El Dragón
El dragón despliega sus alas sobre la alta arboleda dejando reinar su imponencia a la vista, dejando ver que es como una fiera; que no le teme a nada, que a él es que se le debe temor, que sus pies son firmes en el viento como su corazón tan ardiente y vibrante como el mismo fuego que reina en su interior.
Por más que el viento sople jamás lo tumbara. Por más tormentas que lleguen, jamás agachará su cabeza. Por más que ojos miren no retirará él su palabra o su mirada. Y es que el dragón no habla en vano, decidió quererse y no andar por el mundo tan triste. Él no anda por ahí con lágrimas ofendido, no, él dijo que es diferente; todos los días reafirma que es de otra línea que es única. Caminando entre las nubes vive él y es que, no anda por ahí envuelto en penas, bien dice que no es así siempre fue diferente, arde entre su aire sin nunca caer, bate sus alas en una danza armoniosa: no le ponen en el corazón él pone en su corazón... entre suspiros y accidentes aprendió que el tiempo a veces no deja olvidar, no, no deja cerrarse algunas heridas, entonces aprendió a dejar que lo que está ahí haga telarañas y con cada suspiros salga de a poco esa oscuridad.
El dragón jamás vuela lejos, no le huye a la oscuridad, no reprocha a los hombros que en malas nunca estan, que con el viento se va y nunca, nunca ve cuando sumergido está.
Vive vestido de consciencia, su fuerza es su dominio propio y lo admirable es, que sabe mirar...
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