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Capítulo 28


Mi primera vez 🔥



El lugar era hermoso, una reserva natural enorme, nada comparable en tamaño y esplendor, con el lugar que Sasuke y yo visitamos cerca de la casa.

El bosque donde acamparíamos comenzaba a mostrar los colores de la incipiente primavera aunque aquí y allá se podían ver parches de hielo, incluso  acumulaciones de nieve.

Según avanzaba el reloj, la temperatura fue mejorando bastante, aunque entre Sasuke y yo la temperatura siempre se estuvo elevada dentro del auto, sentados tan juntos, con nuestras manos tomadas casi desde que salimos de la casa.

Sin embargo, ninguno de los dos se animó a ir más allá de las miradas y el contacto de nuestras manos enlazadas. Fue un viaje de más de cuatro horas, pero por lo menos para mí, el tiempo pasó de un tirón. Solo hicimos una parada para estirar las piernas y visitar el aseo. Yo aproveché para compartir el café caliente y los sándwiches que mamá con tanto esmero había preparado.

Las últimas horas del viaje antes de llegar a la reserva, Kimberly y Ryu hicieron de las suyas cantando a viva voz algunas populares canciones de la época, mientras Sasuke y yo nos desternillábamos de la risa.

Después fue nuestro turno y Sasuke no decepciono con su bella voz. Cuando él cantaba no dejaba de mirarme y señalarme haciendo mímicas, dedicándome las melodías.

Cuando al fin llegamos, después de dejar el auto en el estacionamiento nos dedicamos a conseguir el mejor lugar para montar el campamento. Fue obvio como estarían divididos los lugares para dormir y el solo pensamiento elevo la temperatura de mi cuerpo.

Aunque  ya antes había pasado junto a Sasuke unas horas en la noche, en el ático, la perspectiva de pasar toda una noche con él, completamente a solas y en un lugar tan intimo y pequeño como una caseta de campaña, me causo enorme nerviosismo. Además desde que volvimos a vernos existía una intensa tensión sexual entre nosotros.

No sé si Sasuke llegó a pensar lo mismo que yo, pero noté que en varias ocasiones Ryu le llamó la atención porque lucia algo distraído.

El lugar donde armamos el pequeño campamento se encontraba cerca de un caudaloso rio, y desde donde estábamos se podía oír el rumor de las aguas en su cauce.

Inmediatamente después de tener listo el campamento Ryu propuso dar una caminata y buscar un buen lugar dónde echar uns anzuelos para pescar, la idea era comer pescado para la cena.

Aquello pareció emocionante para Sasuke y hasta para Kimberly, pero a mi no me emocionaba mucho, de hecho, el pescado no era mi platillo favorito, apenas lo comía. Decidí que en el caso de que tuvieran suerte y pescaran algo, yo comería salchichas, pan y malvaviscos. Sin embargo, para mí fue lo de menos cuando aprecié la alegría de Sasuke, su espontáneo comportamiento.

Me encantaba verlo bromear, reír y decirme cosas al oído tales como; «me gustas mucho, Alejandro», o «te extrañé muchísimo y estoy feliz que hoy estemos juntos aquí»

Esa química que existía entre nosotros, y la alegría de estar al fin cerca, sin necesidad de esconderse o fingir delante de los demás, esa sensación era única.

Mientras Sasuke y Ryu parecían no decidirse donde echar la carnada, Kimberly disfrutaba de los tenues rayos del sol vespertino tumbada con los ojos semi cerrados sobre la fresca yerba, yo a su lado, no perdía detalle de los hermanos, de sus risas y manoteos amistosos.

De vez en cuando me había echado a reír con sus locuras, en cierto momento Sasuke casi va a dar dentro de la fría agua cuando tropezó en su intento de alejarse de su hermano.

Aquello fue hilarante para mí y de premio me llevé una fingida mirada de enojo por parte del chico que amaba. Sin embargo, mirarme mal pareció no ser suficiente para él, pues Sasuke se acercó llevando en sus manos un vaso lleno de lombrices vivas, listas para echármelas en la cabeza.

Al verlo me puse de pie y corrí para alejarme de él, mientras Ryu no dejaba de reír y aplaudir dándole ánimos a su hermano para que cumpliera con la amenaza. Kimberly miraba todo entre divertida y horrorizada, probablemente tomando en cuenta que Ryu pudiese hacer lo mismo con ella.

Sasuke, con sus cabellos soltándose de su poca apretada cola, cayendo sobre su rostro, y sin parar de reír como poseso mientras me correteaba por los alrededores, es una imagen que nunca olvidaré.

Recuerdo que terminé resbalando gracias a la húmeda tierra y fui a dar con mi trasero sobre la yerba, fue entonces que Sasuke aprovechó para lanzarse sobre mí e inmovilizarme. Al menos eso era lo que pretendía, pero yo, en mi afán de evitar sentir los insectos que él llevaba sobre mí, se lo hize muy difícil, moviéndome constantemente bajo él, mientras jadeante, con mis brazos trataba de cubrirme el rostro.

Sasuke no podía dejar de reír y eso dificultaba aún más su idea de tener el control.

—¡Deja de moverte como loco, que no te voy a echar nada, no ves que estas lombrices son la carnada para los peces! —decía, mientras tenía uno de sus brazos estirados hacia arriba, en esa mano llevaba el vaso con los babosos insectos. Con el otro brazo buscaba apoyarse sobre la tierra, en tanto usaba una de sus piernas, la izquierda, para tratara de inmovilizar mis casi erráticos movimientos.

—¡No te creo! —decía yo asqueado en tanto Sasuke parecía ser preso de un ataque de risa. Ryu apareció de pronto y le arrebato el vaso plástico a su hermano, solo  allí dejé de moverme.

Sasuke bajó el brazo y logró pillarme debajo de él, nuestros rostros muy cerca. El estallido de risas se fue apagando poco a poco, hasta que solo una bonita sonrisa asomo a sus labios.

Yo lo miraba de reojo, con la respiración y el pulso agitados no solo por la carrera y el movimiento, sino por la tensión que de pronto surgió entre nosotros.

—¡Ya levántense de ahí par de tortolos enamorados! —voceo Kimberly— .Dale una mano a Ryu a ver si pescan algo, Sasuke, tú ven conmigo a preparar todo para hacer de cenar, Alejandro —

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Ese sábado, mientras los hermanos Takahashi estuvieron ocupados tratando de pescar, Kimberly y yo nos encargamos de armar todo lo necesario para preparar la cena. El asador estaba listo, con su parrilla caliente esperado lo que fuera que tenían pensando echar sobre ella.

Contra todo lo que Kim y yo llegamos a pensar y comentar entre nosotros, los Takahashi volvieron del rio con seis pescados que no eran muy grandes, pero tampoco se trataba de crías.

Ryu y Sasuke volvieron cargando una pequeña cubeta con lo pescado entre risas y comentarios alegres. Kimberly y yo los recibimos con sendos vasos llenos de fría limonada que ambos agradecieron.

Pronto me di cuenta de que aquello de la pesca no solo se trataba de lograr capturar la presa sino lo que le seguía, descamarlo y limpiar sus entrañas.

Y al parecer ninguno de los hermanos tenía problemas con la tarea, yo me mantuve a cierta distancia, pues nunca me gusto mucho el olor. Desde mi posición podía ver a Sasuke siempre disfrutando el quehacer, riendo y bromeando con su hermano y Kim.

Sin embargo, nunca me sentí excluido porque Sasuke siempre tuvo tiempo para dedicarme miraditas, sonrisas y gestos graciosos, mientras mantenía sus manos ocupadas descamando, cortando y destripando.

Y pese a que ya caía la tarde y los rayos del sol que aún se atrevían a asomarse entre las nubes, con su mortecina luz, apenas calentaban, Sasuke se despojo del suéter que llevaba, quedando en camisilla. A mí casi me resultaba imposible apartar la mirada de sus bien torneados hombros, largos brazos, grandes manos y largos dedos.

A mi entender, lo hacía con gran disimulo, pero eso fue hasta que cuando menos lo esperaba Sasuke giró la cabeza en mi dirección para atrapar mi mirada con la suya, ante su inquisitivo gesto me di cuenta de que el japones se había dado cuenta de mi escrutinio y bajé la cabeza muerto de la risa y con las orejas en llamas.

Nuevamente algunos atrevidos pensamientos hicieron presa de mi y esa vez si me propuse mantener la mirada lejos del chico.

Ayude a Kim a colocar las cuatro sillas de plástico alrededor del asador y terminé haciendo una ensalada de lechuga, tomate y pepino para acompañar el pescado y las papas asadas que Kim había puesto a cocinar.

En cuanto Sasuke y Ryu terminaron de preparar los pescados, este último se había encargado de sazonarlos con sal y pimienta, Kimberly los coloco también en la parrilla, mientras Sasuke no tardo en acercarse a mi que le miré con suspicacia, en especial sus manos.

—Acompáñame al rio, Alejandro, tengo que lavarme, no soporto este olor...— Sasuke guardo las distancias y me regaló una de sus más encantadoras sonrisas, a la par que una de sus miraditas más lisonjeras.

Pensé en decirle que aquello estaba bien porque nadie los mando a ponerse a inventar con la pesca, sin embargo, no me pude negar a su petición, como siempre.

—Una buena zambullida en el rio no nos caerá nada mal —exclamó él y aquello si que no me pareció buena idea.

—¡Espera Sasuke, esa agua debe de estar helada! —Sin embargo, ya él había acelerado el paso en dirección al cuerpo de agua. Cuando me di cuenta, Ryu y Kimberly pasaron a mi lado, casi corriendo, entusiasmados con echarse a nadar en esas aguas poco profundas y casi heladas.

Mientras yo no perdía señal de Sasuke y los demás, me acerque a la orilla, no quería ser aguafiestas, pero en mis planes no estaba meterme al agua.

—Vamos, Alejandro —Me animó Sasuke de pie en la orilla mientras se despojaba del pantalón, y la camisilla quedando en calzoncillos. Con el rostro ardiendo y bastante soprendido de su actitud exhibicionista, no supe si apartar la mirada o comérmelo con los ojos.

Kimberly y Ryu emularon al chico y tampoco tuvieron reparos en quedarse en ropa interior, antes de lanzarse al agua. Mi mirada iba de Sasuke, casi desnudo, al agua un poco enturbiada y de frío aspecto donde chapoteaban alegres mis dos compañeros de viaje.

Sasuke extendió una de sus manos hacía mi, una sonrisa divertida distendía sus labios, mientras mi corazón pareció querer subir por mi garganta emocionado. Percibí la sonrisa de Sasuke llena de promesas e intenciones que pese a todo lo demás, yo estaba ansioso por conocer.

Y aunque hacía unos minutos estaba seguro de que no me lanzaría a las frías aguas, terminé en ropa interior y de la mano del chico que amaba sumergiéndome en ellas.

***********************

Cuando se es muy joven, a veces, uno tiende a no pensar mucho las cosas, a sentirse invencible. Lo que le sucedió a fulano de tal, uno piensa que jamás puede pasarle a uno.

Chapoteando en aquellas frías aguas no pensamos en enfermarnos, o en los calambres que pudiéramos sentir después, no pensábamos en nada solo en reír, y disfrutar el momento, aunque al salir, completamente mojados y tiritando, seguramente a más de uno le paso por la mente la posibilidad de una hipotermia.

Los cuatro corrimos hacía el campamento, y nos hicimos cada uno de una enorme toalla para cubrirnos de la fresca brisa que soplaba sobre nuestra piel húmeda.

Ryu se hizo cargo de encender los troncos apilados de la fogata, ya anochecía.

Mientras el pescado se cocinaba sobre la parrilla, junto a las papas, luego de cambiarnos, yo me puse el suéter más abrigado que tenía en la mochila, nos sentamos en un semi circulo frente a la fogata que ardía con vigor extendiendo el calor de la leña a nuestros cuerpos.

Alli estaba Kimberly y Ryu, tomados de la mano, sin desaprovechar la ocasión de besarse y acariciarse levemente. Al mirarlos me pregunté, no por primera vez, que pensaría la chica de todo el asunto de la prometida asiática con la que el muchacho debía casarse. Kimberly parecía muy enamorada de Ryu y también me pregunté si acaso la chica estaba ajena a todo aquel drama.

A mi lado se encontraba Sasuke con su guitarra a la que le sacaba algunas largas notas, afinándola. Sasuke no dejaba de mirarme mientras sus largos dedos acariciaban las cuerdas del instrumento y yo no podía evitar la sonrisa encandilada que distendia mis labios.

Amaba a Sasuke, todavía no había tenido la ocasión de confesárselo, aunque intuía que era algo que él podía ver cuando lo miraba. Recuerdo que esa noche tuve algunas dudas que estrecharon mi alma, dude de su amor, de lo fuerte que eran sus sentimientos por mi, y no pude evitar compararlos con lo que yo sentía por él.

Recuerdo que hice un esfuerzo para no dejarme llevar por mis temores y inseguridades, lo menos que deseaba era perturbar la velada sintiéndome mal, y decaído.

Después de comer, yo terminé probando la tierna carne de uno de los pescados más pequeños y no me fue tan mal, estuvimos cantando viejas y conocidas canciones mientras Sasuke tocaba la guitarra.

Con el cielo estrellado cobijándonos y una luna llena y majestuosa brillando en lo alto, nos dedicamos a cantar, a contar anécdotas divertidas, a pasarlo bien, a construir recuerdos que todavía perduran, por lo menos en mí.

Agotados, después de aquel día un poco ajetreado llegó el momento de buscar cobijo dentro de los pequeños toldos. Cuando vi a Kimberly y Ryu ponerse de pie, al primero apagar las llamas de la fogata, mientras ella se dirigía a paso seguro en dirección a la caseta que ocuparía con Ryu, en vez de ponerme de pie, me dio la impresión de que bien me podían salir raíces sobre la silla, impidiéndome avanzar.

Sasuke ya estaba de pie, guitarra en mano.

—¿Vas a dormir al interperie, mi Alejandro?. Esa silla no parece ser demasiado cómoda —Sasuke intentaba bromear, pero yo percibí en su voz un poco del temor a lo desconocido que sentía yo. El japones buscaba bromear para de alguna manera aligerar el ambiente.

Después de dejar escapar un largo suspiro me puse de pie, Ryu y Kimberly habían desaparecido dentro de la caseta desde donde lo único que se apreciaba era una muy tenue iluminación, posiblemente de alguna linterna.

—Ni lo sueñes, no voy a dormir afuera. Tendrás que dejarme lugar allí adentro —Yo también podía tratar de aligerar el ambiente entre nosotros, tratar de quitarle peso a esa tensión sexual que se encendía con tan solo mirarnos.

Jamás he podido olvidar esa noche, mi primera vez. Han pasado diecinueve años y los recuerdos están tan vivos en mi memoria que en ocasiones temo perderme en ellos y no volver a salir.

Sasuke extendió una de sus manos en mi dirección y yo no dudé en aferrarme a ella, con mis dedos fríos sobre los suyos tan tibios. Nuestras miradas se enlazaron y ambos dejamos escapar una risa nerviosa. Me dejé llevar, a su paso, con el corazón latiendo desenfrenado, y un vacío inmenso en mi estómago.

Esa noche, en el interior de aquella pequeña caseta, las intenciones de hablar, de pasar horas para llegar a un acuerdo sobre nuestras dudas, y temores, sobre el presente o el futuro, quedaron tiradas en un rincón.

Porque en cuanto estuvimos de frente en aquel reducido espacio, tan cerca que podíamos respirar el aliento del otro y sentir el calor que emanaba de nuestros cuerpos, las buenas intenciones fueron olvidadas, remplazadas por el fuego de la pasión que estallo entre nosotros.

Yo pasé por alto todo aquello que me limitara, que le pusiera trabas o obstáculos a mis ganas de arrimarme a él y comerme su boca. Fui yo el que tomó la iniciativa, parecía una criatura casi salvaje y hambrienta, a horcajadas sobre él, mientras con mis manos casi inmovilizaba su rostro para atacar con  labios y dientes su boca entreabierta, entre respiraciones agitadas.

Las manos de Sasuke sobre mis nalgas, haciendo presión para montarme aún más sobre él, mientras llevábamos un debate de labios, dientes y lenguas, pareció estar a punto de incendiarnos.

Al menos yo sentía que haría combustión en cualquier momento y la ropa que llevaba comenzó a estorbarme.

Nos besamos de diferentes formas, al principio atacando nuestras bocas con desenfreno, mientras yo me alzaba sobre su regazo, segundos despues, buscando un poco de aire, separamos nuestros labios y comenzamos una ligera danza de pequeños besos, suaves mordiscos y tiernas lamidas.

Yo ya no podía pensar, tampoco lo quería, solo necesitaba sentir su piel sobre la mia y sus manos acariciando cada recoveco de mi cuerpo. Deseaba hacer otro tanto con él, besar su cuerpo, lamer su piel, emborracharme con su olor amaderado, perderme en nuestros gemidos y jadeos.

De ser yo a horcajadas sobre él, pase a tumbarme sobre las colchonetas que llevamos para dormir, mientras Sasuke me besaba de pies a cabeza, los dos desnudos, sin vergüenzas o falso pudor.

Verlo de rodillas a mi lado, inclinándose para llegar a mi piel y volverme loco con su lengua amenazó mi cordura y temí perder el poco juicio que me quedaba. Solo podía sentir, quemarme, aunque recuerdo que la inseguridad de no saber que me correspondía hacer, si cruzo por mi nublada mente, pero la eché a un lado y decidí dejarme llevar.

Cuando Sasuke abrazo mi miembro con su boca, jadeé y sentí que se me iba la vida, segundos después llegaba al cielo y volvía a caer, una y otra vez mientras él se adueñaba de mi.

Jamás, en mi ignorancia, o en mis más alocados sueños y fantasías imaginé algo así, y cuando llegó el alivio un estallido de sensaciones se apodero de todo mi cuerpo, y me di cuenta de que no solo había sido yo quién alcanzó el orgasmo, cuando un liquido caliente se derramo sobre uno de mis muslos y oí el ahogado grito de Sasuke.

Jadeante, pero con una hermosa sonrisa de satisfacción en su bosa, el japones casi se arrastro hasta llegar a mi lado y puso sus labios sobre el nacimiento de mi cuello, cerca de la clavícula, allí depositó un suave beso.

Yo me acomodé mejor, de lado, para abrazarlo y poder besar sus labios.

—Te amo, Sasuke Takahashi...

—Yo también te amo, mi Alejandro...

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