『Uno』
Capítulo 1
Un intruso por la mañana
HyeLin despertó entre maldiciones al escuchar la alarma de su reloj, con un toque lo cayó deslizándose con evidente flojera fuera de la cama. Su reflejo en el espejo dejaba ver su cabello despeinado, sus ojos estaban hinchados, se incorporó haciendo lo mismo de cada mañana. Frente a la puerta de su habitación estaba el baño, entró a él realizando la rutina diaria, cuando salió a su cuarto de nuevo había una toalla abrazando su cuerpo desnudo mientras su cabello estaba envuelto en otra. Se sentía más despierta que antes al menos, revisó su armario tomando unos Jeans con una blusa ancha color blanco, tenía detalles negros en ella, al colocarse sus zapatillas deportivas secó su cabello con la toalla, lo desenredó dejando que terminara de secarse por sí solo, el bolso de anoche había caído a los pies de la cama, revisó el contenido mientras bajaba las escaleras, debido a su descuido tropezó en el último escalón cayendo de bruces, se hubiera golpeado el rostro de no haber colocado las manos al frente por instinto.
—Maldición—sus rodillas dolían más que sus manos.
El bolso cayó a unos pocos metros de ella dejando salir una botella de agua vacía y el envase de la comida que se había llevado ayer con su almuerzo. Su teléfono había conseguido una grieta en la pantalla. Estiró sus brazos para alcanzar el móvil, se detuvo al identificar una segunda persona en su sala. ¿Había alguien durmiendo en el sofá?, parpadeó varias veces asegurándose de ver bien. En un instante olvidó el dolor de la caída incorporándose lentamente, podía ver una cabellera oscura en el sofá y un brazo que colgaba lleno de tatuajes un tanto musculoso.
Hye pensó en llamar a la policía, lo hubiera hecho de no ser porque su teléfono no respondía. ¿Acaso la mañana podía ser peor?, fue a la cocina manteniéndose cautelosa, encontró el refrigerador entreabierto y algunos envases de comida vacíos por la mesa. Eso era lo menos importante para ella, tomó el teléfono local marcando el número de la policía, tomó el mango de la sartén dirigiéndose a la sala para ver mejor a su intruso.
El teléfono en su oreja inició la llamada, esperó que respondieran levantando en alto su sartén por si acaso fingía estar dormido y la ataca de sorpresa, pero, su miedo fue disminuyendo al reconocer ese rostro. Su cabello negro estaba más largo de lo que recordaba, en su labio inferior había un piercing y en su ceja derecha también, su brazo derecho estaba lleno de tatuajes desde su hombro hasta su muñeca, bajó su brazo con la sartén sin entender.
—¿Jeon JungKook? —susurró.
—¿Hola? —la llamada había sido aceptada del otro lado.
Cuando HyeLin iba a responder escuchó la voz ronca del chico.
—Cuelga esa llamada.
El chico abrió sus ojos oscuros posándolos en ella. Muchos recuerdos vinieron a la mente de ambos. Recuerdos que eran demasiado calientes para unos adolescentes. JungKook levantó su ceja con los piercings, se levantó del sofá y ella se fijó en aquel uniforme gris, había un número en el lado derecho de su pecho.
—¿Hola? —la llamada seguía activa.
—Cuelga la llamada—estiró su brazo a la castaña. HyeLin seguía allí parada con una sartén en la mano y en la otra sosteniendo el teléfono en su oreja. ¿Jeon JungKook estaba en la cárcel?, ese uniforme era de alguien en prisión, ella mejor que nadie conocía ese uniforme. Lo miró de pies a cabeza mientras se acercaba a ella, estaba más musculoso de lo que recordaba, todo él era diferente, esa imagen era de alguien problemático.
JungKook tomó el teléfono de su oreja colgando aquella llamada. Hye tuvo que levantar un poco el rostro para verlo a los ojos, frunció el ceño fingiendo estar bien.
—¿Qué estás haciendo en mi casa?
El timbre de la clase se escuchó en toda la escuela, incluso en el área de la piscina donde HyeLin se encontraba, estaba molesta luego de esa llamada con su madre. La natación era algo que siempre le gustó, era buena en ese deporte, pero ella lo hacía más para desahogarse y no acabar perdiendo la cabeza.
La castaña se hundió en el agua hasta sentarse en el fondo de la piscina, cerró sus ojos conteniendo su respiración y entonces su cuerpo tembló por los sollozos que quedaban callados por el agua. La joven de diecisiete años llevó sus manos a su rostro soltando todo lo que estaba molestándola, gritó sin ser escuchada dejando que el agua callara todo su malestar.
Una vez pudo calmarse un poco subió a la superficie pasando sus manos por su cabello mojado. Salió de la piscina con su traje de baño de una pieza y se quedó paralizada al ver un chico junto a sus cosas en las gradas. Era un chico con uniforme escolar, su cabello oscuro iba ligeramente despeinado, su camisa iba por fuera de su pantalón dándole un toque atractivo, se acercó con la toalla de Hye en sus manos.
Sabía que ella estaba llorando, sus ojos grandes lucían hinchados además de furiosos. Notó sus temblores cuando se detuvo frente a ella.
—El director me pidió que te buscara—se inclinó a la chica colocando la toalla alrededor de sus hombros cubriendo su cuerpo, el contacto visual fue un poco intenso—Eres buena nadadora, HyeLin.
—¿Sabes mi nombre? —su voz dejó en claro que no estaba de buen humor.
—Le pregunté a los chicos cuando te vi en una de las competencias—eso la sorprendió—Estoy en el último año como tú, sólo que en la sección B.
Y Hye era de la sección A.
—Ya veo—le restó importancia—Dile al director que iré en un momento.
—¿No vas a preguntarme mi nombre? —el chico aun sostenía la toalla. Al tensar sus manos sólo consiguió acercarla un poco más a su cuerpo, HyeLin era una chica muy hermosa, le gustaba esos ojos grandes, esos labios carnosos, su ceño fruncido la mayor parte del tiempo haciéndole creer a todo el mundo que estaba de mal humor, sí, había estado mirándola desde hace unos meses—Conozco el tuyo, así que debes conocer el mío.
—Si no quieres que te empuje a la piscina será mejor que sueltes la toalla—amenazó tomándolo desprevenido.
—Vamos, no seas agresiva—sonrió encantadoramente—Estoy siendo amable.
—No, estás siendo un idiota—lo obligó a soltarla. Retrocedió manteniendo distancia junto a un rostro serio, al pelinegro le pareció increíble cómo, aunque estuviera en un mal momento sus ojos no demostraban tristeza y dolor como cuando la encontró segundos antes. Al parecer, Hye controlaba sus emociones tal como él hacía muchas veces—¿Te irás o quieres acabar en el agua?
—No esta vez—le guiñó el ojo—Te veo luego, HyeLin.
De esa manera se habían conocido.
Subo este capítulo porque vi que el prólogo tuvo varias lecturas en minutos e interés de parte de ustedes.
PD. Arriba en multimedia tienen una foto de HyeLin.
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