
Sol
El amplio comedor de la escuela, repleto de mesas y bancas organizadas en un orden calculado, estaba lleno, pero todos parecían gravitar alrededor de una sola persona. Mel Medarda, la recién llegada, no necesitaba hacer nada para captar la atención. Su mera presencia era suficiente.
Jayce la observó desde lejos, maravillado. Ella era la personificación del sol... brillante, segura y cálida, aunque aveces parecía que su intensidad podía quemar a cualquiera que se acercara demasiado.
Decidido, Jayce tomó su bandeja y se sentó junto a ella.
Jayce: ¿Te importa si me uno?
Preguntó con su sonrisa más encantadora. Mel levantó la mirada y lo estudió por un momento antes de sonreír.
Mel: Por supuesto que no.
La conversación fluyó con naturalidad. Mel era inteligente, rápida y siempre parecía estar un paso por delante. En poco tiempo, Jayce estaba completamente fascinado por ella.
Una tarde después de clases ambos se encontraron a solas en la azotea de la escuela, sentados en una banca uno cerca del otro, mientras eran alcanzados por los cálidos y radiantes rayos del sol en la cima del cielo.
Jayce: ¿Siempre eres tan... brillante?
Preguntó, medio en broma mientras re dirigía su atención al perfil de la chica, tan elegante, hermosa e imponente como la primera vez que la vio. Mel arqueó una ceja con diversión.
Mel: ¿Es eso un cumplido o una crítica?
Jayce: Un cumplido, definitivamente.
Mel: Entonces tú también eres bastante brillante, pero de otra manera. Como una estrella... ¿modesta?
Jayce se rió, aunque sus palabras lo hicieron pensar. ¿Era eso lo que él representaba? Algo que brillaba entre el sol y la luna, pero nunca tanto como ninguno de los dos.
Con el tiempo, su relación con Mel se volvió oficial. Eran la pareja perfecta a los ojos de todos. Sin embargo, incluso cuando estaban juntos, Jayce no podía evitar sentir una extraña inquietud. A veces, cuando Mel hablaba, su mente divagaba hacia Viktor.
Ella no pasó por alto ese comportamiento, así que una mañana mientras estaban juntos en la cafetería, decidió confrontarlo.
Mel: Jayce, ¿eres feliz conmigo?
Jayce, sorprendido, dejó su bandeja a un lado y la miró algo inquieto.
Jayce: Por supuesto que sí, ¿por qué lo preguntas?
Mel, manteniendo unos segundos el suspenso lo miró con una intensidad que lo hizo sentirse pequeño.
Mel: Porque a veces siento que estás mirando hacia otra parte... hacia alguien más.
Jayce tragó en seco. Separó los labios intentando encontrar alguna explicación, pero finalmente el silencio reinó entre ambos.
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