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❤️Epílogo = Extra❤️


Sentía como mi mejilla se amolda perfectamente sobre la exquisita almohada.

Mi sueño se suspendió, pero aún así no quise abrir mis ojos, pues no quería dejar ir esa imagen creada por mi mente. Quería regresar y vivir eso que deseaba hasta dormida.

Ya no vivía sola en Rumanía, ya no soportaba sola el hecho de haber dejado a Camus, ya no lloraba todas las noches al darme cuenta que el lugar de mis mejores días no podría hacerme olvidar todos los errores que cometí y no podría cambiar las cosas que estaban pasando.

Ya mi soledad había sido reemplazada por la felicidad que me esperaba en Santorini, donde estaba el hombre que era mi esposo y en donde ya todo a lo que le temía había desaparecido, dejandonos un mundo solo para ambos.

Aún sentía sus deliciosos labios, marcando una línea a lo largo de mi tatuaje desnudo. Su respiración cerca de mi nuca y entonces me alegra el alma sentir su presencia aunque sea de esa forma.

— Princesa — suspiro. 

— Cielo — besa mi hombro y toca mi cintura.  

Es cuando un escalofrío me recorre

Esperen, todo lo anterior.....

—Bella durmiente — siento su olor muy cerca de mí, su cuello se infiltra por mi hombro y aparta mi cabello para besar mi mejilla — sé que tengo toda la vida para estar contigo, pero el día está hermoso —

No era un sueño.
Era él, besándome.
Era él, mi esposo.
Y era él, el hombre de mis sueños y el hombre de mi vida.

Me remuevo con una sonrisa — Buenos días amor — siento como se suspende de la cama y me abre las cortinas.

— Arriba amor — insiste tocando mis pies.

Giré mi cuerpo levantándome poco a poco, y es ahí cuando mi cuerpo desnudo quedó descubierto completamente, ya que mis manos fueron a mi rostro.

Todos los alrededores de la cama estaban llenos de rosas rojas y blancas.
Miles de obsequios sobre las butacas, cajas con chocolate sobre las mesas y una taza de café con un globo atado.

"Para la reina de mis días"

— ¡Cam! —chille aún sentada entre las sábanas — ¿Qué es esto? — Sonreí entusiamada.

Sus ojos se achinaron debido a su amplia sonrisa.

— Ayer juré que te haría la mujer más felíz del mundo ¿no? —se acercó a mí. 

— Amor — susurré rodeando su cuello con mis brazos — No era necesario, sabes que yo... — cubrió delicadamente mi boca.

— Yo sé que lo material es lo de menos, pero, tampoco le veo nada de malo querer darte muchas cosas.— mis ojos se mantuvieron completamente fijos en los suyos. — Entiende, te amo y quiero que cada hombre de Santorini envidie mi suerte al tener a la mujer más hermosa, inteligente y perfecta de la tierra solo para mí— Deslizó su mano de mi boca y logró notar el sonrojo de mis mejillas.  Me miró dulcemente y me acomodó el cabello —Ve y ponte arrasadora, porque el día de hoy tenemos una agenda apretada.

— Creí que estaba en un sueño, pero no, es mejor que eso, eres mejor que un sueño rico Lincer — expreso con dulzura y me hago espacio para salir de la cama.

— Sé perfectamente lo exquisito y codiciado que soy —su rostro fue todo un poema grandicoluente — es comprensible que no quieras despertarte — Se tira en la misma y cruza las piernas mientras mira mi desnudez. 

Ruedo mis ojos y me echo un chocolate a la boca — ¡Oh discúlpame pues! —

Me guiñe un ojo — Mueve ese trasero nena. —

—Lo siento querido esposo, pero ahora tienes toda una vida para esperar por mi — me mira con su boca entreabierta. Rio y le guiño el ojo — te amo.

~~


¿Una princesa esperando
un príncipe azul?.

Me pasé gran parte de mi juventud esperando a un hombre que me hiciera temblar de amor solo con mirarme a los ojos. Un príncipe que me hiciera desmoronarme con su sonrisa.

Y a medida que pasa el tiempo tu mismo entorno se encarga de convencerte de que ya no quedan hombres así, que tal vez eso solo pasa en las películas neoyorkinas. Que ya no hay tipos que sepan querer a la antigua, detalles, cartas, mensajes en tinta.

Pero nunca sabes en que momento todo tu mundo va a colisionar con la realidad.

Y lo sé, solo pasa sin preparación o aviso.

Entonces, por supuesto que existe ese hombre que con solo mirarte unos segundos puede desnudarte el alma y dejarte expuesta como a un niña.
Alguien que con solo mirarte hace pedazos todas esas estúpidas creencias que la gente te metió en la cabeza.

Cierto, no hay príncipes azules.
Pero, tampoco hay princesas rosas.

Solo hay personas normales, cometiendo errores a cada segundo, errores que por más dolorosos que sean, son lo que le darán el verdadero valor a esos momentos buenos.

Momentos como aquel, en donde el hombre de mi vida se acerca con una pantaloneta negra y con el torso desnudo, mientras mi cuerpo le baila sensualmente. 

Aquél momento en donde corre tras mio a lo largo de la playa y me sujeta de las caderas para poder imponerse ante mí.

— Ven aquí escurridiza — me toma con fuerza y me sube a ahorcadas en el.

Rio en señal de que estoy estúpidamente felíz. 

Mi cabello nos cubre como si de una cascada se tratara.

—No soy escurridiza — susurro enrollando mis brazos sobre sus hombros.

Su rostro se ladea un poco buscando mis labios, los cuáles encuentra y devora de forma efervescente.

Porque a ratos somos unos románticos y a ratos unos pervertidos, estamos desbordados de sentimientos.

Tanto como unos recién casados a lo cuáles les cuesta trabajo mantener el equilibrio.

Y a los cuales el tiempo se les pasaba sin piedad; así que solo podíamos disfrutar cada segundo como mejor se nos ocurriera.

~~


Camus recostado bajo nuestro toldo de playa, y yo de igual forma pero con un sombrero cubriendo mi rostro.

—Amor quiero abrazarte — aclaro quitándome la protección de mi cara.

Sus ojos verdes me miran con dulzura y luego me pide que vaya a él.

Me acurruco en sus costillas, y lo rodeo con mis brazos, pero casi al momento me toma y me coloca sobre él.

Mi cuerpo está completamente recostado sobre él, mi mejilla yace sobre su hombro izquierdo y cada uno de mis brazos a cada lado de su cabeza. 

Sus piernas entre abiertas dan espacio a las mías y su mano en mi trasero, hace que ria, pero definitivamente terminó de ser uno de los motivos por los cuales la fricción de nuestros cuerpos no dieron la oportunidad de dormirnos allí, uno con el otro.

Como si fuéramos un solo. 
Solo en un enorme lugar, enamorados hasta los huesos, vueltos locos hasta la médula, uno por el otro y sin miedo a demostrarlo. 

¿Hasta la médula?

Sí. 

Explícate. 

Bien, estar enamorado hasta la médula es un sentimiento que nos ataca sin siquiera quererlo o esperarlo.

Amar hasta la médula es algo que disfrutas de la manera más pura posible, de modo que si no actúas con cautela puede perderse. 

Amar hasta la maldita médula es la razón de tanto sufrimiento cuando se habla de amor, nos vuelve ciego, y queremos vivir para esa persona, pero no nos deja razonar correctamente. 
Solo escuchamos el : búscalo, hazlo, háblale, mas ser impulsivo no siempre es bueno. 

Amar hasta la médula es ver al hombre que amas besarte la mano para luego caminar de tu lado sobre las hermosas calles de la isla.

Es descubrir que el corazón ya no te pertenece y se transforma en un maldito trago fuerte de sentimientos que no puedes controlar y mucho menos disimular, especialmente cuando él te mira directo a los ojos.

O cuando se te acerca y te sonrie, cuando te demuestra lo felíz que está de cenar contigo a la luz de las estrellas y al ruído de las olas. Cuando te hace sentir grandiosa al sacarte a bailar. Cuando notas a montones como te presume con las personas que te rodean.

O cuando te dice

"Ese vestido azul te queda perfecto, bella" .

~~

Cielo, ¿dónde quieres ir? — abre la boca para poder comer el trozo de queso que le acercaba.

— Estoy bien aquí Cam — contesto sin darle mucha importancia. 

—Milo. Aioria está en Italia con su esposa — le miro inquisitiva — quiero llevarte conmigo a conocer el mundo.

Sonrio— Cielo, he pasado la mayor parte de mi vida conociéndolo. 

Toma mi mano — Lo sé pero no con tu esposo.  Bella, no sé puede ser París, Barcelona, Nueva York — le miro sonriente, pues su carita de verdad demostraba desesperación — ¿Bali?

— ¿Bali?  — repito.

— Sí, es genial para una Luna de miel. O puede ser California, Australia, Dubái o en Japón. Todos y cada uno de los lugares del mundo, pero ojalá que contigo, cielo. No tenemos porque quedarnos aquí en casa, habiendo tantos lugares en donde podríamos disfrutar tu y yo.

Me pongo de pie y me siento en sus piernas — Mi amor escúchame, quiero quedarme aquí, me encanta la idea de viajar a tu lado, hasta el lugar más recóndito de la tierra. Pero aquí te conocí, y aquí quiero que sellemos nuestro futuro. No necesito nada más, solo... solo a tí.

~~

Soñamos con un futuro juntos, con crecer juntos.

Palabras llenas de sentimiento.
Anhelos llenos de desesperación.

Cuerpos llenos de éxtasis al mirarnos de frente en nuestra habitación. 

Me desea físicamente, lo deseo de igual forma. 

Nos empapamos de nuestro frenesí, nos besamos y alcanzamos el orgasmo en el mismo momento.

Reímos. Somos libres y esclavos a la vez.

Somos intensamente felices, estoy enamorada, estamos enamorados, tanto como para abrazarnos y conversar, hacer chistes tontos y no querer dormirte nunca porque te perderías un momento de estar juntos y realmente no deseas eso.

Giro mi cuerpo y quedó frente a sus ojitos vibrantes, esos que me miran expectantes.

¿Qué no daría yo por ellos?.

Acaricia mi mejilla y desliza su mano hasta mi cuello —Al final si estamos juntos —sonrio — después de todo si quería besarte aquella noche.

Me fascina pensar que me miraran cada mañana por el resto de la vida.

Porque a ver, hagamos un recuento.

Veinticinco años, fiestera, sexy, inteligente, profesional, y bastante preparada como para lidiar con los idiotas.

Pero una noche conocí a el heredero Bonnet, juro que nunca fuí tan feliz y tan desgraciada a la vez.

Enseguida hubo una conexión que me hizo frágil, dócil y sensible.

Entre la exaltación de nuestros ánimos, de forma inconscientemente, creamos una relación sumamente efervescente dentro de inseguridad, miedo, amor, odio, apoyo, confianza, poder, y orgullo.

Pero aún me sentía muy joven en ese entonces, le amaba, amaba verle cada mañana en su oficina, amaba su seriedad en las juntas, amaba sus sonrisas cuando estaba conmigo, pero no estaba lista para muchas cosas, mas aún así las pensaba y las deseaba, aún cuando me asustaban.
Mentiría si dijera que no he pensé en casarme con él, en como sería nuestra boda, mi vestido, su traje, nuestros invitados, nuestra luna de miel, nuestra casa, nuestros hijos.

¿Boda,
luna de miel,
hogar juntos?

Se dice que somos de quien conoce nuestras anécdotas más extrañas, nuestros defectos, nuestras manías. De quien conoce cada cicatriz de nuestro cuerpo, hasta las del corazón.
Somos de quien conoce nuestros sueños, secretos, y miedos.

Y de quién te deja conerle de verdad.
Te deja conocer, anhelos, deseos, frustraciones, somos de quien ayuda a unir todas esas sensaciones y convierte algo bueno de todo.

Vida juntos.. 
Infierno y paraíso a un mismo tiempo.

Significa convertise vulnerable y abierto a la vez.

~~

Lo recuerdo, eso de levantarte de la cama en las mañanas: llevar puesto solamente una de tus bragas de tiro alto, y una camiseta de tu esposo.

Alimentar a tu mascota, preparar el desayuno y esperar con una taza de café en la mano, a que él baje a medio vestir y te abrace por la espalda, para luego decirte

— Buenos días preciosa —

Sonríes y le besas.

Sí, todo eso es amor. Eso que perdura y aumenta con los años porque la llama se mantiene encendida, eso que perdura aún cuando vomitas día y noche, dándote cuenta de que él está siempre para tí, pendiente si necesitas agua o algo más.

El verdadero amor es lo que se mantiene, cuando apenas y puedes caminar porque tienes un niño de ocho meses en tu barriga, o cuando tus hormonas se descontrolan,y no lo dejas dormir o por llanto, antojos o por tus dolores.

Eso que continúa aún cuando él llega del trabajo y te mira dormida en un sillón con tu pequeño bebé dormido sobre tí.

O cuando...

Me volverán loca — bramo sin prestar atención. 

Camus se me acerca malicioso — Yo o aquella papa frita — dice señalándome al pequeño Hyoga con el cabello lleno de ketchup.

— ¡Cariño! —pongo la canasta de ropa en el suelo.— ¿Cam por qué lo dejaste hacer eso?

Rie — Parecía divertirle

De este modo, cuando se dieron pequeñas peleas,  aprendí a tolerar las pequeñas cosas que me molestaban, descrubiendo cual es el significado de amar

Enterándome que trasciende cuando te levantas en las mañanas, entras al baño y en cuestión de segundos cuando sales de este, descubres a los pequeños Bonnet subiéndose como chapulínes a la cama.

Te ocultas para mirarlos, entendiéndose entre ellos para hacerle cualquier malditura a su padre, el cual se voltea y lo primero que gruñe es
— Isaac espera — pero sus avisos son inútiles cuando Hyoga apoya a su hermano.

Entonces me pide ayuda contra los terremotos, pero solo sonríes e ignoras todo, centrandote en la imagen de tu esposo con el torso desnudo, juguetear con esos pequeños en pijamas.

[…]

Arrugo un poco los ojos y muerdo mis labios mientras me concentro en el monitor del computador.

Buscó ansiosa la manera de arreglar los huecos de dinero que tiraban los libros de contabilidad.

¡Trabajar en los hoteles era agotador!
Y mucho más si trabajabas para tu papá.

— ¡Ma! — escucho la vocecita — ¿te gusta? —

El pequeño Isaac estaba sentado a mi lado, según él dibujando la casa de mis sueños.

— ¡Wow! —Tomé la hoja colorada que tenía en sus manitas — ¿cielo esto lo hiciste tú? —movió su cabecita —Está increíble, creo que deberías ponerlo junto a los otros ¿tú no lo crees? —

—Sí —una sonrisa amplia se mostró en su rostro mientras me quitaba el papel y se bajaba de la silla.

De verdad que el tiempo pasaba volando, ya Isaac tenía cinco años y yo
aún recordaba ese día en que Camus me esperaba en el altar vestido con ese perfecto traje azulado.

Todo perfecto, atractivo e imponente, colocando el anillo en mi dedo, mientras los escasos rayos de sol pegaban en su rostro e iluminaban esa sonrisa descalabrante de felicidad.

Miraba la banda dorada en mi dedo.

¡Era suya!

¡Era su esposa!

¡Y me encantaba serlo!

— ¡Cielo! —le escucho llamarme — ¿abririas la puerta? necesito cambiar mi ropa —

— Está bien — contesto.

¿Necesito cambiar mi ropa?.
Esas somos las mujeres, y sin embargo yo con un pantalón de mezclilla claro, una camisa manga larga de color blanca y unas delgadas líneas negras de contraste, el cabello en suelto y descalza.

¡Cuán vanidoso se había vuelto!

Me levantó de la silla y camino hasta el pasillo, pero a mitad del mismo me veo rebasada por el pequeño, el cual tenía apenas unas horas de haber llegado a casa, pues como cada fin de semana, la pasaría con nosotros.

Era muy divertido, sus piecitos se tambaleaban y solo se le veía la cabecilla sobresalir entre el oscuro piso de madera pulida.

—Isaac no corras con esos lápices — dije intentando detenerle, pero ya debería saber que es un caso perdido.

Escucho que rie.

¡Genial!

Me apresuro a correr tras él antes de que llegue a la sala en donde están las alfombras y gracias a dios logro mi cometido.

— ¿Por qué no me obedeces? —gruño colocándolo en mi caderas.

Gracias a Zeus es un chico delgado.

— Te dije que no corras, luego te caes y te lastimas — le quité los lápices y los puse en uno de los muebles.

Avanzo con él sobre la estancia y casi muero.

Hyoga Bonnet, ese niño de cuatro años, cabellos rubios y rebeldía de genes, estaba en la cocina, jugando con la ketchup, como costumbre gracias al apoyo de su padre. 

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Solo respira, solo respira Milo...

— ¡Hyoga!—bramo antes de irme a la puerta.

— ¡Hola Familia!—

— Pizza —grita el pequeño de cabellos verdes. — Tio Aioria trajo Pizza.

— ¿Pizza? — expresa el otro desde donde estaba. Pero de inmediato escucho un golpe y seguido un llanto.

Pongo a Isaac en el suelo —Discúlpame Aio — los dejo en la entrada y corro al auxilio de Hyoga.

Me detengo en la puerta.
Hyoga está de tirado en el suelo, boca abajo y con la cara roja de salsa.

Esperen.

Nariz, pestañas, orejas y una botella explotada en su mano.

Rio a tal modo que mis ojos se ven bastante cerrados, tanto que la visita se asoma y al descubrir la situación, rie también.

— ¡Maaa! — chilla poniendose de pie.

Si había alguien con un temperamento fuerte, y obstinado ese era Hyoga.

Completamente opuesto al tremendo y labioso de Isaac.

— ¿Quieres bañarte con Hyoga? Se ve apetitoso — insito al pequeño de ojos chocolate que se mantiene sujetando la mano de su padre.

—¿Qué pasó? — pregunta Cam apareciendo tras nosotros. Lo miro mientras limpio el rostro de uno de los mimados de papá — Olvidalo, no quiero que Milo me diga de nuevo que es por mi culpa.—

Aioria le da la mano, mientras especula —Eso será difícil de quitar — señala la ropa. —Mejor será bañarlo antes de que se manche por completo.

Arrugue mis cejas —¿Bañarlo? Por favor, así va a quedarse hasta que no se soporte ni él — mi esposo toma un slice de pizza y se sienta en uno de los bancos de la isla

— Está lleno de...— Aioria frunce sus cejas. 

— Querido, estos niños son como las cabras, solo agarran para el monte así que tendrán que aprender a la fuerza, porque entre más les hables menos escuchan. — mira a Camus, pero este encoge sus hombros.

— Así es esto viejo. Su método es único.

Aioria sienta a Seiya en una de las sillas, en tanto yo me lavo las manos y Camus alimenta con pizza a los niños.

— ¿Tienes algo de tomar? — giro

—En la refri hay gaseosa — .

— Y también hay jugos naturales — añadió Cam. — Serán mejor para el pequeño —

— Por eso esos dos son los demonios de tasmania, los chineas demasiado — réplica Aioria vertiendo un poco de coca cola en un vaso, para luego dársela a Seiya.

—No hagas que te saque a patadas — advierte con diversión simultáneamente se levanta de su asiente. —además cállate, que tu aire de mano dura, se desvanece en las manitas de Seiya o en los ojitos de Marín. —

—Eso es cierto —añado aceptando el beso de mi esposo — Con cuidado — agrego, cuándo toma a los tres niños y se los lleva al jardín.

Un domingo al medio día.
Tomo una cerveza del refri y me siento frente al famoso Dálaras.

Aioria aún conservaba el piercing en su labio, su vestimenta y estilo aún no habían cambiado; una camiseta roja, una jeans negros y una chamarra del mismo color.

Se veía guapo, pero jamás más guapo que mi Cam, con sus shorts deportivos, sus camisetas desmangada y claro, su sonrisa perfecta.

— Entre padres se entienden — me burlo. 

Porque eso sí, sudaderas diarias, tenis deportivas todo el tiempo, el cabello sujetado cada día, ojeras seguidas, no más citas en lugares lujosos o en otro lugar que no sea un parque o una heladería.

Pero era lo de menos, Camus siempre hacía espacio en su agenda para dedicarnos tiempo.

Siempre intentaba llenar nuestros días de alegría, cada vez algo nuevo.
Sus detalles me sorprendían, sus atenciones me conmovian y esa complicidad en la intimidad en verdad me daba la razón. 

No era muy seguido, pero eso aumentaba la pasión y pues me recuerda que no me equivoqué aquella noche con él.

¡Todo lo de ahora lo valía!

Podía verlo dormir en el cuarto de los niños algunos fines de semana, o podías mirarlo inventar cualquier cosa para sacarles una sonrisa.
Podías mirarlo en la cocina o mirarlo en el garaje construyendoles algo.

En las noches leyendoles un cuento o en el día, probando sus inventos en el patio. 

Los niños eran su vida, era un padre alcahuete, comprometido y cariñoso.
Creo que tanto así, que ha llegado al punto de amañar a los pequeños, pero cuando se enoja en verdad quiere matar a media cuadra entera.

Así que yo solo, me hago a un lado y me encierro en mi estudio, en donde tengo mi trabajo.

~~

Me percato de mi sonrisa.

Puedo ver como Seiya corre tras Cam, para evitar que sus "primos" se continúen jalonando.

—¿De qué sonríes? — quita la cerveza vacía de mi mano y me acerca otra. 

— No lo sé. Supongo que no podemos controlar los impulsos que provienen de nosotros — le miro. Su cara es una maldita obra de arte, por lo que vuelvo a reír.

— Milo me estás asustando — pronuncia.

Apoyo mi cabeza en su hombro — No es nada, es solo que hace mucho no podía beber tranquila, o contigo — su cuerpo vibra debido a la gracia que le dio mi argumento.— Creo que necesito unas vacaciones — Aioria deja la lata sobre la isla .

— Créeme, sé lo que es, en especial ahora, que hay tormenta casi todos las noches — asiento en señal de que tiene razón. — Seiya parece loco, no nos deja dormir noches enteras.

— Así es Hyoga — añado causando una risa entre ambos.

Cada noche en la compañía de ellos hacen que todo lo malo de nuestros pasados hayan valido la pena.

Hacen que el tipo que entraba a la cocina con tres monos encima, me enamoré cada día más.

Hace que nuestras noches de desvelo con Hyoga valgan la pena o hacen que nuestro corazón quiera romperse,al mirar a Isaac llorar cada vez que debe irse con su madre.




¿Y cómo es tu esposo?

¿Te hace felíz?

Sí, me hace felíz.
Y lo amo, lo amo porque aún es ese hombre que despierta mi pasión todos los días.

Lo amo porque corta mi respiración  y agita mi respirar cuando me roza la piel,  de forma seductora.

Lo amo porque me tiene enamorada como a una tonta adolescente, aún cuando han pasado mas de quince años.

— Isaac ya dame mi celular — gruñe Hyoga persiguiendo a su hermano por toda la cocina.

— Les va a agarrar tarde para irse a clases — advierte Camus sentado a la cabeza de la mesa.

¡Como siempre es "tan" calmado y paciente con ellos! 

— ¡ISAAC! MALDITA SEA DAME EL TELÉFONO — grita muy cerca de mí.

— ¡HYOGA! ¡ISAAC! — grito deteniendo mi cocinar. Ambos me miran con sorpresa — dejen de gritar y váyanse los dos — sus cuerpos no se mueven, como si pensaran que tan seria era la cosa — ¡AHORA! .

El menor arrebata su pertenencia, coje su bolso del suelo y camina a la salida, seguido por Isaac.

— ¡Y no vuelvan hasta que sean las cuatro de la tarde! —

— Adiós mamá — dicen al unísono.

Ese tono de resignación se había vuelto muy usual en ellos.

— Crees que eso sea necesario — me pregunta mi pareja mientras le acerco el café. — están bastante grandes ya. 

— Con mucha más razón, solo gritar y no nos dejan desayunar en paz cielo — Cam me sonrie ante mi firme argumento. 

— Estás loca cariño —  toma mi mano y la besa — pero te amo como el primer día. 















Postdata: Odio los guiones cortos, pero es imposible o al menos desde mi visor😠

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