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Capítulo 31: Una última decisión

Ryu comprendía la frustración de Ima, aunque en su caso, prefirió darle importancia a lo que era importante. Habían sido escogidos por aquel ser que tenían delante, por los sentimientos que tenían el uno por el otro. Era fácil ignorar aquel detalle después de toda la revelación, pero Ryu se lo grabó a fuego en su corazón.

Quizá hubiesen jugado con ellos, con sus sentimientos y recuerdos, pero habían sido reales. Habían existido y nada ni nadie podría negarlo. Se enfrentaría a quien hiciese falta para demostrarlo, incluso contra aquella guardiana.

—Vuestro cometido ha finalizado, sin embargo, hay una última cuestión que resolver.

Ryu le miró a los ojos, con el ceño fruncido, desafiante. 

—Habla.

Ima, por su parte, decaída, se forzó a mirarle también.

—Por las molestias que os he causado, os daré a elegir. ¿Conservaréis los Ecos, con lo que ello conlleva o los rechazaréis?

Ima, sollozando, miró a Ryu. 

Le dio un vuelco al corazón. Su ser más primitivo emergió de lo más profundo de su interior. ¿Dejar los Ecos para siempre? Nunca. Aquello le había hecho sentir algo que creía olvidado. Algo de lo que empezaba a creer no tener derecho, y ¿ahora pretendían arrebatárselo?

—Al cuerno tú y tus Ecos —masculló Ryu —. No los necesitamos.

—Ryu.. —logró decir Ima entre llantos —. No puedo.

—Sí que puedes Ima. Eres más fuerte de lo que piensas.

Ima dudaba. Se aferraba a los Ecos y su poder con la esperanza de conservar lo que había construido junto a Ryu. De una manera retorcida, creía que sin los Ecos, su relación se iría desmoronando, poco a poco, hasta el punto de romperse por completo. Para ojos de una persona cualquiera, puede parecer que Ima deliraba, pero el miedo y la inseguridad podían distorsionar tanto la realidad, de una manera tan sutil, que resultaba difícil percatarse.

Luchó contra ella misma, contra sus deseos e instintos más primarios. Fue como enfrentarse a una tormenta, una tempestad que le empujaba sin ningún miramiento a un pozo de autodestrucción inconsciente. 

—Por favor, Ima, te quiero a ti, sin poderes ni trucos de por medio. Solos tú y yo.

Ryu se estaba abriendo todavía más a ella, mientras Ima se debatía entre aceptar esos sentimientos como correspondía o engrandecerlos a base de los Ecos a expensas de sus recuerdos. Una fuerza que no sabía que tenía surgió como un torrente desde su interior. Forcejeó en su mente contra ella misma. 

—No será un camino fácil, Ima, pero lo recorreremos juntos —añadió Ryu.

La guardiana no reaccionaba. Parecía indiferente a la "batalla" que estaban librando Ima y Ryu. Un vendaval enorme se levantó de la nada. Las fotos enganchadas en las paredes, el suelo y el techo empezaron a despegarse y a volar por todo el cuarto rojo. Fue como si un huracán irrumpiera aquel espacio más allá de la realidad. Ryu levantaba uno de sus brazos, intentando, en vano, detener las grandes ráfagas de viento. 

A cada palabra de él, más fuerte se sentía ella. Resistió con más fiereza y empezó a repeler aquella parte de ella misma que siempre había tenido y que siempre había detestado. Se negó a ceder terreno y empujó con todas sus fuerzas aquella oscuridad, con la clara intención de expulsarla, eliminarla de una vez por todas. 

"Lo perderás", dijo su propia voz distorsionada en su cabeza.

"No", contestó ella negando con la cabeza. Dio un último empujón, reuniendo todas sus fuerzas. La oscuridad se resistió una última vez, aferrándose a su corazón desesperadamente. Fue como si un monstruo le desgarrara el corazón de arriba abajo, con rabia y furia. No obstante, por fortuna no duró mucho. La oscuridad se desvaneció, con un lamento, como si hubiera sido fulminada por un rayo.

Ima se sintió más ligera. Se había deshecho de una carga silenciosa, pero de todas maneras pesada. Se incorporó, ayudada por Ryu. Las fotos seguían revoloteando de un lado a otro, violentas, empujadas por el vendaval, que cesó en un abrir y cerrar de ojos, como si alguien hubiera cerrado una ventana. Las fotos quedaron suspendidas en aire durante unos segundos, para justo después desvanecerse por arte de magia. 

—¿Ya está? —dijo Ima en voz alta, aunque más bien parecía hablar con ella misma.

Tanto ella como Ryu miraban a su alrededor, todavía alerta.

La guardiana se les acercó.

—Así es. Ya estáis exentos de todo poder. 

La pareja se dio un suave abrazo. Fue su forma de agradecerse mutuamente su compañía y su apoyo. La guardiana sonrió, orgullosa de su elección. No dijo ni hizo nada. Les dejó ser, les dejó disfrutar. Se volvió, dispuesta a marcharse.

—¿Cómo salimos de aquí? —preguntó Ryu a viva voz, mientras la guardiana se alejaba. 

La mujer levantó un brazo y chasqueó los dedos.

Sin previo aviso, una fuerza tiró de la pareja hacia atrás. Entre flashes y estruendos, volvieron a la realidad. Cayeron sobre la fina superficie de agua, escupidos por la puerta, que seguía todavía abierta, pero de pronto, de un portazo, se cerró sola.

Ima y Ryu se quedaron tendidos sobre el agua, algo sobresaltados. Se sintieron cansados, algo vacíos, como si les hubieran arrebatado una parte de su alma. Se miraron para comprobar que estaban bien y no se habían hecho daño, y esa sensación se extinguió. Tenían todo cuanto querían y necesitaban.  Al cruzar miradas sonrieron y se fundieron en un profundo y suave beso. Tuvo un gusto algo agridulce, pero fue sincero. Un beso de reconciliación, de disculpa, de agradecimiento y de amor.

Cuando terminaron, la pareja se quedó abrazada, asegurándose de guardar aquel momento y todos los vividos en sus memorias.

—¿Fue una buena primera cita, no? —preguntó Ryu.

—Fue la mejor cita del mundo.









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