

—Por favor...—articulo y yo alargué mi brazo derecho para quitar el pestillo de la puerta.

Una brisa helada se coló en el interior del carro junto a Sasuke, de reojo lo miré acomodarse sobre el asiento. Yo mantuve ambas manos sobre el guía y me negaba a girar y mirarlo de frente.

—¿Qué quieres? —inquirí con sequedad, con las emociones atragantadas en la garganta. Era tanto lo que sentía que no me atrevía a volver a hablar pues no confiaba en tener el suficiente auto control para mantener la voz estable, sin quebrantos.

Sasuke no dijo nada y eso volvió a encender el enojo en mi.

—Si no tienes nada que decir, bájate del carro —mencioné, en ningún momento lo miré, ni siquiera de reojo — .No creo que a tu padre le guste verte conmigo, y créeme que lo menos que deseo es otra sección de insultos de su parte —Me lo imaginé disculpándose y me adelanté.

—No quiero disculpas, no quiero oírte decir de la boca para afuera un "lo siento, Alejandro". Yo lo único que quería era una llamada, una sola llamada para saber como estaba Ryu, como te encontrabas tú, Sasuke, pero no, ni siquiera me meresco eso —Ya para ese momento no pude controlar el tono de voz y la subí unos decibeles. Tampoco mantuve la mirada al frente, me giré abruptamente para encararlo, mientras lanzaba algunos fuertes golpes sobre el guía del auto.

Sasuke mantuvo su mirada lejos de mi, la cabeza algo ladeada hacia la derecha.

—Estoy cansado, Sasuke. Ya no más, ve con tu familia, después de todo tu hermano te necesita más que yo...

—Alejandro, Ryu está muriendo...

Un fuerte sollozo abandonó su garganta y miré como la pena y el llanto sacudían sus hombros. Sasuke se llevó ambas manos sobre el rostro, abandonándose a un llanto que le rompía el corazón a cualquiera.

—Se muere Alejandro, Ryu se muere y yo no puedo hacer nada para evitarlo...




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