N U E V E
—Lograrás hacer cualquier cosa que te propongas". —De Charles para Jean Gray. X-men.
Las semanas habían pasado volando desde que Rita me abrió los ojos a una nueva forma de ver las cosas. Mi vida comenzó a encaminarse de manera inesperada y maravillosa. Al mirarme en el espejo, podía ver un reflejo que empezaba a reconciliarse con la imagen que había deseado durante tanto tiempo. Había encontrado un equilibrio que me permitía sentirme viva y en paz conmigo misma.
Mi trabajo seguía siendo desafiante, pero gratificante. Las tareas que antes me parecían abrumadoras ahora se convertían en oportunidades para crecer y demostrar mis habilidades. Había aprendido a manejar la presión con una confianza renovada, y mi relación con Rita floreció como un jardín en primavera. Nuestra amistad se había convertido en una fuente constante de apoyo y alegría, y la conexión que compartíamos era una de las cosas que más valoraba en mi vida.
Los paseos matutinos, que solían ser una forma de escapar de mis pensamientos, se habían transformado en una rutina saludable y revitalizante. La compañía de mi nuevo amigo peludo, un adorable perro llamado Max, había añadido una capa adicional de propósito a mis caminatas. Max no solo era una fuente de cariño y compañía, sino también un recordatorio constante de la importancia de cuidar de uno mismo y de los que amamos.
Descubrí muchas cosas y una de ellas era el echo de que mis compañeros de trabajo nunca me habían evitado u mirado con desprecio; para darme cuenta de eso tenia que ponerme en sus lugares: yo nunca me había presentado formalmente ante ellos, se supone que la nueva era yo ¿por qué insistirian? Nunca intenté ver cuan ajetreados estaban y ahora que lo hacía, entendía mejor sus conversaciones, logrando unirme a estas.
Ahora mi rutina diaria se había convertido en una mezcla equilibrada de ejercicio, tiempo con Max, y una dieta saludable. Había aprendido a disfrutar de la comida sin caer en la trampa de la restricción extrema que solía dominar mi vida. Mi enfoque era mantener una alimentación equilibrada y sabrosa, permitiéndome disfrutar de la comida sin la presión de contar cada caloría. Este cambio de mentalidad me ayudaba a sentirme más libre y a apreciar cada bocado sin culpa.
Era un placer ver cómo mi cuerpo respondía positivamente a este nuevo enfoque. Me sentía más enérgica y saludable que nunca. Aunque la batalla con mis antiguos hábitos no había desaparecido por completo, sentía que había encontrado una forma de coexistir con ellos sin dejar que dominaran mi vida. Mi bienestar general había mejorado, y empecé a experimentar una satisfacción que no había sentido en mucho tiempo.
Una tarde, después de un paseo particularmente agradable con Max, decidí pasar por un café local para tomar un café y disfrutar de un poco de tiempo para mí. El café tenía un ambiente acogedor, con luces suaves y una decoración que invitaba a relajarse. Elegí un asiento en la barra, disfrutando de la atmósfera tranquila mientras esperaba mi bebida.
Mientras me acomodaba en el taburete de la barra, noté al barista detrás del mostrador. Era un joven de unos veintitantos años con una sonrisa fácil y una actitud amistosa. Me saludó con un "Hola" cálido, y me preguntó qué quería tomar. Le pedí un cappuccino con una pizca de canela.
A medida que preparaba mi café, el barista comenzó a charlar conmigo. La conversación comenzó con preguntas sobre mi día y se desvió hacia temas profesionales. Me sorprendió lo fácil que era hablar con él. Su interés genuino y su habilidad para escuchar hicieron que la conversación fluyera sin esfuerzo. Me sentía a gusto y relajada, algo que no siempre había experimentado en interacciones sociales.
—Así que, ¿cómo ha sido tu semana?— preguntó con una sonrisa curiosa—. Parece que has tenido un día bastante agitado, pero también alegre—.
Sonreí y le conté un poco sobre mi rutina reciente y cómo las cosas estaban yendo bien en el trabajo. Hablamos sobre nuestros intereses, nuestras películas favoritas y las pequeñas cosas que nos hacían felices. El barista, cuyo nombre resultó ser Colin, compartió algunas anécdotas divertidas de su trabajo y su vida en la ciudad. Me di cuenta de que estaba disfrutando de la conversación más de lo que esperaba.
Colin parecía realmente interesado en lo que tenía que decir, y su forma de hacer preguntas abiertas me animaba a compartir más sobre mí misma. Hablamos sobre mis paseos matutinos y mi perro Max, y él mostró un interés genuino en escuchar acerca de mi rutina y mis logros. Esta interacción me hizo sentir valorada y escuchada de una manera que no siempre experimentaba en mis relaciones sociales.
Mientras la charla continuaba, noté que Colin me lanzaba pequeñas sonrisas y miradas que parecían transmitir un interés más allá de la conversación amistosa. Me sentí halagada y un poco nerviosa, pero en el buen sentido. Era refrescante sentir que alguien estaba interesado en conocerme de manera más personal, especialmente después de tanto tiempo sintiéndome desconectada y auto-suficiente.
La conversación tomó un giro más ligero cuando Colin mencionó que estaba organizando un pequeño evento en el café el próximo fin de semana, y me invitó a asistir. —Sería genial verte allí—, dijo—, será una buena oportunidad para que te relajes un poco y disfrutes de una buena música—.
Su invitación me tomó por sorpresa, pero me sentí halagada. Era un gesto amable y considerado que me hizo cuestionar si quizás estaba lista para abrirme a nuevas experiencias y conexiones. Me di cuenta de que el miedo y la inseguridad que había sentido anteriormente estaban comenzando a desvanecerse, reemplazados por una nueva sensación de apertura y posibilidad.
Con cada palabra y cada sonrisa de Colin, sentí que la confianza en mí misma y en mis habilidades sociales estaba creciendo. Había pasado tanto tiempo luchando con mi autoimagen y mis inseguridades, y ahora estaba empezando a ver una nueva perspectiva. La conversación con Colin fue una especie de recordatorio de que, aunque aún tenía mucho que aprender y explorar, había avances significativos en mi vida.
Finalmente, cuando mi café estuvo listo, Colin me lo entregó con una sonrisa cálida. —Espero verte en el evento—, dijo—, será genial pasar un rato agradable contigo—.
—¿Es una cita?—, me atreví a preguntar—. El me mostró una cálida sonrisa y asintió
Acepté su invitación con una sonrisa, sintiendo una mezcla de gratitud y emoción. Me despedí de Colin y salí del café con una nueva energía. La charla me había dejado una sensación de optimismo y una apertura hacia nuevas posibilidades.
Mientras me alejaba del café, me di cuenta de que la vida estaba ofreciéndome oportunidades que antes no podía imaginar. Había pasado tanto tiempo en la oscuridad de mis pensamientos negativos y mis inseguridades que ahora, al empezar a ver las luces en la oscuridad, me sentía llena de una renovada esperanza.
Ya en casa
Saqué el café de la bolsa y justo cuando la iba a echar, noté una pequeña cinta roja que colgaba de ésta. La tomé con curiosidad; tenía un pequeño escrito gravado. Lo leí en voz baja: —Tienes una sonrisa hermosa. Att: C—.
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