No sé cómo se contiene esto de adentro. Esto que quema por dentro, que sube por la garganta y se hace agua en la boca, sale como agua salada de los ojos, hace crujir los dientes y, como animal en celo, provoca un deseo incontrolable de destruir todo a la vista del ojo. Las manos tiemblan como terremoto en tierra, los ojos no encuentran a qué apuntar, y el corazón, a quién culpar.

Creo que a esto lo llaman, ¿ansiedad? No sé si lo sea, o qué sea, solo sé cómo trabaja adentro y es lo que te voy a contar.

Hablamos de noches en las que parece que no quiere dejar que llore, que pare, que se detenga a tomar un aliento. Las lágrimas parecen ser las únicas que conocen cada momento en el que el mundo se cae en pedazos encima de uno. El insomnio toca a la puerta para entrar, para hacer una orgía entre las lágrimas y mi persona, no como parece, sino como menos se desea: noches profundas, los ojos como marea enfurecida, no parando de llorar. El sueño no pasa, la mente trabaja con más fervor en los recuerdos; escena por escena, como caja de disco en que lleva grabado cada momento desagradable con sonido y todo lo que menos esperas.

No sé cómo se contiene esto adentro, para que nadie lo sepa y comente. Para que nadie se ría, o haga un estúpido chiste. Para que nadie salga como anunciador a decir que lo entiende y sabe qué recetar. Para que nadie comente, ni pregunte.

Recuerdos que quisieras desechar al basurero. Que se contiene, y no se puede borrar. Que se desea darle al botón "eliminar" y que se desaparezca como apareció: de la noche a la mañana... Los malos tiempos son unos pensamientos. Son tormentas largas con truenos, rayos y centellas. Que perduran, que parecen interminables. Pero son eso, son pensamientos incontenibles de ahí adentro.

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