El escape
Castigada...
Mierda, estaba castigada. Les prometí a mis amigas que iría con ellas a la feria y les fallé.
Estaban acostumbradas a que les fallara pero no quería hacerlo. De verdad.
Todo por ese estúpido pie de manzana.
Miré a mi habitación buscando algo que hacer mientras pasaba mi castigo el cual, no consistía en perderme la feria, sino el pensar en la decepción en los rostros de mis amigas.
Y luego estaba Edward en mi mente. Y Matt.
Me permití pensar en ellos porque no quería pensar en algo peor.
Miré el chat y Matt había leído mi mensaje pero no se molestó en contestarme. Típico.
Me puse los audífonos y me recosté en mi cama mirando al techo escuchando Not Today de BTS.
Iba por la mitad de la canción cuando vi algo pasar por la ventana rápidamente y golpear una figura de vidrio sobre el librero que eventualmente se rompió. Me quite los audifonos y vi por la ventana.
No podía creer que estuviera ahí.
Edward, todo smokin y cabello sedoso, esperaba bajo mi ventana con una postura que solo me recordaba a esos principes que esparan que la princesa arroje su cabello para que ellos escalen. Estaba tan sorprendida que no podía decir nada y cuando puee hacerlo lo único que salió fue:
-- ¿Q-q-qué haces aquí?-- pregunté en un tono sorprendido y un poco molesto al recordar que por él me habían castigado, era indirectamente Su culpa.
Su cara expresó un dolor fingido
-- ¿Así tratas al chico que viene a salvarte?--
Traté de suavizar mi tono, después de tono, fue directamente mi culpa.
--¿Salvarme de qué?-- pregunté.
Su rostro de mostró impaciente, como si le estuviera tratando de explicar todo a una niña de 5 años.
--De tu castigo. Y antes de que me preguntes cómo lo sé, bueno... soy tu vecino y tu madre, si me permites decirlo, tiene talento para la ópera.--
¿Qué?
-- Si pretendes convencer a mis padres de que me levanten el castigo te advierto que pierdes tu tiempo. No están.--
--Tranquila-- me contestó-- no iba a hablar con ellos sino contigo. Quiero que vengas conmigo a la feria.--
Me quedé en shock. Edward, el mismo chico inglés distante, se mostraba amigable y lo que es más, quería salir conmigo. Me lo pensé un momento. No era algo que hacía siempre además era la única forma de conocer más a Edward. En ese momento me di cuenta de lo que pensaba y me molesté conmigo misma. ¿Para qué quiero yo conocerlo más?
--Okay, recojo mis cosas y voy contigo. No te muevas.--
Edward asintió.
Metí mi teléfono y mi cartera en el bolso y me miré en el espejo. Todo bien aunque me faltaba mi collar. Convenciendome de que podía encontrar otro en Internet me apuré hacia la puerta principal bajando las escaleras. Pero no podía abrir. Estaba cerrado y mis padres se habían cerciorado de que no saliera con mi juego de llaves. Bien jugado...
Sabía que no lo lograría, era muy bueno para ser verdad. Me dirigí a mi cuarto para decirle a Edward que no saldría pero cuando me asomé a la puerta de mi habitacion me llevé una gran sorpresa.
Edward estaba en mi habitación, de pie, hojeando uno de mis libros como si su prescencia fuera lo más normal del mundo.
--¿C-cómo...?--
--Olvidé decírtelo, tus padres te encerraron con llave y no puedes salir-- dijo y me dirigió una sonrisa que reflejaba que se estaba diviertiendo.
--¿Cómo lo sabes?--
--Bueno, soy tu vecino--
Pero a mi me parecía que era demasiado conocimiento, incluso para el vecino más chismoso.
--Entraste por la ventana--
--Eso es muy obvio, Lauren-- dijo prestando atención al libro que hojeaba.
Se veía glorioso e impecable, incluso para alguien que acaba de entrar por la ventana del segundo piso.
--¿Nos vamos entonces?-- y me tendió su mano finalmente soltando el libro.
--Yo... No lo creo, tú me odias--
Él sólo me sonrió, mientras de la mano me llevaba hacia la ventana.
Edward salió primero por la ventana. Sus brazos fuertes se aferraban al marco mientras con sus pies buscaba un lugar seguro para apoyar sus pies mientras bajaba.
Subir era mucho más sencillo. Sin creer aún lo que hacia me armé de valor y traté de bajar del mismo modo que él lo hizo. Mis brazos no eran muy fuertes y al estar sujentandome del marco de la ventana la culpa y el miedo me invadieron.
--Apoya tu pie a la derecha Lauren!-- lo escuché decir. El ya estaba en el suelo debajo de mí.
--No puedo. Voy a caer!!!-- intentaba sostenerse pero el miedo me bloqueó la mente. De pronto, sentí que mis dedos se liberaban de la ventana y un vacío me inundó el estómago mientras caía, preparada para golpear el suelo...
Pero golpee algo muy diferente y cuando estaba convencida de que no me había herido demasiado (sólo unos raspones que mis padres notarian en la mañana) me di cuenta de que estaba encima de Edward. Rápidamente me incorporé y empecé a disculparme.
--No hay problema-- dijo sonriendo adolorido. Su sonrisa era como esas que sólo ves en televisión o los anuncios de pasta dental blanqueadora. --Después de todo, esto es mi idea.--
--¿Te encuentras bien? Parece que te duele algo.-- era obvio y me arrepentí de preguntar lo obvio siempre. Sí, yo soy ese tipo de personas.
Edward se levantó despacio y empezó a caminar. Cojeaba en el pie izquierdo y su traje se había rasgado.
Me miró y su sonrisa fue sustituida por una mirada de preocupación.
--Tu brazo.--
-- Es sólo un rasguño y me lo merezco. Soy una cobarde.--
--No pensaría que eres una cobarde...--
Ante esto, me sonroje demasiado.
-- ...sino una torpe-- continuó diciendo y sonrió de satisfacción al ver que me sentía incómoda y ofendida.
¿Qué quería este chico de mí?
Se acercó a una mochila en el suelo que no había visto antes y sacó de ella una gaza. Tomó mi brazo lastimado y con delicadeza empezó a enrollar con la gaza hasta que logró algo parecido a un yeso
--Ya está-- dijo al terminar.
--No sé como le voy a ocultar esto a mis padres-- le dije.
--No te preocupes ahora, lo importante es que no se ponga peor--
Me tomó de la mano y comenzamos a caminar hacia la parte delantera de la casa.
Solo hasta que estaba en frente de la calle me di cuenta del auto negro que se había paqueado al frente.
Mis padres.
O eso pensé. El modelo era muy nuevo y la carrocería estaba intacta, casi como si lo hubieran traído de la agencia directo a mi casa. Era un BMW.
Edward se dirigió al auto y abrió la puerta del copiloto, con un gesto de su mano, me invitó a entrar.
Definitivamente estaba teniendo demasiadas sorpresas esta noche.
Se volvió hacia mí, me miró a los ojos. Yo sólo podía quedarme quieta aferrada a mi bolso sin saber como actuar. Justamente el chico que juraba que me odiaba.
Me acerqué a la puerta y lo miré. El aún extendía su mano en dirección a la puerta.
--Edward, yo....--
Se acercó a mi, su rostro estaba muy cerca del mío ahora.
-- Confía en mí, Lauren.--
Lo mire de nuevo y esta vez, sin pensarlo, entré en el auto.
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