Capítulo 17
Me niego a mirarte
Después de nuestro inconcluso encuentro y mi apresurada salida de su casa el día anterior, Gwendy y yo no volvimos a hablar. Ella se fue de viaje muy temprano la mañana siguiente y ni siquiera una llamada telefónica intercambiamos.
Mi novia estaría en Chicago por seis días y aunque estaba seguro de que no la extrañaría, también era cierto que deseaba un nuevo encuentro para darle fin a nuestro noviazgo. Continuar con nuestra relación y pensar constantemente en Sasuke deseando su cercanía, comenzó a hacerme sentir culpable y desleal.
Esa noche que vi a Sasuke llegando a bordo de un auto manejado por aquella linda morena prácticamente no pude dormir hasta bien entrada la madrugada. Su imagen risueña y alegre, faceta que yo apenas presencié en el pasado, perturbó mis pensamientos y casi me fue imposible delegarla a un rincón de mi mente.
¿Quién era esa linda chica?
Yo estaba seguro de no haberla visto antes, de hecho me pareció unos años mayor que nosotros, y eso la descartaba como compañera de escuela.
Me pasé todo el día pensando en lo mismo, la identidad de la hermosa chica que trajo a Sasuke la noche anterior, al final del día, aun sin una respuesta, pero haciéndome varios escenarios en la mente, me fui a dormir temprano.
A la mañana siguiente, miércoles, lo primero que vino a mi mente cuando desperté fueron los retazos de la pesadilla que controlo mi psiquis durante mis horas de descanso. Aturdido, pasé algunos minutos sentado al borde de la cama, mirando sin ver frente a mí, repasando las imágenes de la pesadilla donde Sasuke y la linda afroamericana del auto caminaban frente a mi tomados de las manos y dedicándose gestos cariñosos entre si.
La pequeña llama de los celos que ya sentía en mi interior desde que vi a mi vecino en compañía de aquella chica, intensifico su tamaño ante el recuerdo.
Después de tomar una larga ducha, vistiendo todavía uno de mis viejos pantalones de pijama y camisilla holgada, bajé a por algo de comer. Desde el día anterior mamá había anunciado que ese día se dedicaría exclusivamente, con nuestra ayuda, a los preparativos para la cena del día de acción de gracias.
Eso quería decir que al menos el desayuno iría por nuestra cuenta así que agarré unas cuantas galletas de soda, mantequilla y un poco de queso cheddar para acompañar el café mañanero.
La cocina era un hervidero de actividad, mamá se desplazaba de un punto al siguiente, atareada y dando ordenes a mis hermanas. Sobre la estufa había cuatro calderos desde los cuales exquisitos aromas se alzaban mezclándose entre ellos para inundar casi toda la casa.
Mi padre ocupaba una silla en una esquina de la cocina y me saludo con la mano en la que sostenía un pequeño cuchillo, que usaba para quitarle la cascara a unos guineos verdes de un pequeño racimo que tenía sobre sus piernas. Me pareció que está vez mamá planeaba cocinar una gran cantidad de comida.
Cuando Ben se hizo presente en la sala, donde yo había ido a sentarme junto a la abuela, mamá se acercó a nosotros secándose las manos con el delantal que llevaba a la cintura.
Mis hermanas se asomaron desde la cocina, me di cuenta de que Maricarmen lucia enojada, su pequeña boca de labios fruncidos lo decía todo. El rostro de Brenda Lee contaba otra historia, mi hermana menor sonreía de oreja a oreja.
—Alejandro, tú y Ben se encargarán del árbol de navidad y los adornos —instruyo mamá mirándonos, primero a mi y luego a Ben, y viceversa.
Como buenos boricuas para nosotros la navidad comenzaba con la llegada del día de gracias.
—¿Por qué ellos no hacen la limpieza y nosotras nos encargamos del árbol? —preguntó mi hermana mayor, yo puse toda mi atención sobre ella pues no sabía a qué tipo de limpieza se refería.
—Ya yo hablé, Maricarmen —Le contestó mamá, con esa clásica frase que no admitía ni suplicas y mucho menos desobediencia. Maricarmen regresó al interior de la cocina protestando por lo bajo su disgusto de tener que limpiar las ventanas y el balcón.
Cuando oí aquello sospeché que no solo seriamos nosotros para la cena del día siguiente, era más que probable que algún primo rezagado llegara a comer. Esa idea me pareció buena pues ya me veía distraído por las interesantes conversaciones entre mis padres y los invitados.
Sin embargo, en esos momentos lo menos que quería hacer era levantarme del cómodo mueble desde donde miraba televisión.
—Levanten el trasero, Alejo y Benjamín y busquen en el cobertizo todo lo que necesiten para decorar la casa, quiero que este todo muy limpio y hermoso para cuando llegue la visita mañana —Ya estaba de pie y listo para ir con Ben a cumplir la tarea—. Debemos darle muy buena impresión al señor Takahashi y su familia —añadió mamá y sus palabras sirvieron para que literalmente perdiera el equilibrio volviendo a caer sentado sobre el sofá.
Mamá caminó hasta detenerse justo frente a mí.
—No sigas perdiendo el tiempo, Alejandro —dijo, miré de reojo y vi a Benjamín acercarse — .Ya bastante tengo yo, con la preparación de la cena, para que todos disfrutemos la cena de mañana —
—¿Dijiste que tenemos visita, mamá? —pregunté y enseguida volví a ponerme de pie, mamá giró en dirección a la cocina.
—Si, Alejo, tu padre invitó a su compañero de trabajo y viene con su familia —Ante aquella confirmación mi pulso terminó por acelerarse, mientras una sensación de susto anidó en mi estómago de camino al patio, seguido por Ben.
Casi como autómata, ayudé a Ben con las cajas en dónde estaban almacenados las decoraciones navideñas, incluido el árbol. Mientras entraba nuevamente a la casa, experimenté una alegría inexplicable que se expandió por mi pecho, sin embargo, hice el esfuerzo por descartarla de inmediato, al recordar que posiblemente Sasuke no sentiría lo mismo, cuando sus padres le hablaran de la próxima cena con los Morell.
Recuerdo que el resto de ese día lo pase con mi cabeza en las nubes, y no fue una sola vez que Ben golpeo mi nuca para despabilarme.
*******************
No era ni siquiera la una de la tarde de aquel jueves y yo, tratando de no llamar mucho la atención de Ben desde mi posición frente al reducido guardarropa de la habitación, intentaba decidir que vestimenta llevaría esa noche.
El ambiente en la casa era festivo y cálido. En el piso inferior la música típica navideña de la isla que nos vio nacer servía como fondo al ajetreo de la cocina. En la sala, desde su posición especial en una de las esquinas brillaba el pino artificial que Ben y yo decoramos con luces de colores, esferas en vidrio y guirnaldas plateadas. A los pies de este, sobre una alfombra que simulaba nieve reposaba el enorme y antiguo nacimiento donde la figura principal, el niño Jesús, todavía tendría que esperar semanas para tomar su lugar en el pesebre.
Luego de mucho pensar escogí unos pantalones de salir oscuros, y un suéter de mangas largas y cuello de tortuga color gris con detalles en negro. Estuve listo antes de la hora en que mamá nos pidió, y de pie frente al espejo del baño di los últimos toques con aire caliente de la nueva secadora de pelo, a mi rebelde cabello.
Abandoné el cuarto de aseo cuando Brenda Lee aporreo la puerta, pero listísimo para dar mi mejor aspecto frente a los Takahashi.
Conforme pasaban los minutos mis deseos de ver a Sasuke se intensificaron, me sentía nervioso y emocionado.
Deambule de la cocina hasta la sala donde la abuela, luciendo un vestido floreado y algo de maquillaje, se mecía en su sillón mientras bebía un poco de cerveza con una sonrisa de complacencia en sus labios.
Brenda Lee aún no bajaba y Maricarmen le daba los últimos toques a la mesa del comedor en cuyo centro ya estaban colocadas las fuentes con comida. Papá andaba bastante atareado con la música, escogiendo los casetes que pensaba usar esa noche para hacer bailar a todos, según sus palabras.
Mi madre todavía estaba arriba maquillándose y Ben, algo malhumorado pues no podría disfrutar de la comida a cabalidad, había amenazado con no bajar en toda la noche, pero yo creía que terminaría haciéndolo.
Pasé de la sala al comedor, a pararme frente a una de las ventanas para atisbar hacía el exterior, pendiente a la inminente llegada de los vecinos. Aún no sucedía y ya mi pulso se encontraba acelerado ante la perspectiva de volver a ver a Sasuke, aunque al siguiente segundo me auto reclamaba ser tan emocional.
Mamá había bajado las escaleras luciendo hermosa, llevando un moderno vestido hasta las rodillas con falda tubo en color azul fuerte y zapatos de tacón en charol negros. El tiempo arreglándose valió la pena pues logro resaltar sus facciones y su largo cabello marrón y rizado, muy similar al mío, era el marco perfecto.
Mamá apenas le dedicaba tiempo a su arreglo personal mientras se encontraba atareada en el día a día en su rol de ama de casa, pero cuando lo hacía, su belleza latina salía a brillar en todo su esplendor.
Por unos segundos me distraje observando como mamá le arreglaba el cuello de la guayabera blanca a mi padre, sus miradas y sonrisas cómplices. Sonreí feliz porque si de algo podía presumir por aquellos días era de la unión y el amor que mis padres desbordaban cuando estaban juntos.
Caminé dos o tres pasos hacía la sala cuando escuché los golpes en la puerta principal y me detuve, pero sin intenciones de ser yo el que acudiera al llamado.
—Alejandro ve a abrir la puerta, cielo —Me pregunté porque mamá insistía en designarme portero, cuando mi hermana Brenda Lee, luciendo un lindo vestido amarillo, bajaba en esos momentos la escalera con Ben pisándole los talones.
Mis ojos se desplazaron hacía la entrada y sentí el ya conocido vacío en el estómago. De pronto, lo único que quería hacer era correr escaleras arriba y esconderme en el cuarto, sin embargo giré y embozando mi mejor sonrisa caminé los pasos que me separaban de la puerta.
Oi pasos en las losetas de vinyl cerca de mi y de reojo pude ver a mamá, Brenda Lee y papá caminando apresurados a mis espaldas, al menos no tendría la encomienda de recibir la visita, solo.
Contuve el aliento y abrí la pesada puerta. Lo primero de lo que estuve consciente fue del aire helado que buscó sus camino al interior, mientras miraba a las cuatro personas frente a mí con una leve sonrisa en los labios.
De inmediato me di cuenta de que la familia asiática no estaba completa, faltaba Sasuke. Su inexplicable ausencia provoco que soltara un suspiro de desilusión, sin embargo, segundos después lo vi aparecer, de prisa, detrás de su hermana y llevando en sus manos un enorme plato cubierto con papel de aluminio. Por unos segundos su oscura mirada y la mia hicieron contacto mientras me dedicaba una de sus hermosas, pero escasas sonrisas.
Cuando mamá casi me empujó a un lado para darle la bienvenida a la familia, me vi obligado a bajar la mirada algo cohibido pues de esa manera creí evitar que Sasuke o alguien más notara mi incómodo sonrojo.
La familia Takahashi entró a la casa, yo quedé atrás para cerrar la puerta, Sasuke me echo un vistazo antes de seguir a sus padres al interior.
Ya en la sala los invitados se acomodaron sobre el sofá principal, casi todos menos Ryu y Sasuke, el primero fue con Ben que estaba encargado del equipo de música, mientras que el segundo tomó asiento al lado de abuela Toña, en una de las butacas.
Papá y mamá tomaron asiento en un mueble más pequeño de frente a los invitados, una mesa de centro servía para colocar los vasos con ponche de frutas que Maricarmen y Brenda Lee iban sirviendo.
Mientras que poco a poco, hasta la abuela, todos parecieron encontrar la conversación ideal, compartiendo anécdotas y risas, yo tenía la incómoda sensación de que necesitaba ocuparme de cualquier cosa para dejar a un lado la inseguridad.
De pronto no supe como comportarme, llegó un momento en que me desoriente tanto que fui y me oculté por varios minutos en la cocina, casi huyendo aunque no entendía bien porque.
Terminé auto criticándome pues por un lado evitaba mirar hacía donde estaba Sasuke y por el otro, ansiaba llamar su atención. Esa dualidad me hizo huir hacía donde nadie, por ahora, podría verme.
Al menos eso fue lo que pensé durante unos minutos porque mi tranquilidad fue perturbada por Maricarmen, Brenda Lee y Suzume, la última chica iba cargando en sus manos la bandeja cubierta. Las chicas reían divertidas, y cuchicheaban entre ellas. Y no tardaron mucho en verme cerca del refrigerador.
—¿Qué haces aquí tan solito, Alejo?. ¿De quién te escondes? —Mi hermana mayor le quito de las manos la bandeja a Suzume para colocarla dentro del refrigerador—. Abré la puerta del refri, por favor —indico.
Yo hice lo que me pedían.
—Ve con Ryu, Ben y Sasuke —dijo Brenda Lee mientras la hermana menor de Sasuke me miraba con timidez, algo alejada. Le dediqué una sonrisa, pero no me animé a buscarle conversación, sin embargo ella fue la que se acercó.
—Suzume, Brenda Lee y yo vamos arriba, ve tú con los chicos...—A punto estuve de decirle a mi hermana mayor que no me dijera lo que tenía que hacer, pero me distraje porque Suzume colocó una de sus pequeñas manos sobre mi antebrazo.
—Gracias por ayudarme Alejandro, ese chico y sus amigos son muy pesados —No me esperaba aquello y sentí una agradable sensación de calidez extenderse por mi rostro. La hermana de Sasuke volvió a dedicarme una calida sonrisa que le llegó a sus oscuros y rasgados ojos.
—De nada...
Un carraspeo por parte de Brenda Lee corto el momento, Suzume soltó una risita y se echo a un lado. Mi hermana menor no le dio tiempo a nada más antes de tomarla por la mano.
—Vayamos arriba —invito y Maricarmen las siguió fuera de la cocina.
Ya solo, me animé a volver a la sala y procuré a toda costa mantener mi mirada lejos de Sasuke, aunque enseguida lo localice en donde había dicho Brenda Lee, con Ben y Ryu de pie cerca del equipo de música.
Me dejé caer sin mucha ceremonia sobre la butaca que antes había ocupado Sasuke y me ocupé de beber la soda que me había servido en un vaso plástico, lo hice a pequeños sorbos mientras fingia disfrutar de la música que sonaba.
Sasuke me daba la espalda, también su hermano, el único que podía mirarme si quería era Ben que parecía muy entretenido con los hermanos aunque todavía no podía comunicarse bien.
Mis padres y los padres de Sasuke parecían llevarse de maravillas, así que técnicamente éramos la abuela y yo los únicos segregados, al menos eso pensaba antes de mirarla y darme cuenta de que ella dormitaba.
Verla me causo gracia y ternura.
Me acomodé mejor y volví a echar un vistazo alrededor a la vez que me echaba un buen sorbo de espumosa bebida a la boca, está vez Sasuke había conseguido moverse, y yo ni cuenta me di. Cuando miré en dirección al grupito, en vez de encontrarme con Ben de frente, me encontré con la mirada del asiático fija en mí.
Le devolví la mirada, sin sonreír, justo como él lo hacía. Lo miré solo por unos segundos y luego pasé de él, pretendiendo usar la misma actitud de «me importas un carajo, Sasuke» que al parecer tanto le gustaba.
Volví a acomodarme sobre la butaca, está vez crucé una de mis piernas sobre la otra, me puse cómodo y llevé la mirada sobre los adultos que reían muy divertidos.
Después de un largo intervalo de tiempo entre conversaciones, risas y algún que otro brindis, al padre de Sasuke le gustaba bastante el vino, mi papá era mas de cerveza, mamá nos llamó a la mesa, porque era hora de cenar.
Mi madre se encargo de la bendición, de dar las gracias como era la tradición. Luego todos los allí reunidos nos distribuimos las bandejas y demás envases con la comida para servirnos. De trozar el enorme pavo asado se encargó papá con su nuevo cuchillo eléctrico.
A la mesa había muchísima actividad, yo sentado entre el padre y la madre de Sasuke, con él casi de frente, volví a sentirme cohibido y casi no disfruté de los alimentos. En todo momento me sentía observado por él y masticar se volvió incómodo y todo un reto, así que me dediqué a mover la comida de un lugar a otro sobre el plato, haciendo tiempo.
Fui el primero en levantarme después de disculparme con los padres de Sasuke ya que al estar todos tan juntos tuve miedo de incomodarlos, sin embargo ninguno de los dos pareció darle importancia.
Planeaba llevar los restos de mi cena al cubo de basura, lavarme las manos y subir a mi habitación, sin embargo mamá me atajó para pedirme que ayudara a la abuela a llegar hasta su cuarto. Yo agradecí la distracción que me daba la oportunidad de estar ocupado con la abuela, lejos de la sala y Sasuke.
Cuando ayudaba a la abuela Toña a levantarse pude ver que Sasuke ayudaba a mamá con algunos platos rezagados sobre la mesa y me daba la espalda. Traté de apresurarme con la abuela hacía su cuarto, pero Toña no dejaba de tratar de dar algunos pasos de baile insistiendo de que yo era su mejor compañero para bailar. Mi abuela no parecía enterada de que cuando se trataba de bailar merengue y salsa yo tenía dos pies izquierdos.
La abuela pronto se agotó y coopero caminando frente a mi en dirección a su habitación, la única que se encontraba en el primer piso de la vivienda.
Me tomé bastante tiempo con ella, como toda dama se tardo lo suyo en el baño cambiándose de ropa y quitándose las dentaduras. Lista y oliendo a talco perfumado caminó directo a la cama, se podía apreciar lo cansada que se encontraba.
Abuela Toña se detuvo frente a mi antes de llegar hasta la cama y como no hacía desde que yo era un chamaco de diez u once años apretó mis mejillas entre su pulgar e índice con bastante fuerza.
En aquella posición me miró a los ojos para decirme;
—Ese chamaco buen mozo es el indicado —Los ojos de la abuela brillaban, no sé si fue debido al significado de sus palabras o por la cerveza que se bebió, o una mezcla de ambas.
Al escucharla me dio la impresión de que no la había entendido, la abuela me soltó los cachetes y sonrio de oreja a oreja con su boca desdentada.
—El chico alto y serio que vino con sus padres...—mencionó al tiempo que pasaba a mi lado— .Él si es el indicado —Mamá seguramente hubiese dicho que su madre solo decía cosas sin sentido, pero recuerdo que ante aquella confirmación de sus anteriores palabras yo sentí un estremecimiento que me recorrió de pies a cabeza.
—Que duermas bien, abuela —De pronto me urgió regresar a la sala y para ver a Sasuke antes de que se marchara. De querer evitarlo durante toda la noche pasé a desear volverlo a mirar a los ojos.
Después de cubrir el pequeño cuerpo de la abuela con una gruesa manta y darle un beso en una de sus arrugadas mejillas, me ocupé de apagar la luz del techo asegurándome de dejar una de las lámparas encendidas antes de abandonar la habitación.
Cerré la puerta a mis espaldas, en cuanto giré me encontré de frente con Sasuke, que me esperaba en la penumbra del pasillo. El japonés tomo una de mis manos y sin decir una palabra o pedir mi opinión halo de mí, que atontado me dejé llevar.
Sasuke y yo casi corrimos por el pasillo hasta llegar a la cocina y de allí, él enfiló hacía la puerta que daba al patio, que abrió rápidamente y sin soltar mi mano, para aventurarnos a la fría oscuridad que nos esperaba en el exterior.
Con el pulso acelerado debido a las emociones, cual de todas más intensa que la anterior, lo seguí.
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