CAPÍTULO 14

La música resuena en mis oídos como un eco distante mientras tomo otro vaso de alcohol, sintiendo cómo el líquido quema mi garganta. La fiesta está en pleno apogeo, pero yo estoy atrapado en una tormenta interna. Thiago vendrá a recogerme más tarde, y mientras tanto, intento ahogar mis pensamientos en el licor. 

 Pero cada sorbo parece intensificar el dolor en mi pecho, como si el alcohol no hiciera más que resaltar la aguda punzada en mi corazón, mis compañeros están ocupados bailando y celebrando, completamente ajenos al torbellino que se desata en mi interior.

Aléjate de mí, por favor. 

 Es un grito silencioso que repite en mi mente, un eco de la angustia que no puedo escapar. Mi cuerpo se siente débil, mi corazón está hecho trizas, y el vacío que pensé haber superado se ha vuelto aún más profundo. 

 Finalmente, dejo el vaso de alcohol en la barra y me dirijo a buscar agua, con la esperanza de calmar mi agitado estómago y, quizás, mi mente. Pero en lugar de eso, me encuentro pensando en esa voz quebrada, en esa tristeza que aún resuena. 

 ¿Qué es el amor?

 —Bro, ¿estás bien? —me pregunta Liam, sacándome de mis pensamientos. Me doy la vuelta y lo encuentro, su expresión se transforma de una sonrisa juguetona a una expresión seria al notar mi estado.

—Nada... no me entiendo —admito, la verdad finalmente saliendo de mis labios. 

 —Vamos, siéntate conmigo, necesitamos hablar en un lugar más tranquilo —dice, guiándome hacia el segundo piso, lejos del bullicio y la música ensordecedora.

Nos sentamos en un rincón apartado, y su mirada se suaviza al ver la tormenta emocional en mi rostro.

—No estás sufriendo por una chica, ¿verdad? —pregunta con un atisbo de broma, pero al ver mi seriedad, su sonrisa se desvanece—. Ok, es eso. 

 —¿Cómo estoy seguro de que la amo? ¿Cómo sé que es amor? ¿Por qué cada vez que la veo, mi corazón parece a punto de estallar de la emoción y no quiero que se aleje? Es como si ella fuera una obra de arte que no puedo dejar de admirar —mi voz tiembla al compartir mis sentimientos.

 —Eres guapo, inteligente, juegas al baloncesto, y ahora estás sufriendo por amor —responde Liam, claramente sorprendido—. ¡Te gusta Taemin! ¡Te gusta! ¿Acaso no te das cuenta de cómo brillan tus ojos cuando hablas de ella, y cómo la miras? —su afirmación me toma por sorpresa. 

—¿La veía a cada rato durante el partido? —miro a Liam con incredulidad. 

 —Sí, y no solo eso. Noté cómo compras siempre dos botellas de agua y las dejas en su carpeta. Podré ser nuevo en el básquet, pero en el amor, soy un experto. —Sonríe 

 —Pero no puedo decírselo. Le pedí que se alejara de mí. 

 —¿Por qué? ¿Qué te impide hacerlo?

—Le dije que se alejara porque no quiero hacerle daño, cada vez que hablo con ella, recuerdo a mis padres, sus peleas, los golpes. 

 —¡Pero al pedirle que se aleje, la estás lastimando tú!, entiende, ambos se aman. —Liam agarra mis hombros con firmeza—. Debes sanar y dejar ir el pasado para vivir el presente. 

 Dejar ir el pasado.

—¿Y si arreglo la relación con mi padre? Si me acerco a él poco a poco, ¿podré sanar las heridas del pasado? —Liam me mira con esperanza. 

 —Creo que sí, solo piensa en ello, debes liberarte del rencor. —Liam me sonríe con aliento, y siento una chispa de esperanza en medio de la tormenta.

—Lo intentaré —le digo, dejando escapar una sonrisa débil.

 —Todo se solucionará, lo verás. Ahora deja de llorar y ven, vamos a bailar —dice, poniéndose de pie y bajando las escaleras.

Mientras lo sigo, un peso aligerado recae sobre mis hombros. ¿Quién dijo que los hombres no lloran? Nosotros también tenemos sentimientos, y enfrentar estos sentimientos no nos hace débiles, sino más fuertes. En los momentos más oscuros, cuando todo parece carecer de sentido y sientes que no puedes seguir, sigues adelante y te enfrentas a la vida, sanando desde adentro.