Capítulo 3
Sasuke (Sas -ke.)Takahashi
Octubre estaba a la vuelta de la esquina con el comienzo de los días cortos y las noches largas. Esa tarde regresé a la casa solo, hacía mucho tiempo que mi hermana Brenda Lee y Rosario habían vuelto al finalizar el día lectivo, mientras yo me quedaba con Gwendy en un parque cercano a la escuela.
Todo el día estuve aguantando los deseos de atacar con mis dudas y reclamos a Gwendy, y solo le pedí que me acompañara al parque al finalizar las clases. Estaba seguro que mi novia se habia dado cuenta de mi incomodidad y de la distancia que tomé, además de mi poca reacción a su conversación, pero pareció preferir pasarlo por alto.
Al llegar a casa me rodeo el bullicio característico de mi familia, a veces me preguntaba si todas las familias latinas eran como la mia. Mientras mamá se encontraba en la cocina ocupándose de la cena con la ayuda de Brenda Lee y la abuela, en el pequeño televisor pasaban un intenso drama novelesco.
En la sala, el televisor más grande también estaba encendido sintonizado en un programa de juegos anglosajón sin nadie como espectador, mientras arriba pude oír la voz de Maricarmen seguramente hablando por teléfono con una de sus amigas o con Richard, su novio.
Caminé directo a la escalera para subir a mi cuarto pues no tenía deseos de hablar con nadie, no después de la conversación con Gwendy.
—¿Dónde estabas Alejandro?—Antes de contestar miré fugazmente a mi hermana Brenda Lee que se ocupaba de lavar algunos vegetales bajo el grifo del fregadero, pues ella estaba supuesta a decirle a mamá que yo volvería algo después — . Ah si, Brenda dijo que estabas con Gwendy ...—Mamá sacudió su cabeza repleta de rizos castaños.
—Gwendy te envia saludos...—No sé porque dije eso pues no era real, Gwendy nunca preguntaba como estaban mis padres y mucho menos enviaba saludos.
Para ese momento mamá tenía la atención puesta dentro del horno donde horneaba algún dulce. A mi madre le encantaba cocinar, disfrutaba su rol de ama de casa y era muy rara la ocasión en que se declaraba de brazos caídos para no encargarse de la alimentación de los miembros de su familia.
—No creo que esa chica sea para ti...—Mientras mamá y papá tenían por costumbre hablarnos en inglés la mayor parte del tiempo, no así la abuela Toña que hablaba poco, pero cuando lo hacía era en español muy puertorriqueño que incluía de vez en cuando refranes populares y una que otra mala palabra cuando lo ameritaba la situación.
Yo dominaba el español, pero en esa ocasión tardé algunos segundos en procesar el sentido de sus palabras, quizás porque no esperaba que la abuela dijera algo y mucho menos referente a mi novia a quien nunca había visto.
Me desvié y me detuve frente a la abuela Toña, su aspecto frágil y delgado podría engañar a cualquiera que no la conociera. Antonia era una mujer fuerte de carácter, con ideas bastante modernas para la época que le toco nacer y vivir. A sus más de setenta años mantenía su mente clara y más allá de sus achaques de la edad gozaba de buena salud.
—¿Por qué dices eso abuela Toña? —Pude ignorar los dichos de la abuela, pero no era mi estilo, adoraba tener conversaciones con la madre de mamá, estar pendiente a ella, oír sus historias y por supuesto cuando jugaba a ser bruja— .Ni siquiera la conoces —Y probablemente no se daría la ocasión pues a mi romance con Gwendy no le veía mucho futuro.
—No tengo que conocerla para sentir que no es la chica para ti, Alejito —Oírla llamarme así solo me provoco ternura, atrás quedaron los días en los que odiaba ser llamado de esa manera— .Tu me conoces chamaco y sabes que nací con ciertas habilidades...
—Hay mamá déjese de cosas —Está de más decir que su hija no creía en nada de eso, para ella todo ese tema se había alimentado de casualidades, como cuando su padre tuvo ese accidente que le costó la vida y que la abuela le habia advertido dias antes, demás está decir que él no le hizo caso.
Antonia decía que para sentir y ver con claridad lo que el destino tenía guardado necesitaba tener un vínculo especial con al menos una de las personas.
—Ve a cambiarte Alejandro, necesitó que saques la basura, mañana pasa el camión —Abuela Toña enarbolo su sonrisa casi desdentada que le llegó plenamente a sus hundidos ojos amarillentos.
—Luego hablamos...—La oí decir muy bajito. Y mientras subía la escalera pensaba que quizás Toña tenía mucha razón.
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Mi hermano Benjamín aun no llegaba, no era tarde, según el reloj digital sobre la mesita de noche marcaba las ocho y treinta cinco. Mamá le había mencionado a papá, cuando preguntó más temprano, que Ben estaba estudiando en casa de su amigo del colegio, Joshua, pero yo sospechaba que la excusa del estudio fue perfecta para desaparecer un jueves y tomarse algunas cervezas con los amigos.
Yo tenía la impresión que Benjamín no tomaba muy serio sus estudios universitarios pues faltaba a clases a menudo y había cambiado de concentración en varias ocasiones, indeciso.
Hacía unos días había oído una conversación entre mis padres. Papá había mencionado que estaba por sugerirle a mi hermano que se buscara un trabajo a tiempo parcial pues los gastos habían aumentado considerablemente. Mi padre no solo se encargaba de todos los gastos de la casa, también ayudaba a mis hermanos mayores con los gastos del colegio universitario y parecia que no daba abasto.
Poco después de acostarme y estar revolcándome sobre el colchón buscando el sueño, dándome por vencido me incorporé incómodo, una vez más estaba sobre pensado las cosas, no solo lo que tenía que ver con la situacion economica de la familia, sino sobre mi conversación con Gwendy. Una conversación a la que no le encontraba mucho sentido.
No lograba encontrar la tranquilidad que necesitaba para relajarme y conciliar el sueño e hice lo que hacía tiempo no hacía, salir por una de las ventanas del cuarto, desde donde podía alcanzar el alero y caminar hasta llegar a la parte frontal del techo de la vivienda donde solía sentarme a mirar el cielo estrellado y escuchar música con mi walkman, en afan de relajarme.
Cuando era más joven y atrevido trepaba al techo a menudo, en especial cuando Ben y sus amigos me echaban a un lado en sus juegos. En aquellos tiempos me costaba algo hacer mis propias amistades, de hecho todavía me sucede.
Del patio subía al cuarto donde las chicas, entre ellas Rosario, se divertían jugando Barbie buscando ser incluido, pero cuando mamá me encontraba allí con una de las muñecas de Maricarmen en la mano ponía el grito en el cielo antes de jalarme de un brazo fuera del cuarto.
Entonces yo pasaba al techo con mi pequeña casetera a disfrutar mi música favorita y pasar desapercibido por un largo rato. Sin embargo, esa costumbre la había dejado atrás a petición de mamá, cuando se dio cuenta se puso histérica y me hizo jurarle que jamás volvería a hacer tamaña tontería que ponía mi vida en peligro.
No obstante, esa noche con el walkman en una mano salí por la ventana y recorrí el alero con la misma seguridad de siempre. La noche lucia perfecta, las estrellas brillaban como diamantes en el lienzo oscuro del cielo, mientras una tenue brisa no muy fria, me ayudaria a despejar la mente.
Me acomodé sobre el techo y flexione las rodillas.
—¿Por qué no le has dicho a tus padres sobre mi? —
Recordé lo que le pregunté a Gwendy después de mencionarle que sabía lo de la pizzería. Estábamos frente a frente sentados sobre un viejo banco de madera en el parque. A nuestro alrededor había niños pre escolares jugando acompañados de su familia, abuelas sentadas leyendo una novela de Bárbara Cartland, parejas compartiendo un rato juntos, mientras disfrutaban de su compañía, pero a mi me daba igual, yo solo tenía ojos para ella.
Sin embargo, noté de inmediato que para ella era diferente, Gwendy se veía incómoda mientras rehuía mi mirada y supuse que lo menos que quería era estar allí. De hecho, mientras caminábamos iba diciendo que su hermano no tardaría en pasar a recogerla.
—No he tenido la ocasión Alejandro, mi padre viaja mucho y apenas lo veo —Según ella su padre manejaba un camión y daba largos viajes. Según yo, lo último era una excusa.
Gwendy acarició una de mis mejillas antes de arrimar su rostro al mío, su intención era besarme y yo me dejé hacer. Ya para entonces yo dominaba mejor la técnica del beso aunque todavía no podía decir que realmente lo disfrutaba.
Gwendy aún me parecía linda, pero no me atraía como creí que lo hacía antes. Quizás simplemente había pasado la novedad de una ilusión por años acuñada.
.—Te prometo que cuando regrese este fin de semana le hablaré de nosotros —Quise creerle y me esforcé por no insistir en el tema— . Creo que le vas a agradar mucho .—Tuve la oportunidad de insistir en reclamarle no haberme dicho sobre los planes de ir a la pizzería, pero también decidí dejarlo correr.
Solo después que la dejé y mientras caminaba rumbo a mi casa pensé en todo lo que debí decirle y no hice, quizás con el propósito de evitar confrontaciones.
Sentado sobre el techo, agotado de tanto pensar me ocupé en colocarme los audífonos del walkman sobre las orejas, pero antes de accionar el pequeño botón de reproducir, mi atención fue totalmente atraída por la luz que se encendió en una de las habitaciones del segundo piso de la casa vecina. El cuarto me quedaba al lado izquierdo y yo, bajo el cobijo de la oscuridad pude distinguir una alta silueta en movimiento cerca de la ventana.
Dejé el walkman a un lado en tanto no podía dejar de mirar la persona detrás de la cortina y retuve el aliento cuando lo vi apartar un poco la tela marrón para deslizar hacia arriba el vidrio de la ventana y abrirla.
En ese momento pensaba en varias cosas a la vez, entre ellas que evidentemente la persona en la casa vecina no se había percatado de mi presencia y rogué al cielo no estar a punto de presenciar un momento privado y embarazoso.
La persona apagó la luz del techo y encendió lo que parecía ser una lámpara de buen tamaño. Fue allí cuando me di cuenta de que la persona en la habitación era un jovencito, y por lo que pude apreciar la versión mejorada del hombre asiático que sabía vivía allí.
Darme cuenta atrapó por completo mi interés, y no perdí detalle de sus movimientos a lo largo y ancho del cuarto. El chico debía tener mi edad y era casi tan alto como yo, pero en esos momentos y de lejos me pareció más delgado.
Él no dejo de moverse por el cuarto, me imaginé que era su habitación, mientras comenzó a despojarse de la camisa de salir color crema con rayas verticales marrones que llevaba, hasta quedar en camisilla.
Extrañamente fascinado no pude quitarle los ojos de encima, de alguna manera me imaginaba que la escena formaba parte de uno de esos programas de situación tan populares, donde el protagonista era un adolescente guapo que encantaba a millones de fans.
Y cuando lo vi arrastrar una silla casi frente a la ventana e inclinarse un poco para hacerse con una guitarra que acomodó sobre su regazo, achiqué los ojos sin atreverme a mover. Había tenido la oportunidad de hacer evidente mi presencia, sin embargo, no lo hice, y no lo quería hacer porque deseaba ser testigo de lo que estaba por hacer el jovencito.
Escuché las primeras notas de la melodía de una canción de Brian Adams de mil novecientos ochenta y cuatro, recordé que la letra hablaba de tiempos pasados cuando los protagonistas eran jóvenes y salvajes. El joven tocaba la guitarra disfrutando cada nota que está emitía bajo su toque y no era necesario oirlo cantar para reproducir en mi mente la hermosa letra y en silencio comenzar a mover mis labios balbuceando los estribillos.
El chico de la guitarra, el mismo que sin duda oía tocar desde hacía algunas semanas y que estaba ajeno a mi presencia, acariciaba las cuerdas del instrumento, mientras mantenía los ojos cerrados y balanceaba suavemente su cuerpo hacia atrás y adelante.
Entre tanto yo esperaba lo inevitable sin deseos de moverme, pero conciente que podría ser acusado de ser un mirón. Aquel pensamiento provocó que una oleada de calor subiera y se expandiera por todo mi rostro y a regañadientes comencé a evaluar mis opciones para largarme de allí sin ser visto, aunque era más probable que aquello no tuviese los resultados esperados.
Arrastrar mi trasero al alero sería difícil sin ser visto, ponerme de pie y caminar hasta la ventana de mi habitación, imposible, tendría que convertirme en un ser incorpóreo para tamaña proeza. No había manera de pasar desapercibido.
Con las últimas notas de la guitarra perdiendose en el aire, fue cuando mi azorada mirada café quedo atrapada por la mirada oscura y sorprendida del guitarrista que inevitablemente me había visto.
Sintiéndome el más tonto de los humanos levanté mi mano derecha a modo de saludo, mientras enarbolaba una sonrisa de disculpa o por lo menos eso pensé.
No sé que esperaba aparte de que pensara que me gustaba espiar a mis vecinos sentado sobre el techo de la casa. Nos sostuvimos las miradas por lo que sentí fueron eternos segundos.
—Nunca hago esto...digo, lo hacía, pero llevaba tiempo sin hacerlo...
El chico asiático levantó una de sus negras cejas y lo primero que pensé fue lo idiota que se oyeron aquellas palabras casi mezcladas unas con otras, un sin sentido.
—¿Espiar a la gente? —No esperaba esa pregunta, de hecho aquello no era lo que luchaba por expresar.
Antes de escucharlo me preparaba para levantarme y llegar hasta el alero sin añadir nada más, pero no lo hice. Comencé a sentirme muy incómodo bajo su mirada y hasta llegué a preguntarme porque le daba tanta importancia a lo que pensara de mi un chico de mi edad, un desconocido.
Yo solo había tenido la mala pata de salir para sentarme sobre el techo de la casa, de mi casa, con la única intención de escuchar música con mi reproductor, relajarme un rato y dejar de pensar tanto.
Jamás me imaginé que me encontraría en aquella rara situación donde temía lo que un completo extraño pensara de mi. No tardé en cambiar mi expresión de disculpa por una de defensa y mis intenciones de entrar a la casa las eché al lado.
—Noooo, no te espiaba —Levanté un poco la barbilla y tomé una postura desafiante.
—Pues a mí me parece que si, ¿qué más hace una persona sobre el techo de una casa, pendiente a lo que sucede en la casa del lado? —Solo pensé en lo odioso que se oían sus suposiciones. El muchacho ya había dejado la guitarra a un lado y en ese momento se puso de pie para acercarse a la ventana del ático. Hasta entonces me daba cuenta de que la habitación donde se encontraba era lo que se llamaba el ático, la última habitación de una casa en el piso superior— .¿Sabes que espiar a alguien puede convertirse en algo patológico con consecuencias nefastas, y que está penado por la ley? —No comprendí porque me diría algo así, segundos después entendí que hablaba en serio y si eso pudiera suceder, ese sería el momento en que mi alma hubiese caído a mis pies. Volví a sentir vergüenza y también coraje, y un montón de emociones más a las que no podía darle nombre.
Aquel chico no dejaba de mirarme directo a los ojos, sin una pizca de amabilidad en su expresión, mientras sus manos estaban sobre el filo de la ventana y su cuerpo un poco inclinado hacia afuera. La suave brisa de tiempo atrás había intensificado y se encargó de moverse entre los largos mechones de su oscuro cabello.
Me puse de pie con agilidad asegurándome de llevar bien agarrado mi walkman y preparado para pasar al alero y de ahí hacia el interior de mi cuarto.
—Además, estar en ese techo te traerá problemas algún día, una caída desde allí debe de resultar muy dolorosa —Justo en ese momento, no sé si fue porque me puse de pie demasiado rápido, pero al llevar la mirada hacia el frente perdí un poco el balance, cosa de nada, pero él lo notó, lo aprecié por unos segundos en su rostro.
—Tranquilo, no te voy a dar el gusto de verme caer —Aquello no fue nada amable de mi parte, pero me parecio apropiado como respuesta a sus desafortunados comentarios. Volviendo a ostentar la agilidad que me caracterizaba llegué a alero y antes de dar los pasos que me llevarían en cuestión de segundos a la ventana de mi cuarto le hice una mala imitación del saludo militar a mi antipático vecino.
Después de entrar al cuarto y cuando me disponía a cerrar un poco una de las hojas de la ventana no pude evitar llevar mis ojos hacia la casa vecina, específicamente al segundo piso, desde mi posición no tenía la misma vista que cuando me encontraba en el techo, pero si podía ver el tenue resplandor de la luz de la lámpara dejando salir su débil destello.
Corregida 01/12/2025
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