Capítulo 22 : ¡Conexiones!
[..PV Aioria..]
El dolor que taladraba mi espalda pudo más y logró despertarme.
Había dormido hecho un colocho con Milo, y claramente sabía desde un principio, que al menos yo,no dormiría cómodo.
Ella le cogió el sueño en mi cama debido a que estába muy borracha, le dió muy feo y necesitaba apoyo o consuelo, como de costumbre últimamente.
Después de salir de las cobijas, me dí un baño, luego salí del mismo envuelto en una toalla para tomar un bóxer y una de las tantas camisas del cajón, de esas flojas y cómodas. Las cuáles por esas mismas características siempre eran hurtadas por Milo.
Me encaje rápido la ropa, bajé a la cocina por algo de café, y de paso le preparé uno a ella. Más o menos siete minutos después regresé a la habitación. Me acerqué a la cama y estuve realmente tentado a despertarla, pero me detuve. Tenía que ser considerado y darme cuenta que a como estaban las cosas, era mejor que escapara un rato más de la realidad.
Caminé hacia el balcón para disfrutar de esa hermosa vista mañanera. Ya que desde ese punto se veía el pequeño bosque en su máxima expresión. Era de árboles altos y caducifolios, con las hojas en tonos café, casi naranja y el suelo estaba cubierto de ellas.
A pesar de todo era una mañana oscura, si veías las montañas - porque sí, como ya saben, Milo vivía lejos de la ciudad, aislada del mundo - estaban levemente cubiertas por neblina, y los vientos congelantes hacían un juego perfecto con el calor que emanaba de mi taza.
Volteé a mirar a Milo, recostado al muro del balcón. Y ahí estaba ella. Aún continuaba durmiendo tranquilamente, como un ángel. Mientras sus demonios la rodeaban esperando a que su conciencia despertara.
Di un sorbo a mi bebida y simultáneamente que el humo salía de esta, nublandome un poco la vista, recordé :
Juré estar con ella, apoyarla, escucharla, pero sobre todo, protegerla, y miren, ahí está, sufriendo por amor.... Siendo lo único de lo que aúnque quisiera, no podía protegerla.
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Todos habíamos quedado en salir, iríamos a una cafetería de la feria, para mirar el partido del mundial Italia 90. Los chicos tenían entrenamiento, por lo que nos verían allá. Y por esa misma razón fué que a mi me tocó recogerla. Pero en ese momento Milo estaba en clases de Mandarín, en esa prestigiosa y culta escuela de señoritas, en donde le enseñaban cómo vestirse, cómo referirse a los demás, a caminar derecha y a todas esas puterias.
Aparqué mi motocicleta frente a escuela , me quité el casco y revisé mi reloj, faltaban cinco minutos para que el plan de escape comenzara.
Caminé hasta la reja de entrada y me detuve a mirar todo el lugar, era ese típico lugar en forma de castillo con muchas ventanas, amplios jardines y me imagino que con buenas chicas andando por ahí en el día, pero pronto sería de noche así que era imposible tener esas vistas, para mi desgracia.
Di unos pasos hacía atrás a la vez que sacaba un cigarrillo de mi chaqueta. Sí, parecía una locomotora, acepto que era un maldito mal hábito de mi juventud.
Me senté sobre el vehículo y busqué el encendedor. Estaba a punto de encender ese veneno ,cuándo ví a una pequeña silueta correr por el enorme patio.
Dejé todo de lado y me dediqué a disfrutar de eso. Milo venía corriendo, librandose de la corbata, a la vez que la rectora gritaba desde la puerta.
Si era un plan para salir de allí sin que se dieran cuenta, era obvio que no había funcionado .
— Sujeta esto — indicó tirándome los zapatos negros de tacón y el bolso, para poder subir por la reja.
— ¡Está loca!— expresé echando mi cabeza hacía atrás y soltandome a reír sin preocupación.
— ¡Ah! — dejó escapar el aire retenido por la carrera — Listo — dijo ansiosa mientras se quitaba las medias que traía bajo la falda—
— ¿Cómo es que haces estas cosas? — le dí mi casco y nos dirigimos a nuestro destino.
Eso era lo que me había cautivado de ella. Era atrevida y arriesgada, pero lo que más me gustó en ese entonces ,fué que no era de esas chicas que, ni tenían nada ,pero jugaban de que lo tenían todo, ni de las que tenían todo y se lo restregaban en la cara a los demás. No, ella estaba en esa línea intermedia en donde lo tenía todo pero no tenía nada.
No era de esas muchachitas a las que nosotros estábamos acostumbrados, con traseros respingones, que utilizaban como herramienta de seducción para pasar un rato, y ojo, eso no significa que ella no tuviese de que alardear, porque vaya era jóven, pero tenía un cuerpo que prometía.
Llegamos al recinto y Milo entró a cambiar su ropa mientras yo pedía una birra.
Los minutos transcurrían y no me preocupaba por la chica, puesto que con el montón de ropa que traía encima, hasta violarla sería imposible.
Ángelo y los demás llegaron justamente cuándo Milo salió del baño.
— Bueno pa ' mañana es tarde no — ella salió espléndida. Traía puesta una camisa hasta el ombligo color mostaza, escote en V y de tirantes un poco gruesos. Una enagua negra talla alta, sujetada con siete botones al frente, dejando admirar sus curvas pronunciadas, al igual que sus piernas bronceadas. El atuendo terminaba con unas tenis nike de caña alta y del mismo color que su camisa. Una chaqueta de mezclilla que le quedaba algo floja, y como en ese momento usaba su cabello largo, optó por hacerse una cola alta.
— Uff nena — pronunció Ángelo, dándole un beso en la mejilla — Vaya suerte la de Saga.
Todos rieron, excepto yo, que permanecía sentado en uno de los taburetes— ¿Qué yo qué? — él entró, con su estilo del momento. Unos jeans algo rotos y una camisa azul a botones que decía los ángeles. Frotó sus manos y se acercó a ella — Estás hecha una bomba, preciosa — dijo acariciando su mejilla. Milo sonrió ante el halago inesperado del que era su novio, y luego se besaron, como normalmente lo hacen las parejitas.
Ante eso sólo aparte la vista y la fijé en el menú. Me mantuve sentado escuchando las estupideces que decían, pero llegó un punto en el que no podía estar más allí. Tome mi chamarra de cuero y me levanté de la mesa sin mirar a nadie. Avanzado hasta estar fuera del establecimiento . Detuve mi andar frente a este, mirando el movimiento de la gente a la vez que el fuerte viento de la época golpeaba mi rostro. Me senté a la orilla de la vereda, y saqué un cigarrillo, sin pensar en nada, sólo sintiendo como mis propios sentimientos me envenenaban el corazón, y sintiéndome como una basura, por sentir esto por la novia de mi amigo.
—¿Aioria? — Alexánder apareció en escena — ¿Qué sucede? —
— Nada — contesté de inmediato sin siquiera mirarlo— es solo qu..— volteé y ahí estaba Milo, con él.—
Alex miró a la pelirroja y ella lo miró a él un poco abatida...
JA Complicidad.
— ¿Oye hermano que sucede? — preguntó Saga saliendo de la cafetería y acercándose a mí — saliste muy extraño de allá —rió ampliamente como solía hacerlo. Sin saber que era lo que pasaba, y claro que eso me remordia aún más — ¿Te molesta algo? —
— Varas, claro que no — pensé unos segundos mirando el cigarro que tenía entre mis dedos — solo quería — levanté el asesino pasivo — S-solo quería fumar — Sonreí forzandome y él hizo lo mismo golpeteando un poco mi hombro .
Al igual que Saga, Alexander entró con los demás.
— A mi no me engañas — Milo se sentó a mi lado — ¿Por qué estás aquí afuera?
— ¿De qué hablás? — pregunté sin mirarla, mientras movía el piercing de mi labio con la lengua. — Tengo mis razones. Además se las dije a tu novio. ¿O ahora eres sorda?—
Se mordió la lengua para no tirarme una peor y dijo — No. Tienes sólo una razón —
— Estas hablando mucho estos días.— me puse en pie y caminé hasta mi motocicleta, la que estaba a unos metros de distancia.
— IDIOTA — gritó
— Tu abuela — me puse el casco y encendí la moto.
— BASTA — pidió, tomando la manivela del vehículo — ¡No mientas más! ¿No te das cuenta que ya lo sé?—
— Tú no sabes nada — señalé con seriedad — no hay nada que puedas o debas saber —
— !Oh vamos! Es evidente Aioria — insistió con una mirada sana — Lo terminé de entender el día en que Saga se molestó conmigo por.. drogarme contigo— pauso un segundo como pensando lo que diría — todos saben que él jamás es agresivo, pero ese día tenía motivos para estár celoso, y tú me defendiste aún cuándo nada había pasado, te comportaste como si todo fuese tu culpa — esa era ella, la chica que jamás olvidaba nada. La que recordaba cada detalle como si todo fuese sido ayer.
— Estás laguneada nena —le ofrecí una sonrisa de pena — Haría eso con cualquier chica, no tenía porqué gritarte si fué él quien te metió en esto.
— Eres un maldito cobarde — golpeó mi pecho y tense mi rostro — Tan machito que te ves — su mirada tenía esa chispa retadora —
Me quité el casco y bajé de la moto decidido a todo — ¿Soy cobarde? ¿Yo soy cobarde? —
— Sí — bramó firme, cerca de mí rostro — Sabes que me gusta la sinceridad, la gente directa, nada de vueltas, esa gente que si te tiene que decir algo te lo dice, sin excusas — recalcó mientras señalaba con su dedo índice, como afirmación.
— Señorita sabelo todo— me burle — te das cuenta de la situación en la que estamos o mejor dicho en la que YO estoy — ella no quitó el rostro de "Ya lo sé " de siempre — No puedo hacer nada, no voy a hacer nada, NO VOY A AVANZAR — aclaré sin importarme que le estaba aceptando en la cara lo que sentía — es algo sólo de mí parte, además Saga es... — me detuve para mirarla. Su cabello volaba por el viento intenso, sus ojos demostraban algo de tristeza e impotencia, sus labios... Sus lab...— a la mierda — dije y la tomé de la cintura.
Fué así como la besé, con delicadeza, con suavidad . Milo cerró sus ojos y tomó el cuello de mi camisa roja de cuadros . El beso que pensé que no sería correspondido se volvió lento, profundo, mis manos se aferraron a sus caderas y todo mi ser quedó impregnado de ese aroma que me hacía alucinar diariamente.
Y así ese beso se convirtió en una última conexión entre dos personas. Siendo la culminación de algo que ella creía superficial y fugaz, pero en realidad era algo más profundo.
Pero lo había entendido, la ví tan felíz con él que aunque el mundo se me vino abajo , me alegré por ella
— Quédate — me pidió aún cerca de mis labios y respirando bruscamente debido a la falta de oxígeno de hacía unos segundos atrás — que nada cambié.
Acaricié mejilla y sonreí sin saber que decir.
— Por favor Aioria — suplicó con un rostro un poco más abatido. Pues seguro temía mi respuesta.
Asentí —Juro estar para tí siempre.
Y entonces empecé a sentir algo, no sabía que era, no sabía como llamarlo. No era tristeza no era enojo,no era felicidad, era un punto intermedio en el que simplemente no sabías que sentir, te sentías vacio, y a la vez completo. Atrapado pero a la vez liberado.
Sin embargó, lo que si sabía, era que desde ese momento, día a día ese vacío que ella dejaba, me iba a ir consumiendo un poco más.
Pues desde el momento en que mi corazón brincaba de felicidad por volver a verla, hasta el momento en que me hice a un lado, me dediqué a ayudarla. Pero ese día juré estar siempre para ella. No podía dejarla, y ella tampoco quería que lo hiciera. Quizás no sería el chico que la abrazara, y la besara y le dijera que la amaba como lo haría un novio, pero si amas a alguien, haces cualquier cosa por esa persona, sin importar nada, sin importar qué. Porque amar no era estár pegada a una persona como una chorcha. Yo sabía que amarla no se media por las veces que la tomará y le dijera te amo. Se medía por las veces en que estabas a su lado en los mejores y peores momentos. Por eso mismo, sólo si le amas de verdad, te conviertes en su mejor amigo para apoyarla hasta que todo lo malo desaparece. Muchos dicen que eso no existe, muchos dicen que es imposible porque siempre se terminan comiendo entre sí, pero este no es nuestro caso, debo aceptar que desde mi punto de vista la mejor amistad es una de sexos opuestos, en donde hay una balanza entre fuerza y sentimiento, estabilidad y fragilidad, en donde hay neutralidad pero llega algo y quiebra completamente ese esquema mental que tienes, y en este caso Milo es eso. Esa persona que puede hacerte cambiar de ideas, puede destruir un plan de vida completo, porque con ella simplemente nunca se sabe.
Como dije un vacío creció en mí,pero con el tiempo todas las dudas y enredos de la adolescencia, se quedaron ahí, en la adolescencia, hasta permitirnos ser dos personas viviendo a su manera y siendo libres pero al mismo tiempo dependientes uno del otro.
Esas ansías de encontrar a alguien que me llenara como ella lo hizo, me sofocaron por años, pero ahora... Todo eso había desaparecido, pues alguién había llegado a mi vida como si fuese un huracán.
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