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1. Momento inesperado.

Diciembre 1
2015

La noche se hizo la maestra en un inusual escenario. Las estrellas centelleaban alrededor de las personas y las risas se escuchaban llenas de alegrías. Diciembre no pensaba irse, pareciera como que nunca quería marcharse ya que todos estaban disfrutando como si no existiera un mañana.

Esa noche la música fue el protagonista que se escuchaba escandalosamente por todo el barrio, haciendo retumbar los oídos de las personas de manera agradable. En un rincón y tan solos a unos centímetros de su familia, se encontraba Elizabeth.

Estaba entumida en sus pensamientos perdiendo la noción del tiempo y lo que emergía a su alrededor. Aunque miraba a todos, alegres y con esa destreza al bailar y disfrutar, ella se encontraba ausente.

Se encontró recordando su niñez, su vida en ese barrio y lo que fueron sus amigos. Ya nada era igual como solía, ya no sentía esa compatibilidad con ese lugar. Se empapó tanto de la soledad que cuando encontró a personas en común con sus ideales, no quería lidiar con la gente. Simplemente adoraba su soledad, lo que propinaba en ella y La Paz que sentía en su corazón.

Envuelta entre sus pensamientos, cayó en la realidad de que los tacones la torturaban, no quería dejarla ponerse de pie. Nunca debió de ponérselos sin saber cómo manejarlo, pues aún no se acostumbraba a usarlos.

Cuando miró de nuevo a su tía parada en una esquina con sus amigos, disfrutando a altas voces de la música, del ambiente y del lugar, pensó que esa noche no era dedicada para ella y quiso marcharse. Cuando iba a hacerlo un rato después, su prima llegó junto a su novio en la motora.

Nunca imaginó encontrársela allí, ya que al vivir con su novio; ella se olvidó de que tenía una familia y muy pocas veces la visitaba. Así que en cuanto llegó el hecho de que estuviera allí la emocionó. Se acercó donde ambos estaban con una sonrisa sutil.

—Pensé que no vendrías.—le dijo entusiasmada. Su prima le sonrió apegada aún de su novio.

—Es que no iba a venir, primero estábamos en la Venezuela un rato y decidimos pasar por aquí a ver en qué está. Pero ya veo, la Disco Light nunca se queda los días primero.—le dijo sonriente mirando todo el alrededor.

—Pero mírala con esos tacos.—añadió.— Vámonos un rato para  la avenida, pero tú con esos tacones ¿¡para donde iras tu!?—ella rió.

En eso apareció su tía,  se acercó hasta ellos y los saludó con un vaso de cerveza en la mano. Ver a su prima hizo sentir a Elizabeth, feliz, que la noche de pronto comenzó a darle significado.

—Llévala a ella para que se ponga unas zapatillas bajitas a la casa.—le pidió de favor al novio de Génesis. El asintió sin tener problema alguno. Elizabeth se subió a la motora sujetándola de la cintura a su prima.

Cuando llegaron ella subió emocionada a cambiárselas. Eligió una de su tía que le combinaba con el vestido negro que llevaba. Se miró al espejo suspirando, dándole unos retoques al maquillaje y salió.

En la calle que vivía sus tías, estaba sumergido en una tranquilidad, las puertas estaba cerradas y sabía que, a esa hora las personas se lanzaba a la calle para parrandear. ¿En qué se había convertido su barrio? ¿Qué ha cambiado?

Nada cambió, ella lo hizo. Pero era tan terca en reconocerlo.  Pues, aunque tenía la respuesta a simple vista, enterarse de la verdad dolía en lo más profundo de su ser. Ya nada era la niña que reía por los rincones cuando jugaba con sus amigos.

Al enamorarse no supo aprovechar su etapa, cada vez que pasaba el tiempo, las cosas que la llenaban cuando niña le dejaron de interesar. Se creyó mujer más de la cuenta, de lo que ella era. Pues aún con dieciséis años era una niña, convertida en una adolescente hermosa.

De nuevo se presenciaron en la Disco Light. Elizabeth observó a su madre quien hablaba con su amiga al frente de la acera, disfrutando del ambiente y de la música como todos. Ella ya no quería estar ahí, tenía que hacer que su prima se la llevara a donde planeaban ir, su lugar ya no estaba ahí; sentía que no había espacio para ella.

—¿Y qué tú vas a hacer aquí? No tienes con quien hablar, gente de tu edad... Vámonos para La Avenida.—los ojos de Elizabeth se iluminaron. No pensó ni un momento, solo quería irse de allí.—pero hay que decirle a Julissa.—añadió refiriéndose a su tía. Después de pedirle su permiso, ella con gesto reprobatorio no supo qué decir.

—Bueno, dile a tu madre.—le contestó. Julissa no quería que fuera la involucrada de que le pasara algo en esa motora. Cualquier modo su madre estaba cerca pero lo que temía era que también le negara el permiso.

Cinco minutos más tarde mientras en un descuido de su tía y su madre que disfrutaban pérdidas de lo que pasaba a su alrededor, Genesis incitó a Elizabeth a que se fueran sin decirle a nadie. Ella quería ser libre, como el viento, como los pájaros; ella quería volar sin miedo a nada. Esa era su mayor deseo pero pese a que era menor de edad no se podía. No podía ser nada que ella quisiese y eso la hacía sentir infeliz, que algo en su vida faltaba.

—Pero no mires a Mary.—le dijo refiriéndose a la madre de Elizabeth y la que es una de sus tías.—Si te ve, de seguro te llamara para preguntarte.—ella así lo hizo entre risas para luego esfumarse escondiendo la cara de que ninguna de esas dos la vieran.

El viento soplaba fuerte en su cara sintiendo una fuerte emoción de adrenalina poco sentida y experimentada en su vida. Conforme avanzaban se podía ver las luces navideñas que adornaban las casas, las risas de las personas en la calle y la música a todo dar.

Manuel iba a una velocidad normal, avanzando a cada vez más cuesta a bajo hasta llegar a La Avenida. Elizabeth se quedo observando el río de ese barrio al que iban adentrándose, uno diferente por su puesto, donde airaba el polvo ya que sus calles estaban deshechas y llenas de tierra. El camino era estrecho, dificultoso para los vehículos pasar. Ahí solo se veía motoras y uno que otro vehículo pequeño, pero nada más.

El barrio llamado "El Dique" tenía mala fama ya que ahí es donde nacen los verdaderos delincuentes, los hombres de problemas, esos mismo que se arman de valor a la hora de darle la cara a quien sea con tal de defenderse. Entonces su mente voló a cuando era niña. Ahí fue donde su padre conoció a su madrastra, ella vivía muy cerca y entre tanta gente pobre que se ganaba la vida.

Se encontró aventurando detrás del río que tantas veces su padre le advertía que no se acercara. Su padre se veía muy asustado, un rostro lleno de pánico y temor de lo que podía ocurrir si ella no tomaba la distancia que él quería.

Muchos niños murieron allí, ahogados. Dandole un dolor terrible a sus familiares, palpable, casi agónico. Mientras la pobreza no ventilara lejos de ese barrio, los accidentes no iban a dejar de suceder, ni los asesinatos, ni los suicidios. Mientras no arreglaran ese barrio tan penoso, nada podía mejorar. Esa era la única razón lógica.

Cuando llegaron de inmediato Manuel compró una cerveza en la bodega. La fiesta era al aire libre, permitiéndose ver todo con claridad. Toda esa gente se vio en el mismo lugar todo el tiempo sin dar tregua, hasta el amanecer. Y recordando Elizabeth, cuando su prima apareció era cerca de la seis de la mañana.

Algunos hombres tenían la vista en ella al asecho. Viéndola como si nunca jamás habían visto una mujer. Quizás estaban cansado de ver a las mismas mujeres todo el tiempo que, cuando la vieron se encontraba con los ojos desorbitados al mirarla. Ella se sentía incómoda, no le gustaba que la vieran de esa manera.

Entonces allí se acordó de Carlos, su ex novio, el cual vivía cerca. Los últimos episodios de su relación no fueron buenos, él se había portado mal, pero tuvo que reconocer dentro de sí que también hizo de las suyas para que todo acabara de esa manera.

Su prima se le acercó expectante.

—Quita esa cara y disfruta.—le riñó haciéndola despertar de sus pensamientos. 

En ese momento Manuel salió de la bodega con una cerveza bien fría para luego servirla para los tres. Ella no bebía pero cuando se encontraba la ocasión lo hacía.

Tomando el vaso de cerveza que su prima le ofrecía se percató de que un muchacho que estudiaba antes en el liceo en el cual estudió hace varios años, la miraba sin pestañear un instante. Ella sonriente lo saludó desde su posición, eso solo bastó para que el joven sin titubear se le acercara.

—¿Y tú por aquí? —le preguntó una vez pararse a su lado.

—Eso mismo te iba a preguntar a ti.—murmuró simpática.

—Aquí me crié. Aquí vive mi familia.—le contestó a lo que ella aliviano el gesto comprendiendo el motivo.

—¿Y tú? ¿Todavía estudias en La Ramón?—preguntó divertido. Ramón Matías Mella era la escuela donde estudió desde niña hasta primero en la secundaria donde se obligó abandonarla para mudarse de casa. Su rostro palideció por la pregunta.

—No. Me tuve que cambiar cuando me mudé del barrio.—confesó entristecida. Su prima la estaba hechando un vistazo de veces en cuando, ella no le había gustado que ella charlara tanto con ese muchacho y que no le ofreciera una cerveza.

Se quedó viendo unos segundos sus expresiones que la hacían confundir. Había un joven con Manuel a unos centímetros que logró llamar su atención. Llevaba una playera negra, unos vaqueros, y unos lentes oscuros que no le permitía ver para nada sus ojos.

Se quedo mirándolo por uno segundos sin darle mucha importancia. Hasta que otro un joven en el camino se atravesó poniéndole asunto a él. Quedó pasmada al ver de quién se trataba, trémula, sintiendo la garganta seca se quedo observándolo hasta que el la vió.

Abandonando su grupo de amigos se acercó donde estaba ella y el joven con quien charlaba, con rostro confuso.

—Hola. ¿Tú aquí?—preguntó incrédulo con media sonrisa.

—Si, estoy con mi prima y su novio. ¿Y Carlos?—le preguntó ella al que era familiar de su ex novio.

—En Barahona...

—ok

***

El sol se fue presenciando más y más al pasar las horas. Las personas no pensaban irse a pesar de que el sol comenzaba a hacer de las suyas al querer adueñarse del lugar. Elizabeth comenzó a disfrutar del momento. Había pasado media hora y se encontraba al lado de Daniel, el padrastro de Genesis. El hombre la trataba como a una de sus hijas.

Manuel estaba acariciando a su novia mientras hablaba con el joven que logró llamar la atención de Elizabeth. Ella se sentía observada todo tiempo por él, pero no lo sabía con certeza debido a que llevaba unos lentes oscuros.

Solamente podía ver los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando reía, y su nariz perfilada. Quedo atenta, mirándolo cuando de pronto, el joven le susurraba algo al novio de su prima. Para después el quedarse viéndola a ella y supo que ella tenía que ver en lo que murmuraban entre los dos.

Un segundo después el la llamó, sintió una fuerte emoción haciendo acelerar su pecho cuando solo lo tenía a centímetros de su cuerpo. Ella cayó en la simpatía del joven, más no supo que hacer.

— ¿Que es lo que tienes que todos te ven?—le preguntó de golpe. Ella quedo anonadada, sabía que la pregunta venía porque todos no dejaban de mirarla.

Después de eso no hablaron más, solo se miraban hasta que llegó el momento de las fotografías. Daniel quería tomarse una con su hijastra, con ella, con todos...

Quedó estupefacta cuando el hombre le dio su celular a Genesis para que le tomara una foto con ella. Sintió una sensación magistral cuando el sorpresivamente le agarro de la cintura. Al tomarse par más se separaron.

—Dame tu whatssap para mandarte las fotos... Si quieres.—ella asintió.

—¡Son las Díez de la mañana, tan rápido!—exclamó Genesis frente al grupo sorprendida.—Vamos a llevarte, que tengo que dormir que ahorita tengo que salir de nuevo.—le dijo a Elizabeth.

Al caminar unos centímetros cerca de donde había aparcado la motora, pudo ver que el hombre también tenía una al estilo pasola.

—móntate con el, Lizbeth.—ella obedeció. Recorrió sus brazos a sus cintura. Sintió de nuevo esa extraña sensación, se sentía bien, a gusto con extraño al que no sabía ni su nombre.

No, tenía que preguntarle al menos su nombre, debía saberlo.

—¿Cómo te llamas?—el joven la observo por el espejo fijándose en sus ojos y el viento soplar fuerte en su cabello.

—Me llamo Amin.—¡qué raro nombre, pensó ella.

Al llegar nuevamente al barrio se pudo ver que este estaba colmado en un silencio pacifico y todas las casas con sus puertas cerradas. La gente amanecía, bebía hasta más no poder para a la mañana volver y acostarse hasta el atardecer.

Se desmontó dedicándole una sonrisa a Amin, para luego dándole la espalda subir los escalones de la casa. ¡Pero si allí no hay nadie!

—Aquí al parecer no hay gente.

—Pues ven y ahorita te traemos.—le gritó. Esa emoción fuerte azoto a su corazón al saber que estaría más tiempo con el chico de los lentes oscuros.



Amin no se apartaba ni un segundo de ella, a pesar de que era muy hiperactivo. Lo veía mover de aquí para allá con naturaleza. Luego volvía a sentarse con ella par de minutos se paraba,¿ Acaso no podía estar tranquilo con ella?

Cada vez que se iba la dejaba descolocada.

—Tengo sueño, vamos para mi casa ¿qué dices?—¿Qué?

—¿Tú casa?—preguntó incrédula.

—Solo dormiremos, nada más.—no podía dormir tendiéndolo ahí acostado, y tan... Cerca.

Ella no supo qué decir. Sentía que si aceptaba algo que no quería tan pronto sucedería. Al cabo de un unos segundos otra vez lo llamaron. Se paró en dirección del grupo de hombres que habia a su frente y comenzaron a charlar.

Elizabeth ya se sentía nerviosa por su comportamiento. Sonrío para sí al recordar ese beso que se dieron al volver al lugar. Un beso que la derritió en una fracción de segundo.

—¿Qué te dice, Amin?—le preguntó haciéndola caer de nuevo a la realidad. Un rubor encendió sus mejillas con tal solo escuchar su nombre.

—Quiere que me vaya con él a su casa, supuestamente a dormir.—murmuró por lo abajo.

—Dile que no... No caiga en esos ganchos.— le aconsejó con los ojos bien abiertos y cautelosos.

—No, Claro que no.—le dijo ceñuda. 

Media hora después la llevaron a casa y cayó rendida de inmediato al sentirse tan relajada.


Espero que le hayan gustado este primer capítulo.

Así como aconteció todo el día en que Elizabeth y Amin se conocieron, solo que Hay Algunos detalles que se me escaparon al final, pero como quiera lo resumí. Si bien se fijaron arriba está la fecha en que sucedió, y la foto aunque no es la misma pasola que la de Amin, es similar porque en vida real tiene una del mismo color.

Besos..

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