Capítulo 7: Retraso cabal
Ya en la mañana, una semana después de lo ocurrido, la escuela transcurría con total normalidad. No obstante, Kevin hizo un esfuerzo por levantarse a la misma hora que Amanda, sólo para llegar a su butaca y dormir con la cara pegada a ella, babeando desde luego. No aguantó y soltó una leve carcajada al ver al lobo de esa manera. Después, sonó la campana.
Kevin:(espantado con el ruido que hace la campana) ¡Le juro papá, yo no fui!
Amanda:(riendo) ¡¡Kyajajajajajajajajaja!!
Kevin:(confundido) ¿Eh? Amanda, ¿qué es tan gracioso?
Amanda:(aún riendo) No puedo... no pue... ¡Jajajajajaja, aún no lo olvidas!
Kevin:(molesto) Y a ti se te hace chistoso, ¿no? Como no recibiste una golpiza de su parte, no tienes ni idea de lo doloroso que fue.
Amanda:(calmándose) Ya, ya. No quería hacerte enojar. Perdón.
Kevin:(refunfuñando) Mesh... Está bien, te perdono.
Amanda:(se le encima y le abraza) ¡Aww, gracias!
Kevin:(sonrojado) Eh... Amanda...
Los demás se les quedaban viendo. Hacía ya tiempo que habían llegado y ocupado su lugar, así que no evitaron ver la escena que ambos realizaron, tan pronto como lo supo la felina se sentó un poco avergonzada. Todos siguieron en sus cosas; hasta que llegó.
Gerardo:(viendo directamente a los dos) ¿Cómo estáis, chicos?
Amanda:(sonriendo) Gerardo, ya llegaste.
Gerardo:(alegre) Claro que sí, no podía fallaros (se pone en medio de ambos). Conque abrazados, ¿eh?
Kevin:(sonrojado) N-no fue nada.
Gerardo:(con cara de "a mi no me engañas") Desde luego (viendo hacia todos lados). Oigan, ¿saben por qué aún no llega el profesor?
Hasta aquel instante, nadie había caído en la cuenta de que el profesor todavía no estaba en el salón; y eso se debía a una cosa. Lo que nadie sospechaba es que su incumplimiento de horario tenía que ver con directamente una persona: la directora.
Había llegado muy tarde, con café en la mano se dispuso a bajar todo el material necesario para impartir sus lecciones. En ese momento, Jimena pasaba a un lado, llevando consigo la agenda.
Jimena:(concentrada) Bien, veamos... Profesor Luna no debe tardar de llegar, ese tío siempre ha sido adepto para los de 5BPR. Veamos, ¿quién más..?
Levantó un poco la vista, lo suficiente para alcanzar a ver a Luis. Se sonrojó levemente, pues cuando se encontraba con ese docente parecía perder el control; pero esa vez se armó de valor e hizo lo que nunca se imaginó hacer.
Luis:(cargando una fila de libros) Kirrgg... Ha, ha, qué pesados son. Y esos tíos no miran por la vitrina para ver que su maestro necesita de su ayuda...
Jimena:(detrás de él) Si vos desea, os puedo ayudar.
Luis:(asustándose y tirando los libros sin querer) ¿Qué mier..? Joder, he tirado los libros (se dirige a Jimena) Oh, sois vos.
Jimena:(sonriendo) ¿Y quién más estaría detrás de vos? ¿Deseáis mi menester?
Luis:(recogiendo los libros) Pues no quiero ser majadero, pero no creo necesitar de vuestra presencia.
Jimena:(haciendo reverencia) Como lo queráis.
Se dirigía directamente a su lugar de trabajo, pero el profesor cambió de decisión.
Luis:(resignado) Cambio de opinión. ¿Me ayudáis?
Jimena:(dejando escapar una risita) Desde luego, tío.
Agarró una fila de libros y los llevó con él a la biblioteca escolar. Se sentó frente a su amado y, disimuladamente, empezó a tararear.
Jimena:(tarareando) Ju, juju , júju...
Luis: ¿Qué tarareas?
Jimena: Nada.
Luis:(con una ceja levantada) Ok...
En realidad, ella no tarareaba porque sí, sino porque estaba cerca de aquel joven prefecto; al mismo que conoció hace no mucho...
Dos años atrás...
En su puesto de trabajo, como era de costumbre, Jimena ordenaba sus cosas: papeles de trabajo, libros, lápices, plumas, documentos, carpetas, borradores de goma... Todo en un lugar específico y de manera ordenada. No le tomó mucho hacerlo, ya que después de un santiamén el escritorio estaba casi vacío, exceptuando un lápiz, una pluma y la computadora. Se acomodó los lentes y se dispuso a iniciar su oficio. Y como era de costumbre, encendió el ordenador mientras bebía a sorbos un café en la mano.
Jimena:(tecleando) Bien, que ya inicie el día.
Revisaba algunos archivos, firmaba algunos papeles, de vez en cuando recorría el plantel, visitaba la biblioteca; en fin, un trabajo rutinario. Nada mal para ser de 20 años. Aunque desde hace tiempo, dicha rutina estaba aburriéndole; no hacer algo más que sólo revisar cosas y otras más le deprimía un poco. Hasta ese momento.
Archivaba un pedido de parte de un profesor cuando sonó el teléfono. Lo levantó y acto seguido hizo el resto.
Jimena:(resignada) Directora de la Preparatoria La Santa María. ¿En qué puedo ayudaros?
???:(nervioso) Ejem, sí, hola... S-sólo me preguntaba si es esa preparatoria donde voy a trabajar.
Jimena:(despertando un poco el interés) Espera... sois el nuevo profesor, ¿no es así?
???:(nervioso) Q-quizá cuando me vea le sor-sorprenda un poco. Mire: no estoy acostumbrado a presentarme a mis jefes t-tan directamente, pero...
Jimena:(sonriendo) Oye tranquilo, tío. Seré loba pero no muerdo.
???:( nervioso) Eh... ok. Voy para a-allá.
El teléfono fue colgado y la directora lo dejó en su lugar, dio un giro a la silla y, acto seguido, volvió a su oficio. En seguida las dudas la asaltaron: ¿por qué se oía tan nervioso en la llamada? ¿Nunca trabajó en esa profesión y era su primera vez? ¿Tenía algo que ver la edad que tendría? Ya no le dio mucha importancia y decidió seguir en sus cosas. Media hora después, la puerta sonaba a golpes suaves.
???:(nervioso) Di-disculpe, ¿puedo pasar a la..?
Jimena:(pensando) Es el mismo de la llamada, no hay duda. Al fin sabré por qué es que sonaba de esa manera (dirigiéndose a la entrada). Adelante.
???:(abriendo) Primero que nada, no os sorprendáis por favor.
Jimena:(ahogando unas risitas) Por supuesto, querido.
Cuando la puerta se abrió, ella tenía un café en la mano derecha, la iba sorbiendo hasta que lo vio. Y escupió el líquido encima del nuevo empleado, una acción llevó a la otra, con toda la estupefacción del mundo. El nuevo docente parecía de 18 pero, ¿qué hacía alguien tan joven ahí?
Jimena:(apenada) Disculpe, lo siento (agarrando un trapo). Dios, soy tan torpe.
Luis:(sonriendo) Tranquila, le dije que no se sorprendiera.
Jimena:(viéndolo de pies a cabeza) Em... ¿se puede saber qué edad tenéis?
Luis: Claro (acomodándose el cabello de lado). Soy de 18, pero concluí mi carrera hace poco.
Jimena:(asombrada) Parecéis de prepa.
Luis:(rascándose la cabeza) Bueno...
Volviendo al presente...
Luis:(chasqueando los dedos pulgar y medio) Hola, Tierra llamando a Jimena. ¿Me podéis oír?
Jimena:(volviéndose en sí) ¿Ah..?
Luis:(viéndola extrañado) Ya me tengo que ir, mi clase está retrasada.
Jimena:(sonrojada) Oh, claro. Nos vemos luego, tío.
Cerró la puerta lentamente, mirando a la directora. Mientras lo hacía, muchos pensamientos surcaban en su cabeza: sobre si debía seguir resistiendo, sobre si ella aceptaría su rendición, sobre muchas cosas. Tanto estaba pensando, que no se percató de que una muchedumbre los había estado viendo; para cuando se volteó, pudo darse cuenta: el salón no les había quitado el ojo de encima ni por un segundo. No tuvo más remedio que hacerlo.
Luis:(gritando) ¡¡¡¡¡Volved al aula ahora!!!!!
Tal vociferación causó lo que quería: de repente todos los chicos salieron corriendo como si fuera una estampida, que de hecho así era. Soltó un largo suspiro, y de pronto pudo decirlo.
Luis:(sonriendo) Chicos.
Jimena:(sonriendo) Sí, chicos.
Estaba detrás de la puerta, mirándolo ya de cerca. Sus ojos se cruzaron con os del pastor alemán, pero ni eso cambió cambió el estado de humor de Luis. Al contrario, le sonrió a Jimena; por primera vez desde hacía dos años.
Luis:(sonriendo) Sí... chicos.
Aquél gesto le dio a la directora nuevas esperanzas.
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