Solo los audífonos acallan todo: el ruido de adentro, el ruido del exterior; al corazón que grita, a la mente que divaga y a la gente de añadida.

Todo lo que se necesita es a ella y a la música para mandar todo a la cola del mundo: para acurracarse en ese pequeño mundo de paz. Hasta que llegué alguien a decir que le escuche y quite esa porquería, pero esa porquería, es la que ayuda a que le sigas soportando.

La música habla sola, está en cada estación; en la tristeza abraza, en la alegría festeja, en la ira da la razón y ni hablar cuando el corazón está destrozado que con el agoniza también... está en cada estación, está en cada camino de la vida.

Y es que los audífonos lo acallan todo: desde el ruido de adentro, hasta al ruido del exterior; al corazón que llora, a la mente que divaga y a la gente de añadidura.

Ella sumerge en las más grandes profundidas del mar, como si buzo se fuera, manda a flotar allá en el espacio como si se soñará con astronauta ser, a cabalgar a caballo por una villa con la brisa golpeando a la cara y hasta soñar con los recuerdos más hermosos para después despertar con la más horrible pesadilla de la que siempre se le busca escapar: la realista realidad.

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