s e i s
Era un fastidio ver a Kiara por el resto de dos semanas dónde no pude esconderme de su vista, tampoco me había querido contar sobre si habló con Cassie. Cuando creí llegar al límite de mi paciencia, resultó ser que esa chica con ese ridículo corte de honguito se estaba instalando en mis pensamientos. Lo más interesante era que de pronto me distraía en imaginar con qué locura nueva podría presentarme ella al siguiente día. Si bien me empeñaba a ser distante, pronto sin querer, sentía empatía, me sentía identificada. Además, no era nada malo lo que hacíamos, solo platicabamos aún cuando ella era la que hablaba la mayor parte del tiempo.
—¿Que mierda pasa conmigo? —suspiré estando encerrada en mi pequeña habitación.
Intente buscar una posición cómoda en mi cama para dormir al fin lo cual me dificultaba puesto que siempre había estado acostumbrada al ruido y tú, Ulises, parecías no existir nunca en esta casa.
Decidí recordar a nuestros padres, ese par que se amaba tanto y que por desgracia, les había tocado criar a la familia en un pueblo bello pero con gente de pensar anticuado. Estaban ahorrando para que mudarnos hacia otro lugar, lo más lejos de Lucero; murieron antes de completar lo necesario y el dinero desapareció de la nada.
Minutos después de pensarlo tomé una decisión, no me importaría empezar desde cero; papá y mamá querían sacarnos de este pueblo y yo iba a arriesgarme a seguir sus planes. Y no me dolía dejarte, Ulises, desde que llegó tu adolescencia te volviste un extraño por lo tanto no tenia nada que perder.
Más tarde me asaltó una duda sobre Kiara, ¿estaría bien si la dejaba sola en este pueblo? Me regañé procurando mantener la compostura, no era como si supiera demasiado sobre su vida, seguía siendo una desconocida.
Aun así, pensar en ella hizo que pasara la noche en vela.
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