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Capítulo 3: «Ayers» 🦋

        



                   El agua caliente caía sobre mi cuerpo. Hacía mucho tiempo que no me relajaba de aquella forma, el baño de aquella mansión era un paraíso; podría durar horas en el sin siquiera hacer nada, pero nunca podría hacer eso. Nunca tendría el dinero para costearlo.

Un sonrojo subió hasta mis mejillas al recordar las palabras de aquel hombre, no era justamente por lo que había dicho si no porque le había dado una prominente bofetada y ahora me encontraba disfrutando de su agua caliente.

¿Premio o castigo?

Tenía alrededor de quince minutos en el baño y me debatía en salir o no salir, y es que ver su cara después de lo sucedido solo iba aumentar mis ganas de que la tierra me tragara, ¿¡Por qué la vida me saltaba con ese tipo de cosas!?

Aunque la que podía saltar en esos momentos era yo.

No, no pensé eso. —Me sorprendí de mi misma,  ¿Acaso tenía pensamientos indecentes por un chico que había visto solo dos veces?

Salí de la ducha tomando una toalla entre las tantas que había en un estante, sequé mi cuerpo y mi pelo como pude, seguido de eso salí del baño y me percaté de que mi ropa no estaba donde la había dejado y que solo había una camisa y un bóxer corto.

¿Esto era una broma? Así sería más fácil que me metan la mano.

Me vestí inmediatamente abriendo la puerta y saliendo por ella, mientras caminaba hacía las escaleras recordé las palabras de Owen, un nudo se formó en mi garganta y mis ojos amenazaron en llorar, pero lo evité. No iba llorar por una persona que nunca valoró mi presencia. La casa tenia una ambientación diferente, era demasiado moderna.

—¿Señor? —Articulé al estar en el piso de abajo, nadie me respondió por lo que me quedé de pie en medio de la sala, mis manos nerviosas trataban de bajar la camisa, pero la verdad es que no lo lograría con mucha facilidad; me quedaba encima de la mitad de mi trasero.

Fue a propósito. A posta. Intencional. Como sea que lo llamen, lo había hecho con segunda intención.

Caminé hasta la parte donde pensaba que era la cocina y en efecto encontré al cuerpo de aquél hombre, y no, no estaba sola, habían dos. ¡Carajo! Estaban los dos.

—Hola... —No pude evitar decir, me maldije internamente por aquello, por lo que bajé la mirada.

—Hola Maddox. —Oí decir al chico de ojos grises, mis mejillas se encendieron. —Ven. Siéntate aquí. —Caminé aún con la mirada en el suelo, pero por el rabillo pude ver a dónde me señalaba.

—¿No te enseñaron a saludar, Dox? —El sonido de la voz del segundo chico hizo que tragara en seco, él se encontraban de pie, frente a mi, con un pantalón gris de piyama y con la parte superior descubierta, mis ojos miraban hacia abajo por lo que me di cuenta que sus pies estaban descalzos. —Mírame Maddox Harrison.

Mi rostro se levantó de inmediato, su mirada chocó con la mía y no pude evitar detallar todo su rostro, él se veía perfecto, pero las bolsas bajo sus ojos mostraban que había pasado malas noches, su mandíbula estaba aún más marcada que el chico de ojos grises, pero a pesar de eso se parecían. Bastante.

—Me has mirado mucho. ¿Te gusto? —Su pregunta hizo que mis labios se entreabrieran.

—Hermano, la vas asustar, somos demasiado. Aún no está lista. —Su tono era burlón, pero no sentía burla hacía mi persona.

—Ya lo creo. —Respondió, pero sus ojos aún seguía sobre mi cuerpo, me miraba con intensidad, tratando de ver más allá de mi y yo lo sabía, porque lo miraba de una misma forma.

Luego de unos momentos yo ya estaba sentada y bebiendo un vaso de jengibre, ellos lo hacían igual, ninguno hablaba, pero yo rompería el silencio.

—Disculpen... —Ellos me miraron inmediatamente, como si hubiesen estado esperando que hablara desde el principio. —Gracias por su hospitalidad, pero me temo que he venido aquí por una pulsera de una amiga, es bueno volver a verlos desde hace cinco meses...

—Llevas la cuenta. —Me cortó el chico de mirada café.

—Le hemos dejado una marca. —Agregó el ojos grises.

—Como les decía, —Continuo, evadiendo sus palabras. —He venido a buscar la pulsera de una amiga, hace una semana se hizo una fiesta aquí y quería saber si la tienen o la vieron mientras limpiaban.

—De hecho, en una de las habitaciones de huéspedes encontramos una pulsera... ¿era rosa? —Preguntó mirando a su hermano. 

—Si claro. —Me miró esta vez —Está arriba, ¿Quieres ir por ella?

—Claro. Me urge porque también debo irme, se hace tarde. —Agregué, pero la verdad es que ver a través de la ventana de la cocina y divisar que aún llovía e incluso un poco más fuerte; me asustaba.

—Vamos. —El chico que antes había abierto la puerta para mí me pidió, yo le di un último sorbo a mi bebida y luego me levanté yendo detrás de él, el chico que parecía ser su hermano estaba tras de mi, no me asustaba, pero sentía demasiado cercanía.

Parecía que íbamos en busca de un tesoro nacional.

Los tres entramos a la habitación donde yo había estado antes y me adelanté delante de ellos dándoles la espalda. —¡Bien! ¿Dónde está? —Pregunté al voltear, pero unos labios reclamando los míos hicieron que mis ojos se abrieran como platos. Lo alejé de mi, era él, el chico de mirada café que me hacía querer colarme en lo más profundo de él.

—Tú, tú me pasas. Tú nos pasas. —Mi mirada confundida estaba sobre ellos, ambos me miraban de la misma forma, como si fuese una obra de arte, como si fuese la mismísima luna en sus mejores días.

Ellos se acercaron una vez más a mi, yo retrocedí cayendo convenientemente a la cama.

Amo al destino y a sus desgraciadas jugadas.

Retrocedí lo más que pude encima de la cama y mientras intentaba huir fui acorralada por ellos en la cama.

—Por favor, no los conozco, yo no quiero esto... —Pronuncié mientras los labios de ambos estaban besando mi cuello, sus manos tocaban mis piernas en roces suaves y me gustaba, pero estaba mal, yo no los conocía.

—Sabemos perfectamente que lo quieres, no trates de negarte a algo que debía pasar y que volverá a pasar. —La voz de uno de ellos sonó en mi oído derecho, pero la excitación que sentía mi cuerpo evitó que los reconociera y allí caí en cuenta de algo, de algo que había ignorado en todo el tiempo que estaba en aquella casa.

—No sé sus nombres, yo... —Dije, pero un jadeo salió de mis labios al sentir la mano del ojigrises cerca de mi florecita.

—Lucien y Leroy Ayers. —Dijo el chico de ojos café.

—Ahora gímelos. —Y lo hice.


Hui.

Joder, hui. En el momento que sentí sus manos más allá de mis muslos y sentía que podía quedarme sobre esa cama por más tiempo hui. No podía permitir a mi cuerpo ceder ante dos cuerpos desconocidos, yo... No podía hacerlo.

—¿¡En qué mundo estás!? —El grito de Melody me espantó.

—¿Que sucede? —Pregunté mirando a mis dos mejores amigas.

—Siempre estás en otro mundo, ¿No te aburres de estar siempre en órbita? Me agotas, eres exasperante—Mantuve un silencio y puse mis labios en una línea. —Lo que preguntaba es que haremos el fin de semana, quería ver si podemos ir a un club. —Ante la mención de club perdí el interés completamente.

—Oh sí. Podríamos ir a Freak como la última vez. —Agregó Nataly.

—Yo paso. Realmente no quiero repetir lo de la última vez.

—¡Ay! —Los ojos doblados de Melody hicieron que mi corazón acelerar ligeramente. —Luego no andes diciendo que te sientes excluida, Maddox.

—Ay, Melody. —La miró Nataly. —En este grupo la única persona que no es excluida es ella, porque todas las cosas que han pasado contigo es porque ella se ha negado, no busques sentirte el centro del grupo cuando claramente no lo eres.

—Nat, eso... —Traté de interferir.

—Conoce tu lugar.

—Como sea, me vale una mierda; por más que discutamos siempre terminamos tan pegadas como el pelo al tronco. —Contraatacó Melody.

—Hasta eso quiebra, Melody y más si está dañado. —Luego de decir aquello me despedí de ambas para ir a mi casa, agradecía internamente que iba poder salir temprano del trabajo.

Me tocaba el horario nocturno por lo que aproveché para ir a tomar algo con mis amigas, cosa que terminó terrible; como siempre. Era un asunto delicado. Éramos el grupo de tres, el retorcido grupito de tres.

Melody llegó a nuestras vidas cuando estábamos en segundo de bachillerato, se nos pegó a Nataly y a mí de forma tan abruptamente que nos sorprendió a ambas, pero al pasar el tiempo la aceptamos tal y como era, la queríamos así, con sus problemas de atención, apego emocional y depresión.

—Disculpa —Oí una voz a mi lado. Miré a la persona y esta sonrió para mí; le devolví la sonrisa.

Parecía querer desplomarse ahí mismo.

¿Sí? —Miré sus ojos con atención, el chico frente a mi me miró con atención y sonrió más ampliamente.

—¿Puedo sentarme en el bus contigo?

—Claro, vamos.

Sonreí, el chico me miraba buscando algo en mi rostro, pero cuando apartó la mirada me di cuenta de que no lo había encontrado.










Gracias por leer <3

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