Como árbol sin vida, como rama que se seca, como hoja que se muere, así en vida se muere.

El sufrimiento causa destrucción no son palabras, los gritos, o los golpes, es que, así no debería de ser pero lo es: hoy, fue ayer, hoy será mañana y mañana es el día del mañana.

Como noche en día y día en noche, pasa la tarde; sigue siendo la noche, cae la madrugada y es como si nunca existiera el día. Las estrellas sin brillo, la luna también, y el sol, es como si no fuera sol.

Exacto. El sufrimiento debora tan rápido como si absorbiera la vida como si fuera una sanguijuela sobre una piel.

Como vivir en una noche eterna...

Es tan cruel como quitarle la vida a un ser sin antes llegar a la vida: podría ser ese mañana tan esperado, aquel en el que todos quisieran vivir pero no pueden ser aquello que en un día solo era un sueño.

Vivímos como un arbol, siendo golpeados fuertemente por un hacha para ser tumbados por suelo, nuestro tronco emana sangre (la vida) con cada hachazo que se le da, nuestras ramas sueltan sus hojas: la esperanza de seguir de pie, y es que, del suelo quieren arrancar la vida de raíz. Y se le pega, le pegan quitando la corteza al arbol; ese, el escudo del alma, le pegan y le pegan hasta llegar hasta la capa fina de ese tronco fuerte; aquella vida que se resiste para poder vivir.

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