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Capítulo 19


Somos un secreto

Miré una vez más a través de la ventana de mi cuarto, ya no recordaba cuantas veces había atisbado hacía el exterior, tampoco estaba seguro de qué buscaba.

El día había permanecido nublado y, afuera, las temperaturas fluctuaban entre los veintiún grados y los treinta grados, Fahrenheit. Recuerdo que en esa ocasión mi atención fue captada por la manera, bastante fuerte, en que se agitaban las pocas hojas de los árboles cercanos, hasta desprenderse de sus ramas y caer.

En la casa vecina no se veía movimiento, aunque a decir verdad, siempre era así. Los Takahashi parecían ser personas que preferían el interior de su vivienda a salir al patio a barrer las hojas caídas, ya ni siquiera veía a Suzume paseando el perro.

Sin embargo, mi preocupación ese día no eran las costumbres de mis vecinos, era el bienestar de Sasuke, a raíz de nuestro encuentro con su hermano Ryu, esa mañana.

—Ryu...—La reacción de Sasuke ante la inesperada presencia de su hermano fue una mezcla de sorpresa y ...¿vergüenza?

Lo miré bajar la mirada, rehuyéndola de Ryu. Yo me quedé inmóvil en mi posición en cuclillas, con los dedos de mis manos enredados en los finos cordones de mis zapatos de salir, por varios segundos, pero casi de inmediato reaccioné, y me puse de pie sin importarme en que condiciones llevara el calzado.

Ryu me echó un vistazo.

—Hola Alejandro —saludo, yo sencillamente levanté una de mis manos en respuesta.

Siguió un momento de silencio en tanto los tres nos echamos rápidas miradas sin compromiso, noté a Ryu demasiado serio, y a Sasuke evasivo, ni siquiera se animó a mirarme de frente.

Incómodo hasta más no poder, luego de llevarme la mano izquierda a la cara y rascarme la mandíbula decidí que lo mejor que podía hacer era bajar las escaleras y salir de la casa. No era la despedida que esperaba, pero si lo ideal en esos momentos.

No pensé en la posibilidad de ser visto por algún otro miembro de la familia y lo extraño que sería para ellos verme allí a esas tempranas horas del día, mientras descendía las escaleras solo estaba enfocado en abandonar la vivienda ajena y llegar a mi casa.

Recuerdo haber escuchado, justo antes de salir al patio, las voces apagadas de Sasuke y su hermano en lo que me pareció una discusión en su idioma natal. Aquello último tuvo un efecto angustiante en mi, que pasó a durarme casi todo el día.

No había vuelto a saber de Sasuke y mucho menos sobre el resultado del intercambio de palabras con su hermano.

Un poco desanimado, decidí, ya entrada la tarde, bajar y sentarme un rato en la sala, en compañía de la abuela. Mamá estaba en la cocina ocupada en recalentar la comida que había quedado de la noche anterior, mientras mi padre y Ben habían salido en busca de un lugar abierto ese día feriado, donde comprar café y leche.

Mi hermano mayor había estado de curioso en cuanto me vio en la mañana y hasta me amenazo con contarle a nuestros padres que yo, por primera vez, no había pasado la noche en la casa.

—Anda, dime con quién estabas, Alejo. Sé que tu noviecita no está en Ohio, que se fue hace días atrás con sus padres. Yo me acosté sobre las tres de la mañana y tu no estabas aquí —Ben pretendía no dejarme alternativa — .Si no me dices, le cuento a mamá y a papá sobre tus andanzas —Rodeé los ojos fastidiado.

—De acuerdo, ve y cuéntale sobre mi escapada, que yo le contaré que anoche te vi con Rosario, los dos caminando calle abajo —Fue lo único que se me ocurrió para contrarrestar sus intenciones.

Jamás lo haría, pero funcionó con Benjamín, que no solo se puso pálido y no refutó mis dichos, sino que se encogió de hombros y de repente alegó sentirse mal del estómago. Mi hermano no volvió a preguntarme sobre la salida nocturna, de hecho, apenas lo volví a ver ese día.

Mientras cerraba la puerta de la habitación, vi subir la escalera a Brenda Lee, seguida de cerca de Suzume. Contuve el aliento unos segundos pues creí que Sasuke podría estar allí también, sin embargo solté el aliento, desilusionado ante su ausencia.

Las chicas venían hablando y riendo entre sí, yo me detuve en el pasillo.

—Hola Alejandro —saludo Suzume en cuanto me vio, Brenda Lee adelanto a la asiática e inicio el rumbo hacía la habitación que compartía con Maricarmen.

—Hola...

—Hola y adios Alejandro. Suzume y yo tenemos cosas de chicas que hacer —mencionó mi hermana mientras le hacía gestos a su amiga para que la siguiera.

La hermana de Sasuke me echó un rápido vistazo antes de ir tras su nueva amiga, la vi bajar la mirada, y me pareció que algo caía de su mano al suelo, pero no podía estar seguro. Suzume volvió a mirarme antes de entrar al cuarto con Brenda Lee. Creyendo entender lo que pasaba, me apresuré al pie de la escalera y efectivamente encontré sobre el suelo un papel de libreta a rayas, doblado, que me recordó la primera vez que Sasuke y yo nos vimos para estudiar en la biblioteca.

Con rapidez lo recogí, acojiendolo en mi puño cerrado mientras el corazón parecía bailarme en el pecho. Volví a la habitación, pasé pestillo a la puerta y emocionado me senté sobre el colchón para desdoblar el papel, y me fijé que era casi idéntico al primero.

Aunque en esta ocasión la escritura era en letra cursiva.

—Mi Alejandro...—repetí extasiado y se sintió tan bien.

Doblé el papel y lo metí en uno de mis bolsillos, tres horas se cumplirían más o menos a las siete de la noche, tiempo suficiente para yo enloquecer si no buscaba que hacer. Me debatí entre seguir el plan que tenía antes de la nota o salir a ver a Rosario, porque no voy a mentir, me mataba la curiosidad por saber en que estaban ella y mi hermano.

Sin embargo, lo pensé mejor y decidí quedarme en casa, no quería alejarme mucho del lugar donde próximamente nos encontraríamos Sasuke y yo.

Sentado cerca de la abuela, le di muchas vueltas en la cabeza a lo que habría sucedido entre Ryu y Sasuke después de que me marche de su casa esa mañana. Todos los escenarios en los que pensé, eran puras suposiciones, pero de seguro Sasuke me diría cuando lo viera.

*********************

Como siempre, nos sentamos a cenar sobre las seis de la tarde.

—No comas tan rápido, Alejo —No me había dado cuenta de la prisa que parecía llevar, hasta que mamá lo dijo. Con la boca llena hice un gesto afirmativo con la cabeza antes de masticar bien el enorme bocado que tenía en la boca.

Maricarmen y Brenda Lee se echaron a reír mientras Ben, que aún no podía comer nada solido, hizo una mueca. Desde ese momento traté de relajarme, aunque igual fui el primero en terminar de comer y subir a lavarme la boca.

Cuando volví a bajar Maricarmen se cruzó en mi camino.

—Hoy te toca fregar, Alejo —Aquello me tomó por sorpresa, aunque no debió hacerlo pues era costumbre que semanalmente nosotros, los hermanos Morell, tuviésemos turnos para fregar o recoger la cocina en la noche. Sin embargo, yo no recordaba que ese viernes era mi turno, cosa que me atrasaría bastante. Maricarmen pareció darse cuenta de mi incertidumbre porque me miró directo a los ojos, con un gesto triste en sus labios.

—Después de todo no tienes nada mejor que hacer ¿o si? —Le devolví la mirada y sonreí de manera traviesa.

—Ayúdame con eso, hermanita —Maricarmen se llevó una de sus manos al escote, bajó la mirada e hizo un puchero.

—No crees que esa chiquilla es muy joven aun, Alejo. No quiero que te metas en problemas, ella tiene dos hermanos mayores a los que quizás no les guste que tu... —comentó y mi cerebro por poco hace corto circuito— .Además no es justo que engañes a Gwendy —Fue con eso que entendí lo que mi hermana pensaba; que entre Suzume y yo existía algo romántico.

Pude negarlo, pero opté por encogerme de hombros dejando que continuara con ese hilo de pensamientos.

—Esta bien, yo me encargo de los platos por hoy, pero me debes una —dijo ella con tono de resignación, pero a la misma vez divertida.

—Gracias hermanita...

Maricarmen golpeo mi nuca suavemente al pasar en dirección a la cocina mientras yo le echaba un nuevo vistazo al reloj, ya faltaba menos para volver a ver a Sasuke.

*********************

A las siete menos tres minutos, salí por la puerta principal mientras casi toda mi familia estaba en la sala disfrutando de una película de navidad. Bien abrigado, retrocedí hasta el fondo del patio, allí, justo donde nos habíamos visto la noche anterior cuando Sasuke me saco de la casa, se encontraba él.

—Viniste...—murmuró y enseguida me tomó entre sus brazos para apretarme, yo correspondí a su abrazo mientras disfrutaba de su aroma y calidez.

—Por verte iría al fin del mundo, Sasuke —dije sobre su oído antes de que mi boca fuera asaltada por uno de sus apasionados besos, el cual igualmente correspondí con ímpetu.

Su cercanía, sus besos, el aroma que desprendía su largo cabello oscuro, la calidez de su abrazo, todo y más era para mi una experiencia inigualable, única.

A punto estuve de poner en mis labios la verdad, la declaración que escondía todo lo que sentía por él, pero no me atreví a decirle un te amo, lo pensé bien y lo sentí apresurado, aunque también lo sentía tan cierto.

Y me pregunté que sentiría él por mi.

Nos besamos por largos minutos, bajo aquella penumbra, al amparo de la noche y las pocas estrellas. No importaba la brisa helada que amenazaba con quemar la piel expuesta de nuestros rostros. Sasuke y yo nos dábamos calor, abrazados, mientras el ímpetu de nuestros labios encendía hogueras en los lugares más íntimos de nuestra anatomía.

Parecía que ninguno de los dos deseaba dejar los labios del otro, mientras jadeantes buscamos ese oxígeno que nos hacía falta entre beso y beso. Por lo menos yo, pronto me olvidé del lugar donde estábamos y que en cualquier momento podríamos ser expuestos.

—Conozco un parque a una hora de aquí, podemos ir en autobús...—Lo escuché decir al abandonar mis labios, se alejó un poco para poder mirarme. Lo vi sonreír y sus ojos brillar.

—Tan lejos...

No me hacía sentido ir tan lejos en autobús cuando cerca existían veintenas de parques donde podríamos ir. Sin embargo, la idea de pasar todo el día con él me encantaba.

—Es mejor así Alejandro, no podemos arriesgarnos a que nos vean...—Entendí que el problema no era que nos vieran juntos, sino que nos vieran besándonos o de alguna otra manera comprometida.

Recuerdo que aquella fue la primera vez que lo oí hacer ese tipo de salvedad y me choco. Sasuke levantó mi barbilla con la ayuda de su mano, yo ni cuenta me había dado de que tenía la mirada baja.

—Comprendes, ¿cierto? —Si, comprendía, aunque me parecía injusto todo lo que venía de la mano a ese entendimiento. Sin embargo, era conciente de que por el momento así debían de ser las cosas. Parecer los mejores amigos ante todos, cuando en la intimidad no podíamos mantener las manos alejadas uno del otro, tampoco nuestras bocas.

Sasuke abarcó mi rostro con sus manos y juntó su nariz con la mía.

—Podemos irnos temprano, pasar todo el día allá y regresar en el último autobús —propuso hablando suavemente sobre mis labios.

En ese entonces, aún no estaba consciente de la profundidad de sus sentimientos de rechazo hacía su esencia, a lo que sentía. No podría decir que me hubiese alejado de él si en aquel entonces hubiera estado al tanto de sus temores, o del desprecio que Sasuke guardaba en el fondo de su alma hacía todo lo que nos representaba.

Sin embargo, casi estoy seguro de que no hubiese hecho nada diferente.

Esa noche fue la primera de muchas veces, que accedí a su manera de hacer las cosas durante el tiempo en que estuvimos juntos. Y debo decir que al principio era feliz.

Joven, ingenuo y feliz.

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Ese sábado fue la siguiente ocasión que salí de la casa sin avisar a dónde y menos con quién iba. Esa mañana amaneció fría, pero un sol de rayos tenues y delicados nos brindaba su luz, aun así, tuve que salir bien abrigado, eso incluía gorro de lana y guantes.

Abandoné la casa antes de las ocho de la mañana, había quedado con Sasuke en vernos en el primer cruce de la calle donde vivíamos. Cuando nos vimos de frente ninguno de los dos se toco, ni siquiera nos dimos las manos como saludo, solo sonreímos y de mutuo acuerdo caminamos juntos en dirección a abordar un autobús local que nos llevaría a la estación principal de autobuses, desde donde saldríamos hacía el pueblo del que Sasuke me había hablado, el lugar dónde se encontraba ese parque tan bonito que deseaba mostrarme.

Según me comentó Sasuke mientras caminábamos, me había dado cuenta de que llevaba una mochila al hombro, en ella cargaba todo lo necesario para que tuviésemos un picnic. Yo no pude contener la risa, emocionado ante la expectativa, pues nunca fui a un picnic antes. También cargaba con la guitarra metida en su forro.

El viaje fue de menos de una hora y luego de una caminata llegamos juntos al vasto parque adornado con los colores del otoño, casi invierno. El paisaje mostraba árboles casi desnudos, y el agua del río que recorría los predios, lo hacía en calma.

No vimos mucha gente a nuestro alrededor, parejas o personas solitarias aquí o allá haciendo ejercicio, algunas madres o abuelas con niños en el área de juegos, muy pocos a decir verdad porque, aunque estaba soleado el día, hacía bastante frío.

La reserva natural era enorme, con infinidad de senderos para caminar entre la naturaleza, también habían áreas para merendar, unas bajo techo, otras desprovistas del mismo. Sasuke y yo pronto nos perdimos lejos de las áreas más visitadas y, mientras él extendía una manta que sacó de la mochila sobre la grama húmeda, yo atisbaba dentro del morral lleno de curiosidad.

—Un picnic casi en invierno —mencioné, aunque la estación del año no le quitaba la emoción al mismo. Saqué de la mochila un termo, algunas servilletas, lo que me parecieron cuatro sándwiches, y algo de fruta, en específico manzanas y guineos.

Después de colocar la guitarra sobre la manta, Sasuke se acercó tomándome algo desprevenido pues con mis brazos llenos de lo que había recuperado de su mochila, miraba embelesado a mi alrededor, dándole la espalda.

—No importa la ocasión o época del año, estar juntos es lo importante, mi Alejandro —Sasuke estaba a mis espaldas y murmuró esa frase junto a mi oído, casi al mismo tiempo que dejaba un húmedo beso sobre la parte posterior de mi cuello, enviando oleadas de placer a lo largo de mi espina dorsal.

Sasuke me ayudo con el termo y la comida, que acomodamos sobre la manta, luego nos descalzamos y fuimos a sentarnos sobre ella.

Casi de inmediato y por mutuo acuerdo dispusimos de los abrigos, gorros y guantes, al estar el sol brillando en lo alto del firmamento, sus tenues rayos servían para calentar un poco la piel expuesta del rostro y las manos, alejando así la caricia de la fría brisa.

Sasuke apiló nuestro abrigos de manera tal, que nos sirvieran de almohadones y me animó a acostarme a su lado, tomados de la mano. Mientras yo lo miraba, él miraba el cielo y señalaba las pocas nubes que había, dándoles nombres locos, según le parecían las formas.

Mientras lo miraba, extasiado por el movimiento de sus labios, escuchando las bobadas que decía y sintiendo en la palma de la mano que él sostenía, las caricias de sus dedos, no podía sentirme más feliz y enamorado.

Sasuke se acomodó de lado y se irguió un poco con la ayuda de su brazo, mientras que yo permanecí boca arriba, pero sin perder detalle de todos sus movimientos.

—No sabes cuanto luché por rechazar lo que me provocas, Alejandro —Sus palabras, dichas con suavidad y un dejó de tristeza, no supe como tomarlas. Decidí no decir nada, solo escuchar — .Sin embargo, sabía que no podría, que al final caería ante ti, ante tu cálida mirada, tus rizos y esa manera de sonreír que tienes. Porque aunque quise poner distancia entre nosotros supe que era inútil, casi desde el primer momento —intuí que detrás de toda aquella confesión había algo más que el mero temor que pudiera tener, y que tuve yo, al descubrir emociones y sentimientos nuevos y a veces desconcertantes.

Sasuke acaricio algunos mechones de mi cabello y cuando volvió a mirarme a los ojos en lo único que yo podía pensar era en que deseaba esa boca de labios finos sobre la mía.

—Bésame...—dije sin importarme ser vulnerable ante él— .Bésame Sasuke y olvidemos lo demás —añadí y sin miedo o dudas esta vez fui yo, el que di el primer paso.




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