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Capítulo 33



Ser alguien más...


Invierno 1989

Gracias a mis conversaciones con mi hermana mayor, fui yo el que dio el primer paso, para comunicarle a Maricarmen mi número de teléfono fijo, supe que mamá iba casi todos los días a la iglesia. La mayoría de las veces iba en compañía de nuestro padre, en otras ocasiones Brenda Lee y la misma Maricarmen fueron con ella.

De un tiempo a esa parte, la congregación a la que asistía comenzó a ser una parte muy importante en la vida de mamá, cada día se aferraba más a ella y sus enseñanzas. No quiero ser malinterpretado, pienso que el ser humano necesita la espiritualidad que le brinda la congregación escogida, pero en el caso de mi madre, en lo que fue nuestra relación madre e hijo después de que ella supo de mi homosexualidad, las enseñanzas religiosas no hicieron otra cosa que separarnos más.

Y terminaron por convencerla de que yo era un ser perturbado manejado por entes malignos, más allá de la redención.

Recuerdo que cuando ella contestaba el teléfono nuestra interacción era amable, sin gritos o reclamos, pero carente de esa complicidad y querencia que antes caracterizaba nuestro trato, con papá era casi igual, aunque él siempre se mostró menos duro.

—Rosario y Benjamín ocupan tu antiguo dormitorio, Alejo. Cuando vengas tendrás que dormir conmigo —comentó Brenda Lee en tono burlón, por ella supe que la reacción de mis padres al embarazo de Rosario no fue nada comparado a lo que sucedió conmigo y la fotografía. Mi madre no dudo en recibir a Chari en la casa y se mostraba amorosa y protectora con ella. El que no reaccionó muy bien fue el padre de mi amiga, que amenazó con darle una paliza a Benjamín si no se encargaba de la barriga de su única hija.

El final de aquel año estaba muy cerca, con sus implacables y frías temperaturas y, recurrentes nevadas. Esa tarde en particular no había mucho que hacer en la cafetería, en el exterior una fuerte tormenta invernal llevaba horas pintando de blanco el paisaje, con ráfagas de nieve.

Andy quiso mantener el lugar abierto más que todo en favor de las personas que necesitaran resguardarse del mal tiempo, o beber una infusión caliente, ya fuera café, te o chocolate para alejar el frío de su sistema. El turno hasta las nueve de la noche lo hicimos Andy, una chica llamada Daysi y yo.

Después de nuestra salida nocturna, semanas atrás, Andy pareció darse por vencido en sus avances románticos porque no volvió a coquetearme, sin embargo, su trato conmigo no cambio, continuo siendo amable y jamás me hizo sentir incómodo.

Aquella noche, cuando Andy decidió cerrar faltando diez para las nueve, ofreció llevarnos a nuestras respectivas casas a Daisy y a mi, pero yo preferí volver caminando a casa con la nieve; fría y casi lacerante, golpeando la piel de mi rostro y nublando mi vista.

El trayecto a mi apartamento me tomaba quince minutos caminando desde la cafetería con buen tiempo, pero caminando en contra de aquellas ráfagas de nieve el trayecto me tomó algo más.

Al acercarme al edificio donde vivía sentía las manos entumecidas a pesar de llevar gruesos guantes, y la nariz no dejaba de gotearme. Las luces del alumbrado en la calle fueron afectadas por el mal tiempo, dejando todo sumido en la oscuridad. Al llegar al frente del edificio y caminar hacia la puerta que daba acceso a los apartamentos, me fijé que el único foco encendido era el colocado encima del marco de esa puerta.

Mis pensamientos jugaban con la idea de saborear un buen chocolate caliente acompañado de un pedazo de pastel que tenía guardado en el refrigerador hacia días, el pastel fue obra de Andy, que entre otras gracias, poseía la de ser buen cocinero. De hecho, el chico decía que dentro de un año se iría a California a estudiar artes culinarias.

Me detuve a unos cuantos pasos de los escalones frente a la puerta de madera y cristal porque de pronto reparé en la figura que se encontraba sentada sobre estos. Achique los ojos, tratando de enfocar y, quizás reconocer, a la persona vestida con un largo abrigo color negro, y que se había puesto de pie mirando directo hacia mi, pero aunque mi cerebro hizo la conexión de inmediato, una parte de mi se negaba a creer que aquella persona era Sasuke Takahashi.

El alto hombre se despojo de la capucha con que cubría su cabeza, dejando al descubierto su largo cabello lacio y oscuro, mucho más largo de lo que yo lo recordaba, mientras cubría los pasos que nos separaban.

—Después de cruzar medio mundo para estar a tu lado, acaso, ¿no merezco un abrazo? —dijo y una intensa sensación de calidez me arropó a oír su voz, al volver a mirarme en las pupilas de sus rasgados ojos.

Prácticamente salte sobre él, que me recibió entre sus brazos. Me apreté contra su pecho, mientras con mis brazos alrededor de su cuello y mis manos sobre su nuca, acariciando sus cabellos, buscaba sus labios que se encontraron con los míos, sin titubeos, en un apasionado beso.

Apenas pudimos separarnos, solo los deseos de algo más que un beso lograron que tuviésemos la suficiente cordura para abandonar momentáneamente los brazos del otro y entrar al apartamento, pero una vez dentro, en completa penumbra, perdimos completamente la noción del tiempo entregándonos el uno al otro, con esas ganas tanto tiempo reprimidas.

Entre largos besos, fervorosas caricias, y susurrantes palabras pronunciadas junto a rápidos jadeos y gemidos, mi chico y yo nos dejamos envolver por los sentimientos, y los deseos, por esas ganas de explorar mutuamente cada rincón de piel, besar con labios, dientes y lengua cada plano, cada redondez, de nuestros cuerpos, dejando rastros húmedos.

Sin importar cuantos años habían pasado, ese fue otro recuerdo que nunca pude relegar a un rincón de mi mente. Esa noche en que él regreso, siempre vivió nítidamente en mis memorias, y cada vez que lo evocaba, sin importar cuantos años hubiesen transcurridos, podía volver a sentir el estremecimiento en mi cuerpo.

Al otro día estuvimos casi sin movernos de la estrecha cama, y solo lo hicimos para compartir una ducha juntos, que eventualmente terminamos sobre el sofa, destilando gotas de agua por todos lados. Al mediodía, hambrientos, preparamos juntos un almuerzo tardío muy simple, y nos fuimos de vuelta a la cama, con poca ropa, Sasuke tenía mucho que contar. 

Mi chico abandonó Japón a escondidas de su familia, con la ayuda de Suzume.

—Le robe dinero a mamá, rescaté mi pasaporte y me fui. Solo Suzume sabía lo que haría, dejé con ella una nota para mi madre explicándole que te amaba y que no podía estar un minuto más, lejos de ti —Estábamos otra vez en la cama, con las sábanas revueltas bajo nuestros cuerpos, nuestras piernas entrelazadas de cualquier manera, uno junto al otro, mientras yo acariciaba sus largos cabellos en tanto él relataba parte de los meses qué pasó en Japón, junto a su madre y hermana.

—El plan era mantenerme allá, mi padre no planeaba traerme de vuelta a América —mencionó con un tono molesto— .Hasta le dio instrucciones a uno de sus hermanos para que se encargara de sacarme a visitar lugares nocturnos que visitan los hombres buscando sexo. Fui con él un par de veces a regañadientes, pero a la larga el mismo se rindió en su empeño, me dijo que no me obligaría más a ir con él, y mencionó que papá debía de aceptar mis preferencias y dejar de luchar contra la corriente —No lo conocía pero ese tío de Sasuke me simpatizo.

—No podía continuar lejos de ti, Alejandro, pensé que me volvería loco sin saber de ti, sin escuchar tu voz y sentirte junto a mi —Fue decir aquello y atrapar mi mirada con la suya. Sasuke se incorporó lo suficiente para lograr atrapar mi boca con la suya, con una de sus manos sobre mi nuca presionando suavemente, mientras me besaba los labios lentamente.

Yo cambié de posición, arrodillándome e invitándolo a hacer lo mismo, sin dejar de besarnos con pasión. Nunca nadie me hizo experimentar la pasión, la entrega y sobre todo la química como la experimenté con Sasuke. Él y yo éramos juntos, éramos puro fuego, un fuego que amenazaba con consumirnos, o mejor dicho, consumirme.

*****************************

Esa época fue realmente memorable. Sasuke pronto se instaló, y sin mucho esfuerzo se acoplo a mi rutina, aunque por esos días la universidad estaba en receso, yo continuaba trabajando medio tiempo en la cafetería.

Recuerdo la mañana en que lo llevé conmigo a la cafetería y se lo presenté a Andy. Mi jefe fue muy amable con él y no puso reparos en que ocupara una pequeña mesa en una esquina por el tiempo en que durara mi turno de cuatro horas.

—¿Entonces ese guapo asiático es el motivo por el cual me rechazaste. Alejandro? —Me preguntó Andy en un aparte— .No te culpo, hasta yo lo haría. Te felicito, se nota lo enamorados que están —añadió y supe que lo decía con sinceridad.

Sin embargo, la reacción de Sasuke no fue tan sosegada, mi chico enseguida notó la manera en que Andy me miraba y no le gusto nada.

—¿Así que él es tu jefe? No me gusta la manera que tiene de mirarte, Alejandro —mencionó molesto en cuanto abandonamos la cafetería al terminar mi turno.

—Andy es inofensivo, además yo solo tengo ojos para ti, hermoso —Recuerdo que en esa época, bajo mi ignorancia, hasta me gustaba y me sentía halagado cuando Sasuke se mostraba celoso, pensaba que eso era una muestra de su amor por mi, sin embargo, pronto me di cuenta que aquello solo hablaba de lo inseguro que era, inseguridad que terminó por alejarlo de mi.

Por lo general los días en la cafetería comenzaban y terminaban sin contratiempos, pero en una ocasión me tocó atender a un par de hombres, bastante maduros, con poca educación y evidentemente homofóbicos.

Ya era casi la hora de cerrar, Sasuke me esperaba sentado en la esquina como casi siempre y esos hombres comenzaron a dejar caer comentarios poco amables, que pronto pasaron a ser burlas de tipo sexual, fue claro que se dieron cuenta de la conexión entre Sasuke y yo.

—Dime una cosa muchacho, ¿quién es la mujer de ustedes dos?, ¿quién folla a quién? —El comentario de uno de los hombres, dicho a viva voz y que no vi venir, mientras su compañero se reía estruendosamente, pintó mi rostro de rojo escarlata e hizo mis orejas hervir.

Mi estupefacta mirada fue de ellos a Sasuke, y de él hacia una pareja que comía a dos mesas de distancia, ninguno de ellos se hizo eco de las burlas de aquellos hombres, pero de igual manera fue incomodísimo.

Por el rabillo del ojo vi que Sasuke permaneció sentado y de refilón noté la aproximación de Andy. Lo menos que quería era una confrontación con clientes, jamás me paso antes y no estaba seguro de como manejarla.

—¿Pasa algo, Alejandro? —Andy se acerco hasta nosotros mientras secaba sus manos en el paño que colgaba de su cintura. Cuando hizo la pregunta primero me miró a mi, para luego centrar su mirada sobre los hombres que ya no reían.— .¿O debo preguntarte a ti, Wilson? —Los hombres, por lo menos el llamado Wilson, parecía ser conocido de Andy.

—No pasa nada, Andrew, ya nos vamos —mencionó el tal Wilson antes de dejar caer sobre la mesa algunos billetes.

—Que pasen buenas noches...—dijo Andy con un tono de voz que deseaba lo contrario.

Los dos hombres abandonaron la cafetería y yo pude sosegarme mientras limpiaba la mesa. Sasuke no se movió de donde estaba, sin embargo, Andy me palmeo el hombro, regalándome una sonrisa tranquilizadora.

—Probablemente no será la primera vez que te encuentres gente así, son muchos los que todavía se divierten haciendo ese tipo de comentario—dijo con pesar— .Mi tio Wilson es inofensivo siempre y cuando no este con su amigo Tom, ese que lo acompañaba, ese tipo es un verdadero pelmazo —Así que Wilson resulto ser hermano menor de la madre de Andy.

Recuerdo que esa noche Sasuke no hablo mucho, al acostarnos solo me dio un pequeño beso en la mejilla y se volteo dándome la espalda.

Yo le di su espacio y me fui a leer un poco antes de acostarme porque no tenia sueño. El apartamento era tipo estudio, ósea una habitación bastante grande, sin divisiones, solo el baño estaba aparte.

Sasuke apago la luz de la lámpara sobre la mesita de esquina que estaba a su lado de la cama y se arrebujo debajo de la manta, en tanto yo, de espadas a la cama abrí el libro y comencé la lectura. La estancia se encontraba casi totalmente en penumbras excepto por la suave iluminación de una pequeña lámpara de leer que siempre tenía sobre la mesa de centro que hacía las veces de escritorio cuando estudiaba.

Pronto, la interesante trama de la novela que leía logró abstraerme, sin embargo, no fue por mucho tiempo pues comencé a oír lo que identifique como sollozos, leves y apagados, pero sollozos al fin.

Dejé el libro a un lado y presté atención, efectivamente alguien lloraba y no tuve que ser un genio para darme cuenta de que se trataba de Sasuke. Por un momento me mantuve escuchando, algo intrigado, pero mientras más lo escuchaba, más sentía que su llanto me estrujaba el corazón.

Me pregunté por qué lloraba, quizás después de todo mi chico extrañaba a su familia, o se arrepentía de haberse marchado de Japón de la manera en que lo hizo.

Pude haberme quedado dándole la espalda, fingiendo no escucharlo hasta que los sollozos se apagaran, pero fue imposible. El amor que sentía por Sasuke era como un imán que me arrastraba hacia él aun cuando me arriesgaba a ser rechazado.

Me detuve varias veces en el corto trayecto del sofá a la cama, porque las dudas detenían mis pasos, pero cuando al fin estuve al pie de ella, me desplacé hasta que pude sentarme con cuidado en el borde del colchón, en mi lado de la cama.

Así estuve varios minutos, con las manos cruzadas al frente, pendiente a las cada vez más sosegadas respiraciones de Sasuke, ya no lo oía sollozar y eso era bueno.

Me decidí y me acomodé de lado, siempre con movimientos pausados tratando de no molestarlo. Sasuke, también acostado sobre su costado, permaneció dándome la espalda, en ese momento no podía saber si estaba a punto de dormirse o si como yo, permanecía con los ojos abiertos y los pensamientos chocando unos con otros, aunque por diferentes motivos.

Con la vista lo acariciaba, si eso era posible. Peine sus cabellos desatados que brillaban sobre la almohada, acaricié la piel de su espalda hasta donde la gruesa manta con la que se arropaba lo permitió, y si mis ojos hubiesen tenido la capacidad de besar, hubiese besado con ternura la mano que se mostraba inerte sobre su costado.

Dejé escapar un suave suspiro, vencido y dispuesto a voltearme, dándole la espalda como él a mi, para buscar el olvido del sueño.

—¿Nunca has deseado ser Ben, Alejandro? Enamorarte de una chica, amarla, embarazarla y formar con ella una familia como debe de ser...una familia tradicional —Sus palabras me inmovilizaron, no solo por lo inesperado, sino por su significado.

No supe si Sasuke deseaba realmente una respuesta de mi parte o si fue una pregunta retrospectiva, de igual tardé en reaccionar.

—Yo si he deseado ser Ryu, he deseado ser normal. Aunque mis padres me obligaran a casarme por un viejo compromiso hecho mucho antes de mi nacimiento, me hubiese gustado vivir la vida que de seguro vivirá mi hermano —Me obligué a mantener dentro de mi garganta el gemido de dolor que atenazo mi pecho y para lograrlo tense todo mi cuerpo y mordí mi labio inferior.

Nunca fue un secreto la posición de Sasuke, su temor y reservas a mostrar su homosexualidad abiertamente, pero de eso a escucharlo hablar de esa manera, existía un mar de distancia, por lo menos eso pensaba yo en aquel entonces.

—Si fuera Ryu y tú, Benjamín, nadie se hubiese atrevido a hacer ese tipo de comentarios sobre mi, sobre nosotros, allá en la cafetería...—comprendí que el incidente en la cafetería lo hacía plantearse esas suposiciones, por demás absurdas.

Éramos lo que éramos, pero en ese momento no tenía ánimos de refutar lo que decía, porqué sus palabras me lastimaron muchísimo y lo que deseaba era gritarle que se callara, que dejara de decir tonterías.

Sin embargo, solo me quedé allí, inmóvil, aplacando mis agitadas respiraciones y aquella ira que amenazaba con apoderarse de mi.

—Alejandro...—Mi nombre en sus labios ya no me parecía tan atracctivo— .Yo no quise...

—Quiero dormir, estoy muy cansado, Sasuke —Lo corté porqué tampoco me apetecía continuar escuchándolo. Lo sentí moverse, lo percibí muy cerca, quizás a punto de tocarme— .Hazme un favor y duérmete, Sasuke —Con bastante esfuerzo mantuve la voz serena, una discusión a esas horas era lo menos que deseaba. Escuché su largo suspiro, quizas de hastío, pero también lo sentí volver a moverse, alejándose de mi.

Cerré los ojos y al hacerlo libere las lágrimas que tanto luché por mantener a raya, su humedad manchó mis mejillas, mientras lloraba totalmente en silencio. En el fondo de mi ser, quizás apenas visualizándolo, pero sin querer aun enfrentar lo que el futuro nos depararía.





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