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━━━Capítulo Tres | Una Rosa Marchita

Capítulo 03
Una Rosa Marchita

La puerta se cerró detrás de Jungmin con un suave clic, pero el sonido reverberó en su mente como un estruendo. Con Miyi dormida en sus brazos, sintió cada paso hacia el interior de la casa como si fuera una travesía interminable. La pequeña había sido valiente, pero el accidente la había dejado más frágil de lo que él podía soportar. Taejoo no estaba a la vista, pero Jungmin sabía que estaba esperando, lleno de rabia y celos irracionales.

Colocó a Miyi en su cuna con sumo cuidado, acariciando su cabello oscuro antes de salir de la habitación. Se tomó un momento para respirar hondo, preparándose para el enfrentamiento inevitable. Al cruzar el umbral de la sala de estar, encontró a Taejoo de pie junto a la ventana, con la mandíbula tensa y los puños cerrados.

—Llegas tarde —dijo Taejoo sin volverse, su voz fría y cortante.

Jungmin apretó los labios antes de responder.

—La llevé al hospital, Taejoo. Tenía que asegurarme de que estuviera bien.

—¿Con la ayuda del Dr. Kim, verdad? —la voz de Taejoo se volvió una burla amarga— Apostaría a que esperabas que me fuera al trabajo para ir a acostarte con él.

Jungmin sintió un nudo en la garganta.

—No es así. Solo quería ayudar. Tú no reaccionabas, Taejoo.

Taejoo giró sobre sus talones, su mirada encendida por la furia.

—¿Qué insinúas? ¿Que soy un mal padre? ¡Estaba trabajando para esta familia, mientras tú...!

—¡Mientras yo cuidaba de nuestra hija! —interrumpió Jungmin, la frustración quebrando su voz—. Ella cayó por las escaleras, Taejoo. ¡Podría haber sido peor!

—¿Y qué esperas de mí? —Taejoo dio un paso adelante, su voz baja pero peligrosa—. ¿Que te agradezca por llevarla al hospital con ese alfa? No soy un estúpido, Jungmin. Sé lo que pasa por tu mente.

—Taejoo, por favor, no hagas esto... —Jungmin dio un paso atrás, pero la pared detrás de él cortó su retirada. Se sentía atrapado, igual que hace ocho años cuando Taejoo lo había marcado a la fuerza.

Taejoo lo miró con desprecio.

—¿Por qué no admites que te gusta la atención del Dr. Kim? Siempre has sido débil, siempre necesitando que alguien más te salve.

—No necesito que nadie me salve —susurró Jungmin, con la voz quebrada—. Solo quiero que Miyi esté bien, que tenga una vida mejor.

—¡Mentirosos todos! —Taejoo golpeó la pared junto a la cabeza de Jungmin, sus ojos llenos de una furia incontrolable—. No quiero verte cerca de él otra vez, ¿entendido? Si vuelves a llevar a Miyi a ese hospital, te haré arrepentir.

El sonido del llanto de Miyi rompió la tensión. Jungmin aprovechó el momento para deslizarse por debajo del brazo de Taejoo y dirigirse rápidamente hacia la cuna de su hija. La levantó en brazos, susurrando palabras tranquilizadoras mientras trataba de calmarla.

Taejoo se quedó en la sala, respirando pesadamente, mientras Jungmin se retiraba a la habitación de Miyi. Cerró la puerta detrás de él, apoyando la espalda contra ella. Las lágrimas rodaron por sus mejillas, silenciosas pero devastadoras. Sabía que esta noche no sería la última vez que Taejoo descargara su ira sobre él. Y en medio de la oscuridad, se preguntó cuánto más podría soportar antes de romperse por completo.

Jungmin estaba arrodillado en el jardín delantero, quitando las malas hierbas que se aferraban con obstinación a la tierra húmeda. El sol de la tarde caía suavemente, pero no lograba disipar la sombra que siempre parecía seguirlo. Levantó la vista al escuchar el crujido de la grava bajo unos pasos conocidos. Ahí estaba, Dr. Kim Doyoung, su vecino y el pediatra que había ayudado a Miyi después del accidente.

Doyoung se acercaba con una planta de rosas en una maceta y una caja de galletas en la otra mano, su expresión cálida y amistosa. Pero en cuanto Jungmin lo vio, su corazón se hundió. Recordó las palabras venenosas de Taejoo, la amenaza latente en sus ojos.

—Hola, Jungmin —Doyoung sonrió, sin percibir inicialmente la tensión en el cuerpo de Jungmin—. Traje esto para Miyi. Pensé que podría alegrarle el día.

Jungmin se levantó lentamente, sintiendo el peso de la amenaza de Taejoo como un yugo invisible. Dio un paso hacia atrás, casi tropezando con una piedra del camino.

—No deberías estar aquí, Dr. Kim—su voz era apenas un susurro, cargado de una mezcla de miedo y tristeza.

La sonrisa de Doyoung se desvaneció, reemplazada por una expresión de preocupación y confusión.

—¿Qué pasa? ¿Hice algo mal?

Jungmin tragó saliva, luchando por mantener la compostura.

—No podemos seguir hablando. Por favor, vete.

—Pero... ¿por qué? —Doyoung dio un paso adelante, extendiendo la mano con la planta y las galletas—. Esto es para Miyi. Sé que ha pasado por mucho y quería ayudar.

Jungmin negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas no derramadas.

—No entiendes. No podemos tener más contacto. Es... complicado.

Doyoung frunció el ceño, su preocupación convirtiéndose en una mezcla de tristeza y frustración.

—Jungmin, por favor, dime qué está pasando. Si es por Taejoo, tal vez podamos encontrar una solución. No quiero que Miyi sufra.

El nombre de Taejoo cayó entre ellos como una piedra en un estanque, creando ondas de incomodidad. Jungmin se estremeció, recordando la última vez que había enfrentado la ira de su esposo. No podía arriesgarse a desencadenar otra escena.

—No puedo explicarlo. Solo... entiende que es mejor así —con un esfuerzo visible, Jungmin dio media vuelta y se dirigió hacia la casa, dejando a Doyoung de pie en el jardín, sosteniendo las rosas y las galletas.

Doyoung miró a Jungmin alejarse, su corazón pesado con la carga de la incertidumbre y la preocupación. Sentía que algo más profundo estaba en juego, pero sin la cooperación de Jungmin, no tenía forma de ayudar.

Jungmin cerró la puerta detrás de él, apoyándose contra ella mientras trataba de calmar su respiración. Sentía que cada decisión lo empujaba más profundamente en una jaula invisible. Escuchó a Miyi jugando en la sala y forzó una sonrisa, tratando de mantener la apariencia de normalidad por su bien.

Afuera, Doyoung se quedó un momento más, luego colocó la planta y la caja de galletas en el porche. Con una última mirada hacia la casa, dio media vuelta y se alejó, su mente llena de preguntas sin respuesta y una creciente determinación de entender qué estaba pasando realmente detrás de esas paredes.

Jungmin observó desde la ventana, su corazón dividido entre la desesperación y una pequeña chispa de esperanza. Pero sabía que, mientras Taejoo siguiera siendo una amenaza en sus vidas, cualquier esperanza tendría que ser cuidadosamente oculta, por el bien de Miyi y su propia supervivencia.

Maratón 1/?

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