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3. Avergonzada y culpable.


—Creo que... No debemos.—balbuceó con la respiración agitada. Debía parar, no obstante quería permanecer a su lado en esa sensación eléctrica que él le provocaba con solo tocarla. La oscuridad era dueño del lugar pero aún podía ver su mirada en ella; así llena de pasión y lujuria.

Los pensamientos cesaron y el momento se hizo mágico, de esa manera de tocarse tan única que la hacía sentir en lo más alto de la cima. Elizabeth se irguió al sentir el tirante de su sostén recorrer despacio por su hombro. Amin la continuaba besando con rudeza, invadiendo su boca por completo y adueñándose de su lengua.

De pronto en un ágil movimiento la levantó y se dirigió con ella en sus brazos a la habitación en donde los esperaban una cama con sábanas blancas. La recostó delicadamente mientras la besaba y liberó sus senos de aquel sostén anaranjado.

Elizabeth quería procesar lo que estaba pasando, pero simplemente no podía, él tenía ese control en ella de empañarle la realidad, el querer dominarla como una sumisa. Sus pensamientos eran contradictorios, pero aún así se permitió deleitarse viéndolo desnudarse. Se quitó el pantalón quedándose solo en un bóxer sexy de cuadros en blanco y negro. Su cuerpo tonificado hizo que Elizabeth se irguiera de placer, allí acostada.

Amin la miró por unos segundos para después besarla con infinita pasión, y succionó sus pechos con hambre voraz. Ella gimió, gimió como nunca antes lo había hecho, se sentía tan mujer. Con prisa estaba sintiendo demasiadas sensaciones dentro de ella que la hacía sentir tan... Mujer.

—Amin.. Amin—lo llamo en un hilo de voz demasiado excitante para él.

—Dime, mami.—respondió mientras mordisqueaba sus pezones.

—Por favor... No me dejes.—le suplicó entre gemidos. Él sólo continuaba, continuaba haciéndola suya.

Poco a poco la fue despojando del resto de la ropa con delicadeza. Agacho la cabeza entre sus piernas y metió la lengua en su sexo. Estimulando su clítoris, ella estalló en un gemido placentero.

Amin la miraba mientras se retorcía desesperada, y él sin darle tregua, solo la presionaba más en su boca. Para él sabía exquisita, le gustaba mucho su dulce, su sabor, le gustaba su cuerpo al darse cuenta de que la veía embobado al subir para nuevamente besarla con urgencia.

—No me dejes.—repitió Elizabeth agarrando de su cuello.

—No te dejaré, mami.—le prometió, aunque para el sabía más que nadie que eso sucedería al pasar todo aquello. La hizo girar sobre su cuerpo y poco a poco la fue penetrando. Se dio cuenta de que estaba muy estrecha, pero su tacto le gustaba mucho.

Ahora recordaba de que aquello que ella le había dicho era cierto. Tenía mucho sin hacer el amor y tenía que ser paciente para no lastimarla. ¿Desde cuándo le importaba eso? 

—Amin.. A-min... Me-duele.—tartamudeo quejosa, en verdad dolía.

—Lo sé, solo no te pongas nerviosa, mami, déjate llevar y lo voy entrando poco a poco.—ella asintió.

Varios minutos más pasó Elizabeth comenzó a disfrutar, estaba perdiéndose en su aroma, en lo que la hacía sentir con sus caricias por su espalda. Todo emergió entre los dos, sin dar crédito a lo que reclamaba sus mentes, a lo que le indicaba el tiempo. De cualquier forma, no podía pensar en nada que no sea el placer que le estaba ocasionando.

Sus miradas se mezclaban, sus cuerpos eran uno, fue una noche maravillosa, pensó ella mientras recogía su ropa del suelo. Pero no encontraba su sostén, estaba vuelta loca buscándolo por todos lados peor nada. Amin la vio ceñuda y se le acercó; parecía desesperada buscando por toda la habitación.

—Buscas esto.—dijo con el sostén entre sus dedos. Ella se sonrojó de la vergüenza y lo agarró sin querer vestirse ante su presencia.

—Deberíamos bañarnos antes de vestirnos, ¿No crees?—Rayos, tenía razón, pensó ella.

Eso solo la hacía recordar lo que antes fue con Carlos. Ellos solían bañarse después de sus relaciones, pero la verdad era que nada lo que experimentó hace un momento no se asemeja a aquello. Todo era completamente... Distinto y único, era intenso.




Después de bañarse juntos Amin decidió llevarla a su casa, como debía. Se montaron en la pasola sin articular palabras, Elizabeth no podía hablar debido a la vergüenza, realmente se sentía avergonzada y no sabia que hacer después de eso. ¿Se arrepentiría al llegar a casa y analizar todo? Eso era lo que en verdad le temía.

Cuando llegaron al barrio Amin la dejó en los últimos escalones de la casa de sus tías y se despidió con un beso casto en los labios, sin decir nada se fue, sin más. Al llegar se encontró con un alboroto en la casa, su tía Yulissa estaba hablando con su otra tía llamada Celeste.

—¿Dónde andabas, Lizbeth?—preguntó con tono amenazante que le provocó cierto miedo.

—Estaba en la Venezuela,con..—Yulissa la interrumpió molesta.

—Si, sé que te fuiste con el fulano de la pasola que conociste en el Dique. Lo conociste hoy y ya te andas acostando con él.—Elizabeth abrió los ojos de golpe, ¿Cómo lo sabía? Sus ojos comenzaron a aguarse, tenía razón, a penas lo conocía y permitió que todo aquello pasara.

Sus ilusiones habían caído cuesta a bajo por las palabras de su tía.

—Te fuiste sin el permiso de nadie, te fuiste con ese muchacho y nosotras preocupadas... Ahora mismo te irás a tu casa, aquí no te quiero.—las lágrimas descendieron por sus mejillas. Vio a su tía andar de aquí para aya por su habitación mientras se la comía a regaños hirientes.

—Tu disfrutando.. Todos disfrutando y creías que me iba a quedar aquí aburrida.—le dijo cuando ya no pudo soportar más que la hiriera de esa manera.

—Tu te callas, te vas sin permiso y aún así estás de contestona, pero no te preocupes porque te vas para tu casa.—le voceó su tía detrás de las cortinas que divisaba las habitaciones.

Elizabeth empacó su ropa molesta y herida. Abajo le esperaba Manuel y Genesis en su motora, después de que Yulissa le pidiera que la llevara a casa. Ella bajó casi huyendo y se montó detrás de su prima aún llorosa.

—¡Así que saliste con Amin!—exclamó Genesis expectante.

—Estábamos en la Venezuela.—mintió. Por supuesto que no le diría que hizo el amor con él, eso era demasiado bochornoso decirlo como mujer. Y más en aquel barrio, los chismes volaban y lo último que quería era que todo el mundo se enterara de su desliz.





Al llegar a su casa, se percató de que aún continuaba la fiesta, se había olvidado por completo que era primero de enero y que las personas seguían disfrutando. Se bajó de la motora y resopló de cansancio, estaba exhausta tras haber pasado la mayor parte de la noche con Amin y, por todo el escándalo que le hizo su tía al enterarse.

Ella tenía razón, lo correcto era que pidiera el permiso, solo hizo sentirse la ofendida todo el tiempo sin entenderla. Había fallado en eso, pensó.

—Me iré, me saludas a tu madre.—y sin más se fue.

Su familia era así, con un pésimo carácter. Su prima era igual que su madre, le gustaba la bebida, parrandear y estar siempre en la calle, vigente. Ella era diferente que ellos, más bien le gustaba la serenidad, estar embaucada en el silencio aunque a veces la torturaba.

Cuando abrió la puerta principal pudo visualizar desde el pasillo que una luz tenue alumbraba el cuarto de su madre. Al caminar hasta aya, ella se encontraba acostada entre sábanas mirando la televisión entretenida.

—¡Oh! ¿Y quién te trajo?—preguntó incrédula.

—Genesis y su novio en la motora.—contestó nerviosa. Se sentó en la cama con tristeza, debido a que se sentía culpable y decepcionada de sí misma.

Ya nada podía ser como antes después de lo que ocurrió. Ahora lo que quedaba era tratar de olvidarlo para que su culpabilidad cesara, para que su auto-vergüenza saliera de su mente.



Hola, aquí otro capítulo, espero que lo hayan disfrutado. Elizabeth acaba de jugar su mejor carta y, tarde se ha dado cuenta de que lo hizo mal.

Pronto sufrirá las consecuencias de eso y la vida se tornara oscura para ella.

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