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2. Apuesta.

Elizabeth se despertó tras escuchar unas voces sumamente ruidosas. Parpadeó par de veces antes de levantarse con un leve dolor de cabeza cuando en ese mismo instante su celular había sonado. Dio un brinco cuando a su mente le llego solo una persona: el hombre guapo que había conocido. Dios, hace varios segundos había despertado y ese hombre la ponía así, toda emocionada y feliz.

Se dio cuenta de que era Amin deseándole que tenga una linda mañana, ella sonrió como tonta, como si no existiera otra cosa que lograra ponerla bien contenta. "Claro que tendré una linda mañana, y como no." Pensó.

Las voces desde el exterior se hacían más audibles, y cayó en cuenta de que tenía que salir ya de la habitación y correr hacia el baño si no quería que su tía la regañara. Era muy refunfuñona, parecía todo lo contrario en una mujer de veintitantos años.

Ella procedió a mirarse en el espejo y frunció el ceño tras ver a la mujer reflejada en él. No se reconocía, todo el rímel estaba hecho un desastre y todavía tenia impregnado el olor a alcohol. Se quitó el vestido para dirigirse envuelta en una toalla al baño.

Mientras lo hizo pudo ver que detrás de las cortinas que estaban antes de llegar al baño se reflejaba la claridad del día y, a los lejos pudo percatarse que se encontraba su dos tías conversando con ánimos renovados. Al salir quince minutos después se vistió holgadamente para tratar de relajarse aún más y se marchó de la habitación con su celular en su mano derecha.

—Así que te fuiste, atento a ti.—le dijo su tía menor, con tono amenazante. Tenía que soportar una más de sus regaños, de sus palabras hirientes. Pues cada vez que lo hacía sentía que cada su corazón se rompía más y más.

Su tía parecía insultarla, maltratarla y sentirse una joven mediocre. No sabía cuan daño la hacía sentir, ni idea. Pero ese era uno de los motivos que se distanciaba, provocando a que dejara por un buen tiempo su barrio, donde verdaderamente pertenecía. Todo el que vivía ahí, era personas venenosas, era como si ese lugar era especializado para ellos.

Todo era frustrante. Resopló hastiada pensando que debía de decir, sin querer hechar más leña al fuego. Sin que ella se molestara aún más, sabía que tenía un temperamento de perros.

—Por favor esta vez no. Me duele mucho la cabeza, siento que se me va a explotar.—dijo frotándose la sien.

—La resaca, me imagino que tanto bebiste con Genesis.—razonó en voz alta. Cada vez movía sus piernas desde la silla en la que se encontraba sentada, parecía un estado de manía.

—No, no bebí tanto. Debe ser el sol que hizo hoy.

—Bueno... Ah, arriba de la nevera está tu desayuno.—y sin más se levanto de la silla dirigiéndose a su habitación, contoneado su enorme trasero.

Elizabeth se sentó pensativa en el comedor mientras analizaba todas las tonterías que había pasado hace apenas unas horas y comenzó a comer con desgana. ¿Cómo pudo dejarse llevar de esa manera? No se reconocía, era como si fue muy distinta a lo que era.

Sonrojo de la vergüenza, por una extraña razón todo lo que pasó la hizo sentir viva nuevamente, con ganas de volver a verlo. Despertó de sus pensamientos cuando de repente su celular sonó, lo miro con esa sensación floreciente que salía desde adentro y le respondió con una sonrisa en su cara.

"Quiero verte, mami, ¿qué dices?

"¿Cuándo y dónde?" Respondió sin saber la razón de su ilógica mensaje.

"Quiero que vengas a mi casa"

¿Qué, a su casa?  Pero,¿no era muy pronto para aquello? Se preguntó nerviosa.

"¿Vives solo?"

"Si"   Dios mío, sus manos comenzaron a sudar y la garganta la tenia seca. Quería tenerlo cerca, demasiado, pero no se sentía preparada para su cercanía.

"Que dices,mami." Volvió a insistir poniéndola más nerviosa aún, más bien contra la espada y la pared. ¿Qué se supone que le diría?

"Solo si me pasas a buscar"

"Claro, estaré ahí a las siete."

Una emoción tan intensa invadió su pecho. Suspiró fuerte para tratar de expulsar tal emoción y se levantó del comedor. Recorrió las calles de su barrio sintiéndose nuevamente nostálgica. Ya nada era como solía, todos sus recuerdos solo eran más que recuerdos hirientes de lo que antes fue.

Todo rincón de ese barrio la llevaba hacía años atrás, cuando fue la niña más feliz del mundo. Cuando se vio correr por aquel pasillo de árboles que la vecina tanto cuidaba y, era tan tremenda que le arrancaba las únicas flores que ella planto con tanto amor. Allí también jugaba.

Volvió a la realidad cuando sintió unas manos frías en sus hombros. Ella gimió ante el contacto y giro para saber de quién se trababa. Era su primo y hermano de Genesis. Con el también tuvo los mejores momentos de su infancia, como también muchos malos.

—¿Pa' dónde va'?—le preguntó divertido.

—No lo sé, quería despejarme de esa tensión de allá arriba. Cada vez más los pleitos de Yulissa son insoportables.—le comentó cruzándose de brazos con un tono de molestia.

—Yulissa siempre es un lío.—afirmó mientras caminaba lentamente por las calles. Ella lo siguió pensativa.

—¿Y dónde te habías ido?... ¡Te desapareciste y no te volví a ver más!

—Me fui para Pueblo Nuevo. Me canse de ver a la misma gente de siempre. Eso estaba melma, tú no sabe na'.—dijo con un brillo en los ojos. Su prima le dio un codazo un poco ofendida.

—Cuando te encuentres un lío por esos lados, te haré un cuento.

Se pararon frente al colmado y entraron. Cristopher había pedido detergente para la limpieza y Elizabeth río ante aquello, sin duda su primo era el que limpiaba su casa porque su madre lo ponía a regañadientes.

—¿De qué te ríes mongola?—le preguntó burlón.

—Por lo menos parezco más dominicana que tú. Ten mucho cuidado, que un día de estos te piden los papeles por confundirte con un haitiano.—y explotó en carcajadas, su primo se unió un poco ofendido.

—Los morenos somos lo que controlamos, tú ni sabes lo rico que es este color.—dijo Cristophel mordiéndose el labio y, solo eso hizo que Elizabeth recordara una vez más a aquel hombre guapo y Moreno al que conoció hace unas horas, ese mismo que se estaba adueñando de su mente sin avisar. Debería de ponerle una denuncia, pensó.

***

El día estuvo tranquilo y en cuanto cayó la noche la gente del barrio comenzaron a desocuparse de sus hogares. Todos estaban disfrutando el primero de enero con música buena y el magnífico sabor de la cerveza. Habían niños jugando a los alrededores corriendo sin parar, y algunos que otros jóvenes riendo y conversando con la compañía de la famosa "Hooka". El humo se esparcía en el aire hasta esfumarse.

Elizabeth se encontraba arreglándose para el encuentro con Amin. Quería estar radiante, no quería defraudar nada de lo que le había gustado a el de su persona. Sus ojos chispeaban con la idea de volverlo a ver. Sin darse cuenta, en su interior estaba floreciendo muchísimas cosas extrañas que la ponían nerviosa, con suma ansiedad.

Cuando termino se miró en el espejo resultándole agradable lo que estaba frente a él. Ella era de cintura estrecha y estatura baja, pechos redondos y medianos y, unos ojos cafés pequeños que irradiaban inseguridad. Alrededor de ellos habían sombras de color blanco que combinaban con su atuendo luciéndolo más lindo de contemplar.

Escogió su bolso y salió esperando un poco más de tiempo como él le había dicho unos minutos antes. Se sentó en un muro cerca de la acera viendo a todos los niños jugar alborotados y, a los lejos, las personas en la gran bodega.

Vió a su primo salir de su casa y sin dudar se le acercó expectante. Viéndola tan bonita, tan hermosa que parecía brillar más que la luna, más que las estrellas.

—¡Guau!–exclamó.—estas linda, Lizbeth. ¿Para dónde vas?—y se le sentó a su lado esperando por su respuesta.

Ella se mordió el labio ansiosa y le respondió:—Esperando a alguien. Me va a pasar a buscar dentro de poco.—confesó.

—Que bien. Bueno, cuídate por ahí que tú sabe que anda mucho' loco' suelto.—Elizabeth se hecho a reír y fue cuando Amin apareció de la nada en su pasola roja  y con un sujeto en el asiento de atrás.

Elizabeth arrugo la frente confundida. "¿Cabreemos los tres ahí?" Se preguntó.

Su primo se paró adentrándose a la casa y ella se acercó tímidamente, con una sonrisa sutil en los labios. Amin la miró sorprendido, estaba aún más bella y... Apetecible.

—Primero móntate y después móntate tú.—le ordenó al muchacho. Era de un mulato claro que rondaba cerca de mis quince años. Elizabeth lo hizo rodeándole los brazos por delante.

Al llegar se percató de que andaban muy cerca de donde estaban hace apenas unas horas. Aquel barrio estaba sumergido en ruidos bulliciosos de la gente entremezclándose con la música. Se bajaron con sigilo mientras que Elizabeth miraba el panorama.

Se sentía nerviosa al saber que lo tendría más de cerca y.. A solas. Bajaron escalones de piedras hasta que Amin se paró frente a una casa, aquella era pequeña pero tenía una buena vista por fuera. Era hecha de zinc y las paredes llevaban un color crema como suele tener la mayoría de las casas.

Al entrar pareció mucho más pequeña de lo que se imaginó. Había un sofá pequeño, una mesa oscura en su centro adornado con un florero, a la esquina se situaba la nevera y... "Es exactamente a la de mi casa" dijo a sus adentros.

El suelo era de cemento pero lo que más le resultó agradable que a pesar de su condición todo estaba limpio y ordenado. Al caminar frente al sofá había una enorme meseta de mármol tirada en el piso,pero  no preguntaría para nada por que se yacía allí.

Amin la miró con una sonrisa y se sentó a su lado.

—¿y cuéntame de ti? ¿A dónde vives?—pregunto rodeando su brazo izquierdo por alrededor de su hombro. Ella se tensó de repente y antes de responder carraspeó.

—Amm. Vivo en los mina, pero como ya sabes vengo mucho por aquí porque aquí vive la mayoría de mi familia y... Aquí me crié.—Guao, Elizabeth pudo verlo más de cerca y sin aquellos lentes de sol que llevaba puesto en la mañana. Se veía tan apuesto, tan lindo. Más con aquella playera que ajustaba de su musculoso cuerpo.

—Ok. ¿Y te dejan salir?

—Si.

—¿para qué lugares te gusta salir?—pregunto sostenido aún si mirada en ella sin desistir. Parecía una mirada analizadora pero a la vez famélica.

—Bueno... Playa, cine, y cosas así.—confesó Elizabeth frotándose las manos para deshacer el sudor que comenzaba a resultarle incómodo.

—¿Tienes novio?

—No, eso creo que ya lo sabes, no me ando besando con cualquiera que se me atraviese.—Amin soltó una carcajada irónicamente. Sabía por qué rumbo de estaba yendo la conversación y lo menos que quería era que los recursos asaltaran su mente: Carlos.

—¿Cuánto tiempo llevas de soltera?—pregunto aún más curioso.

—algunos tres meses.

—Guau, ¿y llevas tanto tiempo sin hacer el amor?—¿Qué? Elizabeth se atragantó con su propia saliva haciendo que tose varias veces. Vaya, sorpresa y.. Sus tremendas curiosidades, él condenado este.

—Claro.—dijo asintiendo con la cabeza. Amin se sorprendió aún más.

—¡Que balbara eres!—exclamó burlón.—Yo lo mínimo que puedo durar son dos semanas.—la pobre Elizabeth no supo qué decir, ese señor parecía una caja de sorpresas que mientras más hablaba más la sorprendía.

—Apaga la luz. Está detrás de la puerta, anda, vete.—le ordenó con un gesto frío. Ella pestañeo dos veces y se paró para hacerlo. "Dios, ¿qué estoy haciendo"? Se preguntó nerviosa.

Cuando regresó a sentarse Amin la agarró de la cintura y la puso a horcajadas sobre él. La beso apasionadamente, con deseo lujurioso. Quería hacerla suya, tenía que cumplir esa apuesta de 5,000 pesos que le propuso Edgar si se la llevaba a la cama primero y por supuesto que ya él era el ganador porque ya la tenía entre sus brazos.



Espero que le haya gustado ese segundo capítulo. ¡Huy, las cosas se podrán muy interesantes. Espero que le guste la narración porque en verdad estoy dando todo de mí para contarlo como todo ocurrió, con lujos y detalles. Lamento lo corto que es, pero el siguiente será mucho más largo...

Besos.

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