1
En la penumbra de la noche la silueta de una mujer se dibujaba en la pared de un edificio enorme, llevaba puesto un vestido negro, corto y elegante, en su hombro colgaba un bolso rojo. Los tacones que traía puesto sonaban a cada paso que daba frente a ese edificio, su móvil comenzó a sonar, hurgo entre sus cosas para encontrarlo, posteriormente contestó rápido la llamada.
—¡Te estoy esperando! —Dijo la mujer con tono molesto, como si hubiese estado esperando una eternidad—, ¿o me dejarás plantada otra vez? —peguntó inquieta ante la posible afirmación de aquella pregunta.
La mujer colgó el teléfono herida, esbozó una pequeña maldición. Pensó que lo mejor era marcharse, se dispuso sacar del bolso las llaves de su auto, antes de que abriera la puerta del auto unas manos la detuvieron.
—¿Tania dime que no estabas pensando en marcharte?
El muchacho sonrió al ver el rostro de Tania, él llevaba en las manos un maletín negro, vestía de manera formal con un traje gris, por su forma de vestir aparentaba ser alguien importante.
—Al parecer debo aceptar que el trabajo es mucho más importante que yo.
—No digas eso, comprende la situación, la empresa va de lo mejor, es lo que tanto esperábamos, —Levantó el brazo para ver la hora en su reloj—. Tenemos tiempo cariño, vamos a cenar.
Antes de que Tania pudiese protestar, Ian le quitó las llaves de la mano. Ella se sintió molesta y feliz a la vez, Ian podía ser muy imponente, pero la forma de demostrar el amor que profesaba por ella le hacía comprender que nunca encontraría a un hombre como él, o al menos eso matizaban sus sentimientos en ese momento.
Los dos subieron al auto, Ian comenzó a conducir por las pequeñas calles de la ciudad, a pesar de la hora el trafico seguía siendo molesto, los dos estaban callados, lo cual hizo que los minutos se volviesen una eternidad atascados entre tantos autos, el silencio era agobiante en ese momento, Tania pensó en encender alguna estación de radio para acabar con ese ambiente sofocante.
Las manos de Tania y las de Ian se cruzaron, al parecer habían pensado en lo mismo, comenzaron a reírse.
—¿Qué tal tu día cariño?
—Pronto organizaremos una boda, —Respondió Tania animada—, ahora estamos revisando los detalles que la pareja desea en su boda. Mañana saldré a buscar a Santiago para que se encargue de las fotos.
—Ese tipo no me agrada para nada —expuso Ian mientras cambiaba la estación de radio.
—¿Y eso que? —Puntualizó Tania—, el hecho de que no te agrade no significa que no trabaje con él, Santiago es el mejor fotógrafo de la ciudad ¿lo olvidas?
—No es eso, pero es algo extraño. Solo ten cuidado.
—Eso debería de decir yo. —apuntó Tania molesta, era su trabajo. Eso pensó, no como él, alguien fácil cuando conocía a alguien con piernas lindas—. Cuídate de tu secretaria, al parecer abre muy fácil las piernas a cualquiera que le guste mirarle la falda.
—¿Qué? No sé a qué va todo esto, —Ian se río secamente, incomodo por el comentario de Tania—, Valery es solo alguien que necesitaba trabajo. Pero veo que vas de tras de mi investigando quien entra y sale de mi oficia, solo hace falta que te pongas celosa por mi padre, que por cierto pasa gran parte del día conmigo.
Tania no respondió, estaba tranquilizando a sus demonios internos para no dejarlos salir e iniciar una discusión absurda, no quería arruinar la noche. Observó a Ian girar a la izquierda, dedujo que irían al restaurante donde se habían conocido por primera vez. No recordaba la última vez en la que ella y el habían estado ahí, recuerdos vagos inundaron su memoria, fue ahí donde le había propuesto que fuera su novia.
—¡Llegamos! —irrumpió Ian tomándola de las manos.
Bajaron del auto. Ian la seguía tomando de las manos, uno de los meseros les dio la bienvenida. Cuando ingresaron, Tania se llevó la sorpresa de ver a toda su familia y amigos reunidos ahí mismo, estaba desorientada. Sonrió confundida.
—¿Que está pasando? —Preguntó en voz baja a Ian. Él hizo caso omiso a la pregunta de ella, dejándola sin respuesta alguna.
—Agradezco a todos por haber venido, —tomó una copa de champaña, luego le dio un sorbo, levantó la copa en son de brindis—. Quiero celebrar con ustedes este acontecimiento tan importante para mí y mi futura esposa.
Tania puso los ojos en blanco, una ola de emociones se apodero de ella, esas palabras la habían tomado por sorpresa. Observó a los demás brindar por ella y por Ian. Ella lo miró aun en shock.
—Amada mía después de cinco años juntos, este día deseo que nuestras vidas se unan aún más. ¿Concédeme el honor de aceptar ser mi esposa? —Ian sacó un anillo del bolsillo de su pantalón.
—¡Acepto! —respondió Tania.
En esos momentos Tania estaba realizada, eso pensó. A pesar de los años junto a Ian, ella se había abstenido a pensar que Ian llegaría a pronunciar esas palabras, nunca se imaginó que le propondría matrimonio. Se había equivocado, ahora sus vidas serían una sola.
Los aplausos inundaron todo el restaurante, y los abrazos no se hicieron esperar.
Santiago llegó a la fiesta de los prometidos media hora después, muchos fotógrafos se habían encargado de guardar ese momento histórico, pero los novios hicieron una petición para que él les tomara una foto. Santiago accedió asintiendo. Aunque a Ian no le agradaba la idea, debía reconocer que era el mejor fotógrafo de la ciudad.
La fiesta terminó muy animada y con grandes expectativas...
—¡Nos vamos a casar! —Exclamó Tania muy sonriente mientras se metían al auto.
—No has dejado de repetir eso toda la noche, ha quedado claro que así será. Ahora debemos descansar —concluyó Ian encendiendo el auto para ir a casa...
Meses después de la boda, Tania se había mudado al apartamento de Ian en uno de los condominios más lujosos de la ciudad. No podía quejarse, lo tenía todo, vivía cómodamente. Pero eso no le complacía del todo, Ian siempre llegaba a altas horas de la noche con la excusa de reunirse con personas muy importantes, o decirle a Tania que el trabajo era muy saturado en la oficina.
Tania no era para nada tonta, sabia de las aventuras que Ian tenía, eso la frustraba. Descubrir el labial en una de las camisas de Ian hacía evidente las cosas, inclusive una fragancia femenina en su ropa la cual no era suya. Era recién casada, a su mente solo figuraba una mujer que esperaba a su marido sin discutir. Ante los ojos de su madre y sus amigos su matrimonio aparentaba ser una de las más estables, muchos comentaban lo bien que se veían juntos. Sin embargo, no importaba, ella sabía que no soportaría por mucho tiempo los engaños de su esposo.
Esa tarde Tania estaba decidida a enfrentarlo, después de darse una ducha se quedó unos instantes frente al espejo. Su cabello castaño goteaba, su rostro bronceado era hermoso, tan suave que muchas de sus amigas decían tenerle envidia, mordió sus labios sosteniendo con fuerza el pequeño mueble frente a ella.
Respiró hondo. En su armario encontró un vestido celeste pastel, en ese instante supo que ese sería el vestido ideal para ese día combinándolo con sus tacones negros. Cuando estaba por colocarse el vestido observó su figura en el espejo, se percató de algo en el ombligo. Había subido un poco de peso, no lo había notado, era un problema, porque arruinaría su figura, no era muy alta, así que engordar no le beneficiaba o al final del día tendría la figura de una esponja llena de grasa.
Sonrió levemente, luego decidió utilizar un labial color melocotón, al igual que su fragancia favorita y finalmente optó por levantarse el cabello.
Tomó su bolso y las llaves del auto rojo que Ian le había regalado la semana pasada. Antes de encender el automóvil, apagó su celular. Estaba saliendo del condominio en el que vivía ella y Ian, cuando recordó que debía de haber enviado hace una hora el modelo de la invitación de los prometidos a su jefa, ella pensó en buscar algún café internet para enviarlo, antes de desviar a otra cuadra, vio a Santiago sentado en una banqueta observando el reloj de su muñeca, sin pensarlo dos veces, bocinó el claxon del auto, Santiago levantó la mirada, ella le hizo un movimiento con las manos en señal de llevarlo.
—¡Gracias Tany! —dijo Santiago abrochándose el cinturón.
—Dime ¿dónde te llevo? —preguntó Tania esperando a que el semáforo marcará verde.
—Voy a tomarle unas fotos a una pareja en el Hotel Villareal.
—Pasaré por ahí, no hay problema.
Ella condujo unas cuantas cuadras más casi a las afueras de la ciudad.
—Tany, me has salvado —manifestó Santiago desabrochándose el cinturón—, ¿qué te parece si vamos más tarde a cenar algo?
Tania no supo que responder enseguida, observó un instante a Santiago mientras él se acomodaba los anteojos. Parecía nervioso.
—Hoy no podré, ¿mañana te parece?
—¡Claro que sí! —respondió rápidamente. Entonces te llamaré —indicó Santiago antes de salir del auto.
Tania se marchó en dirección a la empresa de su marido. Condujo lentamente observando las pequeñas calles de la ciudad, pensó seriamente en cómo debía de enfrentar a Ian. Optó por dejar su auto en un parqueo público, si hubiese llegado así nada más a la empresa de seguro alguien le habría dicho a Ian que ella estaba ahí, por lo que el inventaría cualquier excusa para no verla.
Que patético era eso, tratar así a su esposa. Tania decidió entrar por la puerta trasera, por suerte no había nadie, no quiso tomar el elevador, subió los escalones de emergencia. Sabía que se demoraría un tiempo en llegar a su oficina, eran como diez escalones. Al principio sus pasos fueron rápidos, luego caminó despacio, con la respiración agitada, estaba aliviada al ver que le quedaba poco para llegar. Se detuvo en el noveno piso, los recuerdos se reavivaron en su mente, había una puerta negra allí la reconoció de inmediato, casi se ruborizo por recordar que allí había hecho el amor por primera vez con Ian.
Se acercó a la puerta la abrió suavemente de modo que no hizo ningún sonido al abrirse, entró despacio, trató de no hacer ruido con sus tacones, esa habitación vieja seguía igual, estaba algo oscuro, algunos rayos del sol lograban atravesar pequeños agujeros en las persianas viejas.
Luego se fue acercando a la habitación donde pasaba la noche con Ian, su cuerpo quedó inmóvil. Una lágrima recorrió sus suaves mejillas. Ian se encontraba en la cama teniendo sexo con dos mujeres, una de ellas era Valery la otra no la conocía, una de ellas lo besaba apasionadamente, mientras el tocaba a la otra.
Tania se sintió traicionada en cuerpo y alma, las rodillas le temblaron, no dudó ni un segundo en quitarse el anillo del dedo, le arrojó el anillo. Ian y las dos mujeres se vieron interrumpidos por el sonido de la sortija. Ian estaba desconcertado. Las mujeres no se movieron para nada, solo se envolvieron en las sabanas.
—Lamento la interrupción —increpó Tania fríamente—, pueden seguir, realmente no me interesa con cuantas te acuestas cada día Ian, siento asco de pensar que me hacer el amor luego de estar con alguien más, no sé por quién me has tomado, no quiero me que sigas, ni se te ocurra tocarme o acercarte a mí. Debes de entenderlo ¿no es así?
Ian sabía a qué se refería Tania, cuando decidía alejarse o decirle que no la buscará parecía alguien más, como si reprimiera todos sus sentimientos.
Tania se marchó de allí sin acelerar el paso, esta vez tomó la puerta hacia una de los pisos de empresa. Luego uso el elevador. Por suerte nadie había entrado con ella. Al cerrarse el elevador gritó con todas sus fuerzas, las lágrimas inundaron su rostro, su alma se había desintegrado. Quizá lo había pensado, pero no estaba preparada para encarar la verdad. —Respiró hondo—, limpió sus lágrimas y sacó su móvil, el elevador marco uno. Se encontraba ya en la recepción.
Al salir del elevador ella simuló estar hablando por teléfono, muchos la observaron boquiabiertos. Dejó el auto en el estacionamiento, comenzó a caminar por las calles sin rumbo alguno. A su mente las palabras de Santiago tomaron forma.
Marcó el número de Santiago.
—¡Hola!
—¿Estas ocupado?
—Ya he terminado con la sesión de fotos. —Contestó Santiago entre el ruido del viento.
—¿Aún sigue en pie la cena de hoy?
—¡Claro! ¿Dónde paso por ti?
—Ahora mismo estoy cerca del parque —respondió ella aclarando la voz para ocultar su estado emocional desecho.
—Entonces, será un almuerzo, solo paso por mi auto en el taller, espérame allí, llegare en veinte minutos.
Tania colgó el móvil. Se quedó sentada allí perdida entre sus pensamientos, por dentro estaba hecha trizas, pero eso no significaba dejarse caer, pensó en tomarse unas vacaciones fuera de la ciudad...
—¡Tania, Tania! ¡Me escuchas! —Ella levantó la mirada desorientada, sus ojos se encontraron con los de Santiago—. ¿Estás bien?
—Me he distraído contando números en mi mente —respondió ella poniéndose de pie.
El viento sopló ligeramente, Santiago se había dado cuenta que ella sentía frío, él se quitó la chaqueta negra poniéndosela en el hombro de Tania. Ella le dedicó una sonrisa de agradecimiento por aquel detalle inesperado.
El propuso que fueran a comer a Montano uno de los restaurantes más exquisitos en arte culinaria, estaba fuera de la ciudad, pero valdría la pena, eso ayudaría a Tania a disipar sus pensamientos turbios. Santiago abrió las ventanas del auto negro, a Tania le sentó bien, el aire fuera de la ciudad era refrescante.
Media hora después llegaron a Montano, no era muy concurrido a medio día, de noche tomaba un aire diferente. En realidad, eso era lo de menos, Tania quería olvidar su vida, iniciar de nuevo.
Montano tenía un aspecto colorido por todas las flores colgantes en la entrada, el estilo del restaurante era similar al de una cabaña enorme, muy elegante por dentro y por fuera. Santiago pidió una mesa para dos, luego les pasaron las cartas, Tania ordenó una ensalada, por otro lado, Santiago había ordenado una botella de vino, él optó por comer pasta.
La conversación se volvió fluida por unas cuantas copas del vino, Tania no se había dado cuenta de lo agradable que era Santiago, sus chistes, y la forma excepcional de alagarla. Hasta le había ofrecido una sesión de fotos privada donde ella quisiera.
Después de degustar del vino y la comida salieron de allí. Santiago le propuso que fueran al lago negro que se encontraba a unos cuantos kilómetros de la ciudad. Tania accedió. Durante el trayecto Tania observó silenciosa los arboles amurallados en la orilla del asfalto.
Santiago le dijo que no podría caminar con los tacones puestos, Tania sin más arrojó los zapatos por la ventana.
—¡Que has hecho Tania! —Santiago estaba sorprendido—, ¿ahora como podrás caminar por las orillas del lago?
—Deberás cargarme. —Tania echó una risilla picara.
—¿Estas segura de eso? Si ese el caso, no dejare que vuelvas a tocar tierra.
—¡Inténtalo! —matizó ella retándolo.
Santiago giró el auto en una entrada de terracería, les quedaba unos cuantos metros más llegar al lago. Santiago se estacionó en sus orillas, y como buen caballero bajó rápidamente antes de que Tania pusiera los pies al suelo.
—Te dije que a partir de ahora no tocarías el suelo —advirtió Santiago con una sonrisa.
Tania solo esbozó una sonrisa mientras observaba el semblante de Santiago, casi podía sentir su respiración, ella examinó el rostro delgado de él, no lo había visto sin sus lentes era la primera vez, por lo que su mirada se enfocó en los ojos oscuros como la noche, a ella le perecieron fascinantes e indescriptibles de cerca. La piel de él era bronceada eso le hizo imaginar cuan hermosa se vería junto a la de ella unidos en un solo acto, algo que le hizo gracia por lo atrevido que había sido ella al pesar en todo ello.
Sus pensamientos se dispersaron al caer en la cuenta de que estaba actuando igual que Ian, sintió una llama de ira y deseos de vengarse de él por haberla engañado, no lo dudó, se dejó llevar por aquel hombre que advertía algo estrafalario entre las manos, una ola de calor se desató entre ambos cuerpos acomodados perfectamente uno al otro, como si todo hubiese conspirado a crear una ilusión perfecta a su inminente corazón roto; los labios de Santiago le hicieron olvidar todo, ella no se resistió. Simplemente correspondió al beso fundiendo sus labios cada vez más con las de él, haciendo que el tiempo fuese eterno en ese beso lleno de pasión.
*****************
Santiago estaba eufórico, su cuerpo pedía cada vez más de ella, era un deseo incontrolable aquello que se había desatado en él, al no poder más, caminó rápidamente llevándola encima del capo del auto donde acomodó el cuerpo de ella, sus manos comenzaron a recorrer el cuerpo de Tania cada vez más atrevido, entonces el telón de abrió. Estaba listo para el acto que llevaría a cabo, sus demonios interiores prometían un placer incausto llenó de éxtasis, su desalineada demencia aumentó su sed de placer, comenzó a tocarle los senos, no necesitó saber más, no bastaría solo tener sexo con ella, deseaba mucho más y solo una cosa podía dejarlo más paranoico de lo que era...
—Santiago. ¡No puedo! —Una chispa hizo reaccionar a Tania apartando las manos de Santiago.
Santiago no se detuvo, él sabía lo que deseaba, una vez suelto en animal iría por su presa sin importar nada, la siguió besando hasta el punto de quedarse sin aliento.
—¡Es inevitable a estas alturas no puedo parar!
****************
Tania trató de quítaselo de encima, pero no pudo su cuerpo estaba sometido a la de él, se arrepintió profundamente por haberlo alentado a ir lejos.
—Crees que te he traído hasta aquí nada más porque sí. ¿Acaso eres estúpida? —la voz de Santiago cambió totalmente al igual que su personalidad, su verdadero ser se había revelado ante la inocente chica que no se imaginaba al depredador que tenía frente a ella.
—¿De que estas hablando? No lo comprendo. —Tania lo miró desconcertada, intentó entender lo que había dicho, no era tonta, sin embargo, la incertidumbre se apoderó de ella.
Santiago tomó con fuerza las dos manos de Tania, juntándolas una encima de la otra, luego él insertó un cuchillo en las manos de ella atravesando el capo. Tania gritó con todas las fuerzas que tenía, sus pulmones estaban al límite al igual que su corazón, su cuerpo entero estaba estremecido, el dolor era agonizante. Su rostro denotaba todo el dolor que era posible expresar, su cuerpo imploraba a gritos no sentir aquella punzada en sus manos.
Él comenzó a tocarla y besarla como un loco frenético, los gritos de auxilio de Tania parecían provocarle una satisfacción abrumadora. Él se había asegurado de la desolación de ese lugar, todo estaba planeado a la perfección. Sus ojos reconocieron la sangre escurriese por el capo, por lo que sus manos fueron a parar encima de aquel liquido espeso de color rojo. Tania estaba en shock, no reconocía a Santiago, parecía una pesadilla. ¿Por qué él?
—¿Porque? ¿Por qué me haces esto Santiago? —un intento mecánico por debatirse entre la realidad y la somnolencia le permitieron pronunciar entrecortadas las palabras que más bien habían sonado como un murmullo desquebrantado.
—¿Que esperabas? ¿Que los hombres fueran como los de los cuentos? —una sonrisa perversa tomó forma en su rostro desequilibrado—, solo deseaba divertirme Tania, no es nada personal, te has cruzado en mi camino; y una vez que deseo jugar con alguien, me es imposible detenerme.
—¿Esta no es la primera vez que haces esto verdad?
—Buena deducción Tania, ¿sabes qué? ¡Ya me aburriste! no eres para nada complaciente, pensé en postergar más este juego. Pero se acabó.
—¡Por favor Santiago! —La voz de Tania sonaba suplicante, como si deseara con todas sus fuerzas un milagro, o despertar de la pesadilla—; ¡déjame ir! ¡Juró quedarme callada!
—Querida el juego no funciona así. Después de que un juguete es usado ya no es el mismo, quiere decir que ya no es útil. Será rápido.
—¡No, no, no! ¡Por favor! Prometo desaparecer, no sabrás nunca nada de mí. —Tania imploró con lágrimas en los ojos a que el cambiará de parecer, no quería morir, en ese momento, se aferró a ser salvada.
Una sonrisa socarrona se escuchó en esa noche brumosa en donde Santiago llevó a cabo lo que tanto deseaba, sacó una daga del maletero, luego regresó donde estaba Tania, la miró como si hubiese encontrado un tesoro muy valioso. Él observó un instante los ojos cristalinos de ella que imploraban con todas sus fuerzas una oportunidad. Eso es lo que más disfrutaba Santiago apreciar ese rostro esperanzador que indicaba la vaga posibilidad de sobrevivir; mas no era así.
Santiago insertó la daga en el corazón de la chica que una vez había llegado a ser amiga de él, en sus adentros Tania cuestionaba su suerte desastrosa, ¿qué mal había hecho para merecer morir así? Resignada a dejar todo cuanto había llegado a vivir, oró por descansar en paz, a pesar de sus sueños anhelados en ese momento ya no serían más que sueños al igual que ella... Segundos después ella dejó de respirar...
Al ver que ella había muerto, Santiago retiró la daga del cuerpo, como si no hubiera sido suficiente; nuevamente comenzó a atravesar el cuerpo de Tania con la daga, hasta que la sangre envolvió todo su cuerpo. Toda la ropa de Santiago estaba teñida de color rojo, comenzó a reírse lleno de ego por su logro, sus manos se llenaron de sangre, paso varias horas encima del cuerpo complaciéndose al sentir la calidez del líquido diluirse entre él y el capó, dejó totalmente desangrado aquel cuerpo de la chica. Luego retiró la daga de las manos de ella, comenzó a moverla hasta meter el cuerpo en un maletín negro. Arrancó el automóvil marchándose de ese lugar complacido por su actuación...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro