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Capítulo II

Me levanté muy temprano. A las seis de la mañana ya estaba caminando sobre la acera. La gorra que me animé a usar (ya que el color rosado viejo que ésta portaba me encantaba) bloqueaba los rayos del sol que irían directo a mis ojos. Debido a la lluvia de ayer, el día de hoy ni una nube se había aparecido por el cielo y el sol tomó todo protagónico.

La razón por la cual a horas de mi horario de entrada ya estaba en camino, era nada más y nada menos que, de pasada, quedaba la casa de mi papá. Hace una semana que no voy, y ya sentía que extrañaba sus chistes malos y actitud infantil.

Le debía mucho a mi padre, más de lo que algún día pudiera darle. Mientras yo estaba jugando con figuras de acción, él trataba de todo para poder comprarlas. Al mismo tiempo que yo hacía la tarea en la sala, él estaba ahí, ayudándome y también esperando que mi madre llegara a casa.

Tal vez no debería guardarle rencor a esa señora. Quizá no es sano para mí, no obstante era realmente difícil ignorar lo que ella le hizo a mi papá y seguirla tratando como mi madre.

Hoy le doy gracias a los garrotazos. Al primer golpe que tuvo por nombre "infidelidad", al segundo llamado "hijo de otro hombre" y al tercero al que yo misma nombro como "cobardía". ¿Por qué? Porque no tuvo el valor de decirle por aquel año entero que mientras nos daba dinero a nosotros, repartía una parte a la otra familia que tenía al otro lado de la ciudad. Doy gracias pues, aunque mi papá se derrumbó múltiples veces delante de mis ojos, nos dimos cuenta de la mujer que era y supimos alejarnos antes de que nos siguiera viendo la cara de ingenuos. Pensamos que después de tener al bebé no íbamos a saber más de aquel hombre, pero no fue así. Ella siguió con él.

Amaba a mi padre por ser un gran luchador, pero es difícil decir lo mismo de ella (el sentimiento hacia esa mujer no llegaba ni a aprecio). ¿Perdonarlo todo? Es como buscar la transformación del agua en vino: sólo Dios puede. Aunque, ¿siquiera existe ese tal Dios? Uhm, no lo sé, no me interesa.

Ya no puedo pensar en nada más, pues la sonrisa que me regaló mi padre al verme delante de su puerta acaparó toda mi atención. El abrazo que me dio después de saludarle suavemente terminó por tomar todo de mí ahora. Me gustaba vivir solo, eso es seguro, sin embargo nada se comparaba a los brazos que te dieron todo el amor que puedas pedir. Cálidos, seguros, sólo podía sentir felicidad en ellos.

-Mi pequeño -bueno, él no toma mis veintiséis añotes y mejor se refiere a mí por lo que alguna vez fui: un enano-. ¿Has estado bien estos días? ¿Mucho trabajo? -hace los cuestionamientos al mismo tiempo en que pasamos a la sala. Su casa no era más grande que la mía.

-Un poco, sí. ¿Recuerdas que te dije de un chico que entró en octubre?

-El rubio que te irritaba.

Muy buena memoria, aún con sus cincuenta años.

-Exacto -sonrío cuando comienza a buscar en las alacenas algo. Adivino qué es-. Pues, estamos preparando su libro debut.

-¿Tan rápido? Pensé que tardaban siquiera unos cinco meses en prueba.

-Pues, digamos que el chico tiene una labia sorprendente y supo cómo presentar su libro ante el jefe.

-Aún estoy esperando que tú hagas uno -entonces siento como mis ojos brillan cuando saca la caja amarilla.

-Tú sabes que sólo soy corrector. Escribir no está en mis planes.

-Eso me has dicho desde hace años, y terminé llorando con tu cuento del colegio sobre la tortuga que no podía darse la vuelta por sí misma -deja la cajita delante de mis ojos y sin más, la abre-. Tienes potencial, falta que te des cuenta...

Tomo la primera galleta, la cual tiene forma de pez. Era pequeña, media lo mismo que mi pulgar, pero cuando la metí en mi boca pude sentir la palabra infancia explotar. Demasiados sentimientos para una insignificante galleta.

Me llevó a los días de secundaria, cuando papá se separó de mi madre y lo único que podía comprar eran esas galletas. Me las dejaba a la entrada de mi escuela en sus horas de descanso de aquel restaurante (pues las compraba con la propina). A veces las prefectas dejaban que entrara para poder pasar esos diez minutos con él y aprovechábamos para que mis amigos pudieran escuchar sus historias sobre sus distintos trabajos, otras tenía que irse porque las mujeres se encontraban de malas y no querían escuchar a tres niños haciendo preguntas que, para ellas, eran tontas.

-Mejor hablemos de otra cosa -mi papá rueda los ojos. Siempre evadía el tema sobre escribir mi propia obra. No estoy capacitada para tal cosa-. Recibimos en el trabajo a un nuevo ilustrador.

-¿En este mes?

-Sé que es raro, pero el jefe jura que tiene potencial y ese tipo de cosas magníficas -me encojo de hombros. No podía darle una mejor explicación a algo que a mí tampoco me terminaba de caber.

-¿Y quién es?

-Lo único que sé es que se llama Jeongguk. De ahí, es un desconocido. Igual -hago una pausa para meter otra galleta a mi boca, y mientras mastico digo- no me interesa.

-A ti nunca te interesa nada...

-Sí tengo cosas que me interesan -mi padre sonríe-. ¿Cómo te va con la Señora Choi?

-Esa mujer va a terminar haciendo que me salgan canas verdes -por sus facciones cansadas, podía adivinar qué pasaba.

Papá comenzó a trabajar en una panadería cuando me fui de casa, alegando que yo no podía pagar por los dos hogares. No me opuse, porque era sano para él seguir en movimiento. Además, era una panadería pequeña, mucho trabajo no había y conseguía trabajar a su ritmo.

No obstante, no todo era de color rosa. Esa señora me recordaba a Namjoon. Mandona, controladora y sus pupilas reflejaban el símbolo de dolar. No era tanto como mi compañero, era peor. Aun cuando podía ser muy agradable y risueña, cuando se trataba de dinero cambiaba a otra persona. Una señora calculadora, y mucho. La única razón por la que mi papá no ha renunciado es porque le paga muy bien. Trabaja cuatro horas, hace panes deliciosos y, además, a la gente le gusta verle a veces hornear. Hablaban con él, y mi padre no era capaz de abandonar a los niños que le veían con asombro cuando sacaba una gran charola del horno.

Le tengo una gran admiración a mi viejito. Duré ahí una hora y media, que llenamos con sonrisas y temas triviales. Fue la hora de irme, y conmigo me llevé esa cajita amarilla. Un café con leche y estaré totalmente feliz en mis minutos de descanso.

Nada pudo quitarme la sonrisa de mi rostro. Ni el sol molesto ni la voz chillona de Hoseok al saludarme. Lo que sí fue capaz de hacerlo fue encontrarme al nuevo en el escritorio de Seokjin.

Bien, si quería ser parte del reparto de La gracia de llamarse Jackson estaba bien, pero el que tome el puesto dela ilustrador en jefe es otro punto. Ese era el lugar de Seokjin y sólo de él.

-Sé lo que piensas -Namjoon llegó a mi lado sosteniendo un par de hojas en sus manos y con la otra su móvil. Estaba a punto de llamar a alguien-. El jefe dijo que iba a poder trabajar con más facilidad si se encontraba entre los que participaban en el proyecto.

-Eso no es excusa...

-¿Sí? Bueno, es verdad. Seokjin ahora mismo está en otro trabajo. Va a ayudar a Youngjae en su novela de ficción. Se veía un poco triste cuando se encontró con Hoseok y mucho más cuando sacó una parte de sus cosas del escritorio, pero no podemos hacer nada -y sin decirme más, apretó el botón verde y se alejó de mí.

¿Lo peor? El lugar de Seokin estaba a la derecha del mío, por lo que tenía que estar a sólo un metro de él desde ahora hasta la finalización del debut de Hoseok. Puedo saborear el metal de mi boca ante la duda de si debo saludar o no.

-Buenos días -bueno, ya no debo matarme con ella.

La voz rasposa de Jeongguk me dijo aquellas palabras, pero sus ojos no me estaban viendo... Odiaba que no me miraban al hablarme, pero él no lo sabía así que mis ganas de tomarle del rostro y sacarle los ojos de la pantalla no estaban justificadas.

-Buenos días -le respondí, dejando primeramente mi bolso y después sentando en mi silla.

Hoy tenía por meta terminar de corregir el doceavo capítulo y por lo menos la mitad del treceavo. Yugyeom me pidió que le diera el doceavo para poder maquetarlo, así que tan sólo estuve bien puesto en mi lugar, saqué mi USB y la inserté en mi computador. Un par de clicks y las decenas de letras se dejaron ver. Con el mouse me apresuré a buscar en dónde me quedé la noche anterior, sin embargo la voz rasposa (que estaba haciéndose más conocida para mí) habló:

-¿Está corrigiendo La gracia de llamarse Jackson?

No, ¿cómo cree eso? Tengo el título de "corrector" sólo porque sí.

-Sí, ya sólo faltan cinco capítulos y medio para que esté totalmente corregido -le volteo a ver, pues yo sí que miro a las personas cuando les hablo, no obstante no contaba con que iba a quedarme casi mudo cuando mis ojos volvieron a chocar con los negros ajenos. Por la luz que se colaba en las ventanas era capaz de notar las ojeras que estaban debajo de sus ojos.

Era una buena combinación. Su piel pálida  y ojeras. Además, seguía con esa expresión blanca.

-¿Y después de eso qué sigue?

Esperen, ¿me está preguntando el procedimiento?

-Acaso... ¿nunca has trabajado en una editorial? -él niega, entonces no sé si lo que dije a continuación estuvo bien-: ¿Por qué carajos el jefe te contrató si no sabes nada sobre este mundo?

Las palabras simplemente crecen en mi boca, a veces muerdo con fuerza algún adverbio o pronombre y algunas palabras son amargas y otras dulces, pero en este momento fueron de total cuestionamiento, uno brusco y poco amable.

-Se lo pedí, él entendió y estoy aquí. No le des muchas vueltas, es molesto.

Bueno, tampoco esperaba que me respondiera.

-¿Le pediste que te contratara?

-Sí -iba a seguir hablando, seguir preguntando y tal vez seguir enfadándole, pero Jeongguk siguió-: Ahora, ¿podrías responder mi pregunta?

Quise formar un puchero de adolescente, pero oprimí a mis labios de hacer eso y contesté:

-Cuando el escritor termina de hacer su obra, lo manda a un corrector. Nosotros nos encargamos de buscar las fallas en todo; puntos, comas, tildes, ese tipo de cosas -Jeongguk asintió y apenas noté cómo su cuerpo estaba a mi dirección. ¿Tanta atención me estaba prestando?-. Sigue el maquetador, como Yugyeom; ellos se encargan de corregir también, pero es más como que las frases tengan coherencias y ese tipo de cosas. Luego pasa por el diseñador gráfico y el ilustrador, quienes se encargan del diseño, portada y ese tipo de cosas; Moonbin y tú -supongo que eso ya lo sabía-. Por consiguiente el gestor de derechos que se encarga en todos esos temas legales, que vendría siendo Yoongi. Ya si el libro es muy bueno, pasa por traductores depende de cuales idiomas será traducido. No hay un traductor en jefe, por lo menos no aquí, porque todos son importantes en sus propios lenguajes así que -me encojo de hombros- todos hacen un trabajo por igual.

-¿Y ese tal Namjoon?

-¿El editor?

-Sí, parecía muy molesto ayer.

Iba a reír, porque por un momento noté la duda pintando su par de iris y fue repentino ver alguna emoción en él.

-Él es un poco de todo, es el que se encarga de que todo marche como debería y ese tipo de cosas... -callé unos segundos, sólo para escupir con sinceridad-: Debes entender nuestras posiciones. Seokjin es del equipo, y todo fue muy repentino. Encima que eres nuevo y La gracia de llamarse Jackson es un libro importante, por ser el primero de Hoseok.

-Lo haré bien...

Entonces cortamos la plática en un silencio que un sordo hubiera notado. Él miraba el suelo como si hubiera algo interesante ahí, yo le miraba fijamente. ¿Qué se dice en estos momentos...?

-Jeongguk -entonces Moonbin entra en el panorama. Casi le agradezco por sacarme de ese incómodo momento-, necesitamos trabajar en el diseño del libro.

-¿Tan pronto? -le pregunto.

-Yugyeom me ha dado los primeros diez capítulos ya maquetados, así que deberíamos comenzar de una vez por si queremos un buen diseño.

Ay, no recordaba cómo era Moonbin, casi nunca me lo topo. Muy determinado y perfeccionista. Es de los que ve el vaso medio vacío, vale mierda el medio lleno, eso es para poquiteros.

-Bien, terminaré lo que queda.

-Y deprisa -frunzo el ceño-, los últimos capítulos siempre son los que tienen más de donde sacar inspiración al momento de diseñar.

-Lo que sea -contesto, pues su tono para apurarme no me ha gustado.

Y recordé por qué no me encontraba mucho con Moonbin. Él suele apresurar mucho a los demás, y a mí me gusta trabajar a mi ritmo. Hemos tenido uno que otro choque por eso, pero nada muy importante.

Regresé mi vista a la pantalla, viendo que ésta estaba negra. Tardé un poco hablando con Jeongguk.

-Espera un segundo -oí que le dijo Jeongguk a Moonbin-. Sólo guardo esto que hice...

-Oh, ¿has dibujado algo?

Noto por el rabillo de mi ojo que el de rizos se acercaba a Jeongguk, agachándose hasta observar con claridad la pantalla, y a mí también me dio curiosidad.

Me volteo, y en eso ya no tengo letras. No me quedan palabras. Alguien me ha robado todo el vocabulario.

En aquel dispositivo se dejaba ver un dibujo un poco... triste. No sé en dónde estaba ese niño dibujado, pero las llamas parecían carcomérselo. Las manitas tapaban sus ojos al mismo tiempo en que el fuego se colaba por su ropa. Todo a blanco y negro, pero demasiado detallado.

-Wow Jeongguk, es un dibujo muy bueno.

Su mirada se desploma por segundos, y me pregunto si soy el único que ve el dolor entrar y salir de sus ojos.

Seguro ahora mismo se dice a sí mismo: "¿Bueno? ¿Qué tiene de bueno? Hay un niño ahogándose en llamas, esperando su final sin poder hacer nada más que cegarse para sufrir menos. "¿Qué. Tiene. De. Bueno?"


































;;❅;;

aaaaaaaaaaaah este es uno de mis capítulos favoritos, los cuales no son muchos son como cincos así que consideren esta historia como una corta ajua.

nos leemos a la próxima. ❤

adeus bebe♡

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