
¿Están jugando?
═════ ¿Están jugando? ═════
Me extendió la mano después de que Jason dijera mi nombre y quedé congelada.
Todos mis sueños y anhelos estaban representados en una misma persona, en la persona en frente de mí con sonrisa de anuncio de pasta dental y sus ojos maravillosos que sólo había visto en fotografías y a través de mi cámara hace unos días.
—U—un gusto — tartamudee mirando sus intensos ojos azules.
No te desmayes. No babees. No le saltes encima.
Ya mejor lo secuestro. Sé dónde vive.
Tomó mi mano y la apretó asintiendo con la cabeza sin percatarse de que me temblaba todo el cuerpo. Espero no haber sido obvia y crean que el rojo de mis mejillas se debía al sol de la tarde.
Me muero, es más alto de lo que recordaba. A mi fondo de pantalla le va a dar gusto cuando se lo cuente.
Jason y Nathan desaparecieron en la sala y esperé junto con Anthony en la parte trasera de la casa donde vi la extensión de tierra que vi por la ventana al llegar.
Mi cuerpo no me respondía y temblaba, aún sentía la suave piel de su mano apretar la mía; estaba tibia.
Es tan suave. Y sus labios parecen besables... ummm.
En lugar de pensar en raptos y pensamientos insanos me concentré en la casa porque mis pensamientos me llevaban por un camino que sólo he recorrido en mis sueños. Después de todo ¡era mi ídolo! Y yo su más grande admiradora.
Su casa era más grande de lo que imaginaba, árboles frutales y una piscina se extienden atrayentes por donde se los vea. Era más grande que la casa de Jason, pero casi no puse atención porque estaba pensado en el amor de mi vida y el apretón de manos que me acababa de dar. (¡Rayos! No voy a lavarme las manos nunca. ¡Nunca!) Pensaba en nuestros ojos mirándose de frente y... ¡Dios! ¡Estaba en su casa! ¡Este esa su patio! ¡Esa era su silla! ¡Esa era su puerta! ¡Y ese era su padre entrando por la puerta! Esperen, ¿dije padre? No podía creerlo. Estaba entrando en la casa y me dio un vuelco el corazón. ¡Era su padre! Casi dos metros de alto, cabello canoso, ojos azules hermosos y ese caminar característico.
Lo reconocería donde fuera,él estaba grabado en mi memoria porque él estaba en mis mejores días de lainfancia. Fue como ver un recuerdo tomar vida frente a mis ojos, la nostalgiame invadió tan rápido que no pude evitar sonreír.
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No volví a ver a Nathan o a su padre, no es que me lo hayan presentado pero esperaba que al menos sucediera. Para esos tres hombres, asistentes como Anthony y yo sólo somos eso, y estaba consciente de que no jugábamos papeles importantes en la conversación que ellos llevaban a cabo.
Esperaba algún día decirle que lo adoro, que me recordaba el por qué amaba los fines de semana en casa cuando niña, que era feliz y que gracias a él tuve la certeza de que se podía hacer todo en la vida si uno se esforzaba. Tal vez se lo repetía a su hijo, por eso ahora es lo que es.
Y por eso amo a Nathan Wilcox, me tatuaría su nombre si pudiera o si madre no tuviera esa idea de que si te marcas te pondrás algo como un localizador permanente, y en parte la comprendo; y además no estoy tan locamente enamorada de él como para hacerlo... digo, ni que fuera una de esas fanáticas locas que colecciona cosas de su basura...
Buena idea, dijo mi subconsciente pero lo envié a la basura.
No, no estoy tan loca.
Llegué a casa y tomé una ducha. Encontré en mi teléfono un mensaje de Bryan.
"¿Estás en casa? ¿Puedo invitarte un trago y saber cómo va tu nuevo trabajo?"
Lo pensé unos segundos, no les había dicho a mis amigos que trabajaba para J. R. Griffin, sólo les dije que era asistente para un tipo. No quería que me pidieran exclusivas o ese tipo de cosas.
Respondí luego de pensarlo un poco.
"Apenas llegando. ¿Siguen frecuentando ese bar?"
"Sí. Vamos para allá. ¿Nos vemos ahí?"
"Llego en quince. Guarden una silla", respondí sonriendo al fondo de pantalla, a esos ojos azules que me hacen sonreír por varios motivos.
Sequé mi cabello como pude y tomé mi bolso para salir corriendo a su encuentro. La señora Margaret me encontró en las escaleras con el ceño fruncido de preocupación. La imité pero no me detuve.
—Eh... Lea, espera. Necesito hablar contigo — dijo después de contestar mi saludo.
De ese ángulo podía ver claramente las arrugas alrededor de sus ojos, a esa edad había visto tantas cosas que me daban ganas de indagar en el pasado.
—Regreso en unas horas señora Maggie, es urgente — dije brincando el último escalón y me fui sin poder guardar la felicidad que tenía dentro y, lo admito, dejando de escuchar las palabras de Maggie.
¡Conocí a Nathan Wilcox!
Nadie podía borrar la sonrisa tonta de mi cara. Ni cuando rumbo al bar me di cuenta de que me lavé la mano que estrechó Nathan. La desilusión me duró unos minutos, pronto lo vería de nuevo. Jason lo estaba convenciendo de aceptar un papel y entonces lo veré a diario. Tal vez podíamos ser amigos... o algo más.
Contrólate Leona, me dije, las cosas no son así y lo sabes.
Y es cierto, las cosas no son como una maldita novela de Nicholas Sparks llenas de amor, dolor y destino; donde lloras y ríes en cada página. Aunque la historia de mis padres reunía un poco de esas características dignas de ser escritas.
Llegué al bar en menos de veinte minutos. Cuando entré busqué sobre las cabezas a mis amigos y los encontré en una mesa en la esquina. Lucían tan bien los cuatro que estoy segura de ellos tenían más que una cosa en común.
Apenas me vieron elevaron sus manos y mi rostro esbozó una sonrisa.
— ¡Leona! — dijeron a coro Amely y Serena.
—Tanto tiempo Emerson — saludó Michael.
Bryan sonrió y esbozó una sonrisa. — Hola Emerson.
Rodé los ojos y los fulminé con la mirada, nadie me llamaba más Emerson. Lea era mi apodo en mi nuevo trabajo. Es más, creo que mi destino era ir de empleo en empleo con distintos apodos.
—Hola chicos — me senté junto a Serena que se veía espectacular —. ¿Cómo han estado?
— ¿Tú cómo has estado? — atacó Serena curiosa —. No te hemos visto en semanas y estos chicos no nos han dicho mucho.
Es cierto, ahora estaba del otro lado de la alfombra roja, frente a las cámaras. Ni eso... estaba detrás de la alfombra roja donde las cámaras no llegan, lo sé bien. A pesar de eso estaba más cerca de las estrellas a pesar de que para ese entonces sólo conocí a un par de actores que aún no tenían mucho éxito y extras, varios de ellos.
—Es que encontré trabajo — canturreé tomando la cerveza que me acababan de dejar.
—Bryan nos contó. Pero dime ¿De qué? ¿Dónde? ¿Con quién? — pregunto Amely inquieta.
—Déjala que respire mujer — la codeó Michael.
—Está bien — dije limpiando con el dorso la comisura de mi boca por donde casi escupo la cerveza de la risa que me provocó la curiosidad de Amely. Me miraban impacientes como un león a un pedazo de carne o a un pobre animalito que iba devorar. Irónico porque la leona soy yo —. Todos saben que me gustaría escribir guiones — dije y ellos asintieron atentos —. Pues encontré trabajo como asistente de alguien relacionado con el medio y empezaré a ver cómo se hacen en unos días para una película — aplaudí emocionada.
Cuatro pares de ojos se abrieron con sorpresa y saltaron las preguntas como una lluvia de ideas.
— ¿Qué película?
— ¿Qué director?
— ¿Quiénes serán los protagonistas?
— ¿Sabes dónde la filmarán?
—Dime que tienes fotos — suplicó Amely como siempre lista para una primicia.
—No. No, no y no. Cómo creen que le haría eso a mi jefe. Confía mucho en mí para esto y no le fallaré —. Ni aunque me pagaran millones.
Y eso era cierto, Jason se había portado como un padre para mí y no podía decepcionarlo en la primera película junto a él. Y demonios, quería estar en más películas y seguir conociendo gente como Nathan Wilcox.
¡Oh Dios, Nathan Wilcox!
—Con razón de Greg te despidió — dijo Serena y todos reímos.
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Odio la cerveza.
Para evitar una pelea con la industria cervecera, debo aclarar que es el sabor, el alcohol no me molesta para nada, hasta es agradable beber una cerveza entre amigos. Aunque prefiero el buen vino. Tal vez es de familia... como sea, las cervezas que bebí no me dejaron tan aturdida como pensaba que iba a terminar.
Llegué al edificio donde vivo y subí las escaleras sosteniéndome de los pasamanos. Al llegar frente a mi puerta vi a Maggie esperándome. Seguramente me vio llegar desde su departamento, un piso sobre el mío.
Sonreí porque la señora es muy perspicaz.
—Ahora si soy toda oídos — dije levantando la mano.
Ella sonrió ligeramente lo que me dio mala espina y se me borró la sonrisa. Entramos al departamento y coloqué mi bolso en el sofá junto a mí.
— ¿Le sirvo algo? ¿Agua? ¿Café? — ella negó.
—Gracias, cariño. Pero quiero hablar contigo sobre la renta — dijo casi sin aliento. Un tono de voz que significaba que no era nada bueno.
De seguro me la subiría.
—Oh, es eso. No se preocupe le daré un cheque como siempre. Pero aún no se termina el mes ¿o sí? — me di vuelta para ver un calendario.
No, faltaba muchos días, es más acababa de pagar.
—No es eso Leona — dijo haciendo una mueca en forma de sonrisa pero de lo más falsa no de hipocresía si no porque parecía querer decir algo importante —. Tus dos últimos cheques no los cobré por falta de fondos, el mes anterior tu tío me pagó, pero este mes... — movió la cabeza.
¿Dijo no los cobré? ¿Mi tío?
— ¿Mi tío? — pregunté sorprendida. ¿Qué hacia él aquí? ¿Cuándo? Y sobre todo ¿Porque no me lo contó? ¿Mis cheques rebotaron?
—Sí, pero este mes ha pasado lo mismo.
—No puede ser, siempre pago de esa cuenta y.... — un mal presentimiento se cruzó por mi cabeza y salté sobre Maggie para tomar el teléfono y llamar a casa.
— ¿Hola?
— ¡Mamá!
—Hola cariño ¿sucede algo? Te escuchas agitada.
—Si pasa. El banco no quiere hacer efectivo los cheques de mi cuenta principal — me quejé.
No, no...
—No puede ser... — escuché que su voz se tornaba preocupada —. ¿Por qué lo dices?
—Te he dicho que no me han hecho efectivos los cheques del arriendo. Sabes que pago de esa cuenta el arriendo.
—Llamaré al abogado para ver qué sucede — dijo preocupada del otro lado.
—Hazlo pronto, por favor — dije y después de despedirme colgué.
Maggie estaba sentada en el sofá viendo como daba vueltas en la sala pensando qué pudo haber pasado —. Señora Maggie lo siento mucho, ¿por qué no me dijo cuando pasó la primera vez?
—Porque tu tío me dijo que él pagaba, también lo conozco así que... sin embargo sucedió otra vez y no hay tío... — abrió las manos dejando la frase al aire.
¡Demonios, rayos y centellas!
—Está bien, le daré un cheque de mí otra cuenta y... — dejé de abrir mi cartera cuando vi que movía la cabeza apretando los labios. Bufé —. Ahora que pasa — resoplé.
—Sabes la política del edifico, si no pagas un mes te vas...
—Pero le voy a pagar ahorita... — siguió moviendo la cabeza.
Dios, no me hagas esto.
—Si no pagas un mes te vas y ya pasó la fecha, por lo que debes desocupar el departamento.
¡No por favor!
—Se lo vuelvo a arrendar firmemos otro contrato y... — me detuve al verla seguir moviendo la cabeza de un lado a otro.
Noche deja de darme sorpresas.
—El lugar debe estar vacío dos meses y si no recibe una oferta puedes volver, la política dice que de haber otros interesados...
—Haga una excepción, por favor, usted sabe que mi padre...
—Lo sé, pero es la política y sólo soy la administradora. Lo siento mucho.
No podía estar pasado en serio. Mi padre había vivido en ese edificio por años y ahora ¡me echaban! ¡A mí! ¡Esto no podía ser!
—Está bien — terminé cediendo con la mano en mi frente —. Me iré esta semana.
—Tienes hasta el fin de semana... no te preocupes, negaré la renta a todos hasta que pasen los dos meses. Lo haré por tu padre — sonrió apenada.
Maggie había conocido a mi padre, le tenía aprecio. Hizo lo mismo cuando le llamé y le dije que quería el mismo departamento en el que vivió y ella saltó de alegría. Sabía que me tenía aprecio, que apreciaba a mi padre y por él haría lo que sea por mí.
—Gracias, Maggie. Lo aprecio. Me iré el sábado — dije sin pensar ni siquiera dónde iría.
Me tomó trabajo pegar un ojo. Tenía buenas y malas razones. Entre las buenas puedo decir firmemente que estaba el hecho de que estaba al fin donde quería: el mundo cinematográfico, además de que conocí a Nathan Wilcox ¡Estreché su mano! ¡Y vi a su padre! Y es que los dos son taaaaan lindos. Aún recuerdo su pose en la serie y su sonrisa encantadora, que gracias a Dios, heredo Nathan. ¡Uff...! Y estaba el otro lado, el triste: tendría que abandonar el departamento en donde mi padre pasó años. Toda su vida estaba aquí, en Los Ángeles.
Al día siguiente mientras estaba en el autobús camino al trabajo hablé con el abogado.
—La cuenta se cógelo para ser investigada — dijo evidentemente preocupado al otro lado de la línea.
— ¡¿Investigada?! Es la cuenta de mi padre, nos dejó eso a mi madre y a mí. ¿Para qué investigada? — protesté logrando que todos en el autobús voltearan a verme.
Sonreí incómoda y regresé a ponerle atención al abogado.
—Según dicen es rutina, el banco la habilitará en unas semanas cuando la investigación termine — dijo con voz tranquilizadora.
Sin embargo una mala corazonada me invadió y me dejó un sabor amargo en la boca. En toda mi vida nunca supe de eso. ¡Por Dios, ni que laváramos dinero!
Apuntalo por si te quedas sin empleo, me sugerí mentalmente.
—Pero es el trabajo de mi padre — le recordé.
—Lo sé, tu madre tiene dinero suficiente para vivir tranquilamente, aunque no creo que la investigación lleve más que un par de días. ¿Y tú tienes dinero? — preguntó el hombre al otro lado del teléfono. Él era el abogado de mi padre, y por ende se encargaba de nosotras, era como un familiar. Tiene una voz gruesa pero confortable. Él es otro de los que han estado presentes en toda mi vida.
—Si tengo, pero ahora no tengo casa, no se lo digas a mi madre. Avísame si pasa algo, por favor — dije y colgué después de recibir algunas indicaciones.
Anoche estuve empacando, no es que tenga muchas cosas, pero si necesitaría un auto para llevarme mis cosas.
Anthony estaba esperándome en el estacionamiento de la oficina para llevarme a una posible locación que visitaría Jason. Debíamos tomar fotos y por eso cargaba en mi hombro la cámara.
— ¿Te pasa algo? — observo en el camino.
—Debo mudarme — solté con desilusión.
—No te gusta el lugar o qué.
Me encanta.
—No es eso. La cuenta de la que pagaba la renta fue bloqueada por el estúpido banco, rutina — agregué de mala gana y me encogí de hombros revisando mis lentes.
Maldito banco.
—Wow entonces tiene más de una cuenta — levantó las cejas de forma sugerente.
No, no soy millonaria.
—La herencia de mi padre — dije.
—Entiendo. ¿Ahora te vas a...?
—No lo sé y debo dejar el edificio el sábado. ¡Sábado! — me tape la cara con mis manos.
¿Acaso podría empeorar de alguna forma?
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Multimedia: MARVIN GAYE & TAMMI TERRELL - "Ain't no Mountain High Enough"
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