7. Cautela.
Abro los ojos lentamente. La luz blanca del techo me ciega por un momento, obligándome a parpadear varias veces hasta que mi visión se aclara. El aire aquí es diferente: limpio, estéril, con un leve aroma a desinfectante. Estoy acostada en una cama, una sábana blanca cubriéndome hasta el pecho.
Intento incorporarme, pero un dolor punzante en mis costillas me obliga a detenerme. Al mirar a mi alrededor, me doy cuenta de dónde estoy: la enfermería de la agencia. Las paredes son lisas y grises, con una pantalla en una esquina que muestra mis signos vitales. Una enfermera con un uniforme impecable revisa una tableta al otro lado de la habitación.
—Ah, estás despierta —dice, notando mi movimiento. Se acerca rápidamente, su expresión mezcla de profesionalismo y alivio.
—¿Cómo llegué aquí? —pregunto, aunque mi voz suena más ronca de lo que esperaba.
—Te trajeron anoche. —comienza a revisar mi pulso con manos expertas. —Estabas deshidratada y con fiebre alta, pero ya estás fuera de peligro. Necesitas descansar.
Las imágenes de la noche anterior regresan en fragmentos desordenados: el almacén, los disparos, Bonneville, la cabaña. Mi cuerpo aún siente el eco del agotamiento, pero mi mente se acelera.
—¿Él?
—Sí, él. —dice la enfermera, como si leyera mi mente. Sabe que hablo de Bonneville. Era el único conmigo anoche. —Te dejó aquí y desapareció antes de que pudiéramos hacerle preguntas. — eso suena correcto. Por alguna razón, no me sorprende.
Un suave golpe en la puerta interrumpe el momento, y Thompson entra. Su figura imponente llena la habitación, con su traje oscuro perfectamente planchado y su mirada penetrante fija en mí.
—Señorita Green, es un alivio verte despierta —dice, cruzando los brazos. —Nos preocupaste anoche.
—No era mi intención preocupar a nadie —respondo, tratando de enderezarme en la cama. La enfermera me lanza una mirada de advertencia, pero él solo sonríe levemente.
—Lo sé. Pero hiciste un buen trabajo asegurando la mochila. —hace un gesto hacia una mesa cercana, donde reconozco el maletín que llevaba con tanto esfuerzo. — La información que recuperaste es invaluable.
Miro el maletín y luego a él.
—¿Y los hombres que me atacaron?
—Muertos. —su respuesta es simple, directa. — Nuestro equipo está trabajando para saber de dónde vienen y rastrear sus últimos movimientos. — ojalá que sea pronto. —Descansa por ahora. — se dirige hacia la puerta, pero se detiene antes de salir. —Te necesitamos mañana. — frunzo el ceño y lo nota. ¿A qué se refiere con mañana? — Henders te explicará. — la puerta se cierra tras él, y la enfermera me da una última mirada antes de regresar a su rincón. Me recuesto de nuevo, sintiendo el peso de todo lo ocurrido. No sé si debería sentirme aliviada, agradecida o inquieta. Tal vez un poco de todo. Pero lo que definitivamente tengo que hacer, es entrenar más. Tengo licencia para portar armas, pero nunca las había necesitado hasta anoche.
Cierro los ojos, dejando que el sonido rítmico de las máquinas me tranquilice. Por ahora, estoy a salvo. Pero sé que esto no ha terminado.
Minutos después, firmo la de alta y voy hasta la oficina de Henders.
—Hola. ¿Puedo? — me asomo por la puerta.
—Sí, adelante. — dice y cruzo.
—Thompson dijo que me explicarías algo sobre mañana. ¿Qué es?
—Oh, sí. Mañana se realizaría una exposición de armas para los altos mandos, pero gracias a Harper, la suspendieron silenciosamente. Pero para los rusos insurgentes sigue en pie. En vez de los invitados previamente autorizados, irá un equipo táctico en cubierto. Como cebo, tendremos un prototipo falso del LX-9, al científico loco y...a ti. — muestra todo en las pantallas. ¿A mí?
—¿A mí?
—Saben que tienes el maletín. Saben lo que tiene el maletín. Creerán que intentarás acorralar e interrogar a Morozov sobre el LX-9 y se harán presentes.
—¿Cómo sabrán que estaremos allí?
—Ya lo saben. Tenemos a Morozov desde hace dos días. Ya hizo su parte.
—¿Qué pasará cuando lleguen? — tengo mucha curiosidad.
—Habrá agentes protegiéndote. Por eso no te preocupes.
—¿Quieres decir que...Bonneville estará ahí?
—Bonneville esta fuera de servicio desde hace tres días. Pero tenemos otros agentes igual de capacitados.
—¿Está de vacaciones? Creo que lo mencionó una vez. — estoy preguntando mucho sobre él y creo que lo nota. — No pienses mal, es solo que es al único que conozco desde más tiempo de todos ustedes.
—Sí, está de vacaciones. No lo veremos aquí en unos meses. — algo hace rabietas dentro de mí pero mantengo la cordura. Esto significa que lo que hizo anoche, fue por su cuenta. Ni siquiera debería haber ido si no fuera porque quizás sí se preocupa después de todo. ¿Eso qué significa? No seas ingenua, Denny. Es un asesino a sueldo, incapaz de llevar una vida normal. Me digo a mí misma. — Patrick te dará todo lo que necesitas mañana. Hoy debes reposar. — asiento y cuando gira sobre su silla, dándome la espalda, entiendo que debo irme.
Llego a mi departamento después de un día extenuante. Apenas empujo la puerta del edificio, siento una punzada en la nuca, una de esas alarmas que mi instinto dispara cuando algo no está bien. Subo las escaleras con rapidez, el eco de mis pasos acompaña un silencio incómodo.
...
Llego al departamento. Cuando llego al tercer piso, lo veo. Azim Robinson está apoyado en el marco de mi puerta, con los brazos cruzados y una expresión que no consigo descifrar del todo. Su postura parece relajada, pero algo en la tensión de su mandíbula me dice que no está aquí para una charla casual.
—Señorita Green. Casi empiezo a preocuparme. ¿Dónde has estado desde anoche? —me pregunta antes de que pueda abrir la boca. Su tono es bajo, casi susurrante, pero cada palabra está cargada de una sospecha que me eriza la piel.
—¿Perdón? —respondo, intentando que mi voz no delate lo incómoda que me siento.
—Te he estado buscando desde ayer. Nadie sabía dónde estabas. Mario nos informó del almacén pero cuando llegamos, no había nada. Fue extraño. — da un paso hacia mí, y aunque todavía hay un par de metros entre nosotros, siento como si invadiera mi espacio personal.
Miro alrededor, esperando ver a algún vecino que pueda interrumpir esta escena, pero el pasillo está vacío.
—No sabía que tenía que reportarle mis movimientos, Azim. —intento sonar firme, pero el nudo en mi estómago me traiciona.
—No es eso, pero... — vacila un momento, como si estuviera eligiendo sus palabras— ¿No me estás ocultando nada, verdad? Recuerda que todos estamos en riesgo. Cualquier detalle es importante.
—¿De qué me habla? Soy la primera persona más expuesta aquí. Arriesgo mi vida por este caso. — intento mantener la calma, pero su mirada fija en mí me hace sentir como si estuviera bajo un foco, expuesta.
Da otro paso, lento, casi calculado, y mi mano instintivamente busca la llave en el bolsillo de mi chaqueta, cerrando los dedos con fuerza alrededor del metal frío.
—No me lo tomes a mal, pero es importante que te reportes constantemente. Todos estamos bajo la lupa, Green. — su voz es más suave ahora, pero eso no me tranquiliza. De hecho, hace que mi corazón golpee con más fuerza.
—Estoy haciendo mi trabajo. Recuerde lo que dijo Marcus. No podemos fiarnos de nadie. Quien menos esperamos puede estar vendiéndonos al lobo. — lo miro directamente a los ojos. No confío en él.
Intento moverme hacia la puerta, pero él no se aparta. Sus ojos me recorren como si estuviera buscando algo, una grieta, un indicio. Y en ese momento lo sé: no confía en mí. Y, lo que es peor, yo tampoco confío en él.
—¿Me dejará pasar? — estoy asustada. Veo la locura en sus ojos.
—Por supuesto. — se hace a un lado pero no se va. Saco las llaves de la puerta y abro. — Te veo mañana en la oficina. — suena más como una amenaza.
—Mañana en la oficina. — esboza una media y falsa sonrisa y cierro la puerta con seguro detrás de mí. Respirando profundamente para calmar mis nervios.
Me doy una ducha y hago una llamada. Mario. Tengo mucho que explicarle. Me duele no poder decirle que trabajo con otras personas por el bien de todos, siempre le cuento todo. Lo único que le repito constantemente es que todo pronto acabará. Volveremos a la normalidad y si llegamos con vida, nos iremos a esas vacaciones que siempre planeamos, pero nunca teníamos tiempo para llevarlas a cabo. Sobre todo, decirle que no confíe del todo en nadie, menos de Azim y está de acuerdo. Ha notado cosas raras en él también. A final de cuentas, también es afgano.
En la mesita de noche a mi costado, está la fotografía de mi abuelo. Cómo lo extraño. Era lo único que quedaba de mi familia y ahora tampoco está. Es una vieja imagen en blanco y negro, un poco descolorida en los bordes, como si el tiempo la hubiera acariciado demasiado. Él está ahí, sentado en su sillón favorito en el jardín de su casa, con esa sonrisa cálida que siempre parecía iluminar hasta los días más grises.
Cierro los ojos y de repente estoy en Mánchester, una niña otra vez. Recuerdo cómo me llevaba al parque Heaton, siempre con su inseparable sombrero gris y su bastón que apenas necesitaba. Me hacía correr detrás de los patos en el estanque mientras reía con esa carcajada ronca y contagiosa.
—¡Más rápido, pequeña! —me decía, animándome con un ademán teatral— Esos patos no van a esperarte.
Pero lo que más me gustaba eran los paseos por las calles del centro. Caminábamos por Market Street, él contándome historias de cuando era joven y trabajaba como mecánico en un taller cercano. Cómo me enseñó todo sobre coches. Y como siempre hacía una parada obligatoria en un puesto de pasteles y compraba un par de Eccles Cakes. Decía que era "la gasolina para el alma". Hasta ahora, cada vez que pruebo uno, siento que vuelvo a estar a su lado.
Abro los ojos y vuelvo a mi habitación, a esta cama demasiado grande y vacía. Paso un dedo por el marco de la foto, como si pudiera tocarlo a través de los años. Nunca le conté cómo terminé en este trabajo, cómo la pasión que él tenía por las historias se transformó en mi obsesión por buscar la verdad.
—Ojalá pudieras verme ahora, abuelo —murmuro al aire, dejando que el silencio se haga eco de mis palabras.
No sé si estaría orgulloso de mí o preocupado. Tal vez ambos. Lo único que sé es que, cuando las cosas se complican, siempre pienso en lo que él haría. Respiro hondo y dejo la foto sobre la mesita de noche, pero su recuerdo se queda conmigo. Siempre lo hace.
Reviso mi teléfono y Lucas sigue enviándome mensajes de texto. Es un chico persistente. Pero no tengo corazón para arrastrarlo a este mundo tan peligroso conmigo. Así que decirle que es mejor cortar comunicación defectivamente, es lo mejor. Veo el número de Bonneville y deseo marcarle, pero...debo ser más fuerte que esta extraña atracción. Debo alejarme de él.
Llamada entrante: Bonneville.
Como si fuera un Dios que todo lo ve, me está llamando. Dudo en contestar, pero finalmente lo hago. Tengo curiosidad por lo que tenga que decirme esta vez.
—¿No saludas?
—Tú llamas. — mi tono de voz es grotesco.
—¿Sigues molesta porque te salvé la vida anoche, Mánchester?
—Gracias por eso. Lo único que me molesta es que te acerques a mí sin ninguna razón. No lo comprendo.
—Te complicas demasiado.
—¿Qué quieres, Bonneville? ¿No disfrutas tus vacaciones? ¿Por qué me llamas? —pregunto, tratando de mantener mi voz firme.
—Solo quería escuchar tu voz. Saber que estás bien. —responde. Su tono es bajo, casi íntimo. Ese tono que juega con mis emociones de formas que no quiero admitir.
—Si sigues jugando a este juego, no terminará bien para ti. —le advierto. Mi mano se aprieta alrededor del teléfono.
Él se ríe suavemente, un sonido que me irrita tanto como me inquieta.
—¿Jugar? Tú también estás jugando, detective. ¿O me dirás que no te gusta lo que estamos construyendo?
—No tienes idea de lo que pienso. No estamos construyendo nada. Ahora solo somos compañeros de trabajo. Pero cuando cerremos este caso no me volverás a ver. No quedará nada. —le digo, aunque mis palabras saben a mentira.
—Claro que sí. Puedo sentirlo en tu voz. Esa mezcla de rabia y curiosidad. Dime, ¿en qué estás pensando ahora?
Silencio. Mi mente se acelera. No debería dejar que me afecte, pero lo hace.
—Estoy pensando en cómo hacer bien mi papel mañana y dejar que tus amigos atrapen a los rusos que también están en esto de una buena vez. ¿Seré el cebo principal, lo sabías? Haré que esto funcione.
Él suspira, como si mis palabras realmente le punzaran.
—Me arrepiento, ¿sabes? — me quedo en silencio. — Me arrepiento de haberte convencido de escuchar a Thompson. No estás lista para enfrentar tanto peligro.
—Creo que me subestimas.
—Anoche fue lo que vi. Eres detective, pero te falta práctica. Debes aprender a defenderte.
—Qué pena que no estás aquí para enseñarme cómo.
—Parece que usas cualquier excusa para tenerme cerca. — parece estar divirtiéndose. — Si me necesitas solo dímelo.
—Deseas escucharlo, ¿verdad? Pero nunca lo harás. No te necesité antes, no lo haré ahora. Siempre encuentro una forma.
—Hablas como si fuera lo peor de tu vida.
—¿No lo eres? De todas formas, no debería importarte lo que una detective novata de Mánchester piense de ti. — lo oigo reírse al otro lado. Es la primera vez que escucho su risa.
—Pero a mí sí me importa lo que pienses de mí. Más de lo que debería y eso me aterra. — la confesión me toma por sorpresa. Mi corazón late más rápido, pero mantengo mi voz fría.
—Esto no es un juego para mí, ¿entiendes? Hay vidas en juego. — la formalidad de Ardenny Green regresa.
—Lo sé —dice, y su voz suena diferente esta vez. Más humana. Casi vulnerable. —Y sin embargo, aquí estoy, llamándote, solo para escuchar que estás bien.
—Entonces detente —le digo, mi tono cargado de una frustración que no logro ocultar— Si tienes un poco de humanidad en ti, detente.
—No puedo. No contigo.
Esas palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Él respira hondo al otro lado de la línea, y por un momento, el silencio entre nosotros lo dice todo.
—Debo colgar. —susurro.
—Buenas noches, Mánchester.
La llamada se corta. Me quedo mirando el teléfono, el eco de su voz resonando en mi mente. Odio cómo me siento. Odio que parte de mí quiera entenderlo.
8am.
Otro día de trabajo en la oficina. Pero hay un ambiente diferente hoy. Azim no está, para mi suerte y todos trabajan como de costumbre. Tengo que estar en la agencia a las 5 en punto de la tarde, así que terminaré mi parte aquí por el día de hoy.
—Denny, tenemos que hablar. — Mario entra sin previo permiso a mi oficina y cierra la puerta detrás de él.
—¿Qué sucede? — le presto atención.
—Ya lo saben. Sospechan de ti.
—¿Qué?
—Fuiste al almacén sin que nadie supiera excepto yo, y tu extraña desaparición hizo que les dijera lo que pasó. Creen que estás involucrada de alguna forma. Que estás ocultando información relevante. — sus palabras ponen mis nervios de punta.
—No entiendo de qué me hablas, no tengo nada que ver. — miento. Casi.
—Sabes que estamos siendo monitoreados por el pentágono. Rastrean todos nuestros movimientos, mucho más después del robo. Saben que les estás ocultando información y eso puede traerte grave consecuencias.
—Solo estoy colaborando con el caso. Hay otros en los que deberían poner más atención.
—¿Todavía crees que Azim es su aliado? No me cabe en la cabeza. No creo que pueda serlo. — se sienta frente a mí.
—Todo es posible. — noto la preocupación en su rostro. — Escucha, eres la única persona en la que confío plenamente. Sí, estoy haciendo mi investigación, estoy actuando a mi manera. En la que creo que es más beneficiosa para todos pero jamás dudes de mi lealtad. Después del incendio y la muerte de Laura, no puedo permitir que alguien más salga lastimado. No podemos perder a más gente.
—Denny, eso suena a que estás asumiendo cargas que no te corresponden a ti sola. Somos un equipo. Seguridad nacional y el pentágono también están en esto. Debes confiar en ellos.
—No puedo confiar en nadie más que en mi instinto, Mario. Marcus dijo que tenían fotos mías. Si la tienen de mí, la tienen de ti, y de todos los que estamos metidos en esto. Pero así como en el pentágono, también puede haber cómplices, aliados o simplemente amenazados por ellos en nuestro equipo. Solo piénsalo. Nos atacan en puntos exactos. Saben dónde y cómo encontrarnos. ¿Cómo podrían hacerlo si alguien no les dice?
—Todo esto es tan bizarro. ¿Cuándo terminará? — está tan nervioso como yo.
—Marcus dijo que no solo era una pelea contra Estados Unidos. Quieren dar un mensaje. Quieren hacerle daño a alguien en específico. Y hasta que no descubramos a quien no sabremos cómo detenerlos.
—Entiendo todo lo que dices. Pero quiero que estés bien. Puedo guardar tus secretos pero cuéntame todo. No quiero que lo de anoche se vuelva a repetir.
—Lo sé, lo siento. Hoy estaré ausente. No puedo decirte lo que haré aun, pero estaré bien. Puedes estar tranquilo. — inclina la cabeza, preocupado. — Estoy protegida. — confío en los amigos de Bonneville. O al menos, en sus principios. Los que me convienen a mí también.
—Está bien. Prométeme que me contarás todo a detalle después.
—Lo prometo. — aprieto su mano por encima del escritorio y sonreímos.
8pm.
Después de tres horas de explicaciones de rutas, movimientos y demás, estoy lista para la misión. Estoy frente al espejo, ajustando los últimos detalles del vestido negro que llevo puesto. Es elegante, de líneas simples, pero diseñado para llamar la atención de la manera correcta. No demasiado revelador, pero lo suficiente para que no pase desapercibida entre el mar de trajes y vestidos caros que me esperan en la gala.
El escote en forma de corazón resalta mi collar, una delicada pieza de plata con un pequeño zafiro. "Un toque de sofisticación", dijeron. El collar también lleva un micrófono oculto, algo que Patrick insistió en que era indispensable.
Mis tacones, más altos de lo que preferiría para una misión como esta, hacen eco suave en el suelo mientras camino hacia el bolso que está en la cama. Dentro, hay un lápiz labial que también funciona como transmisor y un pequeño broche que activa una señal de emergencia. Me han dado todas las herramientas necesarias, pero ninguna de ellas me hará sentir más segura de lo que ya estoy.
Respiro hondo mientras me aplico un toque final de perfume en la muñeca. Algo floral, sutil, pero que da esa impresión de confianza. Me miro una última vez en el espejo.
El auricular en mi oído emite un leve clic, y la voz de Patrick suena, nítida y profesional.
—Green, ¿estás lista?
Me enderezo y tomo el bolso.
—Lista— respondo, ajustando la actitud. Ahora soy alguien más, y la misión empieza desde el momento en que cruce esa puerta.
—Bien. El auto está esperando afuera. Recuerda, no tienes margen de error. — cuelga, y yo suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo. Un último vistazo al espejo. Estoy lista. Al menos, tan lista como podría estar para algo así. Mientras camino hacia la salida, las luces del pasillo iluminan mi silueta, y con cada paso, mi mente se centra más en lo que viene.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro