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Capítulo 13| Dejarse llevar.

"De nadie seré, solo de ti. Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas, y mi corazón deje de latir."

-Pablo Neruda.

Beso tan desenfrenadamente a Nick, me encanta el sabor de su piel, se siente tan delicioso que podría morir justo encima de él. Con lentitud subo nuevamente a su boca, se calla y me vuelve a atacar, sus piernas envuelven mis caderas y sus manos con lentitud tocan mi trasero, haciendo presión en nuestras intimidades.

Un jadeo se escapa de mi boca al sentirnos a través de la ropa, mis caderas inconscientes se mueven y lo veo disfrutar de nuestra fricción. No obstante, aunque quiero hacerle de todo una parte de mi no me lo permite, aun no estamos listos para llegar a niveles más extremos, puedo ser paciente y lo he demostrado todo este tiempo. Sin embargo, no dejo de besarlo y él tampoco tiene la intensión de dejar de hacerlo. Su boca es tan adictiva, que solo quiero memorizar su sabor para recordarlo en mis noches más silenciosas antes de ir a dormir.

Nos las pasamos así durante los próximos minutos, excitándonos con las ropas puestas, su abdomen destapado es una obra maestra, moría de ganas por verlo una vez más desnudo, él es como una maldita obra de arte que merece ser admirado únicamente por mis ojos y nadie más. Nicolás es la persona más hermosa que he visto en toda mi jodida vida, el único chico que no tiene comparación, mi única adicción y obsesión. Ahora ya no necesito a otra persona porque ya lo tengo, todo lo que necesito esta en él.

Nick me encanta, me estremece y me fascina. Todo en él me vuelve loco, más de lo que ya lo estoy.

Podría recitarle todos los poemas del mundo de memoria, cada fragmento, cada estrofa, todo. Porque todos los poemas de amor me llevan a él, podría ser un maldito poeta y Nicolás mi musa de letras, puedo ser incluso su payaso para divertirlo. Siento amarlo y eso es demasiado patético, tanto que me gusta.

─Me gustas mucho... Mucho, mucho, mucho—murmuro despegándome de él—¿Entiendes cuando digo mucho?, no quiero que pienses que me gusta otra persona porque no es verdad... Solo eres tú, no hay nadie más.

Nick respira pesadamente, me ve fijamente a los ojos y con suavidad dibuja una sonrisa, mi pecho se calienta, no puedo creer que por fin lo tenga nuevamente.

—Pensé que no te detendrías—susurra con un poco de temor en la mirada, eso me pone los pelos de punta. Joder, no quiero hacerlo sentirlo incomodo, debí ser más considerado.

—No haremos nada que no quieras—le digo con toda sinceridad—, te prometo que nos detendremos cada que lo pidas.

Aquello era verdad, mis demonios se pueden controlar, no quiero que se sienta incomodo sino todo lo contrario, necesito que se prepare para dar un segundo paso, no tengo porque obligarlo a realizar cosas que no le apetecen.

—Tú también me gustas mucho—me dice antes de volver a besarme.

Sus manos suben por mi pecho y con vehemencia quitan mi sudadera para luego empezar a desbotonar mi camiseta del instituto, me desprendo poco a poco de esta, sus uñas se deslizan una vez a mi espalda y se aferran haciendo una leve presión, arañando con exquisitez. Sin embargo, en un movimiento nos invierte de lugar, quedando encima de mí, pero no nos despegamos en ningún momento. Ambos nos besamos hasta que nos desgastamos, hasta que no podemos ni siquiera respirar, como una maldita tortura que ninguno quiere parar.

Era tocar el infierno con la punta de tus dedos y no quemarte, entrar en todos los círculos, Nicolás me hace sentir como en la divina comedia; un infierno que solo yo quiero gobernar.

Empieza a masajear mi abdomen en una caricia tierna que de a poco se vuelve dolorosa al sentirlo clavar sus uñas en mi piel con mucha más fuerza lo que me hace soltar un gruñido, con persistencia baja sus manos hasta el cierre de mi cremallera en donde empieza a bajarla para luego desabrochar mis pantalones e irlos bajando, inconsciente imito su acción hasta que ambos quedamos desnudos, sintiéndonos piel con piel; con la pequeña brisa cayendo de fondo. Solo ella era testigo de lo que sucedía a través de la ventana y vagamente nos susurraba que no nos detuviéramos.

Su mano toma mi endurecida erección para empezarla a subir y bajar de una forma que se me asemeja a maravilloso, igual que un frio de otoño mientras ves las hojas caer con flacidez de los árboles y te quedas reflexionando sobre la vida al tiempo que tomas una buen chocolate caliente, de igual manera tomo la suya y hago los mismos movimientos describiendo una metáfora igual de complicada y hermosa. Nuestras bocas se separan para hacer de la habitación un caos de gemidos y palabras obscenas que ni siquiera sabemos de donde hemos sacado. Me aferro con fuerza a su espalda, lo aruño sin querer y lo escucho maldecir, pero nuestros movimientos no desparecen, esto es tan jodidamente excitante que lo podría hacer sin parar todo un día hasta desgastarnos.

Los gemidos de Nicolás en mi oído me prenden cada vez más. Sin embargo, me apresuro en unir nuestros labios mientras ambos nos damos placer mutuamente hasta vaciarnos entre las sabanas y dejarnos caer pesadamente, uno a cada lado. Veo el techo sintiendo la respiración agitada y la garganta seca.

Me ha dado mucha sed.

Entonces Nicolás se empieza a reír de una forma tan abierta que se me contagia y de igual manera me rio. Nos reímos tanto que parecemos dos locos; tanto que incluso una costilla me empieza a doler.

—¿Por qué nos reímos?—pregunto.

—La verdad es que no tengo idea-me responde cesando su risa—Me siento como un niño que ha hecho algo malo y su madre lo puede castigar si se da cuenta.

—Pero si no se da cuenta no es malo-le digo mientras le acaricio el brazo.

Nicolás solo vuelve a reír, y dejo que lo haga. Ahora debe de sentirse extraño, entiendo que no sabe cómo expresarse.

Su risa me gusta. Es varonil, distintiva y ronca, al igual que su voz.

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—Hay que verle el lado positivo-me decía Sandy con los ojos un poco llorosos a través de la pantalla—Ahora tendremos más tiempo para pasarla juntos.

—Pero a ti no te gusta aquí—le aseguré con la verdad.

—Lo que no me gusta son las personas, todo el tiempo me ven raro.

—Pero yo no te veo raro.

Hay un momento de silencio, ella sorbe su nariz y se da vuelta en la cama. El lugar de fondo me resulta desconocido, no se parece nada a su habitación.

—¿Quieres hablar sobre tus padres?—le hago la pregunta con dudas, ella asiente sin pensarlo mucho.

Tengo entendido que las cosas en el hogar de Sandra no son para nada buenas y que todo aquello le afecta de una manera psicológica. Ella es mi mejor amiga, la quiero demasiado y no me gusta que se guarde todo lo que la atormenta.

—Mi mamá tiene un nuevo hombre y ella cree que yo no lo sé, mi padre ni siquiera me da importancia y le da más atención a su novio, me hace feliz que ellos hagan nuevamente su vida, pero...—dice con la voz rota—Pero al parecer les importan más sus nuevas relaciones y su divorcio que yo... y a veces me siento abandonada, como si no lograra encajar en el mundo.

—San, tu encajas en mi mundo y en el de ellos, estoy seguro que...

—No Tavo, hace poco le he hablado a mi padre y solo me ha dicho que esto es normal en las familias, que los padres se dejan de amar y toda esa mierda cliché... Pero no entiende que no necesito de otro país para estar mejor emocionalmente, que solo me basta con mi hogar y ya.

En estos momentos me gustaría darle un abrazo y decirle que todo estará bien, pero si somos realistas por el momento nada lo estará, comprendo su punto y creo que incluso yo me lo tomaría de ese modo, es difícil no tener autoridad en tus decisiones, Sandra es una chavala inteligente y no dudo que podría valerse por sí misma si se lo propone, pero es tan insegura que ella misma es la que se hace daño.

—Suelo envidiar la felicidad de los demás—murmura con la voz apagada—, es como si todas las personas pudieran tener una vida normal y cálida pero yo no, ¿me entiendes?, todo es tan disfuncional.

—Joder, no seas así de pesimista.

—Todos en tiktok se burlan porque un chaval me ha mandado a la mierda sin consideración ni palabras, hice el ridículo—me lo recuerda, vi ese video y en cierta parte me dieron ganas de partirle la madre a ese tipo—Lo que pasa es que me siento rechazada por todos, incluso por mis padres.

—Te mereces algo mejor, ese idiota no sabe de lo que se perdió—le aseguro—Además mereces un amor como en los libros, algo así de perfecto. Y tus padres solo pasan por algo complicado.

—Pero esa no es razón para que me excluyan de todo—me dice mientras se limpia algunas lagrimas—Además no me siento molesta con ese tío, es complicado pero creo que no lo ha hecho queriendo. Me siento rara con ese tema, no sé cómo te lo puedo explicar.

—Pues con palabras—digo con obviedad.

Ella se ríe un poco.

—Es que no me salen las palabras, solo que jamás me había gustado alguien trans.

Entonces dejo de reír, me he perdido un poco.

—¿Ósea que es un chico trans?—pregunto con curiosidad, ella asiente con una sonrisa diminuta que conozco a la perfección (le han metido una buena ilusionada). Doy un suspiro y niego—De todas formas no me gustó lo que te hizo.

Sandra es una chica muy bonita y con un corazón enorme, no cualquiera la merece, ni yo mismo.

—Hay una chica que estaba con nosotros ese día, ella me dijo que de las desilusionadas se aprende, no entendí pero me hace mucha gracia—ella se ríe un poco—Cuando llegue a casa de mi abuela quiero sentarme bajo las estrellas y reírme de mi misma-me dice con mucha ilusión.

—Pues será el primer lugar que visitaremos, aunque serán las estrellas adornado un sol.

—Siempre me dices cosas lindas, Gus.

—Porque mereces todas las cosas lindas que el mundo puede ofrecer.

—Después de todo tú eres mi mundo-me asegura sonriente.

Ella y Tina son las únicas mujeres por las cual sacrificaría la vida solo por verlas sonreír, Sandra era como una hermana pequeña y Tina como la madre que no pude tener, ellas se merecen la mejor versión de mi, a como Nika se merece mi amor. Odiaría que ellas vieran mi parte desagradable y odiaría que él me dejase de ver como lo hace ahora.

No me importan los demás, solo me importan ellos.

—¿Leíste el libro que te he recomendado?—le pregunto para desviar un poco el tema.

Cuando Sandy está a punto de responder un estruendo se escucha del otro lado de la pared, mi entrecejo se frunce y ella se sobresalta mientras suelta una maldición.

—¿Qué es eso?—le pregunto con cierto temor. Aun no ha amanecido por completo en ese lugar, lo contrario de acá que ya es casi medio día.

Ella ve el lado de dónde provino el golpe y luego dirige su mirada a mí para responder.

—De seguro es August con su novio, parecen vampiros que no duermen, lo más probable es que acaban de entrar—ella me explica—Si mi tía Aurora se da cuenta los mata, no tienen respeto y se la pasan cogiendo a escondidas de ella, la otra vez me los encontré en una pose que ni Cristian Grey se sabe.

Eso me hace reír.

—¿Qué hiciste?

—Los extorsioné, mis libros no se pagan solos y de ese dinero me he comprado las dos nuevas ediciones de tapa dura de rojo, blanco y sangre azul.— me dice con una sonrisa de satisfacción—Y uno es tuyo.

—Me agrada que pienses en los pobres—le digo burlonamente.

—Cállate malagradecido, me ha costado sacarle plata al novio sexy de mi primo.

Ahora entiendo porque el lugar me parecía desconocido, había olvidado que ella pasaría este fin de semana en casa de su tía para convivir un poco con su primo antes de mudarse de país, al parecer aquello no parecía muy bueno, ella me dijo que August no la tolera y que siempre la trata mal y cortante, incluso frente a sus amigos.

Entonces unos gemidos se empiezan a escuchar y aquello en parte me desagrada, ella pone los ojos en blanco y maldice unas tres veces a su primo.

—Te lo dije, no hay respeto en esta casa-me dice al tiempo que se pone de pie—Si por lo menos fueran silenciosos.

—¿A dónde vas?—le pregunto.

—Son casi las cinco de la mañana, tengo que bañarme antes de que mi madre pase por mí a las seis, lo gracioso del asunto es que me ducho y cago en el baño de Gus, así que disfrutaré interrumpirle el coito—San dice con una sonrisa malévola plasmada en el rostro—Te llamo en unas horas antes de que tome el vuelo, todavía tengo que pasar por mis maletas en el departamento de mi padre.

—Vale, te quiero mucho.

—Yo también, dulce Tavo.

Cuelga.

Paso mis manos por el cabello y suelto un suspiro, entonces recuerdo que tenía un pollo metido en el horno. Joder, corro hasta la cocina y abro el horno del cual sale una bola de humo negro.

El olor a quemado se esparce por toda la casa al igual que la dinamita, mi madre entra de inmediato y me encuentra apagando el fuego con una toallita de cocina. Cuando saco el pollo del horno este se encuentra hecho carbón, creo que fue una mala idea querer hacerme cargo de la cocina.

Dirijo mí mirada a mi madre, quien ve la escena con los ojos bien abiertos.

—¿Quieres que ordene pizza?—le pregunto con una sonrisa inocente—Pagamos con la tarjeta de mi papá, voy ir a buscarla en sus cosas...

—Fuera de mi cocina—demanda cortando mis palabras y no me detengo para poder salir casi corriendo.

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Lo que resta del día me la paso junto a Nick en el patio trasero de la abuela de Sandra, bajo las inmensas ramas de un árbol que nos proporcionaba una rica sombra, desde la mañana no ha seguido lloviendo, incluso ha salido el sol y hace calor. El clima es como medio bipolar, pero me encanta.

Recuerdo haber visto salir a Noha hace un par de horas, ni siquiera se despidió de mí. No sé a dónde va y tampoco me importa, anda cabreado conmigo pero estoy seguro que ya se le pasará, sus enojos nunca duran tanto. Tina por su parte me ha pasado haciendo la ley del hielo ya que no solo he quemado el almuerzo, sino que también le he echado a perder su horno, por suerte no se resistió en comer pizza y eso fue lo comimos al tiempo que me obligaba a ver su novela de las una de la tarde y le daba un masaje en los pies. Que mierda de castigo.

—Todos en la escuela piensan que tenemos algo—Nick me dice un poco desanimado—, ¿Qué haremos?

Nuestros dedos juegan entre sí, tiene la cabeza recostada en mi pecho y con libertad me permito jugar con mechones de su cabello ruloso y bonito.

—Solo podemos seguirles la corriente o hacer como antes, no nos tiene que importar la opinión de los demás.

—Pero a mí sí me importa, esto es nuevo y tengo miedo.

Nika se incorpora y me ve fijo a los ojos.

—Tengo una idea—le digo aunque ahora mismo no tengo nada en mente.

—¿Ahora que se te ocurrió?—pregunta con una mirada de reproche.

—Tú solo confía, las mejores ideas siempre vienen de mí.

Nika asiente, sabe que yo soy el que mejor piensa de los dos, sin ofenderlo. Entonces se vuelve a recostar sobre mí y vuelvo a lo de antes, jugar con su cabello de entre mis dedos.

—Le tengo que decir a mis padres sobre mi sexualidad, quiero que ellos se enteren por mi y no por otra persona—comenta sin muchas ganas.

—¿Qué se supone que les dirás?—pregunto con intriga.

—La verdad, que me he sentido confundido referente a lo que soy.

—¿Cómo crees que se lo tomaran?

—No lo sé.

En su voz escuchaba cierto temor.

—Recuerda nuestro juramento, siempre estaremos juntos—se da vuelta y hace que nuestros ojos conecten, la cercanía en la que estamos solo me hace querer besarlo—Nunca te dejaré solo.

El sonríe y pasa sus dedos por mi rostro, delineando todas mis facciones. Su tacto es gentil.

—No eres frio para suponer que eres invierno-murmura sin detener sus dedos que se desplazan hasta quedarse en mis labios-Creo que eres más un verano—sus dedos se deslizan haciendo un caminito por mi cuello al tiempo que dice: ─, eres fuego y lava bajando por un volcán, no te da miedo quemar a tu alrededor y a mí ya no me da miedo ser quemado por ti─se detiene en mi pecho.

Tomo su mano para llevarla hasta mis labios en donde dejo un beso, Nick se ríe.

─Eres tan asquerosamente cursi─dice entre risas.

—Yo tampoco tengo miedo de ti, sino todo lo contrario─le aseguro con firmeza.

Hacemos un minuto de silencio mientras nuestras miradas se hablan entre si, como si tuvieran el poder de ver a través de ambos.

—¿Recuerdas todo lo que me dijiste en el cementerio?—la pregunta no es nueva, he perdido la cuenta de las veces que me la ha hecho y no tengo idea de a dónde quiere llegar.

—Lo recuerdo todo—respondo.

Asiente con la cabeza, su mano sigue sobre mis labios, entonces los empieza a acariciar, su risa ha sido remplazada por otra cosa, hay un enorme silencio que nos domina, quisiera saber que pasa por su mente, entonces muy lentamente empieza a susurrar:

Me dan ganas de enviarte a un paseo a un sitio tranquilo; en la pradera. Cuando la brisa canta serenata una de esas noches, que la luna este llena...se calla y de a poco una sonrisa crece en mis labios ya que reconozco el poema—Síguelo—me pide mientras se incorpora y se posiciona muy cerca de mí, nuestros rostros a tan solo centímetros.

Se pone inquieto mi corazón cuando pienso en mis cómplices, las estrellasdigo con vehemencia el verso de memoria, es un poema fácil de aprender y que se lo sepa me llena de seguridad—Si ellas pudieran hablar, si tú las escucharas ¿Qué te dijeran?

Pues ellas saben lo que siento por ti, que en mis pensamientos, no existe cualquieraél sigue mientras toma una de mis manos y señala su frente.

Si las estrellas pudieran hablar te dirían que yo te quiero. Te pedirían, que me quierasfinalizamos al unísono y nos reímos un poco.

—Clariel Estevez—murmuro el nombre del autor—¿Cómo te lo sabes?

—La madrugada en el cementerio dijiste que yo te recordaba a ese poema y lo busqué, me gustó mucho—habla con una pequeña sonrisa, ve a todos lados asegurándose de que no haya nadie cerca para acercarse un poco más—Pero la verdad es que las estrellas no tienen que pedirme nada porque desde mucho más antes ya lo hago.

─Joder Nick, no puedes ser más perfecto porque ya lo eres.

Lo tomo por detrás de la cabeza y acerco su rostro para besarlo, cierra sus ojos y yo cierro los míos, nuestros labios no se llegan ni a rozar ya que el grito de doña Mar nos asusta y nos hace separarnos de golpe, lo que provoca que termine golpeándome la cabeza contra el árbol y Nika levantándose de golpe.

─Mierda, ¿te golpeaste fuerte?─pregunta con dudas.

─No, estoy bien─le aseguro frotándome la parte afectada.

Él asiente no tan convencido.

─Iré a ver que quiere─me dice con cara de aburrimiento.

─No vayas─le pido mientras le tomo de una mano.

─Esta es como la quinta vez que me grita.

─Pues que siga gritando.

─Tengo que ir, además quiero que me paguen.

─Venga que yo te pago de una mejor manera─trato de coquetear pero solo logro hacer que ponga los ojos en blanco.

─Voy a decirle que tapaste tu baño, te estaba ayudando y que por eso no la escuchaba─dice riendo.

─El diablo te va a llevar por mentiroso.

─No tengo una mejor escusa─se encoge de hombros─, si descubre que la estaba ignorando me puede regañar y yo a las viejitas les tengo miedo.

─¿Porque no dices que fuiste tú el que ha tapado el inodoro?─le cuestiono.

─Porque el que va a decir la mentira soy yo─dice con obviedad.

Entonces no me deja agregar otra cosa porque sale corriendo hasta adentrarse a la casa mientras se quita la camiseta en su marcha y la tira en una banca de madera que reposa en el corredizo. Lo último que veo de él es su tatuaje en la espalda, una perfecta luna menguante haciendo eclipse con el sol, un tatuaje pequeño pero no menos atractivo en su piel.  

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