Hay unos momentos en que la incomodidad se vuelve inmensa. El aire se siente escaso, la paz nula y el silencio reinante. Esos momentos, esas noches, son más elegibles que esos días en que las tardes son ruidosas, sin amigos; sin charlas, sin risas. Días extremadamente largos y noches muy cortas. Son todos instantes. Madrugadas donde tristeza viene tocando a la puerta, para entrar y hacerse sentir, para amargar el pequeño momento entre silencio y tú. Todo era un momento, uno frustrado. Uno en el que se haría lo que fuera porque fuera más que solo eso, para hacerlo uno en el que se pudiera pintar al antojo: para ponerle estrellas más brillantes al cielo nocturno, una luna que sonriera, un aire fresco que abrazará... y una compañía que acompañara.

Pero lo que hay es una noche en el que el cielo está empañado, unas estrellas imperceptibles, una luna invisible, y un compañero inexistente. Madrugadas en vaguadas de lágrimas con un atragante de gritos amargosos, noches en un interior lúgubre. Se haría lo que fuera porque esto se pudiera pintar al antojo. Sin embargo, todo es al revés: personajes antipáticos, un corazón apaleado y un cerebro que no se apaga con nada.

... En vela, porque al cerebro no le da la gana de mutarse. Con ganas de abrirse la cabeza y sacarse el cerebro de allí. Tanto así, que el corazón parece querer atravesar el pecho para poderse salir bailando. Se creería también, sin duda, que la garganta se volvería el nuevo desierto más seco del planeta; que podría volverse mudo y los ojos, los ojos no llorar más lágrimas nunca más. Conoce el mundo entero a tres personajes: Frustración, que es el enemigo más despreciable del mundo. Incomprensión, que es lo más desagradable que vaga en la tierra e Incomodidad, la hez más indeseable. ¿Quién no ha participado de tremenda novela con brutales antagonistas?

"¡Ay de aquel que cae y no se levante! Le es mejor arrastrarse, que quedarse en el mismo puesto, con el mismo calló y ningún aliento". —Yuki ... Aunque el viento no sople, y no griten palabras de aliento. Es mejor seguir, seguir como arena en el desierto: sin rumbo y sin quién lo pare.

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