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26

Hoy es Navidad. Quizás es por eso por lo que me he levantado con una extraña sensación en el cuerpo; con cierta tristeza pero, al mismo tiempo, también me siento algo emocionada por la cena de esta noche. Es la primera Navidad que no voy a pasar sola desde que mis padres se fueron; en todas las demás, o bien me encerraba en mi habitación totalmente a oscuras, o acababa emborrachándome en algún lugar rodeada de gente que ni si quiera conocía, lo que hacía tan solo acentuar aún más la soledad que ya sentía.

Pero hoy es distinto. Y quiero creer que yo soy una persona distinta ahora pero lo cierto es que me cuesta un poco más de lo normal salir de la cama y siento una oleada de tristeza mientras bajo las escaleras de casa.

Años atrás, mis padres ya estarían despiertos; él comenzando a preparar la comida a pesar de que quedarían horas para la noche, mientras que mi madre se dedicaba a decorar todo la casa con adornos que ha ido acumulando a lo largo de los años. Ahora no había ningún adorno, supongo que los antiguos dueños se deshicieron de ellos.

Trato de no desmoronarme, sobre todo porque Tristan vendrá a buscarme en un rato y no quiero que me vea triste, pero al mirar la cocina y ver todo vacío mi corazón vuelve a romperse de nuevo.

Odio estas fechas. Odio estas fechas en las que todo es sobre la familia pero olvidan que hay personas que no tienen una y este día tan solo es un recordatorio de ello.

Estoy poniéndome el jersey verde que a Tristan tanto le gusta, cuando lo veo por la ventana del salón; llega un poco antes de lo acordado, lo cual me alivia, y cuando le abro la puerta tengo que controlarme para no lanzarme a sus brazos. No voy a decírselo pero lo cierto es que no me apetecía nada estar sola.

Él lleva el pelo algo despeinado, como si no le hubiera dado tiempo a peinarse antes de salir, luce algo cansado también, pero sonríe al verme.

-Te has vuelto muy madrugador. Antes siempre llegabas tarde.

-No llegaba tan tarde, Olivia, lo que pasa es que tú siempre te preparabas demasiado pronto -responde, entrando en casa.

-Pareces cansado.

-Ayer salí tarde del restaurante -dice, encogiéndose de hombros -. No he dormido mucho.

-Podríamos haber quedado más tarde.

-Nunca estoy cansado para estar contigo -asegura con ese tono pícaro que emplea de vez en cuando, ese que siempre provoca que me sonroje -. Y tengo café y esos bollos que tanto te gustan en el coche así que será mejor que nos demos prisa si no quieres que se enfríen.

Apenas son las nueve de la mañana cuando nos paramos en frente del campo de flores en los que tantas veces él y yo hemos pasado las tardes. Hoy hace más frío de lo normal y cuando salimos del coche, el viento golpea mi rostro con fuerza.

-¿Haces esto todos los años? -le pregunto mientras nos adentramos en el campo.

Él asiente y yo siento un pequeño pinchazo.

-No puedo creer que nunca hiciera nada parecido.

-No te sientas mal ahora, Olivia -responde y se acerca un poco a mi mientras caminamos pero sin llegar a tocarme del todo. - Margaritas entonces, ¿verdad?

-Sí.

Así que comenzamos a recoger las flores. Nos mantenemos en silencio mientras tanto, hasta que al final entre los dos logramos reunir un pequeño ramo con el que nos sentimos satisfechos. De nuevo, volvemos al coche y entonces Tristan saca algo de la parte de atrás.

-No es su época, pero no podrían ser nuestras flores si no hubiera girasoles -dice y entonces me tiende cuatro grandes girasoles totalmente abiertos, tan bonitos que tengo que mirarlos unos segundos de más. -Los compré ayer.

-Nuestras flores favoritas -musito, emocionada y cuando lo miro me lo encuentro mirándome de manera atenta, quizás tratando así de descubrir como me encuentro, pero lo cierto es que siento un cumulo de tantas emociones que ni si quiera sabría que decirle. -Gracias por hacer esto, Tristan y por haberlo hecho todos estos años.

-No tienes que agradecerme nada.

Suelto un ligero suspiro mientras me hundo un poco más en el asiento del coche, con las flores en mi regazo.

-Esta mañana me he levantado con unas ganas de llorar increíbles -le digo, sintiéndome algo estúpida por mi confesión - y creo que no sería capaz de hacer esto sin ti.

-Creo que eres capaz de muchas cosas y no me necesitas a mi para hacerlas -me asegura y con delicadeza coloca uno de los mechones que ha caído por mi rostro detrás de la oreja - pero... lo cierto es que me alegra que, aún así, quieras hacerlas conmigo.

No le digo que me gustaría hacer muchas cosas con él, que me gustaría que él estuviera presente en los demás momentos de mi vida. Pero es la verdad; de alguna forma, no puedo evitar pensar que Tristan siempre será la persona para mi, esa a la que querré acudir en cualquier momento.

Cuando llegamos al cementerio, siento como me cuesta un poco más respirar. No importa que ya haya estado varías veces aquí pues la sensación siempre es la misma; tan solo es el ambiente, la manera en la que todo parece mucho más triste.

-¿Estás lista? -me pregunta Tristan y yo tan solo asiento porque, aunque creo que nunca estaré lista para esto, tengo ganas de hacerlo.

Ambos cogemos nuestra flores y caminamos en silencio. En algún momento hemos entrelazado nuestras manos, aunque no sé quien es el que toma la iniciativa, pero parece como si de esa forma nos estuviéramos sosteniendo el uno al otro lo que hace que todo sea más fácil.

Las tumbas de mis padres siguen con las flores que les dejé el otro día, aunque ahora están marchitas. Entre Tristan y yo las quitamos y ponemos las nuevas, añadiendo color a la escena tan triste que es. Suelto un pequeño suspiro; sé que me he prometido no volver a llorar delante de él pero lo cierto es que me está costando demasiado cumplir mi palabra.

Va a ser la séptima navidad sin ellos. Y sigo sin acostumbrarme.

-¿Quieres que te deje sola? -me pregunta Tristan, casi susurrando, pero yo niego rápidamente con la cabeza.

-No -le pido, volviendo a agarrar su mano que antes he soltado para colocar las flores -. Quédate.

Y él tan solo asiente y creo que también parece aliviado.

-Quizás sea una locura, pero siento que están felices de que estemos aquí.

Tristan sonríe y me mira de reojo pero no puedo averiguar lo que hay tras su mirada.

-Yo también lo pienso -responde y noto como aprieta un poco mi mano.

-A veces me gustaría saber que me dirían de estar aquí. No lo sé, pero siento que no tienen que estar muy contentos conmigo ni por como he ido manejando mi vida todos estos años.

-Yo creo que ellos estarían muy orgullosos de ti -dice y se acerca un poco más, haciendo que nuestros hombros se rocen.

-No hay nada de lo que haya hecho que les haga sentir orgullosos.

-El simple hecho de que hayas conseguido seguir adelante lo es.

No le contesto que seguir hacía delante era lo único que podía hacer. No porque quisiera, sino porque la vida me había obligado a ello.

-Creo que también se sentirían muy orgullosos de ti, Tristan -le digo y cuando le miro veo que está apretando la mandíbula con fuerza. Me pregunto si tiene las mismas ganas de llorar que yo, si también se ha prometido a si mismo que no derramará ni una sola lágrima.

Nos quedamos en silencio durante un momento, supongo que ambos tratando de luchar contra todo lo que estamos sintiendo, . pero estamos juntos y eso parece aliviarlo todo un poco, sobre todo en el momento en el que Tristan posa su brazo alrededor de mis hombros y me abraza justo en el instante en el que creo estar a punto de desmoronarme.

Pero no voy a llorar.

-El duelo es algo extraño, ¿verdad? -le digo, aún cuando él me está sosteniendo -. Hay tanto amor dentro de mi y este amor no va a ningún sitio, tan solo se queda dentro y no importan los años que pasen, este amor nunca desaparece porque ya no tiene ningún lugar al que ir. Es... doloroso.

Tristan tarda unos segundos en responder y cuando lo hace, su voz suena más grave.

-En todos estos años he aprendido que la única manera de vivir con este dolor es aceptándolo, porque si hay tanto dolor es porque una vez hubo demasiado amor y eso me tranquiliza un poco, ¿sabes?

-Así que el dolor es el precio que pagamos por amar tanto -musito y creo que ya no solo hablo de mis padres. Miro a Tristan de reojo pero él no me mira a mi, sino que su mirada está puesta en los nombres grabados en las tumbas.

Me pregunto cuanto dolor me costará esto en un futuro.

-Quizás sea así. Quizás no haya amor sin dolor.

-No parece justo.

-Bueno, creo que ya hemos averiguado que la vida no es para nada justa -hay un poco de amargura en su voz, al mismo tiempo que sonríe de medio lado . -Voy a echar de menos la comida de tu padre hoy y también ese cóctel tan raro que tu madre hacía.

Y entonces no puedo evitar sonreír porque me parece increíble que él aún siga recordando todo aquello. Nunca antes había pensado en el impacto que tuvieron mis padres en la vida de Tristan pero en estos meses he descubierto que fue mucho más grande que lo que alguna vez imaginé.

-¿Recuerdas lo mucho que comieron la última navidad? Se sintieron tan mal que estuvieron una semana entera sin apenas probar bocado -añado haciendo que ambos volvamos a reír, transformando así el momento triste en algo agradable y bonito.

-Aún sigo sin saber como se emborracharon tanto cuando apenas había alcohol en esas bebidas.

-Era imposible.

Seguimos hablando durante un rato, simplemente recordando y riendo ante todos esos momentos, y supongo que esta es una manera más de seguir manteniéndolos vivos, que esto es lo que ha estado haciendo Tristan todos estos años. Y se siente bien.

-Creo que deberíamos irnos ya -le digo, aunque lo cierto es que me quedaría aquí durante el resto del día, toda la noche.

-¿Estás segura?

-Sí -y me levanto del suelo donde he estado sentada -. He quedado en una hora con Miles para hacer unas últimas compras y después tengo que ayudar a Joe con la cena.

Porque la vida sigue. Y quizás no pasa nada por estar un poco triste durante el resto de los años, quizás tan solo eso significa que eres real y que sigues viva.

Antes de irnos, me paro una vez más frente a sus tumbas y no sé como, pero logro sonreír.

-Feliz navidad, mamá. Feliz navidad, papá -les digo.

-Feliz navidad -dice luego Tristan y tras un último vistazo, comenzamos a alejarnos.

*

Es la primera vez que estoy en la casa de Joe y es tal y como me la hubiera imaginado. Sus colores son cálidos, tiene muchas flores en las ventanas y una gran cocina de madera oscura. También hay varías fotografías de Eloise colgadas en las paredes al igual que otras tantas de Miles, Tristan, incluso de Rita.

Preparamos la cena mientras escuchamos música y reconozco todas las canciones que mis padres adoraban. Me sigue pareciendo bonito que Tristan le haya enseñado todas éstas a él y que él supiera valorarlas como se merecen.

Y una vez que hemos terminado la comida, Miles aparece.

-Siempre soy el encargado de preparar la mesa -me dice cuando entra en el salón -. Soy el mejor decorando.

Así que acabo ayudándolo mientras Joe sigue encerrado en la cocina controlando todo. Miles ha traído una enorme bolsa de decoraciones y entre los dos comenzamos a colgarlas por toda la casa, siguiendo siempre las instrucciones que él me da. Me recuerda un poco a mi madre.

-¿Qué tal estás? -me pregunta en un momento, mientras los dos cogemos una larga guirnalda que él quiere colocar alrededor de una estantería. Noto como me mira ahora de manera más sería y pienso en la conversación que tuvimos el otro día, en lo cercana que me sentí a él.

-Creo que bien -respondo porque en realidad no tengo ni idea -. ¿Y tú?

-Creo que bien -dice, sonriendo, y después me pone encima de la cabeza una de las decoraciones que ha traído que se ajusta a mi como si fuera una corona -. Y vamos a tener una noche increíble, Olivia.

Y no sé por qué pero siento que será así.

Cuando Rita llega, lleva consigo dos grandes tartas que ni si quiera sé como es capaz de cargar y nos da un fuerte abrazo a los tres. Se ha puesto un vestido morado que le queda bastante bien y cuando le digo que pienso que está muy guapa se sonroja un poco, agradecida con mis palabras.

Tristan es el último en venir. Va vestido con una camisa blanca algo suelta y unos pantalones negros de traje y se ha peinado un poco el pelo, echando sus largos rizos hacía atrás pero dejando que un pequeño mechón que le caiga por la frente.

Es tan guapo que una vez más me arrebata el aliento.

Y cuando su mirada se posa en mi y me mira de arriba abajo, posando sus brillantes ojos en el largo vestido negro que he escogido, me siento más guapa que nunca. Es increíble como una simple mirada puede provocar tanto en mi y en como no le hacen falta las palabras para hacerme sentir tan deseada.

Miles se acerca a él y hablan sobre algo que no logro escuchar pero la mirada de Tristan está puesta en mi en todo momento lo que me hace preguntarme si está escuchando sus palabras o no.

Al final, acaba acercándose a mi y a pesar de que nos hemos visto hace tan solo unas pocas horas, su presencia hace que mi cuerpo se vuelva loco una vez más. Quizás es por la forma en la que sigue mirándome.

-Deja de mirarme de esa forma, Tristan -le pido a pesar de lo mucho que me gusta que lo haga -. Me estás poniendo nerviosa.

-Creo que no voy a ser capaz de dejar de mirarte en toda la noche -contesta pero ahora tan solo me mira a los ojos.

-¿Tanto te ha afectado mi nuevo vestido? -le pregunto con cierta diversión, porque lo cierto es que cuando compré el vestido tan solo pensé en la reacción que él tendría al verlo.

-Eres tú quien me afecta, Olivia. Tan solo tú -se da media vuelta y se va hacía la cocina, supongo que satisfecho al saber que me ha dejado, una vez más, sin palabras.

Los cuatro estamos ahora sentados en la mesa, tomando unas bebidas antes de empezar a comer. Y aún me sigue pareciendo raro que esté pasando la navidad de esta forma, que esté acompañada de gente e incluso sonriendo. Es como si después de tantos años por fin hubiera avanzado algo pero, al mismo tiempo, ni si quiera estoy segura de si avanzar es lo que realmente deseo. Dentro de mi existen esos dos deseos; el de querer ser feliz y el de querer permanecer ahogada en toda esta tristeza durante el resto de mi vida.

Entonces, Miles dice una cosa graciosa y todos rompemos en risa, incluida yo. Joe se ríe a pesar de haber perdido al amor de su vida, Tristan se ríe aún cuando la vida nunca le trató bien y Rita también lo hace, la cual no parece tener otra familia que ésta.

Así que quizás, por esta noche, todo pueda ir bien.

Cada cierto tiempo noto como Tristan roza su pie con el mio por debajo de la mesa, un gesto que suele hacer siempre, y lo que hace que mantenga una pequeña sonrisa en el rostro todo el rato.

-Deberíamos empezar a cenar ya -dice Joe, mirando la hora. Son casi las diez de la noche.

-O de lo contrario, Rita acabará tan borracha que ni si quiera llegará al primer plato -añade Miles haciendo que ella ponga los ojos en blanco, pero sonriendo.

-Pero si aún voy por mi primera copa.

-Y creo que será mejor que no te la termines -añade Tristan, siguiendo con la broma de que Rita apenas puede soportar el alcohol.

Cuando Joe y yo comenzamos a sacar los platos, los dos no podemos disimular nuestro orgullo al ver como los demás alagan el olor y la pinta de la comida. Nunca me hubiese imaginado que podría llegar a cocinar cosas tan elaboradas y lo cierto es que está todo riquísimo.

-Creo que es la mejor cena que has hecho en todos estos años -dice Miles y me pregunto si dice aquello para hacerme sentir bien o porque de verdad lo piensa.

Joe sonríe y me mira.

-Olivia y yo hacemos un buen equipo -responde y pienso que es verdad. Con poca gente he encajado tan bien como con él.

El resto de la noche continúa con el mismo ritmo. La conversación no decae en ningún momento, ni tampoco la música que suena a nuestro alrededor. Rita ya se ha terminado su copa y sus mofletes se han enrojecido un poco lo que hace que tenga un aspecto algo gracioso mientras que Tristan fuma un cigarrillo tras otro y Miles come más de lo que creía posible. Es Joe quien parece estar pendientes de todos, procurando que los vasos estén siempre llenos y los platos con comida. Creo que cuidar de los demás lo hace feliz.

-No sabía que tenías un tatuaje -comenta Miles, señalando mi hombro. Es la primera vez que me ve con tirantes, la primera vez que muestro el tatuaje y no puedo evitar sonreír al saber que lo tengo ahí, que siempre estará.

Miro a Tristan, lo hago casi como un acto reflejo, y él también me está observando, sonriendo con cariño.

-Me lo hizo Tristan -respondo, tratando de no pensar en todas las veces que deseé eliminarlo.

-Es muy bonito -dice Joe, que se ha acercado para así mirarlo de cerca, por encima de los cristales de sus gafas -. Quizás debería hacerme yo uno también.

-Yo te haré un tatuaje, Joe -dice Tristan con rapidez y parece tan contento por poder hacerlo que sé que Joe ya no se negará a ello.

-Me parece bien.

Me gustaría colaborar de algún modo, me gustaría decirle que yo podría ayudarle con el diseño si así lo quiere, pero termino no haciéndolo.

Después, Tristan vuelve a hablar.

-Olivia podría hacer el dibujo -dice, como si de algún modo hubiera podido leer mis pensamientos. No tengo ni idea de como lo hace pero siempre parece saber lo que pasa por mi mente -. Te encantará el resultado.

Joe me mira, preguntándome si estoy dispuesta a hacerlo, y yo asiento con la cabeza, deseando que vea la ilusión que esto me hace.

Ni si quiera hemos terminado el segundo plato cuando Miles se levanta, sujetando la copa en su mano.

-¡Es momento del brindis! -exclama y todos se levantan con él, lo que hace que yo los imite.

-Bueno, ¿y por qué brindamos? -pregunto.

-Por nosotros, por supuesto -responde Miles. -Y también por las personas que no están.

Aquello hace que mi corazón se encoja un poco, pero trato de que no lo noten. Aún así, veo como las miradas de todos se han entristecido un poco.

-Todos los años brindamos por las mismas personas -me explica Rita -. Es como si les mandásemos un saludo desde aquí... como si les hiciéramos saber que siguen presente, ¿sabes?

Asiento levemente con la cabeza. Tan solo puedo pensar en como nunca he hecho esto por mis padres y en lo mucho que deseo hacerlo ahora. Me gustaría decir sus nombres, mandarles desde aquí un saludo a pesar de que no sirva para nada, pero no sé si seré capaz de hacerlo. Ni si quiera creo que pueda deshacer el nudo que se ha formado en mi garganta.

Entonces, noto la mano de Tristan buscar la mía y cuando la encuentra, entrelaza sus dedos con los míos.

-Por mis padres, que, aunque no han muerto, nunca han estado presentes -empieza Miles, con cierta sorna en su voz.

-Por Eloise -dice Joe, alzando su copa y los demás hacemos lo mismo, chocando así los cristales.

-Por mi niña, Maya -añade Rita y a pesar de la sonrisa en su rostro, sus ojos se han humedecido un poco. No sé quien es Maya, pero imagino que es su hija y siento unas ganas enormes de abrazarla. Parece como si todos en esta mesa hubiéramos perdido a alguien y después, nos hubiésemos encontrado los unos a los otros en el camino, llenando así parte de ese vacío que nos dejaron.

-Y por Alina y Luc -dice por último Tristan, pronunciando el nombre de mis padres, y los demás sonríen mientras asienten, como si supieran perfectamente de quien están hablando.

Entonces, sé que ha estado haciéndolo todos estos años, que todo este tiempo han estado brindando por mis padres. Cada navidad han recibido un saludo, no han sido olvidados. De nuevo, una vez más gracias a Tristan, no a mi. Y esto me hace quererle aún más y odiarme un poquito más a mi misma.

Chocamos nuestras copas y él sigue sujetando mi mano y sé que me está mirando pero yo no me atrevo aún a hacerlo. No puedo evitar sentirme un poco enfadada con él por ser mejor que yo.

De nuevo, volvemos a sentarnos y todos nos quedamos un rato en silencio pero Miles vuelve a hablar y no nos permite seguir tristes.

Es entonces cuando me giro hacía Tristan, al cual noto algo tenso a mi lado, como si estuviera esperando mi reacción y al mismo tiempo la temiese.

-Gracias por esto.

Después, todo él se relaja.

-Tienes que dejar de darme las gracias.

Pero no creo que pueda hacerlo. 

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