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Epílogo

—¡Hola a todos y bienvenidos por primera vez a este increíble programa de cocina! Soy Lee Minho, encantado.— Sonreía orgulloso a la cámara.— Como hoy es mi primera vez entre las paredes de esta cocina, aquí, con ustedes, me gustaría compartirles mi receta más querida; Merengue Suizo.— El chef señaló los ingredientes preparados a la cámara.— Si bien es una receta poco común, me gustaría que, como a veces puede ser demasiado empalagoso y además, pronto será San Valentín, quiero que intenten esta maravillosa receta y la regalen en el día del amor. Os lo aseguro, ¡os enamoraréis de ella!— Hizo una pausa mientras se lavaba las manos.— Hablando de enamorar... ¿queréis saber por qué esta receta es tan importante para mí? Me da igual si no queréis, os lo voy a contar igual.

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—¿Cómo te ha ido en tu primer programa de cocina, Minho?— Preguntó curioso Felix, aquel vecino que le había estado visitando desde que se mudó a Busán.

—Me fue genial. Repartí el merengue con el resto de la producción del programa. Dijeron que estaba buenísimo.

—¿Y no te has traído un poco?— Minho le miró de lado, con esa característica mirada asesina.—¡Oh vamos, Minho! Siempre te digo que me hagas un poco y...

—Cállate si no quieres que te ahogue con merengue.—Amenazó, enseñando un envoltorio lleno de merengue suizo.

—¡Eres el mejor, amigo!— Felix saltó de felicidad y le quitó el merengue de las manos.

Minho comenzó a llevar ropa a maletas de viaje y Felix le miraba atentamente.

—¿Cuánto tiempo estarás en Seul?— Cuestionó el vecino, con más de un trozo de merengue en la boca.

—Unos días, hasta San Valentín.

—¿Qué pensará tu novio al verte? Ahora eres toda una estrella de televisión.

—Wow, wow, wow, oye, antes que nada, el programa aún no se ha emitido así que no sabemos cuánto impacto tendrá, y segundo, ¡Jisung no es mi novio!— Comentó frustrado, rojo de arriba a abajo.

—¡Ajá! Que te lo crees tú. ¡Pero si estás todo rojo!— Y de nuevo le fulminó con la mirada.— Quiero decir, hace un poco de fresco... es normal que estés rojo.

Minho continuó guardando pertenencias en las maletas.

—Pero ahora en serio, ¿qué tienes pensado hacer?

—Quiero... quiero...— Min no sabía cómo admitirlo.

Desde que llegó a Busán el verano pasado, Jisung y él no habían perdido contacto en ningún momento. Hacían videollamadas hasta altas horas de la noche y no había día que no compartieran mensajes de cuánto se echaban de menos.

Mientras más hablaban, Minho sentía más necesidad de ir y abrazarle, apretujarle los cachetes y darle millones de besos.

Bien, qué se le va a hacer, Minho había caído profundamente por Jisung, su chico merengue.

—¿Quieres...?— Repitió Felix.—Oh Dios, Minho, ¿te lo vas a tirar?

De repente, un cojín voló por la habitación y se estampó en la cara de Felix

—¡Oye! ¡Que duele, cabrón!

—¡Pues que duela!—Minho agarró otro cojín y esta vez lo presionó contra Felix, tratando de ahogarle con el cojín, aunque no sirvió de mucho porque al final acabaron igualmente en el suelo.

Minho observó el techo, aún riendo, pensando en cómo es que le dirá a Jisung todo lo que siente.

—Quiero decirle que lo amo. No como un vecino, no como un amigo.— Miró a Felix.— Quiero pedirle que sea mi novio.— Admitió colorado.

—¡Lo sabía!— Felix se incorporó y le señaló descaradamente.— ¡Te lo vas a tirar!

—¡Que no!— Volvió a alzar el cojín.

—¡Era broma, era broma!— Se excusó asustado.

Se levantaron del suelo y Minho prosiguió guardando sus cosas, hasta que todo quedó en aquellas maletas listas para un gran viaje.

—¿Y cómo se lo vas a decir?

—Tenemos una cita, aunque él todavía no lo sabe.— Felix carcajeó un poco.

—No te preocupes, se nota que está igual de perdido por ti que tú por él.

Y cuando Minho se despidió de Felix en la puerta de su casa, encargándole cuidar a sus preciosos gatos, contando con Merengue, Felix le deseó un "Buena suerte tirándotelo, amigo"

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San Valentín normalmente le daba una valentía sobrehumana.

Pero no ahora mismo, delante de la casa de Jisung, lo suficientemente acojonado como para no llamar a la puerta.

"Si es que eres idiota, Minho." Se decía a sí mismo.

Llevaba consigo un ramo de lirios rosas, una cajita de merengues y un regalo envuelto de una forma muy linda.

Minho estaba esperando a tener la suficiente confianza como para tocar el timbre de una vez.

Pero no contaba con que Jisung saldría primero de la casa sin razón aparente.

Ahí estaban los dos, en shock sin saber qué decir.

—¿Sor-Sorpresa...?— Pronunció el mayor, enseñando todo lo que le había llevado.

Sin embargo Jisung seguía sin reaccionar, y si llevara una de sus manos a su corazón podría asegurar que no estaba latiendo.

—¡Min!— Gritó ilusionado, asustando a Minho, quien casi se cae de culo.

—Hannie...— Sonrió cuando el chico le abrazó sin previo aviso, dejándole sin respiración.

Jisung casi llora de felicidad.

Mentira, sí estaba llorando.

—Min... tu... estás aquí...— Murmuraba incoherente.

—Sí, estoy aquí.— Sonreía a más no poder. Cómo le encantaba.

—¿Qué es eso?— Se separó poco a poco y señaló el ramo de flores.

—Lo traje para ti. Son tan tiernas como tú.— ¿Minho había dicho eso?— Feliz San Valentin, Hannie.

Y de vuelta a llorar.

🐾[🧁]🐾

—Así que tú eres Minho.— Habló la mujer.— Vi tu programa el otro día. Merengue suizo, Jisung solía hacerlo con su abuelo.

—¿Ah si?— Comentó curioso.

—Mamá... te dije que no dijeras nada innecesario...— Murmuró ruborizado el chico de quien hablaban tanto.

—Ya te digo. Siempre que se ponía a montar un berrinche su abuelo lo callaba con merengue.

—¡Mamá!— Se volvió a quejar.

—¿De verdad? Él nunca me lo llegó a contar.

—Es más, me dijo que le prometió a su abuelo que compartiría la receta únicamente con-

—¡Mamá, ya basta!

Minho y la mujer acabaron riendo al ver al pequeño Jisung muerto de vergüenza.

—¿Y qué harán ahora?— Cuestionó curiosa, guiñándole un ojo a Minho.

"¿Por qué todo el mundo cree que me lo voy a tirar?" Pensó.

Quiero llevarle a un sitio muy bonito. Se sorprenderá tanto al verlo que aceptará- Minho paró, si terminaba la frase acabaría declarándose antes de tiempo.

¿Aceptaré?— Dudó Jisung.

Aceptará volver a ir conmigo otra vez.— Casi Minho, casi.

¿Dónde es?

Sorpresa.

🐾[🧁]🐾

Jisung no podía hacer otra cosa que no fuera abrir los ojos y la boca anonadado.

Minho le llevó a un campo lleno de flores de todo tipo.

—Min, esto es... precioso.

—Por eso te traje. Ven por aquí.— Minho le dio la mano y tiró un poco de esta, guiándole a lo que parecía un pequeño picnic, rodeado de flores lavanda.

—Ay no, pero qué monada. Voy a llorar de ternura.

—Otra vez no...— Jisung le pegó un golpe de protesta y se sentaron sobre la manta del picnic.

—Lo de mi abuelo...— Minho alzó la vista.— Sí, es cierto, él me enseñó la receta. ¡Además...! — Hizo una pausa.— Le prometí que la cocinaríamos junto a él.

—¿Nosotros?

—Sí. Le prometí que cocinaría con él y con la persona que amo.

Eso fue el colmo. Jisung pasó a ser un tomate andante con sonrisa boba y labios abultados. Aunque en realidad siempre que veía a Minho actuaba así.

—¿Eso es una confesión?— Dudó Minho.

—Si...— Jisung asintió, más colorado que antes.

—¡No es justo!

¿Qué?

—¿Qué?

—¡He venido desde Busan a Seúl para declararme y vas tú y lo haces primero!— Jisung le miró incrédulo.

—¡Pero no lo digas así! Pensé que me ibas a rechazar...— Suspiró.— Espera un momento, ¿eso significa que yo también te gusto?

—¿Que si me gustas? ¡Me encantas! Me encantas desde la primera vez que te vi, siempre insistí en querer verte de nuevo...

—¿Eso significa que aceptarías ser mi novio?— Preguntó asustado Jisung.

—¡Otra vez! ¡Que lo iba a preguntar yo!— Protestó el mayor.

Jisung rió un poco y luego de eso el silencio se tornó un tanto incómodo.

—¡Ah, si! El regalo, aún no lo abriste.— Minho le entregó la cajita envuelta que no había visto antes. Jisung miró curioso.

—¿Qué es?

—Ábrelo.

Comenzó a desempaquetarlo con cuidado y contempló con aprecio lo que ahora tenía sobre sus manos.

—Es un collar de un cupcake.— Aclaró Minho.—Había uno de merengue pero parecía más una mierda, así que...

—¡Minho!— Regañó Jisung.

—¡Perdón! Es la verdad... ¡Tampoco iba a regalarte un collar con una mierda, Hannie, por favor!—

—¡Minho!— Volvió a regañarlo.

—Ya... quizás debería haber buscado con más ímpetu... lo sien-

Pero los labios de Jisung le impidieron terminar. El menor había dejado todo a un lado y estampó los suyos con los de Minho. Ahora su corazón iba tan rápido que le preocupó poco que casi le diera un cabezazo.

Por otro lado, a quien sí le debía de preocupar era Minho, que sentía que le daría un paro cardíaco. Los labios de su Hannie eran tan dulces como los había imaginado. Tanto tiempo soñando con ese momento y por fin había ocurrido.

—Aún no respondiste la pregunta...— Murmuró Han, todavía sintiendo su respiración a escasos milímetros de Minho.

—Porque te dije que la haría yo...— El mayor iba a besarlo pero Jisung se apartó antes.

—¿Pero quieres o no?

—Sí quiero, pero la te- Jisung le interrumpió.

—Entonces ya somos novios.— Sonrió. Minho casi muere allí mismo.

—No, no lo somos, te lo tengo que pedir yo.— Jisung frunció el ceño.

—¿Por qué? Ya te lo pedí y aceptaste.

—No, aún no. Hannie, ¿quieres ser mi novio?

—¡No, porque ya lo somos!— Se quejó.

—¡Que no!— Pero Jisung le tiró hacia atrás, cayendo de espaldas sobre el campo de lavandas, besando de nuevo aquellos labios que se moría de ganas por probar. Tan dulces, tan empalagosos.

Sin duda, le gustaban más que el merengue.

—Bien... vale...— Accedió Minho, susurrando entre beso y beso que Jisung le proporcionaba.

Luego de una larga sesión de besos entre las lavandas más hermosas que Jisung había visto en su vida, Minho pasó el collar alrededor de su cuello y se lo colocó orgulloso.

—Me muero por ver la reacción de tu abuelo al verte con este collar. — Minho besó su nuca tiernamente, justo donde el metal se unía, impidiendo que se cayera.

—Yo también.— Fue lo único que mencionó, disfrutando de las caricias que su Min le daba, aprovechando el escaso sol que ofrecía el invierno, apoyándose por completo en su ahora novio.— Yo también...

Y tal vez fue San Valentín quien les ayudó a estar juntos, ignorando la miserable opinión del resto, o era cupido, que tenía una puntería un tanto lamentable, haciendo que acabasen tontos enamorados, o quizás el destino se encargó de todo desde un principio, uniéndolos con ese lazo rojo que caracterizaba a dos tortolitos como ellos.

Pero para Minho, pasar el resto de sus días con Jisung no sonaba nada mal.

Y para Jisung, disfrutar de la sonrisa de Minho por siempre le parecía algo más que correcto.

Así que Jisung calificó los lirios y flores lavanda como sus favoritas de ese día en adelante.

Y Minho optó por cocinar merengue suizo solo con Jisung presente, hasta que él dijera lo contrario.

Es por eso que ante todo, Minho era el complemento de Jisung para dejar de saber amargo.

Minho era la persona que le hacía ver a color. La que le daba sentido a las cosas. La que le ayudaba a dejar de ver borroso. La que rompía su monotonía. Y para los ojos de Han, sin duda la más hermosa.

Jisung sabía que su abuelo le estaría observando desde algún lado, que había cocinado con ellos y que le encantaba el collar que ahora lucía en su cuello. Así que, como una vez él dijo para calmarle de todos los pequeños problemas que atormentaban a un mini Hannie,  y que quizás ahora aportaba un significado más profundo, preguntó:

—¿Hacemos merengue?

N/A:

Ahora sí, muchas gracias por leer esto hasta el final 🫶

3・🐱

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