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Mi vida arruinada

═════ Mi vida arruinada ═════

— ¡Despedida! — gritó Greg.

— ¿Despedida? ¿Por qué? ¿Por dejar que Izadora y su esposo escapen de acosadores? — me defendí.

Llevaba media hora discutiendo con Greg sobre mis acciones de la noche anterior. Me reclamó sobre la exclusiva del programa para el que trabaja Amely. Además de que había fotos mías subiendo al taxi con Izadora y su esposo. O eso creía Greg, él ignoraba que fui obligada a entrar con ellos y me dejaron a unas cuadras muy lejos de casa y tuve que caminar un buen tramo.

Y si fuéramos amigas no había nada de malo en ayudarla.

—Debiste aprovechar la oportunidad para tomarles fotos, sacarles confesiones o que te dieran un golpe. No sé — se encogió de hombros —, cualquier cosa para tener una exclusiva como los de la competencia. Escucha, no te despido porque no me guste tu trabajo, tienes de las mejores fotos, pero tu corazón se sobrepone a los intereses de la revista. Lo siento.

Salí de la oficina con mi mochila a cuestas. Mi cámara colgada en el cuello y la decepción de haber durado dos meses en mi trabajo y la idea de que negarme a tomar fotos de dos celebridades no era excusa para un despido.

Llegué a mi casa y me acosté en la cama mirando al techo. Mi teléfono empezó a sonar, miré la pantalla y vi que tenía llamadas perdidas de Michael y Bryan. Decidí ignorarlos ahora no quería hablar con nadie.

Simplemente deseaba pensar qué haría de ahora en adelante. Sin futuro a corto plazo en esta competitiva ciudad y acababa de rechazar la oferta de mi tío por ayudarme a encontrar algo de trabajo en el medio cinematográfico.

Mi Plan A había fracasado y no contaba con un Plan B.

—Qué haremos? — le pregunté a mi fondo de pantalla.

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Corrí hasta que me dolieron las piernas por el esfuerzo. Viéndolo por el lado amable estar sin trabajo me permitía tener tiempo libre, espero que no demasiado, para ponerme en forma.

Hacía tres semanas que no tenía trabajo y me dedicaba a correr y a tomar fotos en las montañas cercanas de Hollywood. Encontraba a varias celebridades que pensaban que les tomaría fotos, pero se relajaban cuando me detenía a tomar la espectacular vista. Algunas veces se me pasaban por alto, la verdad se ven muy diferentes sin maquillaje y trajes costos.

Me detuve para admirar la ciudad desde la pequeña colina en la que estaba. Me acerqué a un árbol y apoyándome en él estiré mis piernas. Sentí haber corrido por horas, lo que casi era cierto. Estuve vagando por todos lados toda la mañana esperando tener una revelación o algo a más que fotos de rosas o de mis pies.

— ¡Ay! — dijo alguien cayendo a unos metros de donde estaba.

Me acerqué a ayudarlo e inspeccioné el lugar en busca de serpiente o algo.

— ¿Está bien? — pregunte agachándome a su lado después de ver limpio el lugar.

—No... Creo que... me torcí algo — se quejó tomándose del tobillo.

Era un hombre adulto de no más de cincuenta. Sudaba y se quejaba sosteniéndose la parte inferior de la pierna.

—Déjeme ver — no sé nada de roturas de hueso, pero no pasaba nada al moverlo y creía que era una torcedura, según mis escasos conocimientos de medicina —. Parece ser una torcedura. Venga, le ayudaré a ponerse de pie. ¿Dónde está su auto?

—Por allá — señaló con cara de dolor.

Su auto era alto por lo que no tuve que hacer esfuerzo para ponerlo dentro. Abrí la puerta para permitirle sentarse y le dije que si venía con alguien para que lo ayudase.

—No, vengo sólo generalmente. Soy Jason Griffin — extendió la mano y la estreché.

—Leona, ¿lo llevo al hospital o quiere seguir sufriendo por el dolor? — hice una mueca.

—Aunque me gusta conocer gente de esta forma – señaló su estado -, llévame al Hospital, por favor y gracias por hacer esto por un desconocido — me miró sin cambiar de gesto.

Señal de que le dolía mucho.

—No hay de que — me encogí de hombros.

—Pero ¿cómo sabes que soy alguien bueno?, podría estar fingiendo y te esté secuestrando — dijo y me quedé helada.

Santas carpetas con fotos de Nathan en mi laptop... 💪😋👅

—Qué tal si YO lo estoy secuestrando — arremetí con las manos un poco sudadas sosteniendo la puerta a medio camino de cerrarla y lista para salir corriendo.

El hombre rió lo que me quitó un peso de encima.

—Bien jugado. Sólo estoy jugando, llévame al hospital que aún me duele y me desangraré — se quejó acostándose en el asiento de atrás.

—Pero... ni sangra — dije conduciendo.


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—Su padre mejorara, pero ya tenía antecedentes de una lesión, por lo que no obedecer a las indicaciones previas le provocó una inflamación y a consecuencia el talón está inflamado — lo fulminó con la mirada —. Debe usar esto — señaló a la bota que cubría su pie — por un mes y no pisar o hacerlo muy poco si es posible — dijo el doctor dejándonos solos para traer la receta de pastillas que debía tomar.

—Debí decirle que no era su hija — torcí el gesto apenada —. ¿Quiere que llame a alguien? ¿Al doctor? ¿Su esposa o hijos? — pregunté sentándome en la silla a su lado.

—No. Mi esposa está de vacaciones con mis hijos y estoy sólo en casa. Te agradezco Leona por haberme traído y quedarte. No creo que hubiera soportado el proceso sin ti — dijo con una cara exagerada de dolor.

Reí ante su reacción. Generalmente los hombres son unos bebés cuando van al doctor porque tienen esa pose de machos alfa, pero él se quejaba de todo y hacía pucheros como un niño.

—Pero si sólo es una bota ortopédica — señalé.

—Igual no lo hubiera soportado ver toda esa sangre — aclaró arrancándome una sonrisa.

—Usted sólo se torció el tobillo, o hubo sangre — aclaré sin ocultar la sonrisa que me formaba la situación.

— ¿No viste el tipo a mi lado? — negué moviendo la cabeza —. Tenía el brazo aruñado. La sangre y yo... — movió la cabeza hizo un gesto que me dio a entender que o podía verla.

Reí in remedio. El señor Griffin era gracioso y exagerado, me recordaba a mí siendo exagerada.

— ¿Eres fotógrafa? — señaló a la cámara reposando en mi regazo.

—Ah, ¿esto? Sí — suspiré recordando que tenía como cien imágenes de una roca que hace horas parecía interesante.

—Está bien — dejó caer sus brazos en señal de rendición y hundiéndose en su camilla —, puedes tomar una fotografía, pero nada más — levantó el dedo.

Arrugué la frente divertida y negué. — ¿Y eso de qué me serviría?

Frunció el ceño y pareció divertirse con algo.

—Al menos a mi pie — señaló abriendo un poco los ojos.

Insisto, que dramático.

—De acuerdo, de acuerdo — asentí sonriendo y me apresuré a levantarme con cámara en mano y enfocando muy bien —. Su pie tendrá sus diez segundos de fama — dije disparando una, dos veces —. Listo, el pie más fotogénico que he visto — aseguré y rió.

—Gracias — hizo un gesto con la cabeza.

—Debo irme, pasa del medio día y no he comido nada — recordé a mi botella de agua vacía, se supone que debía regresar a casa para desayunar y luego de pensar en la nada y revisar las fotos del día, almorzar.

—No deberías hacer eso — reprochó —. Es muy importante comer.

—Sí, he oído que comer prolonga la vida — asentí seria.

Soltó una carcajada y luego de controlarse me miró.

—Eres muy divertida, Leona. ¿Te molestaría tutearme?

—Tu mandas — hice un gesto militar —. Es que se me hace difícil eso de tutelar cuando recién te conozco.

—Dos horas y contando — dijo viendo su reloj —. Me resultas familiar de algún lado ¿eres hija de algún famoso? — preguntó.

—No. Soy, es decir, era fotógrafa — corregí agachando la mirada a mi cámara y pasando los dedos por su lente —. Debiste verme por ahí, no sé — me encogí de hombros.

—Seguramente, ¿Y qué pasó...?

—Mi jefe me despidió por tener corazón — me quejé —. Dijo que dejé escapar a una celebridad y que por eso me despedía. ¿Puedes creerlo?

Movió la cabeza. — ¿La tenían secuestrada o qué?

—No — respondí entre risas —. Larga historia. Ahora me dedico a llevar a extraños al hospital — reí.

—Tienes futuro haciendo eso — sonrió de forma amable —. Escucha, debe ser raro escuchar esto de un extraño, pero estoy buscando una asistente y si te interesa... — dejó la frase al aire.

— ¡Sí! ¡Aceptaré lo que sea! Incluso si a terminas secuestrándome — agregué y Jason soltó otra carcajada.

Él era divertido, tenía esa sensación de conocerlo de algún lado, era jovial a pesar de su edad, que según leí en el expediente era de cincuenta y dos.

Lo dejé en su casaprometiendo regresar al día siguiente para hablar sobre la propuesta. La verdadno me importaba trabajar como asistente. Sólo llegando a casa me pregunté enqué iba a asistir. No recordaba que Jason dijera en qué trabajaba. ¿Y si sí erasecuestrador?


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