━━━Capítulo Uno | Dulce Vecino
Capítulo 1:
Dulce Vecino
El sol de la tarde bañaba el tranquilo vecindario donde residía el Dr. Kim Doyoung, un destacado pediatra de 26 años.
Con su bata blanca colgando en el brazo, caminaba hacia su hogar después de otro largo día en el hospital, listo para disfrutar de un merecido descanso. Mientras cruzaba la calle, sus ojos se posaron en la casa vecina, donde siempre se percibía un aura de serenidad.
En la entrada, Jungmin, un omega de 29 años, estaba arrodillado frente a un hermoso jardín, dedicando su atención a cada planta con cuidado y amor. Doyoung lo había observado desde su ventana en varias ocasiones, siempre impresionado por la devoción y la calma que emanaban de él.
—Señor Jungmin—llamó Doyoung con un tono respetuoso mientras se acercaba, usando el honorífico adecuado para mostrar su deferencia hacia el mayor.
Jungmin alzó la vista, sorprendido por la presencia del joven médico. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, algo pareció chispear en el aire entre ellos.
—Doyoung, ¿verdad? El Dr. Kim Doyoung—respondió Jungmin con una sonrisa cálida, apreciando el gesto de respeto del joven.
—Así es. Veo que está ocupado con su jardín. Es impresionante cómo lo mantiene—comentó Doyoung, admirando las flores en plena floración y las cuidadas plantas que rodeaban la casa.
Jungmin asintió, agradecido por el cumplido.
—Sí, me gusta dedicar tiempo aquí. Es mi pequeño refugio.
En ese momento, unos ruiditos resonaron desde el interior de la casa, seguida por pasos rápidos. Una niña de tres años, Miyi, con grandes ojos curiosos y una sonrisa adorable, corrió hacia Jungmin y se aferró a su pierna, buscando su atención.
—Miyi, cariño, ¿qué pasa?—preguntó Jungmin con ternura, acariciando el cabello de su hija.
Miyi señaló hacia Doyoung con entusiasmo. Sin embargo, no emitió ningún sonido, revelando su mudez, una condición que Doyoung había notado anteriormente pero que no mencionaba por respeto.
—¿Quieres saludar al Dr. Doyoung, Miyi?—sugirió Jungmin suavemente, ayudando a su hija a expresarse.
Doyoung se agachó frente a Miyi, ofreciéndole una sonrisa amable.
—Hola, Miyi. ¿Cómo estás hoy?
Los ojos de Miyi brillaron de alegría mientras asentía con entusiasmo, mostrando su pequeño pulgar en señal de que estaba bien, su rostro iluminado por la presencia del nuevo visitante.
A medida que el sol se ponía lentamente en el horizonte, Doyoung se dio cuenta de que había algo especial en aquel encuentro casual con Jungmin y su hija. Una sensación cálida y reconfortante se afianzaba en su corazón, haciéndole anhelar más momentos compartidos con su apacible vecino omega.
—¿Y cómo ha estado doctor Kim? —preguntó Jungmin con una cálida sonrisa, mientras limpiaba sus manos en un paño.
—He estado ocupado en el hospital, pero hoy por fin tengo un poco de tiempo libre. ¿Puedo ayudarle con algo en el jardín? —ofreció Doyoung, mirando alrededor con interés genuino.
—Oh, no se preocupes, estoy bien. Pero siempre es agradable tener compañía mientras trabajo en el jardín. —respondió Jungmin, agradecido por el gesto.
Mientras Doyoung y Jungmin charlaban animadamente, Miyi jugaba felizmente cerca, recogiendo flores y observando a los dos hombres con curiosidad.
—Jungmin, perdona mi curiosidad, pero he notado que Miyi no habla. ¿Es algo temporal o...? —preguntó Doyoung con delicadeza, consciente de que tocaba un tema sensible.
Jungmin asintió con tristeza, desviando la mirada por un momento antes de responder.
—Sí, Miyi es muda. Los médicos no han encontrado una causa específica, pero hemos estado trabajando con especialistas para ayudarla. A pesar de eso, ella es una niña feliz y amorosa—explicó Jungmin con un toque de melancolía en su voz.
Doyoung asintió con comprensión, sintiendo un nuevo nivel de empatía hacia su vecino y su hija.
—Entiendo. Si necesita cualquier cosa, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para ayudar en lo que pueda—aseguró Doyoung con sinceridad, colocando una mano reconfortante sobre el hombro de Jungmin.
Sin embargo, la preocupación se coló en su sonrisa cuando vio a Miyi tropezar y caer al suelo, un pequeño gemido escapando de sus labios mudos. Con rapidez, Doyoung cruzó el jardín y se arrodilló junto a ella, examinando cuidadosamente si había sufrido algún daño.
—¿Estás bien, Miyi?—preguntó con suavidad, mientras la niña lo miraba con grandes ojos inocentes, sus pequeñas manos señalando la rodilla que se había golpeado.
Jungmin se apresuró a llegar a su lado, con una expresión de preocupación pintada en su rostro.
—Gracias por tu ayuda, Doyoung. Parece que se ha golpeado un poco. ¿Qué opina, doctor?
Doyoung asintió, concentrado en su evaluación.
—No parece ser grave, solo un pequeño rasguño. Pero estaré encantado de echarle un vistazo más de cerca si quiere, señor Jungmin.
Jungmin asintió con gratitud.
—Gracias, Doyoung. Si no te importa, sí, sería genial que la revisaras.
Con cuidado, Doyoung examinó la rodilla de Miyi, aplicando un poco de desinfectante y colocando una venda con habilidad experta. Durante todo el proceso, Jungmin observaba con admiración y agradecimiento, su corazón lleno de gratitud por la atención y el cuidado que Doyoung mostraba hacia su hija.
Una vez que terminó, Doyoung se enderezó y sonrió, sintiendo un cálido resplandor de satisfacción al ver la sonrisa reconfortada de Miyi.
—Todo listo, Miyi. Ahora, ten cuidado, ¿de acuerdo?
Miyi asintió con entusiasmo, levantándose para abrazar a su padre y luego a Doyoung, expresando su agradecimiento de la única manera que podía: con gestos cariñosos y una mirada llena de afecto.
—Gracias, Doyoung. Es realmente increíble—dijo Jungmin con sincera admiración, su mirada encontrándose con la de Doyoung en un breve pero significativo momento de conexión.
Doyoung sonrió, sintiendo cómo su corazón latía un poco más rápido ante las palabras y la mirada de Jungmin, que tomó en brazos a Miyi.
—Solo estoy haciendo mi trabajo como pediatra, señor Jungmin. Si necesita algo más, no dude en pedírmelo.
Con esa promesa flotando en el aire, su mente llena de pensamientos sobre el hombre omega que había cautivado su corazón desde el primer día que se mudó al vecindario.
Los dos hombres intercambiaron algunas palabras más, antes de que Doyoung notara la tensión en los hombros de Jungmin. Siguiendo su mirada, vio al esposo de Jungmin acercarse, una sombra oscura que eclipsaba la tranquilidad del jardín.
—Tengo hambre, Jungmin —dijo el hombre sin mirar a Doyoung, su tono frío y desinteresado.
Jungmin asintió con resignación, ajustando el peso de Miyi en sus brazos mientras asumía el papel de anfitrión obediente.
—Claro, cariño. Voy a preparar algo de comer —respondió, su voz suave y sumisa, aunque un atisbo de tristeza se escondía detrás de sus palabras.
Doyoung observó en silencio mientras el esposo de Jungmin se alejaba, sin una palabra de reconocimiento hacia él. Sabía que la relación entre ellos era distante y fría, una brecha que ninguna cantidad de cortesía podría cerrar.
—Lo siento, Doyoung-ssi. Mi esposo puede ser... difícil a veces —se disculpó Jungmin, sus ojos bajando hacia el suelo con pesar.
Doyoung asintió comprensivamente, ocultando su preocupación bajo una sonrisa tranquilizadora.
—No te preocupes, Jungmin-ssi. Estoy aquí si alguna vez necesitas ayuda —ofreció, su voz llena de sinceridad.
Jungmin asintió con gratitud, pero Doyoung notó la sombra de preocupación que oscurecía sus ojos. Mientras observaba a Jungmin desaparecer en la casa, llevando a Miyi consigo, Doyoung se prometió a sí mismo estar allí para su vecino, sin importar las dificultades que pudieran surgir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro