Capítulo 30
La graduación
El baile de graduación se celebró en el anfiteatro de la escuela, un lugar bastante amplio donde el comité organizador de padres y maestros se encargo de decorar para la ocasión.
Recuerdo que lo más sobresaliente al entrar fue un cuadro enorme decorado con letras y números plateados y azules anunciando que allí se celebraba el senior prom de la clase graduanda de mil novecientos ochenta y nueve.
Era el marco perfecto para sacarse unas fotos con las cámaras, casi todas desechables, que llevaban algunos alumnos. Rosario, Sasuke y yo no fuimos la excepción y tomamos algunas fotos para el recuerdo.
Mientras yo tomaba algunas fotos de Sasuke y Rosario muy sonrientes, ella hizo lo mismo cuando posamos el y yo. Si se mira con atención esa foto en particular se puede notar el roce de nuestros dedos meñiques inmortalizado para la historia.
Cuando dejamos atrás la entrada principal la iluminación del lugar fue decayendo, pero las retinas poco a poco se acostumbraban y se podía apreciar la hermosa decoración en tonos plateados y azul eléctrico donde predominaban los globos en forma de estrellas, las esferas y guirnaldas colocadas por doquier, desde el alto techo hasta los marcos y las paredes.
Mas allá de la pista de baile se encontraba una enorme mesa vestida con un mantel azul donde estaban dispuestas las bebidas sin alcohol y algunas bandejas con entremeses sencillos. No muy lejos de allí colocaron algunas pequeñas mesas redondas con sillas, casi todas ocupadas, también había algunas sillas aquí y allá dispuestas para los agotados.
La música estaba a cargo de un Dj muy entusiasta que en ningún momento dejo de animar el ambiente. Recuerdo que la atmósfera vibraba con la música, los movimientos corporales, las risas y gritos de júbilo entre los presentes. Se respiraba juventud, alegría y entusiasmo.
En mis memorias de esa noche guardo hermosos recuerdos con nostalgia, pero inevitablemente van asociados a lo sucedido posteriormente. Con la soledad y desaliento que sentí durante los meses posteriores, también con ese sube y baja de emociones, acompañados de dudas y temores.
Sasuke y yo disfrutamos el baile de graduación, bailamos moviendo el cuerpo entero las canciones de moda de ese año, y las que no lo estaban también.
Ante todos, seguíamos siendo Sasuke y Alejandro, buenos amigos y compañeros de clases. Dos jóvenes compartiendo y festejando sus logros en aquella noche especial, pero en ciertos momentos robados, aprovechando la oscuridad del lugar y el entorno de cuerpos apretujados, nos aventuramos a acariciar levemente una de las manos del otro, o a dejar un simple y rápido toque de dedos sobre la piel, mientras girábamos y saltábamos.
Cuanto añoraba poder tomar a Sasuke de la mano, y acercarlo a mi para bailar las románticas melodías de la banda Chicago o aquella canción que recuerdo con tanto cariño, esa que siempre he asociado con él, con nuestro amor de juventud.
Sin embargo, tanto él como yo tuvimos que limitarnos a intensas miradas, traviesas sonrisas y aquellos pequeños y rápidos toques.
Lo que desato días después la tormenta que nos llevó de por medio al chico que amaba y mi, fue las ganas de besarnos que se nos acumularon hasta hacernos poco cuidadosos y atrevidos.
Esas ganas que nos empujaron a ocultarnos tras bambalinas, sin importar estar rodeados de personas. Acunados por la estridente música, haciendo aquel momento único, donde solo éramos conscientes el uno del otro, mientras nos besábamos con ímpetu y deseo, comiéndonos las bocas, en tanto con las manos nos aferrábamos el uno al otro.
Esos minutos en los que perdimos la razón fue la punta del desastre que ocurrió después.
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La ceremonia de graduación fue una semana después del baile. Recuerdo estar de frente al mismo espejo que Ben había colocado en la habitación que compartíamos, unos meses atrás, luciendo la toga azul oscuro. En mi mano derecha llevaba el birrete también azul del cual colgaba un cordón amarillo mostaza, con el pequeño dije que anunciaba el año.
Por fin había llegado el día por el que trabajé muy duro toda mi infancia y adolescencia, el día que marcaba para mi un antes y un después en mi camino hacia la universidad y la carrera de medicina que tanto anhelaba.
Practiqué frente al espejo mi mejor sonrisa, esa que mostraría cuando escuchara la mención de mi nombre en el cuadro de honor de ese año y al aceptar el diploma.
—¿Todo listo, amor? —Escuchar esa expresión en boca de Sasuke, dicha muy quedamente, pero dicha de todos modos, estremeció mi alma. El chico había llegado sigilosamente, asomando su cabeza entre la puerta semi abierta del cuarto y el marco de esta.
Con una expresión llena de malicia y travesura lo tomé de la mano para hacerlo entrar y después cerrar la puerta. Ya estando solos nos besamos apasionadamente, recuerdo que aunque debíamos darnos prisa pues mis padres esperaban por mi en el piso inferior de la casa, sentí la inexplicable urgencia de mantener abrazado a Sasuke y no dejarlo ir.
—¿Pasa algo, mi Alejandro? —Creo que él también sintió mi desesperación.
Me separe de él y nos miramos directo a los ojos.
—Pasa que estas guapísimo —dije para salir del paso aunque era cierto, mi chico lucia arrebatador con el traje de dos piezas y corbata que llevaba puesto. A diferencia de mi, Sasuke todavía no se colocaba encima la toga.
Sasuke se echó a reír y yo lo imité, la extraña y repentina sensación de temor mezclada con desesperanza que sentí, fue desapareciendo poco a poco.
—Estamos guapísimos —dijo antes de robarme un rápido beso. Que ganas de escapar juntos hacia algún lugar lejano donde pudiéramos amarnos libremente.
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El mismo anfiteatro donde se celebro el baile de graduación, albergo también esa mañana de junio a los más de ciento veinte estudiantes y sus respectivas familias para los actos de graduación.
El interior del lugar bullía de actividad, allí estaban los estudiantes, acomodándose entre conversaciones rápidas y un poco de nerviosismo, en los primeros asientos a ambos extremos del lugar.
Los padres, maestros e invitados a la ceremonia se acomodaban en los asientos detrás de los graduandos extendiéndose casi hasta el final del salón. Oí a una de las maestras decir que ese año hubo más asistencia que en años anteriores.
Sobre el escenario se colocaron seis sillas especiales que ocuparían la directora y sub directora de la escuela respectivamente, el invitado especial, ese año era un artista oriundo de Ohio, destacado del violín que ofrecería un solo de su música al final de la ceremonia, y tres maestros, entre ellos Miss Clark, mi querida maestra de álgebra.
Sasuke llegó junto a sus padres y hermanos. Yo ya estaba sentado y me aseguré de guardarle un lugar junto a mi, estábamos sentados en la cuarta fila, en los primeros asientos, Sasuke específicamente era la primera persona de cara al pasillo, yo a su lado.
La emoción me embargaba, a cada segundo veía más cerca nuestro nuevo comienzo, el futuro juntos. De un rápido movimiento apreté con una de mis manos la mano de Sasuke recibiendo de vuelta el mismo cálido gesto.
—Buenos días damas y caballeros, gracias por deleitarnos con su presencia en este día tan especial para nuestros jóvenes graduandos y sus familias y amigos. La docencia y administración de la escuela superior Hamilton le da la bienvenida a la ceremonia de graduación de la clase de mil novecientos ochenta y nueve —Seguido se escucho una lluvia de aplausos y vítores.
Luego de las presentaciones, se escucharon algunas anécdotas agradables sobre el pasado año escolar, y la directora, Miss Jefferson, anuncio muy emocionada una dinámica que por primera vez se pondría en práctica en una ceremonia de graduación.
La misma consistía en proyectar sobre una pantalla gigante, que apenas había sido revelada a espaldas de la tarima, diferentes fotografías de los graduandos.
En aquel momento caí en cuenta de que en el transcurso de los últimos meses había visto a algunos maestros, cámara en mano, tomando fotografías al azar, en la cafetería, el patio, biblioteca, incluso en actividades extra curriculares.
Sin embargo, yo estaba ridículamente seguro de que mi rostro no se proyectaría en aquella pantalla, miré a Sasuke que sonreía y movía la cabeza negativamente.
Las luces fueron apagadas y la pantalla sobre la tarima tomo vida con las primeras imágenes. Los rostros, todos conocidos de nuestros compañeros de clases, en diferentes actividades, fueron desfilando uno tras otro.
En la penumbra nuestras miradas conectaron por unos instantes, mientras uníamos las manos en un apretado y cálido toque sobre unos de los reposabrazos del asiento.
Sasuke llevo la mirada al frente, pero yo encontraba mejor contemplar su perfil. Justo ahí me di cuenta de que los murmullos y risas parecieron desaparecer, y fueron remplazados por exclamaciones de asombro y bufidos de molestia.
Segundos después la mano de Sasuke abandonó la mia, al mismo tiempo en que yo escuchaba su ahogado jadeo y lo veía agrandar los ojos desmesuradamente.
Cuando levanté la vista para mirar hacia donde mi chico no podía dejar de mirar, sentí como si mi alma cayera a mis pies para ser pisoteada por la desesperaza y el desasosiego.
Como Sasuke, y como casi todos los presentes, no pude despegar la vista de la imagen en la pantalla sobre la tarima.
En aquella fotografía nos encontrábamos él y yo, fundidos en un apretado abrazo, mientras disfrutábamos de un apasionado beso, aquel beso que compartimos escondidos tras las bambalinas de este mismo lugar la noche del prom, enamorados y ajenos a que alguien más era testigo de nuestra muestra de cariño.
Lo primero que pensé fue en los padres de Sasuke y en los mios, en su reacción y el futuro inmediato. Ansioso sentía que me comenzaba a faltar el aire, al mirar a Sasuke, aún sentado con la mirada fija en la pantalla, me di cuenta de que él no estaba mejor que yo.
Poco a poco me fui dando cuenta de lo que nos rodeaba, me di cuenta de que la pantalla se oscureció ocultando lo que segundos antes mostraba, pero ya era tarde, ya todos habían visto la imagen.
A nuestro alrededor vi toda clase de reacciones, la curiosidad, la extrañeza, la burla, el despreció y hasta la comprensión. Y por encima de todo las risas y silbidos no se hicieron esperar. Me puse de pie bastante confundido y enojado, mirando a mi alrededor tratando de ubicar a mi familia, pero no pude.
De un vistazo vi como Sasuke se llevaba ambas manos al rostro inclinándose sobre si, pero seguidamente fue obligado a ponerse de pie por su padre que me dedicó una de las miradas más odiosas y de desprecio que jamás vi en otro ser humano.
El señor Takahashi casi levanto en peso a su hijo y lo arrastro, literalmente pasillo arriba, hacia la salida del anfiteatro, el hombre bufaba a cada paso que daba.
Yo quede paralizado mientras me debatía entre seguirlos, tratar de interceder por el chico que amaba, o mantenerme al margen. No fue cobardía, era que no estaba seguro de lo que Sasuke prefería.
Lo que hize, dejando a un lado la desesperación que sentía, fue caminar hacia el lado contrario, hacia la tarima. Está de más decir que por semejante bullicio la ceremonia no siguió su curso, entonces aproveché para subir corriendo la pequeña escalera y dirigirme detrás de las pesadas cortinas, donde sabía se encontraba la persona encargada del proyector y posiblemente el causante de todo aquel desastre.
No sé si tuve suerte o si Peter Logan estaba esperando mi llegada con la fotografía en una de sus manos y una sonrisita malévola en los labios.
—Aquí llego el valiente caballero de la princesa japonesa, listo para defender su honor —dijo enseguida me vio— .¿Quién lo diría? Nuestro guapo e inteligente Alejandro Morell, merecedor de un puesto en el cuadro de honor, no es más que un marica enamorado. Jamás me lo imaginé, dejar a la hermosa Gwendolyn Harrison por ese asqueroso gay. Te lo dije Morell, desde que lo vi supe que no era bueno para ti, amigo —añadió y dejo caer al suelo de madera la fotografía.
Mientras lo oía decir tantas sandeces e insultos hacia Sasuke sentía como la rabia amenazaba con estallar.
—Dan asco, y pena, son solo dos infelices maricones...
No lo dejé terminar, pues le cerré la boca cuando uno de mis puños se estrello sobre su lindo rostro pecoso.
Peter trastabillo y yo aproveché para pillarlo sobre el suelo, con todo mi peso sobre él.
—¡Más pena das tú, homofóbico de mierda! —exclamé y levanté mi brazo para volver a pegarle con toda la rabia que sentía, pero alguien más me detuvo.
—¡No pierdas el tiempo, hermano! —Era Benjamín que me abrazo pillándome los brazos a los costados y logró ponerme de pie para apartarme de Peter que sangraba profusamente. Entonces llegaron algunos maestros y estudiantes, entre ellos Gwendy que se ocuparon de Peter.
Benjamín apretó su abrazo y me obligo a bajar de la tarima, antes de ceder a sus gestos, recogí del suelo la fotografía causante de tanto problema.
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Si me preguntan con cual palabra definiría lo que sucedió luego sería ostracismo, que es el acto de excluir, ignorar o rechazar a un miembro del grupo, y en mi caso particular, de la familia.
En el viaje de regreso a casa me sentí desterrado de la familia Morell. Inmediatamente luego de que Benjamín me separara de Peter, mi hermano me obligo a salir del lugar, afuera se encontraban mamá, papá, la abuela Toña y mis hermanas.
Brenda Lee, Maricarmen y la abuela me recibieron con apagadas sonrisas, papá solo cruzo mirada conmigo al momento en que aparecí con Ben, pero desde ese momento parecía no saber que hacer o decir, mucho menos como sostener mi mirada.
Sin embargo, la mirada que más me afecto fue la que me brindo la mujer que me pario. Mamá estaba enojada, su expresión lo dejaba ver claramente, pero fue lo que me transmitió con la mirada, lo que me apretujo el alma.
Brillando en los ojos cafés de mi madre vi el sentimiento de lástima que le provocaba y eso me golpeo durísimo, además de que avivó mi enojo.
Esperé todo el trayecto hasta la casa para oír lo que tenia que decir, pero ella permaneció en silencio y los demás la imitaron.
—Ve a tu habitación, Alejandro —dijo papá y ni siquiera me tomé la molestia de mirarlo, mucho menos protestar— .Y permanece allí hasta que tu madre o yo te avisemos —
Recuerdo sentirme abatido por la inseguridad, no solo ante la actitud de mi familia sino porque no sabía nada de Sasuke, cuando llegamos me había fijado que el automóvil de su familia se encontraba en la entrada de la casa, pero nada más.
Me subí a la cama y me di cuenta de que no podía dejar de darle vueltas a la pulsera con el dije en forma de guitarra que tenía en una de mis muñecas. La ansiedad que durante las pasadas semanas mantuve controlada, escalaba peldaños y amenazaba con apoderarse de mi ser.
Las horas pasaron, y la tarde se convirtió en noche. Permanecí en la habitación, no quería llevarle la contraria a mis padres aunque hubiese sido muy fácil abrir la puerta e irme de allí, salir de la casa, pero realmente no tenia a donde ir.
No saber de Sasuke comenzaba a inquietarme demasiado.
Fue mi hermana mayor la que me trajo de cenar y antes de abandonar el cuarto me regalo uno de sus abrazos.
—Te quiero mucho, Alejo. Ya veras como todo volverá a su lugar —Me gusto que no se mostrara curiosa pues me sentía incapaz de contestar sus dudas, ya que con las mias propias era suficiente.
Apenas toque la comida, dos pedazos de pizza de chorizo, mi preferida. Evidentemente mamá no tuvo ánimos de cocinar y decidieron ir a comprar comida afuera.
Benjamín, que al parecer estuvo fuera de la casa todas esas horas, regreso cuando faltaban quince minutos para las nueve de la noche.
Yo seguía sobre el colchón, en mis manos tenía la fotografía del desastre, como la llamaba. Mi hermano trajo consigo mis dos diplomas, uno de graduación, el otro del cuadro de honor.
—Tu maestra de algebra se los dio a Rosario —dijo al dejarlos a mi lado.
No tuve ánimos para ni siquiera destapar la fina carpeta que los resguardaba, tampoco sentía curiosidad.
—Rosario está muy preocupada, Alejo. Mi rapunzel no solo está preocupada por ti y la reacción de nuestros padres, sino por Sasuke. Si vieras como ese hombre, el padre de Sasuke lo trato, lo jaloneaba con violencia y le gritaba cosas en su idioma, mientras ninguno de sus familiares hizo algo para detenerlo —Me puse de pie de un salto impulsado por la adrenalina que se disparó en mi ante las palabras de Ben, estaba indignado.
—Ese hombre es un bruto, con razón Sasuke no quería que supiera de nosotros, ¡maldito Peter! —exclamé y caminé hasta una de las ventanas, frente a ella me detuve y miré hacia la casa vecina. No se veía ni una sola luz encendida.
Me pregunté como estaría Sasuke, ¿sería posible que su padre hubiese abusado de él? ¿Que lo golpeara?
Sentí un sentimiento de impotencia terrible y no por primera vez desde que se desato todo este lio, la tentación de llegar hasta la casa vecina buscando al chico que amaba me invadió.
—Trata de dormir, mañana seguramente podrás hablar con papá y mamá, explicarles como te sientes. Sé que ellos comprenderán, en cuanto a Sasuke, debes de ser igual o más paciente, Alejo —mencionó Ben quizás sospechando mis intenciones.
De espaldas a él, con la mirada vacía, pero puesta en la solitaria calle, me encogí de hombros en respuesta a su argumento. Interiormente dudaba de poder sentarme a esperar que las cosas se arreglaran, la paciencia de la que hablaba Ben, antes una virtud de mi carácter, ahora se me escapaba entre las manos.
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