CAPÍTULO #4: NOVIO NUEVO
Ya pasó un mes desde que apareció en mi vida el ángel caído, y por suerte para mí, al parecer, no volvería a regresar, aunque algo si tenía que agradecerle; me había acercado a mi hijo y eso me hacía sentir un poco más útil como madre.
Estábamos sentados a la mesa, comiendo tranquilamente, cuando sin ningún tipo de rodeos Caleb dijo:
― Papá, mamá, ¿mañana puede venir a comer con nosotros mi novio?
― ¿Novio? ―dijo Marcelo abriendo los ojos como platos.
― Si papá, soy bisexual... Y quiero presentarles a mi novio.
― Pero como que bisexual, ¿qué coño es esto? ¿una broma? ―dijo soltando los cubiertos y levantándose de golpe.
― Papá, pero...
― Ni peros ni nada, como puede ser que mi único hijo sea maricón.
― No soy maricón, soy...
― ¡Basta ya! ―dije alzando la voz― Marcelo, tu hijo es bisexual, y si no te gusta, te aguantas. ―Marcelo me miró con furia y sin más se levantó de la mesa dejándonos solos.
― Lo siento ma' se me quitó el hambre. ―Y también me dejó sola comiendo. Yo me acabé mi plato y me preparé para combatir a mi marido.
Como es costumbre, cuando en su vida pasaba algo que no podía controlar, Marcelo se recluía en el estudio. Yo entré con cuidado porque ese sitio me recordaba al profesor follándose a mi hijo, y la visión no era para nada agradable:
― ¿Vienes a torearme? ―dijo levantando la cabeza del libro; "Orgullo y prejuicio", estaba realmente mal, solo leía eso cuando no quería tener a nadie cerca.
― No ―dije acercándome―. Vengo a comprenderte ―Eché la silla para atrás y me senté en su regazo―. ¿Qué pasa amor?, nunca te pones así.
― Joder Maca, mi único hijo es gay o bisexual, yo que sé.
― Marcelo por favor, no seas antiguo, el niño es joven y está en edad de experimentar cosas nuevas. ―dije sonriendo y dándole un dulce beso en la mejilla.
― Vale, pero que no me empiece a traer raritos a casa. ―dijo sonriendo al fin. Yo también sonreí, y como ya tenía el problema solucionado me fui a dar un baño de burbujas.
. . .
La noche del día siguiente llegó y todos esperábamos ansiosos la llegada del nuevo novio de mi hijo. La puerta sonó y al abrirse apareció Caleb acompañado de un hermoso joven; 1.70 de altura, cuerpo delgado y atlético, pelo negro, ojos grises y profundos, una sonrisa encantadora y unos labios rosados y jugosos que incitaban al pecado.
― Mamá, papá, les presento a Dylan, mi novio.
―Hola señor Marcelo ―dijo dándole la mano a mi esposo y obsequiándole una botella de vino tinto―. Señora Macarena. ―agregó sonriéndome y dándome un beso en la mejilla, el cual yo devolví con el mismo entusiasmo.
La noche pasó de manera maravillosa, el chico era encantador, mi marido lo adoraba y yo estaba encantada, mi hijo sería idéntico a Marcelo, pero los gustos se compartían con los míos.
. . .
En las semanas siguientes las visitas de Dylan se hicieron más frecuentes en casa, a nosotros no nos desagradaba, y a mi hijo mucho menos. En ocasiones se quedaba hasta muy tarde, pero nunca a dormir. Hasta que un viernes, después de dos semanas de su primera visita a casa, mi hijo y su novio se fueron de fiesta, y al regresar el clima se puso horrible, y tanto Marcelo como yo hicimos la vista gorda y lo dejamos dormir en casa, le asignamos el cuarto de invitados, pero era lógico que iban a follar durante toda la noche en el cuarto de Caleb.
Yo no ponía objeción porque sabía el morbo que se sentía; todavía recuerdo cuando con 16 años mantuve una incestuosa relación con mi primo Ignacio en casa de la abuela, era una especie de cena familiar, y mientras todos estaban en la sala, nosotros le dábamos rienda suelta a nuestras perversiones; no fue mi primera vez, pero si mi primer orgasmo, solo de recordarlo mi vagina se humedece y llegan a mi mente las imágenes del primer dios griego de mi vida cabalgando sobre mi cuerpo adolescente mientras yo sudo y gimo de placer.
. . .
A la mañana siguiente todos se habían ido temprano y solo quedábamos Dylan y yo.
Yo estaba desayunando una ensalada de frutas y jugo de naranja cuando en la cocina entró Dylan con unos bóxer Calvin Klein negros y nada más, dejándome ver así sus pectorales y abdomen perfectamente marcados. Se acercó a mí y cogió un trozo de mango de mi plato, odiaba que las personas hicieran eso, pero gracias a esa acción pude sentir en su piel el olor a sudor y sexo desenfrenado, mi vagina se humedeció, este chico me encantaba, además que la sola idea de follarme a un adolescente me excitaba.
Dylan se sentó a desayunar y luego de unos minutos dijo:
― Me pareces una mujer excesivamente sexy ―Yo me quedé petrificada, no sabía cómo reaccionar o que contestar, pero por suerte no tuve que hacerlo, ya que él al ver mi cara agregó―. Sabes que me encantaría follarte sobre la encimera ahora mismo.
― Pero ¿qué dices?... Eres el novio de mi hijo...
― ¿Y?
―Y podría ser tu madre descansadamente.
― ¿Sabes?, las mamis me ponen mucho ―dijo acercándose a mí, llenando mis fosas nasales con el hedor a sexo que emanaba por sus poros―. Además, tu hijo y yo tenemos una relación abierta, le da igual si me acuesto contigo o con otra, él hará lo mismo. ―Ya esto eran demasiadas moderneces para mí, aunque el rollo libre me encantaba y la propuesta era tentadora, no me imaginaba en esa situación.
Antes de que me diera cuenta el chico me había metido mano por debajo del salto de cama, y por desgracia para mí y suerte para él, yo dormía sin ropa interior así que acceder a mi sexo empapado le fue bastante fácil. Metió sus dedos despacio, uno primero, luego dos y por ultimo tres, haciéndome gritar de placer al tiempo que le pedía que no parara. Lo jalé hacia mi cuello, lo besé y jugueteé con mi lengua dentro de su boca.
Antes de que pudiera darme cuenta estaba sobre la encimera recibiendo lamidas de ese chico en mi coño, las lamidas se alternaban; primero rápido y después lento, conjuntadas con sus dedos dentro de mi vagina, no podía controlar ni mis gemidos, ni los movimientos de mi cuerpo que se contraían con el objetivo de atraparlo entre mis piernas. Cuando no aguanté más lo agarré del pelo y lo obligué a recibir los fluidos de mi vagina al correrme en su boca, exploté de placer e inundé la estancia con mis gemidos.
Dylan me empujó y logró recostar mi cuerpo en la encimera, se bajó los calzoncillos y liberó su enorme miembro; estaba delgado, erecto y muy venoso, venas que sentí dentro de mi cuerpo cuando me penetró; me folló todo lo duro y salvaje que quiso, yo estaba extasiada, no quería que esto acabara nunca, sentía que me iba a correr otra vez, y por las contracciones de su cuerpo pude concluir que él también, mi orgasmo llenó la sala y antes de que me pudiera recuperar, mi amante, en un rápido movimiento, me había arrodillado en el piso y tenía su miembro en mi boca obligándome a recibir toda su corrida, con gusto me la tragué y en un acto sexy e involuntario limpié con mi lengua la comisura de mis labios.
El resto del día me lo pasé en una lucha interna entre mis perversiones y mis obligaciones como madre, aunque la culpa era grande, su proporción con respecto al placer recibido en la mañana no era ni el 0,1%.
Al llegar a casa podía sentir en todas las estancias el olor a sexo, quizás era mi mente que estaba siendo recomida por la culpa, o en realidad el olor infestaba la casa haciéndome recordar el tercer "desliz" de mi matrimonio.
Mi hijo estaba en casa, me hablaba y seguía, intentando captar mi atención, yo no podía mirarlo a los ojos, ni cruzar palabra con él, y en un acto de valentía, o cobardía, desde el punto en que se mire, le dije a Caleb al borde de las lágrimas:
― Lo siento amor, lo siento mucho, pero tu novio se me insinuó, y no es que lo esté culpando, pero estoy en una edad muy mala, no sé qué le pasó a mi raciocinio, pero sin que me diera cuenta terminamos follando sobre la encimera.
― Mamá no te preocupes, lo sé.
― ¡¿Cómo?! ―dije sorprendida.
― Claro, Dylan y yo tenemos una relación abierta, y ya él me había comentado que le atraías mucho.
― ¿No se lo vas a contar a tu padre verdad?
― Claro que no, si te entiendo, debe ser muy horrible follar siempre con la misma persona, o sea, las relaciones abiertas son el futuro, y aunque papá y tú se quieran mucho tienes derecho a experimentar nuevas cosas ―Me impresionaba lo maduro que podía llegar a ser mi hijo, y me asustaba todo lo que podía haber experimentado ya con 18 años―. ¿Y qué?, ¿Te gustó? ―dijo lanzándome una mirada cómplice.
― Increíble, un fichaje. ―dije sonriendo al fin y liberándome de todas las preocupaciones.
Luego de eso nos quedamos horas en la cocina hablando sobre sexo y sobre cómo era follarse a Dylan cuando Marcelo entró por la puerta y caminó hasta mí con cara de molestia. Por un instante pensé que mi hijo, Dylan o alguien del servicio le había contado lo sucedido en la mañana, pero esos pensamientos se esfumaron cuando comenzó a hablar:
― ¿Macarena que significa esto? ―dijo lanzándome un sobre del banco a la cara. Yo lo tomé y comencé a leer, tiempo muerto que Caleb aprovechó para salir corriendo, dejándonos solos en la cocina.
El sobre tenía un balance de cuentas donde se reflejaba lo bien que iba la economía de nuestra familia, los ingresos millonarios que proporcionaba mi empresa y los gastos millonarios que hacían Caleb y Marcelo, pero sobre todo destacaba la sustracción de 260 mil euros que había hecho; el cheque de 10 mil al director del colegio y los 250 mil a Jonathan.
― ¿Desde cuándo revisas las cuentas?
― Desde que sacas 260 mil euros sin comentarlo con nadie... ¿Qué te vas a comprar? ¿Un piso en Torremolinos?
― Qué más da lo que me compre, si al fin y al cabo el dinero es mío. ―dije poniéndome a la defensiva, siempre he odiado que cuestionen mis gastos y más cuando el dinero salió de mi trabajo.
― No, el dinero es de todos.
― Marcelo sabes muy bien que la charla comunista conmigo no vale... Todo el dinero que entra en las cuentas bancarias de esta casa lo proporciona la constructora, porque tu trabajarás, pero esa empresa del tres al cuarto que te montaste, con mi dinero ―recalqué en voz alta―, no nos trae más que gastos. Además, solo con lo que tú gastas en un año tu empresa ya se hubiera ido a la quiebra.
― ¿Con que esas tenemos?... ¿Sabes?, puedo vivir sin tu dinero perfectamente.
― ¿Si?, pues quiero ver que te vas a hacer cuando empieces a gastar y no te quede ni para echarle gasolina al Ferrari, que como es costumbre, yo también compré... Así que no vuelvas a cuestionar lo que gasto o dejo de gastar, el dinero es mío y yo no doy explicaciones, como mismo no las pido cuando te gastas miles y miles de euros en coches y motos de lujo, y todo con el objetivo de reafirmar tu virilidad de machito, intentado ocultar que siempre has sido un inútil y que necesitas a una mujer que te mantenga. ―Joder, en su cara vi que me había pasado tres pueblos, Marcelo no tenía argumentos para combatir eso, pero aun así me miró y me dijo:
― El dinero será tuyo, pero que te quede algo claro Macarena, soy tu marido, no tu toy boy. ―Y sin más se largó, dejándome ahí desarmada y siendo consciente de lo cruel que puedo llegar a ser en ocasiones.
. . .
A la mañana siguiente me di cuenta de que Marcelo no había dormido en casa, le pregunté a todos y nadie supo decirme si se fue temprano o nunca llegó, eso me preocupó porque jamás nos íbamos a dormir molestos, la mayoría del tiempo nos reconciliábamos a los 15 minutos, y en ocasiones, las acaloradas discusiones terminaban con noches de sexo maravillosas, pero esta vez no era así y eso me asustaba, amaba a Marcelo y no quería mandar a la mierda lo mejor de mi vida por 260 mil cochinos euros que no harían la diferencia en la economía de mi familia.
Puedo decir descansadamente que llamé a Marcelo más de 100 veces, le dejé más de 300 mensajes de texto y 50 mensajes en la contestadora, pero nada.
Me pasé todo el día angustiada y al llegar a casa mi marido tampoco estaba ahí, la noche llegó y Marcelo tampoco se apareció por casa, yo tomé mi teléfono y le hice otras 100 llamadas, pasada media hora, y al no recibir respuesta tomé la computadora y le envíe un e-mail, de alguna manera tenía que lograr que Marcelo recibiera mis disculpas:
"Marcelo lo siento, sé que me pasé, no me gusta estar peleada contigo, sabes que soy horrible y que odio dar explicaciones, pero te quiero, y obvio que el dinero es de ambos, me has ayudado mucho y de no ser por ti no tuviera ni la mitad del dinero que tengo ahora. Te quiero mucho y junto con Caleb eres lo más especial que ha pasado en mi vida, no quiero tirar por la borda 20 maravillosos años de matrimonio por una pelea que no debería afectarnos. Por favor perdóname, y si no lo haces por lo menos contesta mis llamadas, me preocupa no saber de ti, ni dónde estás, te quiero y necesito que me perdones" ―Era sorprendente como me podía bajar las bragas cuando el asunto me interesaba.
Pasaron horas y la madrugada llegó, yo estaba agobiada, no aguantaba más la presión y cual niña pequeña que se pierde en un supermercado gigante comencé a llorar, y luego de horas me quedé dormida hasta la mañana siguiente, cuando sentí que me abrazaban. Por un instante pensé que era Marcelo, pero no era su olor:
― ¿Cómo te sientes? ―dijo Caleb, él sabía que estaba mal.
― ¿Tu padre regresó?
― No, sigue desaparecido ―Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos, me sentía culpable pero no sabía cómo arreglarlo, ya había agotado todos mis recursos―... Anda, ponte guapa que esta noche nos vamos de fiesta.
― ¿Cómo? ―dije dolida pero interesada.
― Obvio, hoy tú, Dylan y yo nos vamos de fiesta al mejor club de strippers de la ciudad. ―dijo sonriendo.
― ¿Crees que ver tíos moviendo el paquete me va a hacer sentir mejor?
― Emmmm... si... hoy te vas a poner morada Macarena Casafont. ―dijo riendo y haciéndome cosquillas, y yo por fin sentí que la tristeza se iba desvaneciendo, y llegué a la conclusión de que si Marcelo se quería enfadar por recibir sus verdades en la cara se la pasaría enfadado, no soy millonaria para aguantar a un cincuentón y menos si lo mantengo yo...
NOTA DE AUTORA
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Amores ya pasamos las 500 leídas, se que es muy poquito, pero aún así me hace ilusión que les esté gustando. 💕
Les doy un pequeño SPOILER; las cosas con Macarena se van a poner buenas. En el próximo capítulo se va a un Club de Stripers. 😏
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