Capítulo 34
Mi bello japonés
La noche después del encontronazo con los clientes en la cafetería y el desafortunado momento en donde escuche a Sasuke prácticamente renegar de su naturaleza, confesando que le gustaría ser Ryu, fue poco lo que pude dormir.
La mañana siguiente, mientras él dormía plácidamente, yo llamé a Andy indagando si necesitaba personas para cubrir el turno, era mi día libre, pero la perspectiva de estar junto a Sasuke todo el día, mirándonos las caras y en mi caso, fingiendo que nada pasaba, no me parecía nada apetecible. Le dije a Andy que necesitaba un dinero extra para la época festiva que ya teníamos encima.
Andy de inmediato me dijo que viniera después de la una de la tarde, casualmente Daysi tenía que irse temprano pues le surgió una emergencia, así que solo estaríamos él y yo.
Después de beber bastante cafeína para darme ánimo, en aquel entonces solía preparar café con leche y colocar el vaso en el refrigerador hasta que estuviera casi helado, no lo sabía, pero estaba bastante adelantado a lo que serían los populares cafés helados más de quince años después.
Me desplace por el área buscando todo lo necesario para tomar una ducha y vestirme, quería darme prisa, con un poco de suerte Sasuke no despertaría hasta que yo estuviese lejos.
Probablemente lo tendría en la cafetería buscándome, pero esperaba que para ese momento mi ánimo estuviese mejor.
—Alejandro...
Mis expectativas estaban muy altas si pensaba que Sasuke continuaría dormido. No contesté, solo giré un poco en su favor y lo miré de reojo. El chico que amaba estiro sus músculos perezosamente y dejó esapar un bostezo antes retirar la manta que lo cubría y ponerse de pie, completamente desnudo.
Retiré la mirada rápidamente, no sin antes ver lo suficiente para inquietar no solo a mi enamorado corazón.
—¿Nos bañamos juntos? —preguntó él, mientras caminaba hasta detenerse frente a mi.
Una vez más me di cuenta de lo cambiante que podía llegar a ser Sasuke. Pasar de estar triste y apagado, hablando estupideces como la noche anterior, a levantarse con ánimos de colarse en mi ducha mañanera, con su sonrisa coqueta y una erección.
Sin embargo, yo no tenía ánimos ni siquiera para fingir estar bien.
—Tengo prisa, Sasuke. Voy a trabajar —dije sin darle la oportunidad a que dijera algo más antes de moverme en dirección al baño.
Antes de voltearme, me fijé en su expresión desconcertada.
—Creí que hoy era tu día libre —mencionó caminando detrás de mi hacia el aseo, giré y lo miré directo a los ojos.
—Era, tú lo has dicho. Necesito dinero extra y le pedí a Andy algunas horas adicionales —
—Quedamos en salir a dar una vuelta por el centro...
—No tengo tiempo para eso, Sasuke. El dinero no me da, solo trabajo medio tiempo y los gastos son muchos —comenté más alto de lo normal y sin pizca de la dulzura con que siempre lo trataba. Volví a darle la espalda para entrar al aseo e intente cerrar la puerta, otra cosa que no hacía comúnmente.
Sasuke resoplo molesto y con una de sus manos detuvo el avance de la puerta sobre el marco.
—Estas molesto, lo sé, y lo lamento —Ganas tuve de reírme en su cara.
—Sé que anoche me excedí. No debi decir esas tonterías, pero lo que dijo ese hombre en la cafetería me ofendio, no lo tome bien —
—A mi tampoco me gusto, pero no por eso me desquité contigo, Sasuke —dije y volví a salir del aseo para lanzarle una toalla —¿Puedes cubrirte? —añadí con tono fastidiado.
Sasuke hizo lo que le pedí, mi fastidio era conmigo mismo que no podía pensar con claridad mientras él se paseaba como Dios lo trajo al mundo por todo el estudio.
—Perdóname, Alejandro —Tuve la impresión de que siempre era Sasuke quien hacía algo por lo que sentía que debía disculparse. Yo no era persona de guardar rencor, los enojos se me pasaban con bastante rapidez, no sabía como mantenerme molesto, pero todo tenía un limite.
—Yo lamento más que tú lo que sucedió anohe, Sasuke —Y era cierto.
Y con aquel lamento vino también el miedo a un futuro sin él, porqué en mi interior, allí en un rincón de mi mente, se encontraba la voz de mi conciencia, la que me decía que mi chico jamás sería feliz mostrando su homosexualidad abiertamente y aquello probablemente fuera el motivo para nuestra separación.
Un estremecimiento abarcó todo mi cuerpo.
—No dudes de mi amor, Alejandro. Te amo, aunque a veces me comporte como un verdadero imbécil —El chico que amaba cubrió con sus pasos la poca distancia que nos separaba.
—Permíteme ir contigo a la cafeteria, no sabes lo que me gusta verte atender a los clientes, traer café y limpiar las mesas, en especial limpiar las mesas, cuando mueves ese apetecible trasero de aquí para allá —mencionó lanzándome una picara mirada de arriba abajo, mientras violaba mi espacio personal.
Sasuke levantó una de sus manos, esas manos de finos dedos que yo encontraba tan delicados y hermosos, en uno de ellos enrosco con suavidad uno de mis rizos.
Recuerdo que ante su intensa mirada, su cálido aliento abanicando mi rostro, y la media sonrisa de disculpa se me hizo imposible mantener la posición, mantener la distancia.
Lo que esa mañana Sasuke no me dijo con palabras, me lo demostró haciéndome el amor intensamente como nunca antes. Y esa vocecita interior, esa que insistía en torturarme con amargas suposiciones, fue empujada al abismo de mi mente y sepultada por las poderosa sensaciones que mi bello japones me provocaba.
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Benjamín y Rosario llegaron a visitarnos inesperadamente, y fue la sorpresa más bonita que recuerdo por esos días. Ya era diciembre y faltaban solo dos semanas para navidad, el año mil novecientos ochenta y nueve tenía sus días contados.
Rosario lucia hermosa, el embarazo la había hecho florecer. Recuerdo que esos tres días que estuvieron con nosotros nos esforzamos por cuidarla y apenas le permitíamos servirse una taza de café.
Los llevé con Andy que se alegró muchísimo al conocer parte de mi familia y insistió en que se quedaran a comer por invitación suya.
Esos días nos las arreglamos para dormir como se pudiera, Sasuke y yo compramos sendos sacos de dormir y los apilamos en el suelo, mientras Ben y Chari ocupaban nuestra cama. Mi amiga no dejaba de hablar sobre los pormenores de su embarazo, lo mal que se había sentido, pero que con el paso de los días sus achaques mejoraron. Me contó de sus visitas al médico asegurándome que todo iba de maravilla.
También hablo que mis padres la trataban como una hija y lo feliz que era junto a Benjamín. Yo no pude evitar hacer preguntas sobre mi familia, por ejemplo, preguntar sobre la salud de la abuela Toña, indagar cómo se encontraba papá y también sobre mi madre. No voy a negar que los extrañaba y que hubiese querido que las cosas fuera diferentes. En aquellos años aún mantenía la esperanza de que mis padres me aceptarán como era, sin cuestionamientos. Volver a tener la relación de antaño con mi familia, ser unidos y poder contar los unos con los otros.
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Esas navidades ninguno de los dos fue a casa, tampoco recibio llamada de sus padres para desearles felicidades. En mi caso hablé con Rosario, con Brenda Lee y, Maricarmen se encargó de comunicarme con la abuela, que dijo extrañarme y me preguntó por el guapo chico asiatico.
—Tienes que pasar a verme, Alejo, ya estoy vieja, hijo —mencionó y, ante eso la voz no me dio para más que un sonido gutural de aceptación. Me prometí sacar unos días para volver a Cleveland y visitar a la abuela.
Sasuke hablo por teléfono con Ryu y Kimberly, también se comunico con Suzume.
—Mis padres iran a pasar la navidad con la familia de Akiko, y por supuesto Ryu tiene que ir, pero parece que no esta muy contento con eso —mencionó Sasuke y yo aproveche para hablar sobre Kim, la linda afroamericana y, su relación amorosa con Ryu.
—Kim no sabe sobre Akiko y el compromiso que tiene Ryu con ella —No dije nada, pero me molesto que Ryu mantuviera a Kim en la ignorancia.
¿Qué pasaría con ella cuando Ryu se casara con Akiko?
Kimberly me agradaba y no se merecía ser ilusionada y luego descartada.
—A veces pienso que Ryu no se casará con Akiko, que huira de alguna manera de ese absurdo compromiso —comentó Sasuke pensativo, sin saber que pronto las circunstancias darían un giro de noventa grados.
Esa despedida de año, el comienzo de una nueva década, fuimos a una fiesta que Andy organizo. Allí conocimos a Miguel Contreras, un guapo e inteligente cubano y recientemente novio de Andy.
La pasamos muy bien hasta que Sasuke bebió de más y comenzó a molestarme con que Andy estaba enamorado de mi, y que Miguel era solo una excusa para no pensarme.
Esa noche tuve que soportar sus comentarios y mal humor, cuando llegamos al apartamento, a eso se unieron las nauseas y los vómitos.
Llegué a la conclusión de que Sasuke era de esas personas a quienes el consumo de alcohol no les sentaba bien, se tornaban agresivas y necias.
—Él esta enamorado de ti...mi Alejandro, pero ¿quién podría no enamorarse de ti? —balbuceaba Sasuke tratando de enfocar su vista en mi, que a duras penas había logrado llevarlo a la cama después de su sección de vomitos en el piso del baño.
—Eres hermoso por fuera y por dentro, tan diferente a mi...—Yo no le contesté, solo me dediqué a acariciar sus cabellos con ternura y escuchar sus devaneos de borracho.
—Te amo, Alejandro, te amo tanto que tengo miedo a perderte —Recuerdo que lo arrulle hasta que se quedo dormido con sus labios entreabiertos y uno de sus brazos alrededor de mi cintura.
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Enero de mil novecientos noventa llegó con fuerza, y trajo mucha nieve y temperaturas heladas. Cuando Daisy tuvo que ausentarse debido a problemas familiares, Andy le ofreció el turno a Sasuke que lo acepto enseguida.
Las clases para mi comenzaron en la segunda semana de enero y solo trabajaba medio tiempo, sin embargo, Sasuke lo hacía a tiempo completo.
Mi chico no tardó en aprender las tareas e incluso era más rápido que yo sirviendo las ordenes, me encantaba verlo con que habilidad cargaba varios platos a la misma vez, sin que se le moviera un solo cabello.
Fueron días felices, noches entre tiernas y apasionadas, momentos que nunca pude echar al olvido realmente, aunque lo intenté. Mi amor por el japonés era un sentimiento real, fuerte e inolvidable.
Fue a mediados de enero que un capricho de la vida, o probablemente las acciones ajenas fueron a torcer nuestro destino. Esa es la línea de tiempo que puedo recordar, y de allí en adelante fueron ocurriendo una cosa seguida de otra, circunstancias que fueron menoscabando muchísimo en nuestras jóvenes vidas.
Era casi noche, Sasuke y yo cenábamos. Ninguno de nosotros había trabajado ese domingo. Después de cenar planeamos ver una película y acostarnos temprano porque los dos teníamos compromisos a la mañana siguiente.
Nos encontrábamos instalados sobre el sofa, la película ya se proyectaba en el televisor, pero nosotros muy ocupados, acariciábamos los labios del otro en un beso suave, lleno de sensualidad.
Sasuke acariciaba mi nuca, mientras yo con ambas manos sobre su cabello a la altura de la coronilla peinaba sus hebras oscuras, nuestras respiraciones agitadas.
El pitido que avisaba de un visitante comenzó a sonar insistentemente.
—¿Esperamos a alguien? —preguntó Sasuke intrigado, pero yo lucia igual. Hice un movimiento negativo con la cabeza y me puse de pie.
Agarré una camiseta y me la coloqué antes de activar la comunicación por intercomunicador, quizás era alguien que se había equivocado de número de apartamento.
—¿Si?
Sasuke me abrazo por la espalda colocando su mentón sobre uno de mis hombros.
—Me urge hablar con mi hijo, con Sasuke —Sasuke y yo nos quedamos de piedra al escuchar aquella voz, tan fría y dura, la voz de su padre. Enseguida supe que algo iba mal, pero jamás imaginé lo que nos esperaba.
Sasuke me agarro por el antebrazo y me hizo retirar el dedo del botón.
—Quizás no sea buena idea que lo dejes pasar, amor —dijo. Unos segundos de silencio se abrieron paso entre nosotros.
—Voy a bajar...
Sé que Sasuke buscaba protegerme de las palabras hirientes que seguramente su padre no se lo pensaría para decir.
—Podemos bajar los dos —dije. Yo no le tenía miedo y no quería dejar solo a Sasuke.
Mi chico se apresuró a vestirse y a colocarse su abrigo.
—Quedate aquí, si él vino hasta aquí debe de ser para decirme algo importante, no me tardaré, amor —Sasuke me dio un rápido beso sobre los labios y por segunda vez en mi vida experimenté aquella urgencia de no soltarlo, de no dejarlo ir. Recordé con pavor que la primera vez fue el día de la graduación.
Sin embargo, no insistí porque al mirarlo supe que Sasuke quería enfrentar a su padre solo.
No tengo idea de cuanto tiempo paso, si recuerdo la pesadez que comenzó a embargarme conforme pasaban los minutos.
Y una incómoda sensación comenzó a agobiarme, aquella que no había vuelto a experimentar desde que Sasuke vivía conmigo, ahora amenazaba con paralizarme. Y por si eso no fuera poco, el miedo me embargo, y todo pareció confabularse para dejarme sin aliento.
No podía quedarme tranquilo, si lo hacía temía quedarme paralizado del temor que con cada minuto que pasaba aumentaba. Mi atención siempre puesta en los ruidos afuera, en el pasillo, pendiente al regreso de Sasuke, o a oír voces alteradas.
Sin embargo, el silencio casi absoluto comenzó a alterarme más.
Cuando escuché el sonido de la puerta al abrirse me encontraba sentado sobre el colchón, con la cabeza gacha, sostenida entre las manos.
—Alejandro...
Sasuke se acerco hasta detenerse frente a mi, desde mi posición podía ver sus botas con los cordones mal atados.
—Supongo que me dirás que te vas con tu padre —Ni yo mismo supe de donde saqué aquello porque fue algo que me cruzo por la mente en ese preciso momento.
—Tengo que volver a Cleveland, Ryu tuvo un accidente y está grave —Mi corazón pareció dar un vuelco y por primera vez noté en su tono de voz lo consternado que él estaba.
Me puse de pie y busqué su mirada, Sasuke me sostuvo la mirada con la suya brillante, debido a las lágrimas que pugnaban por salir.
Su tristeza era la mia y mis ojos también se llenaron de lágrimas, mientras nos fundimos en un abrazo que ninguno de los dos quería romper.
—Debo ir Alejandro, papá dice que Ryu se encuentra muy mal, al parecer manejaba una motocicleta en compañía de Kim, no se sabe que sucedió, pero terminaron en el hospital. Mi padre dice que mi madre está muy nerviosa —Sasuke hablaba atropelladamente producto de la angustia que debía de sentir, trataba de explicarse, justificar su inesperada salida.
En ningún momento nos separamos, continuamos el uno en brazos del otro.
—Ve tranquilo Sasuke, yo aquí te espero. Ve con tu hermano, estoy seguro de que pronto se recuperara —No había necesidad de más explicaciones, en un momento dado se me ocurrió acompañarlo, pero descarte la idea sin tan siquiera mencionarlo. El padre de mi chico jamás toleraría que yo hiciera el viaje con ellos.
Quizás podría tomar un autobús al día siguiente pero antes debía saber como estaban las cosas con Ryu, quizás su vida no estuviese en peligro como insinuó el padre.
Tenía la esperanza de que el hermano de Sasuke se recuperara muy pronto y él pudiera regresar a mi lado, si no era así, ya pensaría en viajar de vuelta a Cleveland.
Ayude a Sasuke a preparar una mochila con algunas de sus cosas, en todo momento estuve a punto de gritar a causa de la frustración que me embargaba. Sasuke no perdió la oportunidad de apretar mis manos, de abrazarme y dejar húmedos besos sobre mis mejillas.
—Volveré en cuanto Ryu esté fuera de peligro —aseguró.
Y yo le creí, quería, y necesitaba creerle porque si no era así, comenzaría a morir una vez él saliera por la puerta.
—Te amo, Alejandro.
Habíamos bajado juntos, en esta ocasión él no me pidió que me quedara arriba, y yo tampoco pensaba hacerle caso si lo hubiese hecho.
El padre de mi chico lo esperaba dentro del vehículo, en ningún momento lo vi mirarme, el hombre permaneció de perfil, aparentemente ignorando nuestra presencia en la acera, nuestra cercanía, el largo abrazo con el cual nos despedimos y el corto beso en los labios.
—Cuidate mucho, amor. Recuerda que estaré aquí esperándote, Sasuke, recuerda que yo también te amo...
Sasuke abordo el automóvil oscuro que lo esperaba no sin antes dirigirme una última mirada junto a un intento de tierna sonrisa, que no podía ocultar la pena que llevaba en su alma, la preocupación que crecía en su ser ante la incertidumbre por la salud de su hermano.
De pie en la acera permanecí hasta que desaparecieron de mi vista los focos traseros del vehículo y cuando las heladas temperatura de esa noche amenazaban con entumecer mis poco abrigadas extremidades.
Esa noche pensé mucho en aquello que dice que la vida te puede cambiar de un segundo a otro, y recuerdo que me quedé dormido abrazado a la almohada que llevaba su aroma amaderado.
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