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Capítulo 19: Preparación

Ryu estaba con el portátil cuando Ima llegó. Este se levantó, se acercó a la puerta, respiró hondo, la abrió y le plantó un suave beso en los labios. Ima no reaccionó. Fue inesperado, pero le gustó. Lo que no sabía ella, era que Ryu, escasos minutos antes, se había comido la cabeza pensando en como saludarle.

—Buenos días, adelante  —le invitó Ryu después del beso.

—Gracias, ¿cómo va la preparación?

—Bien, la autocaravana ya la tengo más o menos elegida, ahora te la enseño.

—Una cosa menos de la que preocuparse. 

—He estado comparando precios y de los 20.000 yenes no baja y a eso tienes que añadirle la comida y alguna que otra cosa extra.

Ima soltó un silbido, impresionada. Podía imaginarse que alquilar una autocaravana no era barato, pero tampoco esperaba que fuera tan caro. Por suerte, disponía de ahorros y se negaba a permitir que Ryu pagara todo el viaje. 

—Tranquilo, vamos a medias y por la comida no te preocupes, tampoco es necesario darnos grandes atracones, con algo sencillo basta.

—¿Sí, estás segura?

—Sí, sí, no te preocupes.

—Ok, siéntate, ¿te sirvo algo, te apetece algo, un café?

—No, muchas gracias.

Ima se sentó en la mesa del comedor. Ryu tenía el portátil abierto sobre la mesa y al lado lo acompañaba una taza de café humeante. Pocos segundos después, Ryu se sentó frente a ella.

—Bien, de buenas a primeras está será la autocaravana.

Ryu giró la pantalla del portátil, de modo que Ima pudiera verla. Mostraba una web con varias fotos de una caravana blanca, decorada con un rectángulo enorme de color azul que le recorría y daba toda la vuelta al chasis. Más abajo, en grande, aparecía el precio.

—¿18.500 yenes al día? —preguntó estupefacta Ima.

—Sí, así que teniendo en cuenta ese precio, la ruta no puede ser muy larga —señaló Ryu —. Tenía pensado hacer un viaje de una semana, pero quizá sale más a cuenta bajarlo a cuatro o cinco días. 

Ima frunció el ceño, haciendo cálculos en su mente.

—Tampoco es que haya mucha diferencia, pero todo lo que sea abaratar costos mejor que mejor. 

A continuación, Ryu pasó a enseñarle fotos del interior del vehículo. Era bastante amplio, con una pequeña mesa arrinconada y justo enfrente estaba lo que vendría a ser la cocina, que constaba de varios armarios de cocina de madera colgados y una encimera con una pica y para acabar, al fondo, la cama. Estaba a medio camino de una cama individual y una cama de matrimonio. 

—Qué claustrofóbico —señaló Ima, que empezaba a pensar que la falta de espacio sería un problema.

—En las fotos parece más pequeña de lo que es en realidad —dijo Ryu tratando de convencerle.

—Si tú lo dices. 

A continuación empezaron a planear el viaje como tal. Empezaron estableciendo el origen. Partirían desde la casa de Ryu. Al parecer, la empresa de alquiler de autocaravanas ofrecía la posibilidad de llevar el vehículo, a petición del cliente, donde quisiera, lo que ahorraba tener que ir a buscarlo.

Antes de empezar, sin pedir permiso, Ima cogió su silla y se puso al lado de Ryu. Él no dijo nada. Solamente sonrió.

La primera parada del viaje sería en Ujitawara, al este, en la prefectura de Kioto. Era un pueblo de las afueras de Osaka,  a dos horas de camino, famoso por su río y sus cerezos.  Además, cerca de allí, algo apartado, se hallaba un templo que había llamado la atención de Ima. 

Teniendo en cuenta que en un principio tenían pensado que el viaje durase como máximo cuatro días, supusieron que hacer una parada tan temprano les vendría bien para los días posteriores y así poder estar más tiempo en carretera. Aunque dicho sea de paso, ninguno de los dos tenía especial pasión por la conducción y no se imaginaban conduciendo más de cuatro horas al día.

Este primer alto en el camino fue sugerencia de Ryu. Después de ver varias fotos y cerciorarse de que había varios supermercados cerca para poder comprar la comida y la cena, y  varios lugares disponibles para poder estacionar la autocaravana, dieron por cerrado este primer paréntesis del viaje.

La siguiente parada que programaron fue en Yugawara en la prefectura de Kanagawa. Era una pequeña ciudad, cerca de la costa. Tenía un par de jardines botánicos bastante conocidos, además de varios templos bastante populares como el  de Asama Shrine. El único inconveniente era que no había sitio disponible para la autocaravana, pero Ima sugirió aparcar y quedarse fuera de la ciudad a pesar de la posibilidad de ser sancionaods y multados. Teniendo en cuenta esto, Ryu aceptó y propuso pasar el día allí, pero seguir con el recorrido por la noche, para así evitar inconvenientes. A Ima le pareció buena idea.

Mientras seguían estructurando el viaje, Ima se sintió agradecida. De momento, la preparación no estaba dando muchos problemas. Todo aquello que proponía ella era bienvenido por Ryu y viceversa. No sabía identificar si era por estar en los primeros compases de la relación, donde ambas personas hacían todo lo posible por contentar al otro y no generar así discordia, o si era porque simple y llanamente Ryu tenía en alta estima su opinión. En cualquier caso, Ima prefirió callar y no decir nada. Suponía que Ryu sería capaz de trasladar su desacuerdo de cualquier asunto en cualquier momento.

Después, vendría la parada estrella del viaje, el monte Fuji, lo que significaba la parte más cara del viaje. Ryu era conocedor de la existencia de un camping cercano al monte, próximo a un lago, e Ima no tardó ni un segundo en decir que sí después de ver las fotos. El monte Fuji de fondo, imponente, reflejado sobre las finas aguas del lago, con todos los alrededores en flor. 

Hasta el momento, la pareja calculaba que el viaje les costaría cerca de los 100.000 yenes, eso sin tener en cuenta los gastos extra de posibles actividades. Sus carteras temblaban. Se miraron el uno al otro.

—¿Seguimos adelante con esta idea? —se atrevió a preguntar Ryu.

Ima frunció el ceño y empezó hacer cálculos en su mente. Contando los gastos del viaje, después del mismo, podía seguir viviendo, aunque un pelín justa. No obstante, si en algún momento se veía apurada, no tenía problemas en pedir más trabajo en la agencia o hacer más horas en el restaurante.

—¿Por el dinero dices?—dijo Ima —. Por mí, adelante, no me supone un gran problema.

Ryu asintió con la cabeza.

En un principio, la idea era terminar el viaje allí, en el monte Fuji, pero siguieron ampliando la ruta, aunque de manera provisional y superficial. Barajaron varias opciones y la que más les llamó la atención fue Ōtawara, Prefectura de Tochigi, un pueblo interior montañoso justo en el centro de Japón. En este caso, el camping de autocaravanas quedaba a una hora de camino, pero los lugares de interés eran bastante bonitos. Allí, en el pueblo, podían disfrutar de varias actividades: una ruta de montaña que llegaba a una gran cascada de agua, varios campos de golf, etc. Por desgracia, a pesar de las ganas que tenían de alargar el viaje, optaron por no ampliarlo y seguir con la idea inicial. Suficiente dinero habían destinado ya al viaje.

Después de cerrar el viaje, se repartieron las tareas pendientes. Ima se encargaría de la comida de todo el viaje. Ryu estaría al volante y se encargaría de la gasolina y todo lo relacionado con la autocaravana; gasolina, ruedas, limpieza, etc.

Cuando miraron que hora era, ambos se sorprendieron. Habían estado más de cuatro horas planificando el viaje. 

—¡Madre mía, qué rápido ha pasado el tiempo! —señaló Ima.

—¡Desde luego!

—¿Te apetece comer fuera? —propuso Ima.

—Tenía la comida preparada, pero vale, nos vendrá bien que nos dé el aire.

Cerraron el portátil, se levantaron, se acicalaron y se marcharon.

—¿Algún sitio en mente?

—Ya lo verás —dijo Ima divertida.

—Uh, misterio, está bien.

Sin avisar, Ryu le cogió la mano. Ima tuvo un pequeño sobre salto. Fue inesperado, pero aquel sencillo gesto le encantó. Le pareció valiente e incluso osado, sobre todo teniendo en cuenta lo recatados que eran los japoneses respecto a las muestras de afecto en público. Le encantaba que Ryu tendiera a ignorar las mismas costumbres que ella consideraba estúpidas o innecesarias. ¿Cómo era posible que mostrar amor y cariño fuese algo negativo y algo que se debía esconder?

Después de un paseo de unos diez minutos, Ima y Ryu llegaron al restaurante.  

—¡Aquí es! —afirmó Ima. 

—¿Una braseria?

—Sí.

—Me encanta, nos vamos a poner las botas.

—Esa era la idea —dijo Ima divertida.

Las puertas del restaurante estaban abiertas y daban paso a un gran salón con el suelo de madera. Decenas de mesas y sillas repartidas por toda la superficie, pero a la derecha había una zona de tatamis bastante bonita decorada con bonsáis y cuadros de tela  colgados en las paredes.

Sin ninguna duda, la pareja decidió tomar asiento en aquella zona del restaurante. A grandes rasgos fue una buena experiencia. No obstante, el servicio fue algo lento, pero tampoco llegó a ser molesto. Pidieron de todo. Carne de conejo, ternera, buey, pollo y pavo. Cada una de ellas en diferente punto de cocción y con diferentes suplementos. Ryu fue el que más disfrutó con diferencia.  La sonrisa de la cara no se le borró en ningún momento. Al acabar, Ima pagó toda la cuenta. Ryu trató por todos los medios que no lo hiciera, pero en ese sentido, Ima era igual de cabezota que él.

Después de comer se despidieron, se recordaron de que se encargaba cada uno y acordaron avisarse cuando dichas tareas estuvieran finalizadas. No pusieron una fecha límite en concreto, pero teniendo en cuenta todo lo que quedaba pendiente, calcularon que todo estaría listo en aproximadamente dos o tres días. 







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