8
Un viaje por trabajo.
Jungkook al ser director de arte de su empresa y mano derecha del dueño, debe viajar por 3 días a una ciudad al otro lado del país. Y la idea no le entusiasma. Para nada.
Tambalea las piernas bajo su escritorio y una y otra vez suspira con pesadez, mientras posa su cabeza en la silla.
Jungkook ahora piensa, piensa, piensa.
Sabe que lo necesitan tanto en el trabajo como su pequeña princesa en casa, el dilema va creciendo en su interior y comienza a sentirse ofuscado, hasta que alguien toca con suavidad la puerta.
- Tienes visita.
- ¿Yo? - preguntó dudoso.
- Yo también puse esa cara, Jeon, dice que viene a dejarte algo. Oye, ¿de dónde lo sacaste? Es como un angelito.
Jungkook muerto de la curiosidad se levanta de su silla y asoma su cabeza para ver mejor al visitante y sonríe cuando nota que es Jimin sentado muy erguido sobre el gran sofá de la sala de espera como una pequeña estatua, y apretaba una caja mediana en sus manos.
El intruso movió la cabeza como un meticuloso observador hasta encontrarse con la mirada divertida de Jungkook que con el índice lo invitaba a pasar a su oficina.
- Hola - Jimin habló nervioso - hice bombones, pasaba por aquí y quise traerte unos cuántos.
Jungkook sonrió y con mucha delicadeza lo empujó para hacerlo entrar completamente.
- ¿Estás haciendo pruebas?
- Sí.
- ¿Entonces soy tu conejillo de indias?
- Efectivamente - contestó dejando la caja sobre el escritorio y perdiéndose en todos los dibujos, afiches y cuadros que adornaban las paredes de aquel espacio.
Jimin conoció aquella faceta de Jungkook que no había visto y sonrió para sí mismo porque es mucho más de lo que imaginó.
Perdido entre sus pensamientos y la vista que le otorgaba la oficina, no se percató que Jungkook ya había vaciado la mitad de la caja y prácticamente se encontraba derretido en su silla moviéndose de un lado a otro embelesado, masticando suavemente como si quisiera captar con sus papilas gustativas cada sabor.
- ¿Te gustaron?, ¿Kook?
- Me siento enamorado. ¿Cómo puedes hacer cosas tan deliciosas?
Jimin sintió sus mejillas arder, se sintió enorme y lleno de orgullo. Es cierto que ha escuchado alabanzas sobre su trabajo en más de una ocasión, pero cada palabra de ovación que sale de la boca de Jungkook se siente diferente y realmente sincera.
- Gracias. Quería la opinión de un experto.
- Experto en comer, pues viniste a la persona indicada. ¿Qué otros comentarios has tenido?
- La verdad, eres el primero que los prueba.
- Me siento muy halagado. Jimin, esto es como tocar el cielo. ¿Cómo los hiciste?
- ¿No tienes trabajo que hacer?
- Estás aquí ahora. Estoy seguro de que te mueres por darme todos los detalles, así que quiero escucharte.
Jimin ensanchó su sonrisa, había dado en el clavo.
¿Cómo alguien puede saber exactamente lo que el otro está ansioso por decir, con solo una mirada?
Mientras habla, Jungkook presta tanta atención a los detalles, pregunta de vez en cuando aquellas cosas que no entiende de ese dulce mundo de la chocolatería y Jimin no puede estar más feliz de poder compartir su pasión con él.
- ¿Los vas a empezar a vender?
- Aún no estoy seguro. ¿Qué opinas tú?
- ¿Qué opino? Jimin, quiero 5 cajas de estas. 4 para mí y 1 para los chicos - demandó haciendo reír al chico. - Jimin te lo he dicho una y otra vez, eres tan talentoso, no dudes nunca del trabajo que haces. Le pones tanto amor a cada preparación, eres apasionado y te cercioras de que el resultado esté a la altura de tus expectativas.
No sabe en qué momento Jungkook acariciaba sus manos como si se tratara de un especial tesoro. Tocaba con suavidad los nudillos y sonreía con sinceridad mientras le hablaba a un Jimin estupefacto.
¿Alguien te puede hacer sentir así de importante?
- Gracias, Kook. Gracias por tus palabras. Me reconforta saber que lo estoy haciendo bien. Estoy seguro que tu equipo de trabajo debe estar tan complacido de tener a alguien como tú.
- Trabajo, rayos... lo olvidaba.
Jungkook aterrizó y la realidad lo golpeó fuerte en la cara, Jimin notó la preocupación en el rostro y se atrevió a preguntar: - ¿Qué sucedió?
- Tengo un viaje de trabajo. Son tres días y pues... No sé qué hacer. Tenemos un spot comercial que grabar y un par de reuniones con nuestros socios. Mamá no puede quedarse con Yumi, papá se ganó el premio mayor de un bingo y es un hospedaje a un Resort en la playa y pues...
- Yo cuidaré de Yumi.
- ¿Qué?
- ¿Dudas de mis capacidades de niñero? - preguntó con falso resentimiento - será divertido, Kook, adoro a Yumi. Tú podrás ir a tu viaje sin problema. No es que vayamos a quemar la casa.
- ¿Pero Jimin, y tú trabajo? No puedo abusar así de ti, Dios, que pena contigo.
Jimin miró a Jungkook con algo de molestia y rodó los ojos. Es tan difícil hacerlo confiar al hombre frente a él.
- Kook, tengo a mi equipo de trabajo, confío ciegamente en ellos y saben qué hacer. Confía en mí. Déjame cuidarla, por favor.
Confiar,
Confiar,
Confiar.
Siete pequeñas letras que pesan en la mente de Jungkook. Quisiera hacerlo con la misma facilidad con la que Jimin habla de su pasión o como él mismo en la empresa. Mas que la falta de confianza en el chico que espera una respuesta de su parte, es la inseguridad que brota en cada poro de su piel. No se siente merecedor de tanta bondad, tiene miedo. Miedo a que todo sea tan perfecto y luego se le escape de las manos como arena entre los dedos.
Pero ese rostro angelical no le ha demostrado más que pureza. ¿Y si tan solo se atreve un poquito?
- Bien. Hablaremos con Yumi. Se pondrá feliz de saber que estarás con ella unos días. En serio, hará un baile de felicidad y querrá que vivas con nosotros - rió.
Las maletas ya estaban en la cajuela del taxi, todo estaba listo para emprender el viaje al aeropuerto.
Yumi jugaba con sus muñecas sobre la cama de su padre y Jimin peinaba una de ellas con el diminuto cepillo de brillos, sonriente. Jungkook terminaba de alistarse, colocándose su abrigo y acomodando los mechones rebeldes de su rostro.
- Estoy listo.
- ¡Papi!
- Amor, ven dale un abrazo a papá.
La hermosa Yumi de un salto buscó los brazos de su padre y se quedaron así por largos segundos, Jungkook besaba su cabecita y la princesita lo sostenía con toda la fuerza que podía con sus bracitos.
Jimin miraba aquella escena íntima y su corazón se derritió de tanta ternura que hasta quería ser parte de aquel abrazo.
- Ven, tío Jimin, abraza a papá - lo llamaba Yumi con una inocencia a la que le era imposible negarse. Se acercó despacio y Jungkook logró jalarlo hacia ellos y se abrazaron por corto tiempo, los tres.
- Papi, me aplastas - decía la pequeña metida entre los dos adultos que reían con diversión. Jungkook buscó la mirada de Jimin y le sonrió agradecido. El chico asintió y se separaron por fin.
- Yumi, no olvides hacerle caso a Jimin, no hagas travesuras y come todas las verduras.
- Yo sí me como todo, papá, no como tú que separas los pimientos de la ensalada.
- Papá porque es grande ya. Yumi está creciendo y debe comer todo. ¿Me lo prometes?
- Si papi.
- Jimin, estás en tu casa. Creo que más que nadie sabe dónde están las cosas, puedes usar todo lo que te plazca, es más, vacía la nevera, estoy seguro que hay muchas cosas que puedes hacer. Puedes dormir en mi cama, usar la piscina, lo que tú quieras. Te llamaré luego, ¿sí?
- Ve tranquilo Jungkook. Y respira un poco. Estaremos bien.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo.
- Gracias en serio. Te debo una enorme.
Jungkook terminó de tomar todas sus pertenencias y por última vez abrazó a su pequeña, salió de casa y al dar la vuelta, se encontraban ahí, Jimin y su niña en el umbral de la puerta despidiéndose, y algo se removió en su interior. Aquella escena se quedó impregnada en su mente y nuevamente aquella sensación de calidez se posó en su pecho.
Aquella escena se sentía como tener un hogar, una familia.
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