No era posible que Jungkook le estaba contando a Taehyung sobre Jimin y él no le prestó atención.

—¿Escuchaste lo que te decía? —le preguntó con molestia.

—No —respondió Taehyung con cierto enojo—. ¿Piensas que soy un pañuelo para secarte las lágrimas cada vez que alguien te lastima? No soy un hada madrina para arreglar todos tus problemas. ¿Por qué crees que me marché sin decírtelo? Ya estaba harto de ti, me hostigabas con las absurdas historias cuando tu novio te hacía sufrir, era tedioso ir contigo todos los días a la escuela, parecía tu niñera al tener que cuidarte porque tus padres no estaban en casa. Me cansé de todo eso, ya basta, eres una carga para mí.

Inmediatamente a Jungkook se le salieron las lágrimas, Tae acababa de destrozarlo nuevamente, y peor que la primera vez. No entendía por qué le había dicho aquellas hirientes palabras, si nunca le demostró su inconformidad. Así que fue hasta la puerta sin decir nada, trató de abrirla y no pudo, quería escapar de allí, desaparecer para siempre, cuando sentió que Taehyung lo abrazó por la cintura, colocó su cabeza en su hombro derecho y comenzó a hablar.

—Disculpa. Fui totalmente grosero contigo. Tú vienes a verme desde tan lejos y mira yo cómo te trato. Olvida todo lo que te dije, no fueron más que estupideces.

«¿Estupideces?».

A Jungkook no le pareció que lo fueran, esas palabras no podía sacarlas de su mente, aún se encontraban ahí como filosas cuchillas, cortándole en pedazos.

—¿Puedes abrir la puerta? —preguntó y Tae dejó de abrazarle.

—Claro —respondió y abrió la puerta.

—Gracias.

Jungkook salió sin mirar atrás, derecho al elevador, entró y apretó el botón hasta del décimo piso. Al llegar, tembloroso sacó la llave del bolsillo del pantalón, se le cae, se agacha para recogerla y esta vez rompe a llorar, por más que quería olvidar ese momento no podía, se había quedado impregnado en él, tanto como la imagen de Taehyung.