6
Tristan y yo nos habíamos vuelto amigos, algo que nunca creí posible. Todo había comenzado por los libros .Tres días después de que me hiciera el tatuaje, nos volvimos a encontrar en la librería. No habíamos hablado desde entonces, pero yo no había dejado de pensar en él y me gusta pensar que a Tristan le ha pasado lo mismo, aunque no ha hecho ni el mínimo esfuerzo por volver a verme.
Le vi entrar en la librería y sé que él también me vio a mi pues comenzó a acercarse al lugar donde yo estaba, situándose a mi lado. Ambos mirábamos la estantería que teníamos en frente pero creo que no estábamos prestando atención a los libros.
Una vez más, vuelvo a recordar todo.
-¿Estás pensando cual vas a robar? -le pregunté y por el rabillo del ojo pude ver que sonrió.
-Me has pillado -cogió uno de los libros y comenzó a ojearlo pero no pareció demasiado interesado -. ¿Qué tal llevas el tatuaje?
-Lo llevo bien. No me duele.
-Bien.
Aún no nos habíamos mirado a la cara. Él volvió a coger un libro.
-Ese no -le dije y sé que volvió a sonreír. Dejó el ejemplar de vuelta en la estantería, sin pensarlo, como si confiara plenamente en mi criterio.
Tras eso, sacó de su bolsillo una pequeña novela, una que yo conocía.
-Este me gustó bastante. Lo único que odié fue el final. Si yo hubiera escrito este libro, habría matado al protagonista.
Me quedé mirándole.
-Al final me robaste un libro -dije, casi resignada, como si no me hubiera sorprendido.
-Tú me dijiste que podía coger el que quisiera.
-También te dije que no hacía falta que lo robaras.
Tristan sonrió como si nada, encogiéndose de hombros, y comenzó a caminar hacía la salida como si supiera que yo iba a seguirle. Y lo hice.
-El protagonista no podía morir. Si hubiese muerto la historia no habría tenido ningún sentido; todo lo que pasó no hubiera servido para nada -le expliqué una vez que estuvimos fuera, caminando tras él.
-Es que a veces haces cosas y no sirven para nada.
-Pero estamos hablando de ficción. Prefiero los finales bonitos y ficticios que los realistas y tristes.
Tristan se me quedó mirando durante unos segundos y después, me devolvió el libro.
-Me han gustado las partes que has señalado. Yo también he marcado algunas.
Esa noche me quedé hasta tarde observando cada página del libro, descubriendo todas las frases y escenas que él había marcado, esas que habían llamado su atención y tratando descubrir el por qué, intentándolo conocer más de esa forma.
-¿Quieres que te deje otro? Si te gustan los libros tristes, tengo algunos para ti.
Él sonrió, como si estuviera encantado con mis palabras. Tras eso, fuimos a mi casa.
Ahora estoy sentada debajo del puente de piedra que conecta ambas partes del pueblo. Es el mismo que aún tengo que cruzar cada vez que quiero llegas hasta el centro, el mismo que cruzaba cada día. Y aquí, justo debajo, en el campo que rodea al río, lleno de pequeñas flores amarillas y blancas, Tristan y yo nos dimos nuestro primer beso. El primero de muchos. Fue bonito, quizás no el mejor de todos, pero fue el primero, el que inició todo, el que me hizo darme cuenta de lo mucho que me gustaba.
Ni si quiera sé por qué he decidido venir aquí, no sé por qué sigo torturándome, pero estar en casa tampoco me hace sentir mejor. Cada lugar de este pueblo, cada esquina, cada calle, cada centímetro, contiene un recuerdo. Un recuerdo que durante mucho tiempo he estado tratando olvidar. Y ahora, estar parada aquí, justo donde sentí lo que era amar a alguien por primera vez, lejos de hacerme sentir bien... me rompe; me rompe porque ahora sé que todo ese amor que una vez di, no sirvió para nada pues dirigido a la persona equivocada.
El sol me da directamente a la cara, justo igual que aquel día, y durante un instante casi puedo sentirlo a mi lado, a su versión más joven, mirándome. Recuerdo lo mucho que deseaba que me besara y me odio a mi misma porque no puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa al recordarlo, porque todo habría sido tan fácil si el tiempo se hubiera congelado en ese preciso instante, si hubiera podido vivir en éste para siempre; mis padres estarían esperándome en casa, sanos y salvos, y Tristan me miraría para siempre con amor, un amor que quiero creer que alguna vez sintió.
De nuevo, vuelvo a recordar.
-Creo que este ha sido mi libro favorito de todos -me dijo cuando son sentamos en el césped, el cual aún estaba algo húmedo de la mañana.
-Dices eso de todos los libros que te dejo.
-Eso es porque tienes buen gusto, Olivia.
Llevábamos tres semanas encontrándonos. Yo le dejaba un libro, él lo leía y a los pocos días me lo devolvía, haciendo que termináramos hablando de él durante horas. Me gustaba su forma de pensar, me gustaba como pensábamos cosas distintas pero aún así escuchábamos lo que el otro tuviera que decir, como nos dabámos la razón en algunos momentos y debatíamos otros.
Los dos fumábamos. Tristan parecía nervioso, algo que nunca antes había estado. Estuve a punto de preguntarle si se encontraba bien pero entonces él saco algo de su bolsillo; un libro. Esa vez no era mío.
Me lo acercó.
-¿Qué es esto? -le pregunté, confundida.
-Creí que a estas alturas ya sabrías lo que es un libro, Olivia -respondió, provocando que pusiera los ojos en blanco y él sonrió de manera abierta. La gente siempre decía que Tirstan era un chico frío de rostro serio, pero desde que lo conocía, había estado regalándome tantas sonrisas que casi me sentía una privilegiada. -Es para ti.
Lo cogí y comencé a ojearlo, como si se tratase de una especie de objetivo delicado y muy preciado.
-No tienes que devolvérmelo -añadió él, provocando algo en mi corazón.
-¿Me estás regalando un libro? -le pregunté, abriendo mucho los ojos. Creo que nunca me había sentido tan feliz al lado de un chico. Tristan ya me gustaba; apenas hablabamos de nosotros mismos cuando nos veíamos, solo de los libros que leíamos, pero para mi era más que suficiente pues sabía que me gustaba, me gustaba mucho. -¿Por qué?
-¿Y por qué no? -se quejó, expulsando una nube de humo por sus labios -. Es de mis libros favoritos así que si no te gusta creo que no podremos volver a vernos.
-¿Es esto una especie de prueba por tu parte? -bromeé, sonriendo como una estúpida pero él también lo estaba haciendo.
-Quizás.
-En ese caso, tendré que hacer un gran esfuerzo para que me guste.
-Eso espero, porque lo cierto es que me gustaría seguir viéndote, Olivia.
Me puse tan nerviosa que tuve que apartar la vista y volví al libro. Era una historia de ciencia ficción, una que pegaba bastante con él y lo abrí por la primera página, creyendo que estaría en blanco, pero no fue así. Había algo escrito a mano en ella. Era la letra de Tristan.
-Es uno de mis poemas favoritos -me explicó y creo que sus mejillas se pusieron algo rojas -. Siempre escribo algo en mis libros, es como si así fueran más... míos, si eso tiene algún sentido.
-Claro que sí -respondí, con el pecho lleno de amor. Cada cosa que descubría de Tristan me maravillaba más. -No sabía que te gustaba la poesía. No tienes pinta.
-¿De que tengo pinta según tú?
-De persona que roba en las tiendas y le gusta meterse en problemas -respondí, en parte bromeando y en parte diciendo la verdad. Aún así, Tristan no se ofendió y tan solo soltó una carcajada.
-¿Y quien dice que no se pueden ser las dos cosas? - contraatacó y entonces yo reí. Lo cierto es que me fascinaba tanto el Tristan amante de la poesía y los libros, como el Tristan rebelde.
Entonces, le tendí el libro que me había regalado.
-Léeme el poema.
-No sé leer poesía.
-¿Qué importa? Lee de todas formas.
Tristan no pareció muy convencido en un principio. Le daba vergüenza. Pero supongo que también quería complacerme pues al final lo acabó haciendo.
Leyó el poema. Su voz era grave pero al mismo tiempo suave, firme, pero también nerviosa. En aquel momento sentí que podría escucharle hablar durante el resto de mi vida, que nunca me cansaría del sonido de su voz.
-Es muy bonito, pero también es triste -le dije cuando terminó. Seguía pensando en lo que había leído. -Me gusta la última parte. Entre las flores te fuiste, entre las flores me quedo.
Él sonrió, como si le hubiera gustado que yo hubiera leído aquello. Y en aquel momento, los dos estábamos rodeados de flores.
-Creo que a ti se te da mejor leer poesía -murmuró.
Ninguno de los dos podíamos dejar de mirarnos. No nos movimos, creo que ni si quiera pestañeamos. Estaba muy cerca de mi, nuestras narices parecían estar a punto de rozarse y sus labios, aunque seguían estando lejos de los míos, eran lo más cerca que habían estado el uno del otro.
-Supongo que deberíamos irnos -dijo, pero su mirada estaba puesta en mi boca.
-¿Por qué?
-Porque estoy a punto de besarte -respondió, y entonces sentí un leve calor recorrer todo mi cuerpo. Necesitaba que lo hiciera.
-¿Y por qué no lo haces?
Tras eso, Tristan alzó su vista y me miró directamente a los ojos.
-Porque quizás sea un error.
Acerqué un poco más mi rostro al suyo.
-No creo que sea un error -le aseguré, en un susurro.
Y entonces, me besó. Estrelló su boca contra la mía con algo de fuerza. No fue un beso dulce, es cierto que hubo cierta dulzura en él, pero también fue apasionado, salvaje, lleno de deseo, un deseo que ambos habíamos llevado dentro todas estas semanas, desde que nos vimos, desde que nuestros ojos se encontraron por primera vez. Su mano se posó en mi mejilla, acunándola, atrayéndome más hacía él, como si con tan solo mis labios no tuviera suficiente, como si necesitara mucho más de mi. Sus labios eran suaves, su lengua se movía con fluidez, y sus manos seguían tocándome, haciéndome sentir deseada.
Pensé que quizás Tristan tenía razón, que quizás todo aquello si que había sido un error porque supe que, tras ese beso, nada sería igual, porque tras ese beso yo ya no podía imaginarme sin él.
Y aún así, había tenido que estar sin él. Había pasado todos estos años sin él, sin tenerle a mi lado. Había aprendido a hacerlo. Puede que ahora, si pudiera volver atrás, si ambos volviéramos a estar aquí y él volviera a estar en frente de mi, quizás yo me alejaría, evitaría que sus labios tocaran alguna vez los míos. Me hubiese ahorrado muchas cosas.
Ahora me encuentro delante de una gran mansión, la casa más grande que hay en todo el pueblo; el hogar donde Tristan vivió, donde pasó gran parte de su vida, tantos años en los que nunca llegó a ser feliz. Aquel lugar, que tan lujoso y bueno parecía desde fuera, escondía demasiados secretos, demasiadas cosas malas. Me pregunto si sigue viviendo aquí o si logró escapar. Ni si quiera sé por qué sigue en este pueblo cuando siempre prometió que se iría, que algún día nunca volvería.
Las luces están encendidas y entonces la puerta se abre. Veo una figura masculina que reconozco enseguida; Marc, el hermanastro de Tristan... y siento un ligero escalofrío recorrer mi cuerpo, al igual que una increíble rabia que sé que nunca he llegado a sentir por Tristan.
Espero unos minutos más. Una parte de mi teme que vaya a encontrarme con Tristan, que él salga por la puerta, y no solo porque no quiera verle sino porque no soportaría verle allí, en aquel lugar una vez más. Supongo que una parte de mi se sigue preocupando por él.
Media hora después, me voy.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro