Capítulo 32
Aún te pienso
Haber dejado la casa esa tarde para ir a mi encuentro con Sasuke, me hizo merecedor de otro mal rato, aunque no violento como el primero y, está vez fue mi padre el encargado de ir por el cuarto a hablar conmigo.
Nadie supo, excepto Benjamín, de mi encuentro con mi chico, pero si de la salida a la cual no tenía permiso.
Papá no le pidió a Benjamín que saliera, tampoco me trato como un descerebrado que se dejo influenciar por los encantos del vecino, sin embargo, eso no quería decir que no me hizo sentir como una mierda cuando mencionó que, debido a mis actos, ósea enamorarme de Sasuke, un chico, mi madre se encontraba deprimida, peguntándose que había hecho mal en mi crianza.
La actitud de papá por aquellos días era en apoyo a mi madre cien por ciento y no logré ver claro lo que él pensaba realmente. Mi padre actuaría de la manera que para mamá fuera la correcta. Su opinión propia o manera de ver las cosas las mantendría en su interior.
Me pareció que para él era menos estresante delegar en mi madre, quien siempre fue de carácter fuerte, la toma de decisiones y solo intervendría de ser necesario, como cuando tuvo que quitarme a mamá de encima. En la actualidad cuando lo pienso, he llegado a la conclusión de que papá siempre fue así toda su vida.
Sin embargo, también es cierto que, con el pasar de los años mi padre dejó a un poco esa actitud pasiva de la que tanto lo acusaba mamá y decidió acercarse a mí.
Recuerdo una de sus visitas, en navidad, años antes de que enfermara. En esa ocasión pasamos más de una semana juntos, visitando casi todos los sitios de interés turístico y los que no, en Nueva York. Yo me sentía pleno, y feliz además, percibía que mi padre compartía los sentimientos.
Antes de volver a Ohio, papá me aseguró cuanto me amaba y lo orgulloso que se sentía de mis logros, pero lo más que me toco fue cuando lo oí pedirme perdón porque no fue el soporte que yo necesitaba años atrás, cuando me mostré como realmente era, como sentía.
Esa tarde lloramos y dejamos salir todo lo negativo que por años pudo ocultarse en nuestros corazones, los rencores y reclamos, para limpiarnos y abrazarnos como lo que realmente éramos, padre e hijo.
Sin embargo, para aquel verano de mil novecientos ochenta y nueve mis recuerdos se basan en semanas enteras encerrado en mi cuarto, triste y casi siempre solo, aislado de mi familia y extrañando como un demente a Sasuke Takahashi.
Después de mi último encuentro con mi chico, no supe nada de él hasta que su hermano Ryu se las arreglo para entregarle una carta a Brenda Lee, que tenía como destinatario final mi persona.
Mi hermana menor siempre ha sido una persona espontánea que en ese entonces decía lo que tenía en su mente sin ninguna clase de filtros, sin embargo, la tarde en que me entrego la carta, la noté apagada y sin deseos de averiguar que decía el pedazo de papel dentro del sobre blanco.
Brenda Lee entró, dejó el sobre sobre el colchón, muy cerca de mi rostro, yo estaba acostado de lado con la mirada perdida, y volvió a salir rápidamente del cuarto.
Intrigado me incorporé, pero no tuve tiempo a preguntarle de que iba todo eso, al echarle un solo vistazo al sobre, y leer en su superficie mi nombre, supe quién lo enviaba y aunque me emocioné porqué al fin tendría noticias de Sasuke, enseguida supe, en el fondo de mi corazón, que no serían buenas.
Era una corta carta de despedida, donde lo peor era que no me pudo decir cuándo regresaría. Sasuke se había ido de viaje, a Japón. Su padre lo quería lejos de mi durante todo el verano, aunque en mi interior temía que el verano no sería suficiente tiempo para ese hombre y que obligara a Sasuke a quedarse más tiempo lejos.
Leí la misiva varias veces tratando de imaginar a mi chico cuando la escribía, sabía que lo había hecho como un desesperado intento por dejarme unas palabras antes de irse y lo agradecí. Y quise haber tenido la oportunidad de dedicarle una palabras como él lo hizo conmigo.
Nunca olvido lo miserable que me sentía, el agobio que apretó mi pecho y con cuanto afán me controle para no gritar como demente la frustración en mi ser.
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Antes de que finalizara el mes de julio mis ganas de irme a Akron eran inmensas, pero tenía que esperar a septiembre para huir de la casa de mis padres. Interiormente planeaba no volver allí hasta que finalizara mi primer año universitario, y sería solo de visita de camino a Nueva York.
Sobre Sasuke no sabía nada y aunque era consciente de que Japón estaba al otro lado del mundo imaginaba que, aunque fuera otra carta por medio de sus hermano podía haber enviado. No saber de él al principio me afectaba horrores, pero poco a poco me obligué a superarlo, y las veces en que traté de ver a Ryu no tuve suerte, fue como si el hermano mayor de Sasuke me evadiera.
La relación con mis padres era cortes, pero mientras menos estuviese cerca de ellos mejor me sentía, más tranquilo y creo que era mutuo.
Aunque los Morell continuaban cenando juntos sobre las seis de la tarde cada día, en más de la mitad de las ocasiones yo prefería quedarme arriba, en el cuarto. Tampoco fueron pocas las veces en las que ni siquiera tenía apetito, y me saltaba las comidas. Esa mala costumbre comenzaba a causar estragos en mi peso.
Rosario no se cansaba de traerme toda clase de dulces hechos por ella y doña Esther, buscándome siempre la vuelta y consintiéndome. A principios de agosto Rosario y yo fuimos a Akron a pagar el depósito del pequeño apartamento cerca de la universidad que ocuparía en septiembre.
Mis padres no dejaron de brindarme su ayuda económica, en parte pienso que fue porque de esa manera ellos se cercioraban de que nada se interpusiera en mi camino hacia Akron, y lejos de Sasuke.
Solo Rosario conocía sobre los planes que armamos él y yo antes de que las cosas se precipitaran, aunque en aquel entonces con Sasuke fuera del país y sin comunicación alguna conmigo, hasta yo llegué a dudar sobre el futuro.
Las últimas semanas antes de mi viaje definitivo a Akron recuerdo que fueron bastante estresantes pues no solo tenía la presión de la mudanza, sino que vivía en constante tensión esperando que en cualquier momentos Sasuke regresara, después de todo ya habían sido casi tres meses sin saber nada de él, pero el día en que debía tomar el autobús llegó y de mi chico, ni las luces.
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Octubre 1989
Ya casi llevaba un mes en Akron, viviendo la novedosa vida de un universitario. Los primeros días me mantuve de la casa a la universidad y viceversa, lo único diferente eran las visitas a la biblioteca y una vez a la semana, al supermercado.
El clima comenzaba a enfriar y mi lugar favorito era el pequeño sofá que tenía en una esquina del apartamento, justo al lado de una de las ventanas y de frente al igual de pequeño televisor donde me dio con ver en las tardes, las mismas telenovelas que veía mi abuela Toña.
Junto a una taza de chocolate caliente y con una manta sobre mis hombros solía pasar las tardes noche, aquellos intensos dramas me ayudaban a no sobre pensar tanto en el mío propio.
Sin embargo, para finales de septiembre decidí que era tiempo de conseguir un trabajo y todas las tardes me dedicaba a buscar ofertas en el periódico e ir y llenar solicitudes.
Así fue como conocí a Andrew Reming, un chico no muy alto, y bastante delgado con unos llamativos ojos verdes.
Andy, como lo llamaban sus amigos, trabajaba a tiempo completo en una cafetería bastante cerca de la universidad y fue él quien recibió el formulario de empleo que yo había recogido el día anterior cuando pasé a comprar un café y vi que estaban buscando personal para trabajar a medio tiempo.
—Alejandro, bonito nombre. ¿Eres hispano? —Desde el minuto cero Andy mostro un interés por mí más allá de lo laboral, y yo lo noté enseguida al mirarme con sus enormes ojos verdes de espesas pestañas— .Yo soy Andrew, pero me puedes decir Andy, ¿no tienes teléfono de contacto, Alejandro? —añadió sin darme tiempo a contestar, mi atención fue hasta uno de sus finos dedos adornado con un anillo plateado, con el que señalaba la parte en el formulario donde yo debía de haber escrito mi número telefónico y se encontraba en blanco.
En aquel entonces conseguir un número fijo era un asunto que tomaba a veces dos semanas o más, en mi caso recuerdo que había hecho la solicitud semanas después de mudarme y aún estaba a la espera de que fueran a colocarlo.
—Tranquilo...no es algo realmente necesario, después de que tengas un domicilio. ¿Tienes experiencia atendiendo personas?, de mesero, si no tienes, no te preocupes, se ve que eres de los que aprende rápido —Nunca me di antes con una persona tan conversadora, y que hablara tan rápido. Mi hermana menor era bastante parlanchina, pero este chico le ganaba por creces.
Del mostrador mi mirada paso al frente, sobre él. Mi mirada fue atrapada por la suya.
—¿Cuándo puedes empezar, Alejandro? —
Días después, en mi primer día de trabajo supe que Andy no era un empleado más del negocio, él era el hijo de Kathleen y Anthony, los propietarios. Andy se había hecho prácticamente responsable del negocio cuando, después de terminar la escuela superior, decidió que se tomaría unos años antes de volver a estudiar, entonces sus padres le encargaron el negocio, bastante próspero, mientras ellos disfrutaban dándole la vuelta al país en un mobile home.
Aquella idea de vivir en uno de esos hogares andantes me pareció muy atractiva y por varios días fantasee con ella, me imaginaba a Sasuke y a mi juntos, viajando de estado en estado sin responsabilidades y lo mejor, sin darle explicaciones a nadie.
Sin embargo, pronto esa y otras de mis fantasías donde los protagonistas éramos él y yo, se fueron relegando a un rincón de mi mente, porque de mi chico no había vuelto a saber nada.
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Gracias a Andy aprendí el manejo de las maquinas de café, la maquina registradora y el manejo de las mesas, aquello último era para lo que me contrataron y en poco tiempo logré ser uno de los meseros más diestros del local.
De ese modo, con el nuevo trabajo a medio tiempo, mi vida se convirtió en una rutina de la casa a la universidad, y de esta, casi todos los días, al trabajo en donde terminaba mi turno sobre las nueve de la noche.
Cuando la compañía de telefonía por fin instaló el teléfono fijo en el apartamento me pasaba parte de las noches hablando con Rosario e inevitablemete el tema de Sasuke siempre salía a relucir.
—A veces pienso que Sasuke jamás volverá, Rosario —Aquella frase que evitaba exteriorizar, porqué me dolía, la sentí como una posibilidad muy real.
Rosario parecía no saber que decir, y poco a poco me las arreglé para dejar el tema del chico que amaba atrás y concentrarme en hablar con Chari sobre ella, sus planes y ¿por qué no? Su relación con Ben.
—Estoy embarazada, Alejo —Noviembre ya estaba allí, el viejo calentador del apartamento apenas hacía su trabajo y yo, arrebujado sobre el sofá, con mi manta gruesa favorita encima y, mi bebida caliente preferida en una mano, por poco hago un desatre sobre mi cuando alcancé a oír semejante noticia.
Rosario se escuchaba insegura, no porque tuviera dudas de su estado, sino porque no sabía como sería mi reacción, me dijo que yo era la primera persona en saberlo.
—¿Por qué no se lo has dicho a Benjamín? —fue lo primero que le pregunté mientras ponía sobre la mesita del centro la pegajosa taza con chocolate cuyos bordes derramaban la caliente bebida.
—Tengo miedo de su reacción, Alejo. Tu hermano ha tenido mucho estrés en estos días, el pobre no consigue ponerse al día con los estudios, se le esta haciendo muy difícil, tan difícil que hasta ha pensado en tirar la toalla y dejar el colegio —Benjamín cursaba su tercer y último año en el colegio donde estudiaba electrónica, pero era algo que siempre le resulto cuesta arriba, en más de una ocasión había pensado en dejar el colegio e irse a trabajar en una factoría.
Rosario había comenzado su primer año en el colegio, sus planes eran convertirse en maestra de niños pequeños y fue ella la que convenció a Ben de continuar sus estudios animándole y apoyándolo.
Con ese embarazo las circunstancias entre ellos probablemente cambiarían los planes y mi hermano terminaría en una factoría porque era clarísimo que necesitarían dinero.
—No tengas miedo, amiga. Benjamín te ama y te aseguro que no te dará la espalda, es más, estoy seguro de que semejante buena nueva le quitara de encima todo ese estrés que dices que tiene...—
Días después Rosario volvió a llamarme, esa vez yo podía oír a Benjamín en segundo plano. Mi hermano gritaba emocionado que seria papá.
Su alegría era contagiosa y por muchos días, luego de saber que para el siguiente verano nacería la personita que me convertirá en tío, sentí que podía sonreír genuinamente.
Sin embargo, eventualmente el recuerdo de mi chico, anudado a su silencio y lejanía, volvió a tirar las comisuras de mi boca hacia abajo.
Y mientras yo trataba de superar aquel sentimiento de abandono en tanto hacia planes para volver a casa en navidad, Andy se animó a dar el primer paso para acercarse a mí y me invitó a un local cercano, muy visitado por los estudiantes de la universidad, donde había música en vivo los fines de semana.
Y aunque la primera vez rechacé su invitación muy educadamente, cuando pasada una semana volvió a convidarme, accedí, era sábado y el domingo no trabajaba así que me pareció buen plan de amigos, salir unas horas a escuchar música y compartir.
En el fondo, tenía la impresión de que Andy esperaba que nuestra relación laboral y recientemente, amistosa, evolucionaria a algo más íntimo, y cercano. El tema de mi sexualidad no había sido mencionado, pero siempre sentí que Andy identifico desde nuestro primer encuentro mi homosexualidad, aunque nunca fui de gestos afeminados.
Igual que yo con él, Andy vio en mi lo que por años ni siquiera yo mismo vi.
Y también sabía que en algún momento tendría la difícil tarea de aclararle mi posición, pues para mí no existía otro además de Sasuke.
En esa ocasión la idea era pasarla bien, bailar y quizás beber algunas cervezas, las suficientes para olvidar la soledad que campeaba en mi vida, la añoranza que amenazaba con pintar un gesto permanente de tristeza en mi rostro.
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No había comparación entre Studio89 y aquel lugar, mientras que el primero tenía estilo y concepto novedoso, The cave era un local bastante reducido que constaba de una pista de baile que hacia las veces de escenario, rodeada por algunas mesas y sillas que habían visto mejores días, y en la esquina izquierda del lugar, un mostrador repleto de bebidas, atendido por dos atractivas rubias, invitaba a los consumidores a acercarse a el.
El interior era realmente oscuro, algunas lucecitas rojas, casi todas a ras del suelo, poco ayudaban a la iluminación del lugar, el ambiente era denso, cargado de humo de cigarrillo, por aquellos años aún podías fumar dentro de los lugares cerrados.
Desde que nos encontramos frente al negocio Andy fue muy atento conmigo, y aun cuando era conocido y solicitado, esa noche al parecer solo tenía ojos para mí.
Como mencionó, esa noche tocaba una banda que hacía covers de canciones famosas, y también tenían un Dj. Luego de lograr acomodarnos en una de las escasas mesas, casi en la penumbra total, no quise rechazar su oferta de salir a la pista a dar unos pasos de baile, antes de la presentación de la banda.
Aunque al principio tuve mis dudas, no solo en seguirle el juego que podría llevarnos a lugares en los que yo realmente no deseaba estar, sino a salir a la pista en compañía de un chico, pues era una experiencia nueva para mi.
Sin embargo, Andy en ningún momento me toco, siempre guardamos las distancias aun bailando muy cerca, además me fijé, bastante asombrado, en que no éramos los únicos varones bailando en parejas, incluso vi algunas chicas bailando con chicas, y allí nadie parecía ver aquello con extrañeza o rechazo.
Recuerdo que disfruté muchísimo bailar, sintiéndome una persona más en ese bullicio, con la mente casi en blanco, sin pensar en ocultar mi verdadera esencia de los demás. Fue mi primera experiencia en un lugar donde nadie era rechazado por sus preferencias sexuales y se sintió muy bien.
En mi memoria aquella noche ocupa un lugar especial, creo que fue un comienzo, el momento en que inicio el cambio, la nueva forma de ver la vida. Porque aunque yo siempre pensaba en libertad, en hacer valer nuestros pensamientos e ideales, nuestra realidad, ahora pienso que era en parte un idealista inmaduro.
Por esos años añoraba vivir al lado de Sasuke una unión real, siendo y mostrándonos como éramos, sabía que la sociedad quizás no estaba aún preparada para aceptar nuestro amor, pero al menos en nuestro núcleo familiar, en nuestro entorno más cercano, esperaba que pudiéramos ser fieles a nuestra esencia.
Sin embargo, siempre pensé en un duo, una pareja, Sasuke y yo, juntos a pesar de lo reacio que era él a mostrarse como realmente era. En aquellos tiempos, aún estando lejos de él, nunca lo excluí de la ecuación, pero sin saberlo, esa noche, la semilla de mi libertad personal fue planteada y poco a poco comenzaría a germinar, dándome el valor de volar lejos, aunque fuera solo.
Esa noche también terminó con un intento de beso por parte de Andy que yo rechace, porque aún no me sentía dispuesto a dejar ir al amor de mi vida.
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