Encerrado.
Miriam azotó la puerta de su recámara.-No es posible...¿Porque no atacan? Él ya está por cumplir la edad correcta... ¿Donde están...?¿Donde...?.-se jaló de los cabellos con desesperación.
-Maldito mocoso...-musitó hecha una furia.
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Mientras tanto, en la senda que iba hacia el pueblo, Bon hacia todo lo posible por entablar una conversación sostenible con su compañero, por lo menos hasta llegar a destino, donde podría reclamarlo con total libertad.
Bonnie por otro lado, no quería hablar con Bon, por unos minutos al menos.
-Seré un Cazador de Dragones Bon, no intentes convencerme de que no existen.-sentenció con una mirada algo dolida.
-Yo sólo no quiero que te decepciones Bonnie, hay muchos trabajos en el pueblo que son buenos y bien pagados.-si lograba que el más pequeño entrará en Palacio, todo lo demás sería sencillo.
-...-Bonnie mantuvo silencio.
-Anda, no vas a estar sin hablarme todo el viaje, ¿O si?.-preguntó con una sonrisa pícara.
-...-asintió ligeramente.
-.Bueno...-soltó un suspiro resignado.- Que así sea.
Pasados unos cinco minutos y Bon lo intentó de nuevo.
-Y...¿ya tienes idea de donde viven los dragones...?-tanteó terreno.-"Si no puedes contra ellos, uneteles."-pensó el príncipe.
-No en realidad...-dijo al cabo de unos segundos.- Esperaba encontrar algo en la antigua biblioteca.-explicó.
-¿Te refieres a la biblioteca del pueblo?.-sonrió sin evitarlo, ya sabía como atraer a su presa.
-Pues claro Bon, no iré a Palacio.-dijó como si fuera algo obvio, que así era.-Los poblerinos no tenemos permitido hacer tal cosa.
-Nosotros si.-susurró cerca de él, en secreto.-Porque conozco a alguien que nos dejará entrar.
-¿De verdad?.-preguntó con curiosidad y asombro.- ¿Quien?
-Ahhhh...El Príncipe.-no había pensado en ese detalle.- El Príncipe...nos dejará entrar a Palacio.-dijó dudando un poco de sus palabras.
-¿Conoces al Príncipe...?-Bonnie era muy crédulo. Pero no era idiota. Y simplemente no era lógico que un poblerino como Bon tuviese algún tipo de contacto con el Príncipe.
Un segundo... Bon no le había dicho si vivía en el pueblo...
Con una mirada insegura, preguntó.-Bon, ¿De que trabajas?.-
Las cosas se le estaban saliendo de las manos al Príncipe mentiroso, tenía que encontrar la forma de engañar a Bonnie sin mentirle por completo.
-Yo...-
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No muy lejos de allí, una joven hermosa lloraba en silencio, con rabia y despecho.
Veamos por que.
Luego de esa humillación pública en los establos, dada gratuitamente por el Príncipe Bon, Mangle corrió por los pasillos de Palacio como si hubiese visto al demonio mismo emergiendo del averno.
Sin darse cuenta, corrió inconscientemente al jardín de rosas del Castillo, aquel donde ese apuesto pero cruel Príncipe la conoció.
Había un lugar rodeado por espinas, casi imposible de atravesar, pero el ser de menor estatura tenía sus ventajas aquí, ya que si ponías atención, verías un pequeño hueco entre tantas espinas, donde no todos podrían pasar.
Mangle se aventuró sin miedo a su escondite favorito y se acurruco entre las hermosas flores.
-¿Porque confíe en él...? Todas las demás me advirtieron y aún así...Soy tan estúpida...-ya segura de que nadie la vería debil e indefensa, dejo que las lagrimas rodaran libremente por sus mejillas.
Quería gritar, quería reclamar, exigir una explicación.
-Meg, no te fíes del Príncipe, puede ser muy apuesto, pero esta podrido por dentro...-
-Oh Joy... Querida amiga, me haces tanta falta aquí...-desde la muerte de la pequeña, Mangle casi enloquece de soledad.
Joy Billou, la mejor amiga de Mangle, fue ejecutada por el rey hace no más de dos años, sentenciada a arder frente a todo el pueblo.
Acusada de ser una hechicera.
-Que tontería...-susurró agotada por el llanto.- Las brujas no existen...-en ese momento, cayó dormida.
En su sueño, se encontraba en una montaña o en un campo, no sabría distinguirlo bien.
Se sentó en las suaves flores silvestres que crecían a su alrededor, el aire era frío y le congelaba la piel, pero no le molestaba.
-¿Dónde estás?.-preguntó al aire.-¿Porqué me necesitas ahora?
Nada, sólo el viento soplando con más intensidad.
-Se que estas ahí. Sal ahora.-habló un poco más fuerte.
Una figura comenzó a materializarse de la nada, se le veía borrosa, pero la imagen era suficientemente fuerte para distinguir de quien se trataba.
-Meg...tiempo sin saber de ti.- un joven apuesto le sonreía con ternura.
-Sin rodeos Springtrap.-declaró con impaciencia.-Hoy no fue un buen día...
-Lo se, lo vi todo.-le informó, cambiando su sonrisa por una mirada sería.- Él no tenía derecho a tratarte así.
-Lo tenía, y aún lo tiene.-conteniendo sus lagrimas, explicó.- Es el Príncipe de Mediel después de todo.
-Y tu eres mi mejor amiga...-la tomó del mentón y le obligó a mirarlo.-Pagará por ello, te lo aseguró.
-¿Porque no puedo ir contigo...?-Mangle soñaba con poder marcharse con Spring y Rojo, sus antiguos amigos.
El rubio le había contado del lugar donde vivían, "Una tierra pacífica, sin Reyes ni Reinas gobernando, donde todos nos cuidamos y protegemos." Esas eran las palabras del ojigris.
-Que más quisiéramos Rojo y yo...-la miró con pesar.-pero aún no es el momento...
-¿Y cuando lo será?.-llevaba años oyendo lo mismo.
-Pronto Mangle, pronto.-aseguró su compañero.- Ya falta poco para que podamos estar los tres juntos de nuevo...
-¿Lo prometes...?-le miro a los ojos, tratando de ver dudas o algún rastro de mentiras.
-Lo prometo.-le entregó una flor magenta, de hermosas tonalidades.
Tomó la flor con cuidado y sonrió, sólo ese tonto podía alegrarla tanto con una simple planta.
De repente sintió que algo andaba mal, el aire comenzó a escasear, las flores silvestres se marchitaron, Springtrap comenzaba a alejarse.
-¡Mangle! ¡Cuando llegué el momento, huye de aquí!.-parecía que alguien estaba arrastrandole y él luchaba por resistir.
-¡¿Como sabré si estoy lista?!.-preguntó desesperada, a ella también la arrastraba algo, pero la albina no tenía la fuerza del rubio.
-¡Lo sabrás! ¡Confía en mi!-algo negro comenzaba a succionarlo. Su amigo estaba sufriendo, lo podía ver.
-¡¡¡SPRINGTRAP!!!-despertó escandalizada.
Un...sueño.
Todo fue sólo un sueño.
Decepcionada consigo misma por volver a pensar en su primer amor de la infancia, se dispuso a convencerse a si misma de que nada fue real y debía seguir con sus labores de sirvienta.
-Sólo fue un tonto...-sintió algo extra en su mano.- Sueño...-estaba sin palabras.
Era la flor magenta que le dio Springtrap.
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Bon tenía una gran sonrisa en su rostro, lo cual también contagiaba a su acompañante. Claro que este no sabía el porque de la felicidad del ojiesmeralda.
Hacia ya unos minutos habían entrado al pueblo, eso ya era una enorme ventaja para Bon, ya casi cumplía su objetivo, sólo tenía que lograr que Bonnie entrará al Castillo y...¡BAM! sería suyo por fin.
Había conseguido que Bonnie confiara en el nuevamente, de una manera tan estupida que funcionó.
~Flashback~
-Yo..-estaba jodido, ¿que diría ahora?.
Bonnie esperaba pacientemente, mirándole con duda y curiosidad.
-Yo...Soy hijo del zapatero favorito del Príncipe.-dijo con el tono más convincente que pudo lograr.-
Era el fin, lo sabía, era obvio que eso no era cierto, un hijo de zapatero no podría llevar esa brillante capa ni tener ese corcel blanco.
Pero Bonnie no tenía idea de esto, así que sólo confío en su palabra y siguieron su viaje entre charlas, bromas, y un Bon más precavido que antes.
~Flashback~
Y así, sólo les bastó caminar un poco más, y cuando ya los mercados estaban concurridos de gente que buscaba que preparar de cenar, llegaron al pueblo.
Bonnie, sin darse cuenta, había quedado Encerrado.
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Aquí el capítulo, ojalá lo disfruten.
-le tiran tomates por tardar mil años-
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