━━━Capítulo Dos | Solo tal vez...
Capítulo 2:
Solo tal vez...
En la cocina, Jungmin se apresuraba a preparar la cena, moviéndose con gracia entre los utensilios y los ingredientes. Taejoo, su esposo, entró en la cocina con una expresión ausente en el rostro.
—Hola, Taejoo. ¿Cómo fue tu día? —preguntó Jungmin con una mezcla de esperanza y resignación en la voz.
Taejoo apenas le dedicó una mirada antes de responder con tono distraído.
—Bien. Ocupado como siempre.
Jungmin asintió, acostumbrado a esa respuesta. Desde que se casaron, Taejoo parecía estar siempre absorto en su trabajo, dejando a Jungmin y a Miyi en un segundo plano.
El alfa sacó una cerveza de la nevera, y fue a la sala. Jungmin debió tomar un momento para calmarse o sufriría de un ataque de ansiedad.
Inhaló y exhaló, se mojó un poco el rostro y sonrió aunque terminó haciendo una mueca.
—Cálmate, él solo tomó una cerveza, él ya prometió que dejaría el alcohol. Lo prometió—se dijo a si mismo buscando un fragmento de consuelo.
Mientras tanto, en la sala de estar, Taejoo observaba a Miyi con una mezcla de desconcierto y desinterés. Su atención se desvió hacia Jungmin cuando él entró en la sala minutos después, y se agachó dándole un vaso de agua a la niña.
—¿Qué hacías hablando con el vecino antes de que yo llegara? —preguntó Taejoo, con una mirada inquisitiva en sus ojos.
Jungmin se sintió tenso ante la pregunta de su esposo. Sabía que la mera idea de él hablando con otro hombre, especialmente con un alfa, podía despertar los celos de Taejoo, y eso desencadenaría una reacción violenta en el alfa.
—Solo estábamos hablando sobre el jardín. Doyoung me estaba dando algunos consejos sobre cómo mantener las plantas sanas —respondió Jungmin con cautela, esperando calmar las sospechas de su esposo.
Taejoo frunció el ceño ligeramente, y miró a la cachorra de ambos.
—Tú, a tu habitación—ordenó a la niña que miró a su madre, él cual dio un pequeño asentimiento. Miyi tomó sus cubos y muñecas y corrió hacia las escaleras, para ir a su habitación.
Los suaves susurros del televisor apenas rompían la tranquilidad, pero el ambiente tenso era palpable. La mirada fija del mayor en Jungmin tenía una intensidad que helaba la sangre.
—Taejoo, ¿qué sucede?—preguntó Jungmin, tratando de mantener la calma mientras se sentaba a doblar un par de calcetines que había en un sofá.
—¿Qué estabas haciendo hablando con ese vecino alfa hoy?—la voz de Taejoo era un gruñido bajo, lleno de una ira contenida que amenazaba con estallar en cualquier momento.
Jungmin tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta.
—Ya te dije que solo estábamos hablando, Taejoo. Doyoung es solo un vecino y un buen médico. No hay nada más que eso.
Taejoo avanzó hacia Jungmin, su presencia imponente llenando la habitación.
—No quiero verte cerca de él, ¿entendiste? Eres mío y no permitiré que te acerques a otro alfa.
Jungmin bajó la mirada, sintiendo un dolor familiar en el pecho. Sabía que Taejoo era celoso, pero esta vez parecía más furioso que nunca.
—Lo siento, Taejoo. No volverá a suceder.
Taejoo soltó una risa burlona, sus ojos brillando con desdén.
—Eso es lo que siempre dices, ¿verdad? Siempre cometes el mismo error una y otra vez—se burló el mayor con tono sardónico.
Jungmin apretó los puños, luchando por mantener la compostura. No podía permitirse enfadar a Taejoo, no cuando Miyi estaba jugando en la habitación de arriba.
—Por favor, Taejoo, no hagas esto ahora. No quiero que Miyi nos escuche.
Taejoo se detuvo frente a Jungmin, su expresión un reflejo de fría indiferencia.
—Eso es lo único que te debe importar. Tu hija. Lo demás no importa, así como tú nunca me has importado. Solo sé bueno y quizás no te grite.
Las palabras de Taejoo golpearon a Jungmin como un puñetazo en el estómago. Sabía que Taejoo no era cariñoso, pero escucharlo decirlo tan cruelmente lo destrozaba por dentro.
—Lo siento, Taejoo. Haré lo que sea necesario para complacerte.
Taejoo le lanzó una última mirada de desprecio.
—Es mejor que lo hagas, Jungmin. No toleraré ninguna desobediencia. Ahora ve a la cocina, termina la cena.
Jungmin se levantó y fue a la cocina a seguir preparando la comida sintiendo su corazón destrozado. Sabía desde hace años que su vida con Taejoo no sería fácil, pero por el bien de Miyi, estaba dispuesto a soportarlo. Con un suspiro pesado, se secó las lágrimas que amenazaban con caer y se preparó para seguir con la cena.
Jungmin se movía con destreza en la cocina, concentrado en preparar la cena para su pequeña familia. El aroma reconfortante del guiso llenaba la habitación mientras sus manos hábiles cortaban las verduras con precisión.
Mientras el sonido de los cuchillos cortando llenaba la cocina, Jungmin escuchó de repente un ruido sordo, seguido de un par de golpes en las escaleras. Su corazón se detuvo por un momento, un instinto de madre que la alertaba de que algo no estaba bien. Dejando caer el cuchillo, corrió hacia el pasillo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—¡Miyi! ¿Qué ha pasado? —exclamó, encontrando a Taejoo arrodillado junto a la pequeña, quien lloraba con desconsuelo sin emitir ni un ruido.
Jungmin se acercó con prisa, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras sus ojos se encontraban con la escena ante él. Miyi yacía en el suelo, su pequeño cuerpo temblando ligeramente.
—Taejoo, ¿qué pasó?—preguntó Jungmin, su voz llena de preocupación mientras se arrodillaba junto a su hija. La pequeña Miyi sollozaba silenciosamente, sus ojos grandes y llenos de lágrimas encontrando los de su madre con miedo.
Taejoo se encogió de hombros con indiferencia, como si el incidente no fuera de su incumbencia.
—Se cayó. No sé qué pasó, estaba distraído con mi teléfono—murmuró sin emoción en su voz.
Jungmin sentía una mezcla de enojo y terror burbujeando dentro de él. ¿Cómo podía ser tan descuidado? ¿Cómo podía mostrar tan poca preocupación por el bienestar de su propia hija? Pero en ese momento, su enojo fue eclipsado por la necesidad de asegurarse de que Miyi estuviera bien.
Con manos temblorosas, levantó a Miyi en sus brazos, abrazándola con fuerza mientras las lágrimas llenaban sus propios ojos.
—Está bien, cariño. Mamá está aquí. Todo va a estar bien—murmuró con voz suave, tratando de calmar a su hija mientras su corazón seguía latiendo con miedo por lo que podría haber sucedido.
Necesitaba ayuda ahora mismo, y solo un nombre pasó por su mente.
Kim Doyoung.
Sabía que su vecino era médico, especializado en pediatría, así que sería de mucha ayuda. No lo pienso cuando tomó un abrigo del perchero y cubrió a Miyi, abriendo la puerta en el proceso.
El viento frío cortaba la noche cuando Jungmin salió de su casa a pasos rápidos con su hija en brazos. Su corazón latía con fuerza, lleno de pánico y preocupación. Miyi estaba llorando, sus pequeñas manos aferradas al cuello de su madre.
—¡Jungmin, espera!—gritaba su esposo detrás de él, pero Jungmin no se detuvo. No podía confiar en Taejoo en este momento. Había sido descuidado, como tantas otras veces.
No importaba si el alfa se enojaba o algo así, en esos momentos la salud de su hija era lo único que importaba.
Al llegar a la puerta de la casa vecina, Jungmin golpeó con fuerza, rogando que alguien respondiera. La luz se encendió en el interior y la puerta se abrió rápidamente, revelando a Doyoung, su joven vecino.
—¡Doyoung, por favor, ayúdame!—exclamó Jungmin, con la respiración agitada—. Miyi se cayó por las escaleras.
El rostro de Doyoung se llenó de preocupación al ver a Jungmin y a su hija en esa situación. Sin perder un segundo, le indicó a Jungmin que entrara y lo siguió rápidamente hacia la sala de estar.
—Tráela aquí, Jungmin—dijo Doyoung con voz firme pero tranquilizadora mientras sacaba su equipo médico de un armario cercano.
Con cuidado, Jungmin colocó a Miyi en el sofá, mientras Doyoung revisaba rápidamente sus signos vitales y la examinaba en busca de lesiones.
—Está bien—aseguró Doyoung, tratando de tranquilizarlo luego de varios minutos revisando a la pequeña—. Le hice un examen completo y no encontré ningún problema grave. Solo algunos rasguños y moretones, nada de qué preocuparse.
Jungmin soltó un suspiro de alivio, pero sus ojos aún reflejaban preocupación.
—Gracias por cuidar de ella, doctor Doyoung. No sé qué habría hecho sin usted.
El alfa sonrió, sintiendo un cálido cosquilleo en el pecho ante las palabras de gratitud de Jungmin.
—Es mi trabajo, pero siempre estoy aquí para ayudar, especialmente cuando se trata de Miyi—Jungmin asintió, agradecido acariciando los cabellos de su cachorra—. De todos modos, quiero llevar a Miyi al hospital para asegurarme de que no haya lesiones internas. ¿Está de acuerdo?—agregó Doyoung mirándolo.
El omega asintió rápidamente.
—Sí, sí, por supuesto. Déjame solo agarrar algunas cosas y estaré listo.
—Claro, los llevaré en mi auto. ¿Puedo?—preguntó al omega pidiendo permiso para tomar a la niña en brazos. Sabía que los omegas eran posesivos y protectores con sus cachorros.
—Sí, por favor, estoy temblando tanto que siento que se me caería de los brazos—dijo Jungmin mostrando sus manos las cuales temblaban. El alfa se acercó y tocó sus manos, las grandes suyas cubriendo las pequeñas del omega.
—Calma, ella estará bien, créeme—susurró mirando al omega que lo veía con ojos llorosos del miedo.
—Le creo—declaró el omega antes de apartarse—. Debo ir por los documentos de Miyi y algunas cosas en caso de que la dejen hospitalizada.
Doyoung asintió apretando sus manos donde por un momento sintió las del omega, suspiró y se enfocó buscando su maleta del trabajo, guardó su bata de médico y tomó a Miyi en brazos para salir de la casa.
Doyoung esperó en la puerta mientras Jungmin se apresuraba a recoger las pertenencias de Miyi. Mientras tanto, pudo escuchar murmullos y discusiones provenientes de la casa de su vecino luego de que este entrara.
La tensión era palpable en el aire, y aunque Doyoung sabía que no era su lugar intervenir en los asuntos domésticos de Jungmin, no pudo evitar sentir una punzada de preocupación.
Finalmente, Jungmin regresó con una mochila y una expresión tensa en el rostro. Doyoung pudo ver la lucha interna reflejada en sus ojos, pero antes de que pudiera decir algo, Jungmin simplemente asintió y se dirigió hacia el auto de Doyoung.
El omega se sentó como copiloto, antes de que su hija fuera dejada en su regazo. La pequeña escondió su carita en el cuello de su madre, aspiró las feromonas con aroma a rosas y frutos rojos, algo calmante y que la hacía sentir a salvo.
El azabache cerró la puerta detrás de ellos, dejando atrás la atmósfera cargada de la casa de Jungmin. Subió al auto y miró al omega, antes de negar y encender el auto. Mientras conducía hacia el hospital, Doyoung no pudo evitar preguntarse qué tipo de conflicto estaba ocurriendo en la vida de su vecino omega, y cómo podría afectar su relación con Miyi, y tal vez incluso con él mismo.
Durante el corto trayecto, un silencio incómodo llenaba el espacio entre ellos. Fue Doyoung quien finalmente rompió el silencio.
—¿Cómo está Miyi? Eres su madre, debes saber más que nadie como se siente—preguntó el alfa, su voz suave y reconfortante.
Jungmin suspiró, su mirada perdida en el paisaje que pasaba velozmente fuera de la ventana, mientras apretaba a su niña contra su pecho.
—Está asustada, pero creo que no es nada grave. Gracias por estar aquí, Doyoung—agradeció acariciando los cabellos de la pequeña que lloraba sin emitir ruido.
Doyoung asintió, sin apartar la mirada de la carretera.
—Siempre estaré aquí para ustedes, Jungmin. ¿Cómo te sientes tú?
Jungmin vaciló antes de responder, sus pensamientos girando en torno a las emociones reprimidas que mantenía dentro de sí.
—No estoy seguro... Asustado, supongo. Pero también aliviado de que estés aquí.
Doyoung le dio una sonrisa reconfortante, transmitiendo un sentido de calma que Jungmin anhelaba desesperadamente en ese momento. A medida que se acercaban al hospital, Jungmin se encontró compartiendo más de lo que había planeado con Doyoung.
—Mi matrimonio con Taejoo... no ha sido fácil. Él nunca está en casa y cuando lo está, parece que está en otro mundo. Miyi y yo nos tenemos el uno al otro, pero a veces... a veces siento que necesito más.
Doyoung asintió con comprensión, sus ojos transmitiendo una empatía que Jungmin no esperaba encontrar.
—Entiendo lo que quieres decir. A veces, incluso cuando estamos rodeados de personas, nos sentimos solos—dijo mirándolo por el rabillo del ojo.
—Mi matrimonio... no es lo que parece—se corrigió el omega, desviando la mirada hacia el suelo—. Me casé joven, a los 21 años, debido a... una marca forzada.
Doyoung contuvo el aliento, asimilando las palabras de Jungmin. La marca forzada era una práctica antigua y cruel, pero aún persistía en algunos círculos alfa. Era un acto de dominación y control, una manera de reclamar a alguien como propiedad.
—¿Qué...?—Doyoung dejó la pregunta en el aire, temiendo la respuesta.
—Fue durante unos de mis celos. No tuve elección, no pude resistirme—confesó el castaño—. Tuve que abandonar la universidad y dedicarme por completo a él y al hogar que compartimos. Miyi es lo único hermoso que ha surgido de esa unión
Doyoung escuchaba en silencio, sintiendo un nudo en la garganta al escuchar la confesión de Jungmin. La injusticia y el dolor resonaban en cada palabra, pero también la fortaleza de alguien que había soportado mucho más de lo que debería haber soportado.
—Lo siento mucho, señor Jungmin. No puedo imaginar lo difícil que debe haber sido para ti —dijo Doyoung con sinceridad, extendiendo una mano en un gesto de consuelo cuando detuvo el auto en un semáforo en rojo, un gesto que Jungmin aceptó con gratitud—. Nadie debería tener que pasar por algo así.
Jungmin se sintió agradecido por el apoyo de Doyoung en su momento de vulnerabilidad. Había llevado ese peso en silencio durante demasiado tiempo, pero ahora se sentía liberado al compartir su verdad con alguien de confianza.
El resto del viaje transcurrió en silencio, pero no era un silencio incómodo. Era un silencio lleno de entendimiento mutuo, un reconocimiento tácito de las luchas internas que ambos enfrentaban. Mientras llegaban al hospital, Jungmin se sintió agradecido por tener a alguien como Doyoung a su lado en ese momento de necesidad. Y en ese breve instante, se permitió imaginar un futuro donde tal vez, solo tal vez, podrían encontrar la felicidad juntos.
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