Capítulo 11: «Una entrega» 🦋
Las lágrimas salían de mis ojos como mares, una luz parpadeante hizo que divisara lo que estaba pasando frente a mí. El cuerpo de Lucien estaba sobre el cuello del hombre, mi respiración se detuvo al ver que él clavaba de forma seguida un cuchillo en la cabeza del hombre, la sangre salpicaba ensuciando la camisa blanca bajo el saco que cubría su cuerpo, su rostro estaba siendo manchado y lo único que mostraba que se encontraba feliz era su sádica sonrisa. Unas inminentes ganas de vomitar inundaron mi cuerpo, temía... temía por lo que estaba viendo en ese momento.
Mis ojos amenazaron con cerrarse, pero el cuerpo que apareció frente a mi colocándose de rodillas hizo que levantara la vista, una sonrisa en los labios de Leroy parecieron ser suficientes para reconfortarme, su mano fue hasta mi rostro acariciando mis mejillas, mis ojos se cerraron ante el acto y mi rostro se estrujo buscando más. Sus labios se posaron en los míos haciendo que temblara, estaba a su merced, estaba atada, podían hacer lo que quisiera.
Y yo quería.
—Te ves tan dispuesta ahora, flaca, no sabes cuan... —Gruñó. Los pasos de Leroy caminando hacia ambos hiciera que abriera los ojos y que me aferraba a los labios de Lucien con miedo, él pareció darse cuenta de aquello por lo que alejó mi cuerpo del suyo mirándome, mi mirada bajó hasta el piso, no quería... tenía miedo.
—Maddox. —Su voz me llamaba, yo lo ignoraba, no estaba dispuesta a mirarlo a los ojos. —¡Maddox! —Gritó.
Mi mirada fue hasta él de forma temerosa. La sangre diseñaba la piel blanca de su rostro, una sonrisa sádica brotaba en sus labios.
—Lucien. —La voz en advertencia de Leroy hizo que bajara la cabeza.
—Leroy, no trates de ponerle bonita la situación, no la salvé, la reclamé. Es mía, es nuestra.—Respondió ante aquello, no era un aviso, era una advertencia para mí.
—¡Yo no soy suya! —Aquello pareció activar algo en Leroy, porque en el momento en que lo dije una de sus manos abrazó mi cuello, apretaba no tan fuerte y sus ojos grises me miraban atentos, no era esa mirada, era la mirada. Mi cuerpo tembló ante el toque ardiente de su mano. Joder.
—Lo eres.
Mi cuerpo estaba tendido en una espaciosa cama, era suave y el frio que hacía en la habitación hacia que me aferrara a la colcha que cubría mi cuerpo, cuando llegamos a una de las mansiones de los Ayers que desconocía completamente me di un baño y me vestí con una camisa de uno de los hermanos, aunque eso no era siquiera vestir porque mi ropa interior había desaparecido misteriosamente, no había podido dormir porque en mi cabeza se reproducía una y otra vez el hecho de que Lucien se había enganchado como un mono de aquel hombre y lo había matado a sangre fría.
Cuando estábamos en su auto me puse lo más lejos posible de ellos, no quería siquiera a Leroy cerca de mí, no lo deseaba, temía de ambos y de lo que pudiesen hacerme, debía admitirlo, estaba indefensa. Había sido secuestrada y salvada el mismo día, me había dado cuenta... los ojos de los Ayers estaban puestos en mí y en lo que hacía, era libre, pero la verdad es que estaba encerrada.
Mi cuerpo se apoyó contra el espaldar de la cama poniendo mis manos a mi vista, las revisé dándome cuenta de que mis muñecas tenían las marcas de las cadenas, cuando Leroy las quitó ardieron, pero luego solamente había una pequeña molestia, que ahora parecía haberse disipado. Mis ojos picaron, pero no me permitiría llorar en ese momento, no lo deseaba... no quería verme y también sentirme débil.
El sonido del cerrojo siendo abierto me espantó, le había puesto seguro, pero al parecer yo era lo suficientemente estúpida para no creer que los dueños de su casa no tendrían llaves de todas las habitaciones, el cuerpo de Lucien entró a mi campo de visión, quise levantarme y huir, pero en su lugar conecté nuestras miradas, el cuerpo de él venía directo a mí; de frente. Su cuerpo solo tenía un pantalón de pijama con leves diseños de cuadros color verde y negro... eso lo había visto en algún lugar, pero no recuerdo bien en dónde.
Su cuerpo subió a la cama gateando hasta mí, su rostro quedó a centímetros y vi su amague en besarme, mi rostro se volteó haciendo que su boca chocara con mi mejilla, su cabeza bajó como si se estuviese dando por vencido.
—Yo no quiero esto. —Declaré volteando mis ojos quedando frente a su rostro, nuestros ojos se encontraron como dos almas que habían estado buscándose por mucho tiempo.
—¿Qué es lo que no quieres, nena? —A pesar de que hablaba con él con aquella libertad temía que mis palabras provocaran una reacción negativa en él.
—¿Qué me ofrecen, Lucien? No quiero ser usada por ustedes como si fuese un trapo, no quiero esto... no quiero que me besen, me toquen y me hagan a un lado como si me lo mereciera.
—Pero te gusta, Maddox, no hagas creer que no, no finjas eso. Te ves patética.
—A todos les gustan las flores hasta que ellas se marchitan.
—¿Cuál es la moraleja de esas palabras, Maddox? —En su rostro se podía distinguir el enojo.
—Que no quiero ser una flor para ustedes, no quiero que disfruten mi aroma hasta cansarse y luego me desechen en busca de algo más... no soy un momento, no me gusta ser un momento, no quiero ser un momento. —Un suspiro salió de él, su mirada bajó un segundo, al volver su vista hacia mi había un brillo en sus ojos como si quisiese llorar... ¿él lloraría por mi...?
—¿Crees que solo te quiero para eso? —Su voz ya no era la de antes, ahora era suave, no era la mirada sedienta de sangre, esa mirada parecía la de un hombre sediento, pero por el amor de una mujer. —Tú nos gustas, ¿bien? si quieres que lo hagamos bien, solo... hagámoslo.
Mis labios se entreabrieron incitando a los suyos, su rostro se acercó a los míos y me sentí desfallecer en aquel momento, sus labios jugueteaban con los míos y sus dientes dejaban ligeras mordidas, una de sus manos se deshizo de la colcha que cubría mi cuerpo, me estremecí al sentir el frio tan en lleno, sus manos que antes se apoyaban de la cama para no caer habían halado mis piernas haciéndome caer en la cama, con una de sus piernas separó las mías.
—Quítate la camisa, Maddox, déjame ver el cuerpo de la mujer que me vuelve loco. —Su orden fue acatada de inmediato, mis dedos temblorosos por el frio quitaban los botones con torpeza, sus ojos me miraban con deseo y su mirada estaba fija en cada movimiento que hacía, al terminar de quitarlos puse mis manos en mi pecho, volteé el rostro ante la vergüenza que sentía en ese momento.
En un movimiento rápido, una de sus manos quitó las mías abriéndola con totalidad y mostrando la desnudes de mi cuerpo, sin poder evitarlo mis muslos se apretaron por el deseo que sentía en ese momento, la rodilla izquierda de él las separó chocando con mi humedad, mi cuerpo se curvó a causa de ello y gemí por la sensación que provocaba, su boca fue hasta uno de mis pezones chupando este, mis manos se aferraron a su espalda desnuda, mis manos se movían nerviosas por su cuerpo, lo que sentía en ese momento era algo que nunca había sentido con alguien más. Una de sus manos bajó hasta mi zona y sus dedos entraron en mi de forma suave, se resbalaron dentro de mi cuerpo con tanta facilidad que me sorprendió.
—Tu cuerpo nos necesita. —Su voz gruesa en mi pecho hizo que jadeara más fuerte, sus dedos se movieron más rápido haciendo que me removiera de forma desesperada bajo su cuerpo, su boca dejaba leves besos en mis pechos que poco a poco subían hasta mi cuello, la humedad de sus labios hizo que lo desease, por lo que mis manos fueron hasta sus hombros separándolo de la parte superior de mi cuerpo, poco a poco hice que descendiera y que su rostro quedase en medio de mis piernas. —¿Quieres que lo haga? ¿hum? —Un beso ligero en mi zona hizo que me retuerza, una de sus manos subió a la altura de mis senos apretando uno de mis pezones. —Pídemelo. Suplícame por ello.
—Quiero que me... quiero sentirme tuya, por favor Lucien, tócame, hazme sentirte. —Sus pupilas se dilataron y las mías lo siguieron después de ello, su boca fue hasta mi centro haciendo lo que quería con él, mis piernas se abrieron como si fuesen las puertas del mismo infierno; su lengua sin duda eran las llaves, me sentía mojada por él, a causa de él.
Me sentía al borde de la locura en ese momento, el amor no llegaba a mi cabeza, solo deseaba que me hiciera suya de todas maneras, sentía como su lengua traía el paraíso a mis manos, él se sentía todo. Exploté sobre sus labios bajo un orgasmo, su lengua lamio mi cuerpo hasta llegar a mi boca; besándome como si desarmara toda mi alma, aquello sin duda iba más allá de mis sentidos. Me estaba volviendo loca.
El pantalón desapareció de mi cuerpo y sin ningún pudor vi al amigo que escondía, sin poder evitarlo mi zona palpitó deseando ser calmada, él se posicionó. —Dime lo que sientes, Maddox. —Pidió mientras su miembro entraba con lentitud a mi cuerpo, pero no completamente.
—Siento... siento que me vas a volver loca, que ¡ah, Dios! —Jadeé cuando sus labios se aferraron a uno de mis pechos, su miembro jugueteó con mi humedad, haciendo ademán en entrar, pero no lo hacía, como si me estuviese torturando —Siento que mi... que yo fui hecha para ustedes, siento que estoy hechizada, que estoy amarrada y me gusta. —Declaré, una carcajada salió desde lo más profundo de su garganta mientras me embestía.
—Oh nena, no estás atada todavía. —Mi cuerpo se volteado de forma olímpica quedando en una posición un tanto vergonzosa, su miembro entró en mí y al sentir eso, quise gritar por toda la gloria que sentía, sus movimientos contra mi eran rápidos y seguidos, no perdían su intensidad y me gustaba la forma en la que lo estaba haciendo, no me trataba como si fuese de cristal.
El sudor corrió por mi rostro y los sonidos que provocaba el choque de nuestras zonas hicieron que jadeara más fuerte, parecíamos dos personas a punto de desaparecer; que estaban disfrutando su último momento sobre la tierra y sin duda... lo estábamos haciendo. Mi cuerpo se estremeció a punto de llegar a un orgasmo y no pude evitar doblar más mi cuerpo dándole una muy buena vista de lo seria suyo.
—Todo de ti me incita, pero... —Su mano fue hasta mi pelo jándalo de forma ruda, así fue por unos segundos hasta que sentí como se venía sobre mi espalda. Las manos de él volvieron a moverme a su gusto, esta vez él estando abajo y yo sentada sobre él, nuestras miradas se encontraron y sus labios fueron a los míos dejando un beso sobre ellos, uno que me hizo tragar grueso. —No digas que no quieres las cosas, es humillante que una vez que te las dan pareces necesitada... y no eres una flor, una mujer que vuelve loco a los Ayers no puede compararse con algo tan lindo y pequeño que muere. Eres inconmensurable, Maddox y mía.
Y con ello bajó mi cuerpo del suyo, se levantó tomando su pantalón y salió de la habitación.
¡Gracias por las 700 lecturas! Y gracias por leer. <3
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